21 junio 2009

ESTAMPA DE ACTUALIDAD

Me encontraba conversando ocasionalmente con unos amigos en el interior de el pequeño Restaurante “La cocinita” , ubicado en la calle Heredia esquina San Félix, en esta ciudad. Este establecimiento anteriormente se nombraba “La casa del queso”, el que fue inaugurado a principio de la década de los años 80, donde se anunciaba la venta de una gran variedad de quesos de producción nacional, como extranjeros, principalmente franceses y holandeses. Esto no dejó de ser mera propaganda, púes muy pronto se concretó a vender uno o dos tipos de quesos nacionales, acompañados de bebidas alcohólicas en forma de canapés.
Con la advenimiento del llamado “Periodo Especial”, esta fue desapareciendo paulatinamente.
Un tiempo después surgió la nombrada “Cocinita”, en la que se vende únicamente encuentros de pollo a 25,00 pesos la ración, acompañado a veces de arroz o tiras de plátanos burro fritas, cervezas a 10.00 pesos m/n la botella y otras bebidas alcohólicas de producción nacional.
Este sitio lo frecuentan preferentemente los turistas extranjeros que transitan por esa artería de la parte más céntrica de la ciudad, ya que el poder adquisitivo de la mayoría de la población no está acorde con los precios, tanto del pollo, como de las bebidas que allí se expenden.
Lo que me llamó la atención fue ver penetrar al interior del local a una anciana pobremente vestida y calzada, canosa, arrugada, con la espalda encorvada por el peso de los años, acompañada de una jaba desteñida y deshilachada colgándole del hombro derecho. Ella se paró en la única y ancha puerta estilo colonial, miró al interior del establecimiento y pudo observar que las pocas que ocupaban el lugar estaban llenas, menos una muy cerca de donde me encontraba charlando con mis amigos , tenía una silla desocupada, ella se dirigió a uno de los ocupantes y respetuosamente pidió permiso para sentarse, este accedió con un leve gesto. Era un hombre de unos 60 años, robusto, rosado y con el porte de ser alguien con buena posesión económica, por su forma de vestir y expresarse, con cierta altanería, que solo lo da en este país el que tiene un buen rollo de billetes de moneda dura. Lo acompañaba un joven de la raza negra con figura de “Buquenque”, como les llaman aquí a los cazadores de turistas extranjeros, a los que siempre están pegados, aunque la policía los asedie y amenace. A estos turistas, les buscan alojamiento en las pocas casas de alquiler, que se les ha permitido patente, que a una joven “Jinetera”. Desde luego, con su consiguiente por ciento de ganancia.
La camarera se acercó a la mesa talonario en mano y en primera instancia se dirigió al personaje más opulento. Este pidió raciones de pollo, cerveza Hatuey y otros productos que no pude percibir. Instó al acompañante a que pidiera lo que deseara, por último la joven se dirigió a la humilde anciana, que yo observaba con interés y pude ver en su rostro cansancio, amargura y una honda tristeza en sus ojos. Ella esperaba pacientemente que la camarera le hiciera la nota. Pidió una ración de pollo, esta le preguntó se deseaba tomar algo, ella le respondió y miró al regordete personaje, que tenía al lado, que parecía más bien un extranjero que un cubano, pero su acento al hablar lo denunciaba, le dijo: mirándolo de frente, - he pasado tanta hambre en estos días que hoy cobré mi pensión del mes y aunque dentro de dos o tres días no me quede ni un centavo, hoy me voy a dar el gusto de comerme un pedazo de pollo. Este la increpó incrédulo: - ¿Usted tiene hambre? A lo ella sin pelos en la lengua y con toda sinceridad le respondió: - ¿Usted llama comida arroz y chícharos con una cucharada de aceite al día? Pues si usted no lo sabe media libra de aceite para un mes, que nos venden por la libreta de racionamiento tiene exactamente 30 cucharadas razas, a razón de una por día, mídala y verá. El hombre le repostó: - Peor están los pueblos de África y América latina. Esta sin peder un minuto le respondió: - mí no me interesa lo que pasa en América latina, en África o Haití, me importa lo que sucede aquí en mi país. ¿Acaso si su vecino está tuberculoso o leproso usted se resigna a padecer la misma enfermedad? Y continuó - ¿Usted cree que este pedazo de pollo debe costar 25.00 pesos? El aludido titubeo y ella prosiguió: - ¿No se da cuanta que con los salarios y pensiones que se pagan, estos precios están acordes? El volvió a peguntarle: - ¿Cuánto cobra usted de pensión y qué trabajo realizaba? - le dijo: - Mire usted, cuando a mi familia esta revolución le quitó todas sus propiedades, pasé a trabajar con el único empleador: El estado, aunque era muy rebelde, no me quedó más remedio que doblegarme. Como tenía buen nivel de escolaridad, fui hasta económica de una empresa, trabajé 36 años y ya ve ahora, la miseria me consume, recibo una chequera de l60.00 pesos mensuales por mi jubilación. Antes cosía, pero se me rompieron los espejuelos y casi no veo nada y lo que percibo no me alcanza para nada, pago luz, agua… la casa está casi oscura por las noches, porque no dispongo de dólares para ir a una shopping y comprar una bombilla de luz fría, que es donde único las venden. La casa se me está cayendo encima, el refrigerador, ya no da más, figúrese es un Admiral que tiene más de 50 años, los muebles… ni se diga y no tengo con qué arreglarlos ¿Esto es vida? Yo siempre soñé con una vejez decorosa, poder tomarme un vaso de leche aunque fuera una vez al día, comerme un buen bistec o simplemente un ñame con bacalao. ¡Ah! Hace tiempo que tengo ese antojo. Este la interrumpió:- Eso lo venden… ella a su vez no lo dejó terminar la frase. – Sí yo sé, eso lo venden en una tienda especializada allá en La Habana, por 5ta. Avenida de Miramar, pero a más de 8.00 dólares el kilogramo y el ñame… tal parece que se extinguió de los campos de Cuba. ¡Ay! ¡Como se cosechaba el ñame de agua blanquito, allá por Barajagua, en las lomas de El Caney o por Filipinas en la zona de Guantánamo!
El persona aún más perplejo ante la sinceridad y los sólidos argumentos de la anciana, le preguntó si ella pensaba.. Que esto era peor que el sistema de la etapa anterior y que le dijera al joven que permanecía escuchando en absoluto silencio la conversación qué opinaba. Esta lo miró y sarcásticamente le respondió: - Ese, ese no tiene opinión, nació con este sistema y no conoció el anterior, otra cosa soy yo, que estaba bastante crecidita cuando triunfó la Revolución Y puedo darme perfecta cuenta que la desgracia más grande que le puede caer a un país es el comunismo,

Pagó los 25.00 pesos, guardo el pedazo de pollo en una bolsita de nylon y salió del local ante la mirada asombrada de muchos de los que nos encontrábamos allí y la escuchamos, pero nadie tuvo el valor de salirle al paso y combatirla en su sincera forma de expresarse y exponer su dolor y frustración.



Santiago de Cuba, agosto 4 de 2003

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