¡No critiquemos a esas pobres
muchachas que venden su cuerpo
al mejor postor!
Desean saciar el hambre de un día,
para ganarse la deshonra para siempre.
Perdido el honor y la virtud, son víctimas
de su propio destino.
Nada podrá limpiar esa mancha que como
hierro candente caerá sobre su conciencia.
Tal vez por un momento crean sentirse feliz,
para después sumergirse en el fango para
siempre.
Por mísero prebendas que nunca saciaran
su aspiración.
El fingido amor vendido, no es amor, es un
canje deshonroso.
Más vale la pobreza con dignidad, que las
riquezas que mancillan.
No hay gozo más grande que disfrutar de
lo ganado honradamente.
Santiago de Cuba,
5 de febrero 2005
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