Gracias te doy, Dios mío,
Dios de todos, que en tu
infinita amor lo das todo,
a todos por igual.
Gracias por tu perdón, por
la ayuda oportuna, por
responder cuando te llamo.
Gracias por permitirme conocer
a la gente, por mostrarme tu
ternura a través de la sonrisa de
un niño, la comprensión en la
mano amiga.
Gracias por enseñarme cada día
que tú existes, cuando soy capaz
de dar amor, acariciar y soñar.
Al contemplar las maravillas que
tú hiciste.
¡Gracias Padre eterno por tu bondad!
Gracias, por que a pesar de mis
defectos, mi inquieto temperamento,
mis frecuentes caídas, la rebeldía que
me domina, Tú solo Tú, sabes
comprenderme.
Gracias Señor de Señores, porque solo
tú puedes perdonarme, porque solo
eres Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Santiago de Cuba,
agosto 2 de 1997
02 octubre 2009
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