Estampa santiaguera
Este hecho ocurrió hace algunos años un 27 de septiembre, víspera de la fiesta de los Comité de Defensa de la Revolución, que se celebra en cada cuadra, en la parte más alta de la calle Planta, cercano al Reparto Mármol , entre los repartos de Mariana de la Torre y Altamira.
Como ya es una costumbre, se planta en la acera un caldero tiznado entre varias piedras, se recogen tablas y palos y se prende la candela, los más entusiasta cooperan con el ejecutivo, además de aportar 10.00 pesos y los menos 5.00 pesos, para la compra de bebidas, refrescos y dulces para los niños, con viandas y especias, para que la caldosa quede mejor. En las carnicerías sitúan para esa fecha huesos de cerdo o costillas de res y en los mercaditos calabaza y plátanos burro, portando un papel los dirigentes a nivel municipal, se recoge.
Ya anocheciendo, se les encomendó el cuidado del caldero y de atizar la leña con frecuencia para que no se apagara a Peruchín y Pitifeo. Como ambos eran alcohólicos habituales, mientras con una larga cuchara de madera revolvían la caldosa de vez en cuando, también empinaban el codo con una botella de chispa e tren.
A las 9.00 de la noche ya estaban ebrios. Loe demás cederistas se encargaban de adornar la calle con cadenetas hechas de portadas de revistas a color y en las esquinas pencas de coco, sacado las banderas del 26 de julio y frente a la mesa nuestra enseña nacional.
Los niños corrían alegres de un lado para otro, esperando la hora en que se repartieran los dulces, caramelos y refrescos.
En un tejado cercano varios gatos maullaban lastimosamente, se disputaban los favores de una hermosa gata, se fajaban y chillaban. Dos veces hubo que tapar el caldero con un improvisado cartón, ya que de la disputa entre los felinos se desprendían cantidad de pelos, pero había que destaparlo, sino se desbordaba y amenazaba con apagar el fuego.
Aproximadamente a las 12.00 de la noche, salió la membresía del comité, se sentaron a la mesa y pidieron a los concurrentes que se acercaran, para poder escuchar el comunicado de la organización a nivel provincial, cantar el himno nacional y gritar consignas revolucionarias.
Después de celebrado el acto de rigor,
Una de las cederistas más hábiles en eso de partir el cake y repartir equitativamente los comestibles ya situados en la mesa, con la ayuda de otra fue llenando las cajistas con pastelitos, bocaditos, dulce y refrescos en vasos de cartón, primero para los más pequeños que ávidos esperaban sentados en las puertas y bordillos de la acera.
Después se les dijo a los concurrentes que llevaran platos y jarros, para servirles la caldosa, que por cierto olía bien y muchos se les hacían la boca agua al pensar en saborearla.
Ya unos cuantos estaban tomando la caliente y espesa caldosa, cuando uno de los comensales se sacó de la boca algo raro. Exclamó con gesto asqueado ¡Qué es esto? Al instante otros también se sacaban pelos de la boca.
Pitifeo y Peruchín ya totalmente embriagados se habían tirado a la larga en un corredor a dormir la juma. Vino Juan, el presidente del comité y metió el cucharón hasta el fondo del mugriento caldero, para encontrarse con algo grueso, que no era vianda, ni los pedacitos de carne extraídos de las costillas y los huesos. Volvió a introducir el cucharón y sacó por el medio a uno de los felinos, que en un descuido de los borrachos en la disputa que sostenía con otros, cayó del techo, precisamente dentro del caldero.
Ya se podrán imaginar la escena, muchos vomitando, los que aún no la habían probado salían asqueados, la música se apagó y la fiesta se acabó, no como la de los monos, ni la del Guatao, sino con grandes deseos de linchar a los dos sujetos que habían echado a perder la fiesta.
Santiago de Cuba,
24 de abril de 2002
11 enero 2010
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