Estampa santiaguera
Mes de noviembre de 1993, pleno Período Especial, los productos escaseaban, principalmente los alimenticios, todo había subido de precio astronómicamente, parecía imposible que apenas un año antes una libra de arroz costara en la Bolsa Negra 3.00 pesos, en la actualidad 30.00 pesos y… si se encontraba. Así por el estilo demás productos de primera necesidad.
El desvalorizado peso cubano se llegó a vender en 150.00 por un penalizado dólar, ya que constituía un delito tratar de hacer algún cambio con esta moneda, muchos fueron a la cárcel por este motivo.
Nuestro querido Pedro salía de viaje hacía Alemania, a visitar familiares. ¿Cómo no hacerle una despedida a quien había tenido tantas atenciones con nosotros?
Entre los dos quedamos que haríamos una cena, para ello me dio 10.00 dólares, si lo cambiaba por la moneda nacional serían 1,500.00 pesos cubanos, tal vez fuera más fácil conseguir lo necesario para esa comida especial.
Muy pronto me di a la tarea de adquirir las cosas, ya casi era fin de mes y no me quedaban provisiones de la cuota mensual planificada por la libreta de racionamiento, la Plaza de Mercado de Padre Pico entre Heredia y Aguilera había sido cerrada, solo aparecía algo de forma clandestina, personas que ocultamente mataban puercos y lo revendían a 50.00 pesos la libra. Fui directo a la casa de uno de mis suministradores habituales, Alvio, hasta se había mudado de la calle Calvario y Santa Rita.
Caminé por todos los puntos conocidos, los más cercanos a mi casa, la Ceiba de Santa Rita y Santiago, un punto que siempre tenía carne fresca de cerdo y de carnero, pero allí ni las mesas pude ver. Me dirigí por la Avenida Trocha, Carretera del Morro, repasé muchas calles de los repartos Mariana de la Torre y Veguita de Galo, donde tenía amigos y conocidos que me pudiesen resolver. ¡Nada! Al parecer todo se lo había tragado la tierra. Alguien me dijo como solución de última hora:- ¡Mira! Si no puedes conseguir ningún tipo de carne, te sugiero que vayas por Los Cangrejitos, allí los pescadores furtivos casi siempre venden buen pescado fresco, lo que tienes es que buscar quien te de una dirección y como tu posees figura de buena gente, no se van a negar a vendértelo.
Incrédula le pregunté:- ¿Cuánto cuesta una libra de buen pescado, ya sea una Sierra, Mero o cualquier otro?
-Bueno… te puede salir a 15.00 o 20.00 pesos la libra.
-Deja, deja, trataré de conseguir aunque sea un pollo.
Visité cuanto amigo y conocido tenia por la mitad del Casco Histórico de la ciudad. Nadie me podía dar nada, ni siquiera orientarme de dónde conseguirlo.
Por último y faltando solo un día para la comida despedida, se me ocurrió visitar a Hilda, una hermana de la Iglesia Metodista que tenía muchas relaciones y que vivía en la calle San Basilio entre Carnicería y San Félix. Subí los escalones rogando encontrar una solución a tan penoso caso, al día siguiente Pedro viajaría en el primer vuelo hacía La Habana, la comida debía ser esa noche y yo… sin nada en la mano.
Hilda me recibió aún con las manos ensangrentadas, había podido comprar un gallo en 300.00 pesos y lo estaba troceando.
Le conté mi problema y si sabía alguien que tuviera otro gallo o un pollo, cualquier cosa . Ella muy comprensiva y notando mi angustia, me propuso venderme la mitad en 150.00 pesos. ¡Vi los cielos abiertos! El principal producto estaba resuelto, lo demás entre mi hermano y yo lo solucionaríamos.
Encomendé a mi hermano buscar por las hortalizas de Quintero lo necesario para una ensalada, por otro lado tenía un pedazo de ñame, de unas dos libras, 30.00 pesos, no tan blanco como era antes, pero… era la vianda que acompañaría el congrí. Para mi suerte tenía un puñado de frijoles negros, compré 2 libras de arroz en 60.00 pesos, una cabeza de ajos 5.00 pesos, una cebolla 5.00 pesos, una botella de tomate casero 15.00, un paquetico de ajíes de cocina 5.00 pesos, una botella de aceite de girasol 150.00 pesos.
Ya casi por la tarde y yo muy preocupada por la tardanza, llegó mi hermano refunfuñando. – Por poco me coge la policía cuando me metí por las hortalizas de alrededor de la Universidad de Oriente, no sé qué pensaron, al fin no pude comprar nada, todo está pelado.
- Después me fui a los jardines de nuestro amigo Mingo y me mandó a la casa de otro colega, por poco me estropea un jeep al cruzar la carretera llegando a Quintero. A duras penas el gallego Cangas me vendió este mazo de lechugas, que todavía están nuevas, pero tanto le rogué…Me costó 10.00 pesos.
Una de mis amigas, también me ayudaba en la gestión y me trajo 20.00 pesos de tomates maduros y algunas ramitas de perejil, me propuso que un “Socio” tenía cervezas Hatuey y vino Viña 95, una especie de vino tinto dulce. Las cervezas a 10.00 pesos la botella y el vino a 150.00 cada una. Ya para que la cena fuera lo mejor posible, le encargué 10 cervezas y una botella de vino.
La cena estaba lista, mantel y servilletas, los mejores vasos , platos y cubiertos, la ensalada decorada, una fuente de congrí y un plato con el ñame y el gallo picado en trozos aumentado con algunas papas que me regaló un vecina y las cervezas bien frías.
Como me quedaba dinero mandé a hacer un cake con la mora Kinye de Santa Rosa y Padre Pico, que los hacía deliciosos, solo por 5.00 dólares.
Cerca de las 8.00 p.m. escuché los inconfundibles toques en la puerta de Pedro:- Tum turundu tun tun.
La cena fue un éxito, después de tantos sinsabores, celebramos con la música del programa radial “Nocturno” y nos despedimos aquella noche, deseándole lo mejor en esta nueva aventura.
¡Gracias Pedro! Hasta el día de hoy te recuerdo con mucho cariño, hasta la próxima cena ¿OK?
Madrid,
13 de enero de 2010
26 enero 2010
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