19 octubre 2009

EL DÓLAR DE FINITA

Estampa santiaguera.

La anciana de pequeña estatura y muy delgada, camina de prisa las empinadas calles de Santiago de Cuba, balbucea jadeante: ¡Qué calor concho!. Pasa por la cafetería 2La Isabelica” – Me tomaría una taza de café, pero… ¿Con qué? Aquí lo venden a 0.80 centavos la tacita. Sube la calle Aguilera, dobla Barnada, toma Enramadas hasta la Plaza de Marte y piensa: - Cuando no tengo ni un centavo encima, es cuando me da más hambre, mi ra pa’ eso, turrones de maní a 1.00, cucuruchos … ¡ay! ¡Bocaditos de queso blanco, como me gustan, pero a 3.00 pesos cada uno, refrescos instantáneos, ¡Qué invento! Pero también a 1.00 ¿Qué cosa tan grande! ¡Mira pa`´ ahí! La Iris antes era la mitad, quitaron la ferretería de al lado, no sé pa ´qué tanto local, antes había de todo y ahora casi nunca hay na´
Ya frente al parque de la Plaza de Marte, se encuentra una amiga de su juventud.

¡Luz Divina, mi amiga, cuánto tiempo sin verte! La saluda efusivamente. ¡Qué gorda estás!

La amiga le responde: - Ya tu sabes chica, después de vieja me ha dado por engordar.

¡Caramba, el Periodo Especial no te ha hecho nada! ¡Mírame a mí, me tiene seca, he rebajado más de 50 libras y me quedo corta.

¡Claro!- Recalca Luz Divina- ¿ No sabes que mis hijos Arquímedes y Diógenes se fueron del país?

-¡No me digas! ¿Y cómo fue eso? La última vez que los vi andaban por el Parque Céspedes detrás de los turistas extranjeros con trencitas y pendientes en las orejas

¡Ay vieja! Señala Luz Divina. – Por eso mismo la policía los tenía al trote, no los dejaban vivir en paz, ni buscarse sus kilitos a como fuera, pero… tuvieron una suerte… se encontraron par de extranjeras, de esas que le gustan los negritos y… empataron con una holandesa y otra sueca, rubias… como el sol, con los ojos azules. Si te digo que ese par nacieron con suerte o de pie, no sé. La cosa es que ellas le pusieron una invitación, le pagaron todos los gastos y se fueron y allá están de lo mejor, se casaron y tienen un par de muchachitos casi blancos. - ¡Chica, ve por mi casa para que veas las fotos.

La otra interrumpe curiosa- ¿Te ayudan?

¡Como que no! Como crees que estoy tan gorda’ ¿Quién aguanta este país sin fulas?

-Menos mal mi amiga, me alegra mucho, comenta Finita con un dejo de tristeza en la voz. Los míos por ser comunistas no tienen ni donde caerse muertos.

-¿Son dirigentes? Pregunta la otra.

-No mi´ja, siguen en la bobería, Eurípides es custodio de un almacén por la Alameda, eso que le dicen CVP, miliciano y todo lo que se le peque, lo cojen pa´too. Arquelao trabaja en la construcción y es presidente de su Comité de Defensa de la Revolución de su cuadra, ninguno ha podido tener un cargo de importancia, ¿Sabes? No tienen cabeza para los estudios y no han podido aspirar a na´. Además se han llenado de hijos, con cada mujer que han tenido uno o dos, no sé con esta situación a donde van a parar. Siguen ahí amontonados en la misma cuartería de cuando me casé hace casi 50 años y no hemos podido salir, hemos hecho barbacoas, pero ni así cabemos. ¡Yo’ En un catre en un rinconcito, que ni me puedo mover y mira que hemos pedido casa… ná, eso es para otra gente. Cuando llueve… escampa primero afuera que dentro, pero… ¿Qué vamos a hacer? ¿A donde ir a estas alturas?

-¿Y tú que? – pregunta Luz Divina.

-¿Yo? Mal viviendo, con la mísera pensión que me dejó el pobre Eulogio. ¿No sabías que se me murió el año pasado?

-Si, si, me enteré como a los tres meses, aclara apenada. – Como ya no existen las notas necrológicas en los periódicos, ¡Qué periódicos, si solo sale una vez a la semana el Sierra Maestra y no informa nada, ni la radio, uno se entera de las noticias más importantes por Radio Bemba.

Finita se queja de la situación tan difícil que padece, el dinero que no le alcanza ni para una semana y que el resto vive de milagro, que este fin de mes ha pasado un hambre…

Luz Divina conmovida antes de despedirse, abre la cartera y le regala un dólar.

-¡Gracias mi amiga! ¡Es verdad que tú eres del cará! Exclama Finita agradecida y muy contenta.

Baja presurosa la calle Enramadas y murmura: - Iré a una shopping y compraré un jabón de baño y otro para lavar ¡Como tengo ropa sucia! Hace como tres meses que en la bodega no nos venden jabón. ¿Qué se habrán creído estos sala ós comunistas, que se puede vivir así? Me he tenido que bañar con detergente líquido ¡Qué picazón coño!- Mejor paso por la Plaza de mercado y con este dólar le saco 25.00 pesos cubanos y puedo comprar aunque sea una libra de carne de cerdo o carnero y cualquier otra cosa más. Me comiera un helado, pero me cuesta un peso y tendría que ir a la Cadeca (Casa de cambio) y hacer la tremenda cola, por un dólar ¡Qué va!

Pasa por la florería de Enramadas y Calvario- Le comprara flores a Eulogio ¡Qué barbaridad! Un ramito de flores 3.00 pesos, lo que antes costaba 0.15 centavos!

Sigue bajando Enramadas, pasa por La California, El Encanto, el antiguo Ten Cent, El Siglo XX, observa las vidrieras surtidas de muchos artículos que le hacen mucha falta, pero… ¿Qué comprar con un dólar? Dobla la calle Padre Pico y coge de nuevo Aguilera hasta llegar a la Plaza de Mercado. Piensa y se remonta a muchos años atrás. ¡Como era esta plaza, había de todo, los tres pisos repletos, ahora… uno solo y ni se parece a lo de antes. ¡Qué desgracia! Sube los escalones y entra al mercado, ve las tarimas improvisadas, de mal gusto y poca higiene, muchas moscas y los vendedores pregonando sus mercancías, los pocos productos del agro, como viandas, frutas y vegetales, todo a altos precios. Se dice: - Primero voy a donde venden la carne ¡Me muero por comerme un pedacito aunque sea! – Deja ver ahí ¡Ha! Aquí cuesta 23.00 pesos la libra, a ver… esta otra está a 22.00, allí tremenda cola, déjame ir, seguro que la carne es mejor y más fresca ¡Vaya1 a 21.00 pesos la libra! Parece que no está muy fresca, pero… me quedo ahí. Con lo que me devuelvan me puedo comprar aunque sea una libra de plátanos burro algo para una ensalada, que no sea un aguacate, pues los más baratos cuestan 3.00 pesos, un mango y así me como mi carne acompañada. Veré qué me queda ¡Arroz ni soñarlo! Está a 5.50 la libra, no, mejor compro plátanos

¡Que cantidad de público! – No tiene mucha carne, es más gordo que otra cosa.

¡Al fin estoy llegando! Finita ha mantenido el preciado dólar en la mano derecha como una bandera de triunfo. Se dirige al expendedor. –Mira dame una libra de esa, no, esa no, aquella que tiene menos gordo ¿Sabes? Lo que deseo es comer carne y no manteca. Perdóname mijito, pero… ¿No me pudieras dar esa? Si la de la esquinita.

-¡Decídase por favor! No me haga perder más tiempo, la increpa el grueso vendedor del sombreron ásperamente. ¿Cuántas libras quiere?.

-Una mi amor, no tengo para más, dice Finita muy humildemente.

El dependiente hace un gesto moviendo la cabeza para ambos lados y expresa: - ¡Qué cosa tan grande! Le pesa la carne y hasta le dice que lleva un poco más.

-¡Gracias! repite la anciana agradecida, cuando da un grito de angustia ¿Y mi dólar, donde está? ¡Yo lo tenía en la mano! ¡No puede ser posible, me lo han arrebatado! ¡Ay mi madre a mí me da una cosa!


Santiago de Cuba,
6 de septiembre de 2000

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