26 enero 2010

UN ACTO DESESPERADO

Relatos De amor y de guerra

Capítulo XXV

Lo había visto varias veces, me resultaba demasiado intrépido y temerario, más de una vez le quise dar un consejo, sus hermanas Agustina y Margarita Malo de Molina, me contaban que su desesperación se debía a la miseria que confrontaba la familia, eran seis hermanos , él, único varón, su madre viuda. Vivian humildemente en la calle Capdevila, del reparto Los Olmos.

Su nombre no lo recuerdo, siempre lo conocí por el apellido Malo de Molina.

Me contaron sus hermanas, que aquel fatídico día llegó a su casa hastiado de buscar un trabajo, para poder sostener la precaria economía familiar. Todas las puertas se le cerraban. Destapó las ollas del frío fogón y no encontró nada que saciara su avidez de comer algo. Su madre tristemente le dijo que no había podido cocinar nada.

Salió como un exhalación exclamando: ¡Hoy voy ha hacer algo grande!

Se lanzó a la calle y ya pasando por la Avenida Mariana Grajales abordó un ómnibus de la Empresa Autobuses Modelo, que fueron los sustitutos de los antiguos tranvías y que les hacían competencia a los Ómnibus Orientales de Cabrera, lo secuestró, encañonando al chofer, hasta la Avenida Yarayó y la calle Santa Cilia, del propio reparto., le prendió fuego.

No le dio tiempo a escapar, fue acorralado por la policía y acribillado a balazos.

Así terminó la joven vida de este combatiente, que no supe su nombre, pues sus hermanas nunca permitieron que apareciera en una tarja o se designara a un Comité de Defensa de la Revolución, por el abandono en que fueron objeto después del llamado triunfo de la Revolución, nadie se ocupó de socorrerlas, ni darle a su anciana madre el consuelo de que su sacrificio no fue en vano.

El dolor más grande que ellas sentían era que su hermano había muerto con hambre


Madrid,
7 de diciembre de 2009

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