23 junio 2020

EL CASO MINCIN

El caso MINCIN
Esta triste y escabrosa historia marcó mi vida para siempre, en ella se refleja el odio y la maldad de quienes defienden sus privilegios sin importarles destruir la vida de los demás.
Han  pasado  35 años de este  terrible relato. Muchas veces intenté escribirlo y no he tenido valor de recordar  tan espeluznantes  hechos, donde se mezcla  el  resentimiento, el  rencor y los más  bajos  sentimientos  del  ser  humano. Hechos considerados como sobre naturales, que ocurrieron  en realidad, sin que tuviesen una explicación  lógica.
Según la Epístola A Los Corintios, capítulo 12, versículo del  1 al 31, existen los Dones  espirituales. Dice que hay diversidad  de  dones, pero  el   espíritu es el mismo.
A mí Dios me concedió más de un don, por ejemplo: El don de escribir, de adivinación y sanidad.
Ya desde pequeña  podía  vaticinar  hechos que ocurrirían más tarde. Al Principio de los años 50 fue a vivir a uno de los chalet de Villa Florida, que administraba  Inés  López Ortíz, una  señora llamada Teresa  Olive Guerra, era bayamesa y maestra normalista, con una extensa cultura, decía que había sido profesara de los hijos de un presidente de Venezuela. Al  regresar optó por una plaza en la pequeña escuela   aún se encuentra  dentro de la finca de la familia López Ortíz  y sus descendientes en EL Rodeo, El Caney. Por  su  amena  conversación me gustaba  visitarla y escuchar sus anécdotas. Un día quiso leer mis manos. Me entusiasmó la idea que por medio de las líneas de mis manos se pudiera  saber  mi vida y lo que me sucedería en un futuro. Me dijo muchas cosas que se han cumplido hasta el presente, por lo que creo que en realidad  existe  el  destino que todos tenemos al  nacer. Me gustó tanto aquello, que desconociendo Las Sagradas Escrituras, quise aprender a leer las manos. Por lo que por mucho tiempo hice sin ningún afán de lucro. Podía  leer y vaticinar el futuro de cuantas personas ponían sus manos a  mi disposición y con el deseo expreso de saber su pasado y futuro. También  ejercía hasta la fecha el don de sanidad, por medio de la oración al dirigirme a Dios y como mediador Jesucristo, muchas  personas  han  sanado. Ya no me dedico a adivinar la vida de  otros, porque creo que a Dios no le agrada,  en  mi  amplios conocimientos  de Las Sagradas Escrituras.
Sucedía que principalmente  dentro de mi departamento, por la cuadra donde vivía muchos se acercaban a mí para que les  adivinara su futuro, en realidad se ajustaba a la verdad. Mi compañera  Sara Jímenez  Valenciano era una de ellas. Allí las relaciones eran muy armoniosas, todo lo compartíamos lo que era el departamento de Estadísticas y Precios del Sectorial Mayorista de la provincia Santiago de Cuba.
EL CASO MINCIN
Hoy  12 de enero de 2020 me decido a escribirlos, como algo necesario que no debe quedar en el   olvido de lo referido verbalmente a  muchas personas.
Aún no me  explico cómo pude tener el  valor de soportar  una situación que parecía no tener escapatoria, todo apuntaba a mi destrucción como persona, como trabajadora y  como ser humano.
¿Fue la  intervención de Dios quien  me salvo al ver tanta injusticia? No  me cabe duda.
Si  hubo hechos al parecer  sobrenaturales  en  que mis enemigos desaparecían de la faz de la tierra y que en  algunos momentos me hizo pensar que era  un  ángel o un demonio, leyendo los  Salmos de David, que sin duda fue un escogido de Dios deduzco  que  al ser humano cuando  se siente perseguido y herido ,de  lo hondo de su ser le nacen los sentimientos de  venganza. Aquí  Salmos que lo  confirman:_Salmo 3, 4, 5, 6, 7,8,9,10,11,12,13,14,17,18,20,22,25,30,31,37,53, 55, 57,58,59,60,62,68,69,70,
 David al sentirse perseguido por sus enemigos  clamó a Dios por ayuda y también por venganza, pero sin duda mi Salmo favorito y que está  en mi boca a todas horas es  Salmo 23. Ha sido mi ayuda  en  momentos difíciles. 
Trataré  de ser  fiel a mis recuerdos y además acompaño documentos probatorios de toda aquella maligna trama, a la que yo quise impartir justicia según los mismos postulados de aquella  mal llamada revolución. Señalo que mi primera vocación además de ser pianista era ser abogada. ¡Cuántos juicios  gané sin serlo! 
Todo comienza  con los triunfos que había tenido  contra muchas violaciones y siempre a favor de los más desposeídos a los que defendía con ahínco y pasión, en las Empresas de Productos Industriales  y Prefabricado 10,donde  había trabajado y sido Secretaria General  de la Sección Sindical y Presidente del Consejo de Trabajo,  enfrentándome a  grandes  problemas y violaciones en contra de quienes las cometían, fuera cual fuera su cargo y ostentación de ser militante  del partido comunista de Cuba, que era como una patente de  corso  para  realizar cualquier  delito y no ser inculpado, al contrario, muchas veces eran trasladados  a puestos de trabajo superiores y de más categoría. Y me preguntaba:- ¿Es  esto  lo correcto ante actitudes que según los postulados de la  revolución  eran erróneos  y se debían combatir?  Esto lo hacía como  me exigía  mi carácter  y  gran inspiración de abogada, que  sin lograr ser, me proporcionó  grandes batallas y  triunfos.
Ya en 1980 paso a trabajar de nuevo por  traslado a lo que era entonces Sectorial  Provincial de Comercio del  Ministerio de Comercio  Interior, más conocido por la sigla MINCIN, situado en la calle  José  Antonio  Saco  203 altos  en  departamento de Planificación y Estadísticas, como Jefe Armando Barruecos Seisdedos. Allí  trabajaban como técnicas  Sara  Jimenez  Valenciano y María  Dolores González  León, como mecanógrafa   Solangel  Velázquez.
Se me ofreció la plaza de Estadísticas A, pero  en realidad lo que necesitaba  el departamento   era una Especialista de Precios, aunque  se me pagaba por Estadísticas, puse al día  los listados de precios muy atrasados, me ofreció  pasar  cursos de la materia por dos años a cargo de encuentros semanales con los profesores de la  Universidad de Oriente Juan de la Guardia y Fleitas. Los pasé  favorablemente y se me   expidieron  los  correspondiente   certificados  de haber  cursado   estudios  con  la promesa  que cuando el Ministerio de Comercio Interior aprobara  la plaza, la ocuparía y por ende se me aumentaría el salario. Además  cumplía también las funciones como Estadística.
 En toda esa etapa el trabajo  fue muy bueno. Asesoraba a otros trabajadores de las empresas, hacía periódicas  visitas de inspección a  almacenes y empresas de toda la provincia. Se me consideraba  como Especialista  de Precios. Me sentía realizada en mi trabajo, el cual cumplía a cabalidad, además el  curso   exigía  como trabajo voluntario ser Inspector Popular con un carnet que me acreditaba como tal, hice muchas inspecciones en comercios y centros de trabajo, siempre actuado con justicia y planteando la verdad de las anomalías  que encontraba y los fallos de la propia  empresa. Los cuales plasmaba en sendas actas.
Al  culminar los dos cursos se aprobó la plaza, la cual no me dieron  porque exigía  tener  un nivel  superior, o sea  ser graduado de la universidad de cualquier materia,  lo que aún yo no poseía, aunque ésta  no supiera nada de precios, ni pasado cursos,  se le asignó  a una compañera de la Empresa Provincial de Alimentos Santiago. Seguiría  en la plantilla del  centro como Estadísticas A. Eso pensaba yo de no ser los graves sucesos que vendrían a cambiar mi vida como trabajadora de ese centro.
Es bueno señalar que había sido nombrada Activista de Historia, daba charlas y conferencias  a los trabajadores y otros centros afines a esa dirección. Por mi facilidad y dominio de las  letras confeccionaba  todas postales de Día de los enamorados, 8  de marzo, Día de las madres  y fines de años, al unísono  escribía para concursos, poemas,  relatos y artículos. Hasta mi jefe inmediato que no era muy ducho en letras, me  encargaba de escribir la evaluación  de los demás dirigentes del  centro, lo que hacía uno por uno con un magnífico resultado. Se me asignó  confeccionar la Historia del  Centro, la cual nadie la había podido hacer en 25 años, para ello se me liberó por un mes de otras tareas. Con ahínco me di a la tarea de recopilar datos por fechas cronológicas, fotos y todo lo que me sirviera para su posterior  confección. Lo hice en menos  de  un mes. Ya teniendo la aprobación de los  jefes, se confeccionó un libro con caratula negra y letras doradas,  donde constaba la Historia del Centro y mi nombre como autora. Se le hizo un pedestal y se colocó en la recepción.
Me sentí  satisfecha por haber cumplido con éxitos la encomienda y recibí  felicitaciones por los trabajadores del  centro.
Por lo antes expuesto se deduce que tenía  una  gran estima  en ese centro, donde se me respetaba y admiraba por mi labor y talento.
Todo iba bien, sin problema  ninguno,  era una trabajadora muy cumplidora de las tareas que se me  encomendaban, hacía guardias, trabajo voluntario y jamás  me llamaron la atención, ni  me sancionaron por incumplimiento o llegadas  tardes. Pero dado a mi carácter no toleraba nada que creyera que estaba mal y no se ajustaba a los propios  lineamientos  y ordenanza que se decía había que cumplir por las leyes revolucionarias. Y me preguntaba: _ ¿Por qué se violan tan flagrantemente?
Era muy  estricta en mis relaciones con todos mis compañeros, tal vez hasta intransigente, no toleraba  ninguna confianza, jamás tuve ninguna relación sentimental  con mis compañeros de trabajo, me cuidaba mucho de ello, no es que fuera distinta a los demás, tenía mis relaciones siempre fuera  del  centro  como cualquier mujer en la plenitud de su juventud. 
Sucedían  ya  actitudes que yo no toleraba  según  mis principios y siempre les salía al paso, como exageradas confianza  con compañeros, a mi siempre había que respetarme, eso me lo  tenía  ganado desde muy joven, era muy madura y consiente de mis actos. Por ejemplo:- Nos llevaban a hacer trabajo voluntario a la fábrica de cervezas Hatuey por noches. Entusiasmados íbamos un buen grupo. ¿Qué sucedía? – Pues  en vez de trabajar donde nos situaban se iban a beber desenfrenadamente. Daba pena  como algunas compañeras aún siendo casadas de de  bastante edad se perdían  en los jardines completamente borrachas con otros compañeros. Algunos sin ningún escrúpulo, al día siguiente lo divulgaba de  oficina a oficina ¡Qué bochorno so  como se jugaba con la moral de  esas mujeres!- Yo iba a realizar la tarea encomendada y no estaba de acuerdo con la segunda parte de estos llamados Trabajos Voluntarios y más de una vez les salí al paso. Era criticada ¡Muy moralista! –Esto también sucedía en  las movilizaciones a la agricultura por  varios días.  Recuerdo una noche que nos llevaron a hacer trabajo voluntario a  un almacén por Boniato. Allí un pequeño grupo, entre ellos una compañera casada se embullaron   y en vez de realizar el trabajo quisieron irse a celebrar al restaurant del Puerto de Boniato. Me negué rotundamente, ¿Qué pasaría  si  se embriagaban y no volvían a sus casas en tiempo y forma?- Hasta podía haber un  accidente por lo peligrosa  de sus subidas, bajadas y curvas de esa tortuosa carretera. Como otras veces fui  duramente criticada. Yo no  podía  permitirme esa debilidad y mi madre seguramente despierta esperándome. ¡No y No! Decidí salir a la carretera y tomar la primera guagua que pasara y así llegar a mi casa a una hora adecuada. Esta locura le costó el  divorcio a la que se atrevió a disfrutar desmedidamente de una noche de orgías en el Puerto de Boniato y su marido verla llegar al amanecer completamente ebria.
Si lo escribo en esta historia es para los que no  me conocieron sepan cómo  soy  y pienso.
Continuando el hilo de este relato.
Sucedió en febrero de 1984, a nuestro jefe Armando Barruecos Seisdedos se le comunicó por las autoridades superiores que  había sido seleccionado  para cumplir misión en la República  Popular de Angola. Este que había sido dueño de  la mueblería  Barruecos situada en la calle San Basilio y Hartmán  y que como todas las demás se nacionalizo en 1963, por lo  que  lo ubicaron  en  una  oficina creada  como Estadístico  en la calle Aguilera y Corona.   Ya en la División Política de 1976 pasó directamente al  departamento  que ya  he hecho  mención. Además aclaro que era un buen  jefe, muy capacitado y organizado, su departamento siempre era  el primero en entregar al  Ministerio de  Comercio  Interior de La Habana las informaciones, por lo cada mes una de sus técnicas  viajaba a La  Habana en avión con todos los gastos pagados y la correspondiente dieta. Esto se hacía antes del día 15 de cada mes, preferiblemente viernes, que Sarita o yo lo llevábamos  y regresábamos el  domingo por la noche en los aviones Yak 40, para  incorporarnos al trabajo el lunes siguiente.
Al  informarnos  muy afligido lo sucedido, le aconsejamos que no se negara a ir a la misión encomendada,  que seguro que cuando pasara el riguroso chequeo médico lo liberaban por padecer varias dolencias  y su avanzada edad. No nos  hizo caso. Su  mujer se negaba aludiendo que no podía dejar solas a ella y a su hija menor con  frecuentes  ataques de histeria. 
En reunión con los principales dirigentes les manifestó rotundamente que no iba a Angola, ellos le dijeron que no se divulgara este asunto. A sus espaldas se elevó una Resolución al Presidente del  Poder Popular Eddy Fernández Boada pidiendo su expulsión del  centro.
De esta Resolución no se le comunicó nada, seguía  en su puesto de trabajo cumpliendo a cabalidad, hasta hacer el secreto  y bien elaborado  Plan Año Cálculo,  (Planes  en  caso de guerra o desastres  naturales )    en  el  que se esmeraba y no escatimaba horas extras con tal de cumplirlo y al que no daba participación por lo secreto ninguna de nosotras, hasta  él  lo mecanografiaba.
Por esta dedicación  y celo en su trabajo no creímos posible lo que ocurrió un mes después.
Un día me encuentro por la calle a Roberto Mora, que había trabajado con nosotros antes de trasladarse a otro puesto en el  Poder Popular Provincial, me dice sin preámbulos:_ ¿Así  que botaron a Barruecos?—Respondo que no  era cierto, que él  seguía en su puesto,  me dice a su vez:_ Vi  la resolución lo  sacaron por  negarse a viajar a Angola. No lo creí, ya que allí no se decía nada al respecto y todo continuaba  sin problemas aparentes.
Me reservé lo comunicado por Roberto Mora.
Llegó el 8 de marzo, Día Internacional de la mujer y nos ofrecieron una comida especial en el comedor   de la calle Santo Tomás,  yo no usaba ese servicio por vivir cerca  e ir  almorzar a mi casa, pero ese día tan específico, lo compartí con todos mis compañeros. Por la tarde se nos ofreció otro acto en el patio del Sectorial para obsequiarnos flores y una postal, acompañado de otro brindis.
A las 5.00 P.M. regresamos a nuestro departamento  a recoger  nuestros bolsos y cual no sería la sorpresa  al ver a Barruecos   sentado  en su escritorio con  la resolución en la mano llorando. En efecto, esperaron ese día para comunicarle que había sido despedido. Mis compañeras también se echaron a llorar, yo  sentí  una gran indignación. Sarita me dice: _ ¡Qué lástima que tu primo Serafín Fernández Rodríguez ya no sea Ministro de Comercio Interior y sepa lo que ha ocurrido aquí! _Le respondí:- ¿Qué tiene que ver que ya no  sea ministro para que se sepa lo que  ha pasado y que creo firmemente que es una injusticia?  Serafín era mi primo hermano, aunque no mantenía  relación  alguna con él, dado que  al ser nombrado ministros por sus méritos durante la guerra de haberse alzado con  muchos de sus vecinos de la  finca  Jaguayón,  por el Realengo 18, propiedad de sus padres con las armas que poseían y presentarse a ante  el   Comandate  Raúl  Castro.  Por esta hazaña lo nombró a pesar de tener 17 años capitán. Su ascenso después de 1959 fue vertiginoso. Ocupó importantes cargos en la provincia de Oriente y más tarde como Jefe  del  ejército  en la parte  central  del  país, de allí fue nombrado Ministro de Comercio  Interior y trasladado a La Habana. Digo que no mantenía relación alguna, dado que él sabía que parte de la familia que habíamos perdido todas nuestras propiedades y muy afectados  en  general  por la revolución, no pensábamos  como él, por lo que se apartó de toda la familia., ya  que muchas veces expresó que su familia era la revolución.  Iba periódicamente al  Sectorial y se reunía con su director provincial. La secretaria Miriam Gómez  Serrano  se dirigía a mi departamento, que solo lo dividía una pared a decirme que mi primo estaba allí, que si no iba a saludarlo, con la sinceridad que siempre me ha caracterizado le respondía.- Si  me quiere ver que venga a saludarme y jamás salí a su encuentro.
 Siguiendo el caso Barruecos, de allí lo acompañamos  a su casa,  su mujer al enterarse se puso histérica, profiriendo insultos y maldiciones a los dirigentes que había obrado de  forma tan traicionera.
Sarita se quedó provisionalmente al  frente del  departamento y todos cumplimos nuestras funciones como siempre. Íbamos todos los días  a visitar a Barruecos y darle aliento y la seguridad que iba a encontrar otro trabajo. Ya se lo había dicho a Pedro  Emilio Guerra Salazar, con  el que  mantenía  una  buena relación a pesar de  lo sucedido entre los dos, que lo relato en  Otras historias de amores. y este prometió con sus buenas relaciones gestionarle un trabajo en la Fábrica de Cemento José Tercerón (Antes Titán) o la Refinería de Petróleo Hnos. Díaz. (Antes Texaco)
En los días que precedieron este triste y lamentable caso, fui directo al  Poder  Local Provincial y manifestar mi queja  al  presidente actual  Eddy Fernández Boada. También  pedí  entrevista  en  el  Partido Provincial y  vi  al  Coronel  Miguel  Bustamante, con el cual tenía  ciertas  relaciones de amistad por  haber  vivido  en  los años antes de 1959 frente al comercio de mis padres  Panadería Titán de Mariana  Grajales 108. Me manifestaron  que ante tal resolución no se podía hacer  nada, sino cumplirla. No estuve satisfecha  con esa  repuesta.
 Elsa Arias a más y mejor con sus ataques frenéticos   e improperios, nosotras apoyándolo y dándole aliento. Barruecos  hasta  decía que se iba a suicidar. Es bueno hacer saber que ninguno de sus demás compañeros lo visitaron.
Mucho mutismo alrededor de esta asunto.
Ese día 14 de marzo  fui  la seleccionada para viajar a La Habana, para llevar la información del mes. Nos  esmeramos en que  fuera perfecta, sin ningún error.
Viajé como siempre en avión el viernes en el primer vuelo de Cubana de Aviación y tomé un taxi en el aeropuerto José Martí y me fui directo al Ministerio de Comercio Interior. Al llegar allí y entregar la información, solicité una entrevista  con  Mercedes González, secretaria  del  Ministro actual, haciéndole saber que deseaba  entrevistarme con el  Ministro  para darle a conocer lo sucedido y que con mi moral de combatiente de las luchas clandestinas lo denunciaba por no creerlo correcto. Esta me recordó que había sido  a la vez  secretaria de Serafín  y que fue ella quien fue a buscar a mi  madre para que acompañara a su hermana  Serafina, madre de Serafín en su viaje a La Habana en el cual coincidían.  Así fue y mi madre disfrutó de un viaje en coche desde Santiago de Cuba y de todos los privilegios que se le ofrecieron  a  su hermana por ser la madre de un ministro.
Mercedes me orientó de ver primero  Ramón  Jovellar  Gago, que era a su vez Vice-Ministro de Economía, que me conocía por ir frecuentemente  al  Sectorial y me dijo que después me llevaría al despacho del  Ministro. Me dio cita para las 3.00 de la tarde. Me presenté puntual  y muy  amable me atendió Jovellar  Gago. Le conté lo sucedido y que no estaba de  acuerdo con esa medida a un hombre que había sido tan buen trabajador y cumplidor de sus tareas. Este se rascó  la cabeza  pensativo y me dijo que ese era un puesto de confianza, pero al  decirle que también  deseaba  plantearle lo ocurrido al Ministro,  me pidió un voto de confianza, que no accediera a la entrevista, que él  me daría  una respuesta  el  lunes  siguiente. Lo acepté y confié en su palabra.
Viajé como otras  veces en un Yak 40  el domingo por la noche y el lunes puntual  me presenté en  mi  trabajo sin comunicarle lo que había hecho a mis compañeras.
Como a las 10.00 de la mañana  entra   muy  intrigado Eloy Nápoles Montes, quien había sido mi  jefe  en  el  Departamento de Planificación de la otrora  Dirección Provincial de Comercio de Oriente hasta la División Política y ahora en otra empresa. Este nos comunica que estaba en la Dirección  de  Salvador Palomino Moreno, que era entonces Director Provincial  y que había llegado una funcionaria  del  Ministerio de Comercio Interior de La Habana toda vestida de  negro y con una gran autoridad  por ser la jurídica de dicho Ministerio y venir a  saber de primera mano lo sucedido con  Barruecos. Mis compañeras enseguida  me señalaron por  ser  la embajadora de la noticia.  Sin inmutarme le dije que sí,  y todo lo que le hice saber a Ramón Jovellar Gago y que  esa  era la repuesta. 
Como ocurre casi siempre, la mayoría de los seres humanos actúan  cobardemente ante estas  situaciones y  tuvieron miedo de las consecuencias que me podría traer  este hecho. Yo inmutable. Al poco rato entró de nuevo Nápoles, esta vez para decirnos que la jurídica y los principales factores políticos del  Sectorial  se iban rumbo al Poder  Popular Provincial. Que se  había formado un gran revuelo por estos hechos.
Esa misma mañana se nos comunicó que Barruecos había sido repuesto en su cargo y que fuéramos a su casa a avisarle.  Que también preguntaron quién había ido a La Habana en esa semana. La  respuesta   fue  afirmativa. –Haydée  Rodríguez.  No me sentí  en ningún momento atemorizada. Se cumplía una vez más lo expresado por Frank País en memorable entrevista en 1956 en la playa de Damajayabo: _ “Desde hoy te llamarás Beatriz, porque  eres  audaz y temeraria, no conoces ni el miedo ni la prudencia”
Es bueno decir que  nadie me llamó ni me cuestionó por lo realizado en  favor de que se hiciera justicia  a mi  jefe inmediato.  Me sentía satisfecha de lo creía el deber  cumplido.
Fuimos enseguida  a  comunicar a Barruecos su reposición en el cargo, este muy emocionado rehusó ir de inmediato y pidió poder culminar el mes  de  vacaciones. Fueron incontables los elogios a mi persona por parte de Elsa Arias, yo era entonces la bárbara, la mejor, la  más valiente. En mi  forma modesta de ser aquello no me envalentonó, seguí como siempre en mi trabajo sin hacer comentarios.
El día primero de abril Barruecos no había tenido valor de presentarse solo al trabajo y nosotras tres lo fuimos a buscar  y lo escoltamos escaleras arriba. Al  llegar a la recepción de muchos departamentos salieron  los que habían sido sus compañeros a saludarlo y darles su bienvenida. ¡Qué hipócritas!  ¿Como no lo visitaron antes?  -Por miedo los seres  humanos somos capaces de las más grandes bajezas.
Barruecos se  integró sus labores  habituales,  muy temeroso y según pude saber con posterioridad  avisado que tenía desde ese momento que ejercer una rigurosa vigilancia sobre mi  persona, con  el  fin  de cogerme en alguna falta, para lograr deshacerse de tan peligroso rival.
Ahora se sentía frustrado, el  había quitado de hacer el Plan Año Cálculo, ya no era de la confianza anterior. Le dijimos que se alegrara, así le quitaban  un ardua responsabilidad, que  le daba muchas malas noches por lo complicado del  trabajo.
Aquí  comienza  otra   parte de esta  escabrosa  historia.
A la vez había ocurrido algo en el Departamento de Inversiones que dirigía compañero Antonio Ulloa, que por su avanzada edad se había acogido a la jubilación, quedando  la plaza vacante y su  secretaria Olga Reyes  encontrarse abrumada por el doble trabajo. Un día realizando una visita de inspección en la Empresa Provincial de Alimentos Mayorista de Lorraine 155  altos, comento lo que le sucedía y que no había aparecido alguien idóneo para ocupar la plaza. Allí se encontraba  presente un joven auxiliar  del  Departamento Económico que dijo llamarse Antonio Ricardo Pérez, quien se dirigió a  Olga manifestando que él  era graduado  de Inversionista  por  estudios en la Unión Soviética. A Olga le  motivó si con esos conocimientos  desempeñara una plaza de auxiliar en esa empresa. Este muy seguro y convincente le  dice que  sucede que al regresar de la Unión Soviética el gobierno cubano le había regalado un auto y  ubicado  en  la planta de Moa, pero al  estar casado , tener su esposa  y una hija  en Santiago de Cuba, había  renunciado  y aceptado esa plaza. Olga con esas referencias lo conminó a presentarse al  departamento que dirigía la compañera  Magali  Palencia que cumplía las funciones de Capacitadora  a solicitar la plaza.
Sin saber ni cómo ni cuándo  Antonio Ricardo Pérez ocupó la plaza de Jefe del  departamento de Inversiones, se le otorgó un carro  con chofer y las llaves  del  departamento. Nadie le  exigió presentar el  título, ni evidentemente  no se le  efectuó ninguna verificación.
A pesar del curriculum inventado por él, lucia extraño y fuera de lugar, mal vestido y jamás se vio el carro que decía  tener por ninguna parte. En esos momentos ocurría  lo del despido de Barruecos, que coincidía  con la fecha de elaborar el Plan Año Cálculo, lo cual se le entregó a él. 
Al  fin, los  jefes que lo habían ubicado se dieron cuenta de su incapacidad para el cargo y sin decir apenas los motivos lo despidieron. Trayendo en su lugar a un oficial de las Fuerzas Armadas  Revolucionarias desmovilizado  y retirado  Juan Ramirez Tello. A este también le dieron el  Plan Año Cálculo, aunque como  expliqué antes ya Barruecos se había incorporado a su trabajo.
Fuimos como era habitual a  hacer inspecciones a la Empresa  de Palma Soriano y el almacén de Contramaestre, nos acompañaba por su cargo Antonio Ricardo Pérez, allí se mostró anómalo, ni señales del  auto que decía le habían regalado por sus buenas notas de estudios en la extinta Unión Soviética.  Íbamos   a almorzar al Restuarant  El Mirador y nos dijo que  se quedaba por no tener dinero para pagar la comida, entre todos se lo pagamos.
Aquella acción me motivó y por mi cuenta me di a la tarea de investigar la vida de Antonio Ricardo Perez, que había aparecido muy campante en una entrevista  del  Periódico Sierra Maestra opinando sobre el servicio de la cafetería  Las Novedades (Se acompaña foto y escrito)
Nadie lo había acusado por el delito de impostor.  En escrito acompañantes de este relato están los pormenores de aquella minuciosa investigación realizada en la cuadra de su residencia a miembros del  Comité de Defensa de la Revolución  Pedro Luis Gener, zona 63 de la calle 11 el Reparto Luis Dagnesse. Ricardo Pérez había vivido en la propia calle en el número 15, en ese momento en la calle 9 número 33 del Reparto Altamira. Estos datos me los suministró Ismael Lovaina Mulet, actual presidente del C.D.R., vecino de la calle en el número 35. También Blasa Alarcón, de vigilancia y vecina con el número 27.
Estos al  ver la investigación que hacía pensaron que era que el susodicho  Ricardo Pérez  tal vez aspiraba a ser militante de la juventud,  sin preámbulos me contaron que siempre había sido negativo a todas las actividades  propias de esa organización y que jamás había estado ni estudiado en la Unión Soviética, al contrario había cumplido varios años de cárcel por  un accidente en la Alameda Michaelsen manejando un Jeep sin licencia de conducción le había causado  la muerte una  niña.
Días después  y deseando tener en mis manos todo tipo de información me dirigí a los Altos de Versalles, donde radica la Seguridad del Estado y fui entrevistada por un oficial que dejo apellidarse Costafreda, le  expuse  mi  preocupación y quedó de ir a mi casa, lo que hizo al día siguiente, en mi propia máquina de escribir redacto la denuncia. Nunca más  supe el  resultado de tal investigación. Allí no se había cursado denuncia alguna.
Transcurre ese año sin que nada sucediera, hasta el 3 de marzo de 1985. Esa tarde Alberto Cicilia que ocupaba  el cargo de Jefe Protección Física va de departamento en departamento anunciando que a las 5.00 hora de salida se efectuaría un mitin relámpago en la recepción.
¡Dios mío! ¡Cuántas veces he deseado no haber estado presente en ese día!  Me  dejé llevar  por mis sentimientos de justicia y amor a la verdad y desde ese momento comenzaron  grandes tribulaciones para mí.
Salimos a la recepción  todos los trabajadores presentes. Cicilia  informó que el en centro se estaba haciendo actos contrarrevolucionario, que se tupia  el reloj de marcar las tarjetas, que aparecieron letreros en el baño. No me pude contener y le expresé  si  sabía quién o quienes hacía eso, ya que allí nadie entraba sin registrase en la recepción. No lo sabía yo le digo muy segura: _ Lo que estás haciendo es alertar a quien o quienes están detrás de estos delitos, decir caquita niño, eso no se hace. Saltaron varias  voces airadas  de militantes del partido y la Juventud, que yo era una falta de respeto por expresarme así.
A esto mi jefe  muy atemorizado se puso  rojo, verde por mis  sinceras expresiones.
Al  ver lo que estaba sucediendo me dirijo a esos factores políticos y les digo: -Aquí  han sucedido cosas peores y nunca se convocó a un acto como este, ni se les comunicó nada a los trabajadores y si desean   emplazo  a  el  Consejo  de  Dirección y  demás  factores a una reunión para decirles cuál es mi preocupación. Unos decían que no, otros accedieron y acto seguido nos reunimos en el departamento de  Rubén  Astorga Romaguera, que era  Vice_Director. Allí se presentaron Nery Luna Tarascón que era  militante del  partido y Secretaria  General. Magali Palencia, Artemio Chávez de Recursos Humanos, Miriam Gómez,  secretaria  del director y Secretaria Genera l de la Sección Sindical.
Sin preámbulos ni vacilaciones les expuse todo lo sucedido con Antonio Ricardo Pérez, Astorga se puso rojo, negro y quiso levantarse, le puse una mano en la cabeza y le dije: -¡Usted  no se va de aquí, me tiene que escuchar! ¡Aquí se han cometido muchas violaciones y nadie les han salido al paso! Usted mismo va al frigorífico y pide que le den los pollos más gordos, sin embargo, cogieron a un trabajador que tenía un hijo enfermo que se llevaba un pollo debajo del brazo y lo llevaron a los tribunales y sacado de su puesto de trabajo. Me dirijo a Magali Palencia: ¡Usted es una inepta que no sabe desempeñar su trabajo!  Se quedó perpleja. Así uno por uno les fui  sacando sus ineficiencias y violaciones, hasta  las cometidas por Salvador Palomino Moreno,  actual Director Provincial, (Aunque no se encontraba presente) había  efectuado lo que se consideró como una orgía, cuando una mañana al subir las escaleras nos encontramos con gran cantidad de vidrios y líquidos, al subir a alguien se la cayó una caja con bebidas de importación y según el trabajador que se encontraba  de guardia en la recepción se pasaron gran cantidad de bocaditos y otros comestibles a la dirección del  restaurant  1900, en franco derroche de recursos, allí se encontraban varias mujeres  que no eran trabajadoras  y según esas versiones hubo una  gran algarabía. A los que estaban de guardia no se les brindó nada del  festín. Pregunto: _ ¿Es esa la postura correcta de un dirigente?
Algunos trataban de convencerme de  que  lo sucedido con Antonio Ricardo Pérez se le había informado a la Seguridad del  Estado. Que se harían todas las investigaciones pertinentes y  por favor, lo dicho en esa reunión no se divulgara, ni nadie se enterara. Les dije que yo era una mujer, que por mi boca nadie lo sabría.
Me fui a mi casa sin expresar nada de lo ocurrido a mi madre, ya sabía que  padecía  una insuficiencia coronaria y no  la quería mortificar por  nada.
Al  llegar a mi trabajo al día siguiente me encuentro a   mis compañeras Sarita y Loly muy alarmadas por todo lo que había sucedido a puertas cerradas y que  Alberto Cicilia  se encargó de divulgarlo a todo el que se encontró a su paso. Mi  jefe muy ofuscado, apenas me saludó.
Ya  en ese momento comienza la campaña de difamación en contra de mi persona, que yo estaba  loca, por decir semejante cosas a los jefes. No obstante continuaba trabajando  tratando de no buscar otros problemas, pero los hubo, en los documentos que presento explico lo sucedido con una compañera del comedor y la ayuda que le presté. Me visita en el departamento José Jimenez y  me cuenta que en   asamblea para  adjudicar un refrigerador por méritos laborales ni se invitó a Trinidad Lalondriz que lo había solicitado ni a  ninguno de sus compañeros del comedor y se le dio a Noris Charon, al no estar de acuerdo Trinidad solicitó ayuda  y fue a verme por conocer mi vasta experiencia en estos asuntos. La orienté de lo que debía hacer de impugnar la asamblea y hasta le hice la carta con varias copias  a todos los  sectores. (Esto lo tuve que  hacer en mi casa, ya que en mi departamento y  en la dirección Miriam Gómez al saber lo que era se negó a prestarme una máquina de escribir)
 Esto molestó de gran manera a Jesús Bestard  que era  el  secretario de la Sección Sindical del centro y militante del partido.
El día 5  en horas de la mañana soy citada para  una reunión extraordinaria en el  Mesani  o salón de reuniones con todos los miembros de la dirección  presidida por Artemio Chávez, Chao  del  Sindicato  de Comercio, Miriam Gómez, Manuel  González, Vladimir Duany, Nery Luna,  Reinaldo Rojas, Magali Palencia, Alberto Sicilia, y Jesús Bestard. Allí se me increpa duramente mi  actitud, Jesús Bestard me acusa de meterme en lo que no me importaba, que  estaba practicando en divisionismo  ideológico y que el  refrigerador se lo daban a quien les diera la gana. En la acalorada discusión en que seguí firme en mis puntos de vista, Artemio Chávez fuera de sí me grita: _ ¡Tú lo que estás loca, hay que ingresarte en el Hospital Psiquiátrico San Luis de Jagua a la fuerza! - Le respondo: - ¡Eso es si puede demostrarlo, de lo contrario lo acuso de difamación!
Entre en mi departamento roja de ira por las graves acusaciones que se me hicieron, pero no comuniqué nada a mis compañeros.
La macabra trama se estaba ejecutando paso a paso como refiero más adelante.
Los comentarios mal intencionados no cesaban. Yo había tomado  la postura de  tratar por todos los medios de no buscar nuevas discusiones, mi  jefe Barruecos apenas me hablaba y trataba  despóticamente, aunque cumplía  con mi jornada laboral  eficientemente como siempre lo había hecho.
Ya el 8 de marzo de ese año, como se hacía todos los años fui invitada a la comida en el comedor, vi  miradas  y escuché comentarios mal intencionados. Quise ignorarlos y con las demás compañeras asistí  a la actividad del  patio del  Sectorial por la  tarde. Noté que los  mismos  que me atacaban trataban de ofrecerme bebidas alcohólicas con el fin de embriagarme. No las acepte por mucho que insistieron. ¿Qué pretendían que producto de la embriaguez hablara disparates y así poder sustentar la tesis que estaba perturbada de mis facultades  mentales? Otros decían y los pude escuchar que era porque mi novio Pedro Emilio Guerra Salazar me había abandonado. Esperé  la hora de salida y abandoné la actividad. Al entrar a mi departamento mi  jefe en contubernio con mis compañeras de departamento me dice que íbamos para su casa, que su esposa  nos tenía un brindis. Como otras veces lo había hecho no tuve inconveniente en asistir, Allí otra bien preparada trampa. En aquella charla mal intencionada  Barruecos me dijo que  me agradecía lo que había hecho por él el año anterior, pero que estaba amenazado  por los jefes superiores que si no me aplicaba la Ley 32 de Separación  definitiva del  cargo a él  se le sacaría de nuevo de su puesto de trabajo mediante la  Ley 36 y que primero él, después él  y siempre  él.  Le respondí  ante tan cobarde actitud que  si  lo deseaba  pedía mi renuncia y me presentaba  a cualquier empresa  solicitando trabajo. Por mi curriculum no me sería difícil. Se negó ante tal solución. Era evidente que tenían otros planes dirigidos por los jefes y que él debía  cumplir a cabalidad. Se me hizo comprometer que debido a que yo  estaba muy mal de mis facultades  mentales, era necesario que fuera a un psiquiatra. Segura de lo falso de esa aseveración me dejé conducir al día siguiente por Elsa Arias al Hospital  Militar Joaquin Castillo Duany. Recuerdo que llevaba un libro como siempre lo hacía por si la supuesta  consulta demoraba, entretenerme leyendo, Este me fue arrebatado por Elsa y desaparecido, veía que presurosa entraba y salía de varias consultas, al entrar en la aparente consulta a nivel de pasillo. Estoy frente a la que dijo Elsa era la mejor psiquiatra del hospital   y expreso  ¡Qué bueno!  Segura del  resultado positivo de la tal consulta  la Dra. Alicia  Batahille Savón.  Le pido que le permita a Elsa Arias estar  presente para que pudiese corroborar lo expresado por mí.
Lo primero que me pregunta que si tenía antecedentes familiares de padecer trastornos psiquiátricos y le contestó que no conocía ninguno ni en mi quinta generación. Me pregunta:- ¿A qué  Ud. vino  aquí? – Le cuento a grandes rasgos lo que me estaba sucediendo en mi centro de trabajo y el porqué. Ella me dice que  no tengo nada  y me aconseja que me dé cuenta  que Fidel  Castro es quién es y tiene muchos asesores que lo orientan y ayudan, que no me metiera más en esos asuntos.  Es entonces  Elsa Arias se para rápida y se la lleva a un rincón, le habla al oído y le desliza un papel. (Supuestamente era lo que buscaba de consulta a consulta)  Esta al  leerlo  viene  adonde estoy, ya sin  la  amabilidad anterior y sin pronunciar palabra  va y  comienza a redactar lo que sería posteriormente el  certificado médico,  le llamo la atención el  por qué lo hacía se acababa de decirme que no padecía ningún trastorno mental. Me contesta.- Todo paciente debe tener un expediente psiquiátrico. Señalo que nunca me había asistido en ese  hospital y por tanto no lo amparaba ninguna historia clínica. (Relato por escrito de aquella época con lujo de detalles   lo sucedido a instancias superiores)                
 Al terminar la supuesta consulta me dice que puedo recoger el certificado al día siguiente, ya que debe ser firmado por el director  del  hospital. Me doy perfecta cuenta que he caído en una  trampa. Elsa se ofrece para recogerlo, insinuando que yo estaba muy chequeada y no debía ausentarme del  trabajo. (Lo que no quería  que dicho certificado estuviese en mis manos antes de ellos  ponerlo en mi expediente)   A continuación redacta dos recetas, una de Alopereidol y otra de Parkisonil con altas dosis y el correspondiente prospecto. Me   hace un remitido a mi centro de salud policlínico Camilo Torres y Elsa me quita de las manos  mi  la  tarjeta para ella hacer las gestiones.                                                                           
Regreso a mi casa, por supuesto no hago partícipe a mi madre de lo sucedido, almuerzo normalmente y antes de la 1.00 de la tarde estoy marcando mi tarjeta de entrada y salida, sin expresar  nada  trabajo toda esa tarde hasta las 5.00. Al día siguiente hago lo mismo, marco  mi entrada. (Se acompaña documento donde dice que se me pagan los 3 días extras trabajados)  
Al  tercer día marco mi  tarjeta de entrada y salida, llego a mi departamento,  Armando Barruecos ha  descolgado el  teléfono y cerrado las puertas para ninguna  interrupción. Presentes Sara Jimenez Valenciano, María Dolores  González  León y Solangel  Velázquez. Armando Barruecos  sin preámbulos me dice que tengo en mi expediente un certificado médico por 30 días y que no puedo seguir trabajando y debo marcharme inmediatamente a mi  casa. Le digo:- Déjeme verlo, Se niega. Entonces le  comunico que si tenía autorizada 15 días de vacaciones, que  me acojo a ellas, ya que no me puedo dar el lujo de salir por certificado médico por ser el único sostén de mi  casa, se niega y ni tan siquiera me permite esperar  el cobro de la quincena, recomienda que lo haga Sarita y que me lo lleve a mi casa, le digo que nó, que mi madre por su estado de salud no sabía nada de lo que estaba sucediendo y que mejor yo iba a su casa  por la noche y recogía el sobre.. 
Me dice en su mismo tono autoritario de días anteriores: _ _ ¡No estás tomado los medicamentos que te recetó la Dra.! – Le contesto: _ ¿Por qué dice eso? - Porque si lo hubieses tomado no estarías como estás. Era evidente que me quería ver derrumbada e incapaz de poder trabajar y mucho menos  estar en la calle y no en una cama. Le digo que es  por mi organismo estar acostumbrado a tomar antialérgicos y que  ya no me daban sueño.  Lo cierto que al ver las recetas de Alopereidol y Parkisonil y las  elevadas dosis por el prospecto,  me negué a entregárselas a  Elsa que insistía en comprarlas ella y las mantenía  en mi  poder. 
No obstante todavía la Dra, Bataille Savón insiste en que tengo que tener un expediente psiquiátrico y me da un remitido para el Policlínico Camilo Torres, el cual  también se ofrece Elsa Arias. Ya sabía y estaba convencida de lo que habían tramado y me iba a defender de todas  maneras y las recetas y el falso certificado eran la mejor prueba.
   Le pregunté a Sarita: -Dime en las informaciones de este mes he tenido algún error o lo he hecho mal?   Me dijo que nó, todo lo había hecho bien. Me preguntaba interiormente:- ¿Cómo es posible que padezco  esa  severa enfermedad y pude trabajar tres días más sin ningún problema?  Me obligaron a marcharme a mi casa. Recuerdo al  salir me paré en medio del salón y pronuncié estas palabras que fueron proféticas: -¡Que caro les va a costar a todos ustedes lo que me han hecho!
Todos  ellos conjurados lo que deseaban era  invalidarme como persona y ser humano, no me cabía ninguna  duda.
Recapacito que ellos me consideraban  por mi actitud   enérgica y sin titubeos, sumamente peligrosa para sus turbios manejos dentro del  departamento en los que yo no participaba. En la tienda mixta  que radicaba en Raja Yoga, exclusiva para la venta de productos a técnicos extranjeros, principalmente soviéticos que residían en casas y hoteles de la ciudad y se decía que prestaban colaboración. En  franca complicidad, Barruecos, Sarita y Loly  iban todos los meses a hacerles  el  balance y poner al día documentos, ya que las  empleadas que trabajaban  allí habían salido de tiendas de ropa y no tenían  conocimiento para esas tareas, Señalo que esta tienda y su empresa  radicada en Vista Alegre y dirigida por un tal Silva, eran totalmente independientes de la función del  Sectorial, por los antes mencionados iban  a hacer “Trabajo voluntario”. Su jefe inmediato firmaba la tarjeta de ambas de entrada y salida como trabajo  fuera  del  centro. Esto lo hacían para  sus fines de lucro, ya que  entre los tres  tenían  acceso  libre a todo lo que allí  se les vendía a los técnicos extranjeros, jamás se les vio hacer una cola en las calles comerciales, ya que  “Por su trabajo” las responsables del  establecimiento les daban libre albedrío para adquirir alimentos y productos industriales. Elsa  Arias  esposa de Armando Barruecos se jactaba de las  buenas cosas  a la que ellos disfrutaban como jamones y otros artículos deficitarios en la red comercial y que para los técnicos no  les podía faltar, dadas sus costumbres. Sarita  además de alimentos sacaba telas y otros artículos  para hacer  batas de casa y otras prendas de vestir para vender. Esta era la más  corrupta de los tres, a saber por sus expresiones y hábitos, no tenía escrúpulos en expresar que  ella  trabajaba por sus frijoles,  pues además de esos oscuros manejos, también al  tener una hija en la Escuela Vocacional Antonio Maceo, abastecía a  los profesores con el  fin de que su hija tuviese ciertos privilegios y no fuera  desaprobada por su poca inteligencia  de   materiales de  oficina que  descaradamente sacaba  mes  por  mes.
Por mi educación y principios  nunca saqué ni un lápiz. Así fue siempre mi trayectoria  laboral en todos los centros.
Salgo a la calle y voy por Enramadas de tienda en tienda hasta llegar a la librería Renacimiento y poner a escoger algunos libros cuando también pasaba María Dolores González León y me dice asombrada; ¿Qué haces en la calle si debes estar en tu casa de certificado? A  la vez le digo:- Es que voy a estar un mes en la casa y como siempre me gusta  leer mucho y voy a tener  tiempo. Todos  se habían confabulado para poder destruirme y salir de mí.
Tampoco  le digo la verdad a mi madre y al llegar temprano le comunico que salí de vacaciones, e  las habían suspendido más de una vez por tener que cumplir metas y trabajos) Ella me dice:- ¡Qué  bueno! ¡Hace tiempo que no te daban vacaciones! 
Esa  tarde y muy dueña de sí misma, saque unas telas que tenía  hacía un tiempo  e hice un par de  cortinas y las coloque  en las puertas de sala y saleta. Demostraba  que no me sentía perturbada  de  ningún  modo.
Esa noche después de comer  le dije a mi madre que iba a dar una vuelta, a ella no le extrañaba, pues me gustaba  pasear por Enramadas y sentarme un rato en el Parque Céspedes,  lo cierto es que iba  a la casa de Sarita a recoger el sobre con el salario de esa quincena. Llegué a su casa de la calle San Pedro casi esquina a Trinidad y me recibió con una fingida amabilidad y a veces muy compungida al ver que me encontraba tan mal y no me daba cuenta. Me  hizo  varios relatos  de lo mal que ella se había sentido en otras ocasiones, incluso  ingresada  en psiquiatría. Hasta llegué a pensar por unos momentos  si  era cierto que estaba tan mal y no me daba cuenta, que precisamente los  verdaderos  locos eran los últimos en enterarse.
Vuelvo a mi casa, para mi sorpresa me encuentro a mi madre llorosa sentada en un balance cerca de la puerta con un papel  entre sus manos. -¡Hija! ¿Qué te ha pasado que  han venido tu hermano, cuñada y sobrinas muy alarmados porque esta tarde Sarita, Loly y Barruecos han ido a su casa  y entregado este certificado para  que te  ingresen en San Luis de Jagua porque dicen que estás muy enferma y si ellos no lo hacen se verán precisados a cogerte por la calle y llevarte por la fuerza  ellos mismos?  ¡Qué acción más  traicionera! ¿Cómo  Sarita  se lo reservó y no me dijo nada?
Asombrada   ante tan maligna patraña, le cuento a mi madre todo lo que me estaba sucediendo desde principio del mes, pero que haría lo posible e imposible por salir de ese problema victoriosa como otras muchas veces. Me dice la  pobre infeliz y sufrida madre:- ¡Eres igual que tu padre! 
Cogí  el  certificado y acto seguido fui a la casa del  Dr. Reinaldo Botín y su esposa la también médico María Elena Morales. (Ël era el presidente del C.D.R.  y yo la Organizadora y teníamos las mejores relaciones, al contarle lo sucedido y mostrado el certificado, éste se llenó de ira y me conminó: - ¡Vamos a la Estación de la policía a denunciar a esa psiquiatra! – Le digo con calma:- No Botin, lo que necesito es que usted me consiga una consulta  en el Hospital Provincial  Saturnino  Lora en psiquiatría, donde está mi expediente de más de 20  años donde no aparece ni un sedante y se me haga todo tipo de pruebas para tener  el resultado de mi verdadero estado psíquico y mental.  Me dio la razón  y prometió con sus amplias relaciones, pues  en esos momentos dirigía un departamento  en Salud  Pública Provincial conseguirme una consulta con un psiquiatra.
Con esa copia del certificado expedido por la Dra. Alicia Bataille Savón pude sacar varios duplicados  con una amistad en el Poder Popular Provincial.
Así  fue, días después el Dr.Botin  me  trajo un remitido para la consulta del  prestigioso psiquiatra Rafael  Núñez  Fresneda.
Me dirigí a la consulta bien vestida, perfumada y sola como siempre lo hacía. Al llamarme por mi  nombre la enfermera  asistente me presente  delante del  Dr. Rafael  Núñez  Fresneda.  Al sentarme me pregunta: - ¿Qué te pasa mi vida? -Le digo: ¡Nada! - ¿Y a qué te  remitió el doctor Botin aquí? Brevemente le cuento lo que me sucedía y le muestro una  copia del  certificado médico. Al  leer impulsivo  le da un puñetazo al escritorio y pronuncia estas palabras:- ¡Parece mentira que a 26 años de revolución ocurran estas cosas!- ¡Usted no tiene nada!-Le  sugiero:-Pero lo que necesito es un certificado que lo diga, hágame todas las pruebas pertinentes, si desea  hasta  me ingrese, lo que necesito es saber mi verdadero estado psíquico y mental. –No la puedo ingresar, usted no padece nada de lo que dice ese falso certificado y al leer el nombre de la psiquiatra me dice:- ¡La pobre, es muy joven!  (32 años) Dando a entender que había cometido un grave error. 
Me  expresa  lo único que puedo hacer es  indicarle una psicometría o sea un  análisis de la personalidad.  Me da un remitido y me manda a Archivo a  sacar la cita.
El día indicado me presento en el departamento, siempre acompañada de una copia del certificado. Había varias técnicas y técnicos, se me entregó un formulario con varias páginas a llenar. Me dicen que puedo tomarme todo el tiempo que desee, pero que sea honesta en las repuestas.
Cuidadosamente voy respondiendo a todas las preguntas. Ya a las 12.00 del  día me inquieren  sí  he terminado, ya que el departamento debe ser entregado al siguiente turno a la 1.00 de la  tarde. Se  lo entrego y veo con asombro como lo leían y se lo pasaban unos a otros. Confieso que esa acción me motivó y hasta pensé por un momento. - ¿Será cierto que estoy muy enferma y no me he percatado de la realidad? - Me hacen la misma pregunta que el Dr. Núñez Fresneda: - ¿A qué usted vino aquí? - Le muestro la copia del susodicho certificado. Más asombro todavía.- ¡Miren  esto compañeros!  Acto seguido mandan a buscar  a un psiquiatra de mucha experiencia y le muestran  el certificado y el resultado de las pruebas realizadas. Este con mucha seguridad  me dice  las palabras que me devuelven  el  alma al cuerpo. –¡Usted no padece  ninguna  enfermedad  mental  ni  psíquiátrica, al contrario su  coeficiente intelectual  es superior a su nivel de  escolaridad. ¡Qué alegría!
Como es de suponer salí de allí muy contenta y  ya bajando Enramadas me encuentro a José Jimenez, que después me pude percatar que era un  lleva y trae. Le cuento le resultado de la psicometría y  va divulgándolo por  todas partes, principalmente dentro  del  Sectorial.  A los pocos días me entero por otra fuente informativa que al saberlo los dirigentes se alarmaron y hasta fueron a ver al Dr. Núñez Fresneda  al  psiquiátrico San Luis de Jagua para desmentir los análisis realizados. Este les manifestó que no podía hacer eso, todo  era cierto. También se presentaron en el  Hospital Militar Joaquín Catillo Duany de donde  se había expedido el primer certificado a ver a la Dra. Bataille Savón. Esta para su defensa  dijo que yo había sido remitida  desde el  cuerpo  de guardia  por el Dr. Blanco con una crisis traumatizante.
Comenzaron las visitas tratando de amenazarme y sobornarme, que todo lo que  había hecho no surtiría ningún efecto, que ellos tenían muchas  relaciones  con el actual director del Hospital  Saturnino Lora y que mi expediente  nunca iba a aparecer. (Este posteriormente cuando  el  llamado Maleconazo en 1994 se  refugió en la Base Naval de  Guantánamo) A  este turbio emisario le respondí;- Si  mi expediente se pierde, me iré a La Habana donde tengo a mi hermano con múltiples  relaciones, me hago de nuevo las pruebas a ver si  allí sus tentáculos llegan y se  pierde mi expediente.
Un día  uno de estos enviados fue hasta armado, se la salía el arma por un costado de la camisa y mi madre le dijo:- ¡Guárdese el arma, que usted  no le va a meter miedo a nadie!
Posteriormente me presente delante del  director  del  Hospital Militar Joaquín Castillo Duany,  al verme sola y como siempre bien vestida y arreglada, decirle que yo era Haydée Rodríguez dio un salto en el asiento. – Me dice alterado:- ¡Usted  quiere desgraciar a  una capitana médica militante del partido!  Y le alego: - ¿Y lo que ella me ha hecho a mí? – Imperativa le digo: -Busque la hoja  de ingreso del  Cuerpo de  guardia del día 11 de marzo a las 11.00 de la mañana  para que compruebe si  pasé por esa sala y también si el Dr. Blanco se encontraba de guardia. Mandó a su secretaria. Al poco rato entro con la repuesta negativa, no aparecía mi nombre en ninguna lista ni el Dr. Blanco estaba de guardia. (Supe después que era cuñado del hijo de Barruecos y al parecer Elsa lo localizó  en una sala y le contó su amañada historia y  dio el  papel  que Elsa le dio  posteriormente  en la mal  llamada consulta a la doctora. ¡Otro error!  ¿Cómo dar un papel  de una supuesta enferma sin tan siquiera verme? ¿Cómo expedir un certificado sin una historia clínica que lo avalara? En este certificado se puede comprobar mi nombre original mal escrito.
Precisamente  el día 11 de abril de 1985, a un mes justo de la fecha del primer certificado fui de nuevo a la consulta del Dr. Núñez Fresneda. Estuve en el salón toda la tarde sin que me llamaran. Salió el propio doctor a preguntarme por qué no había entrado a su consulta—Por qué  no me han llamado. Me dice: -Pase y le pide  el  expediente a la enfermera, no estaba, la manda al archivo, sube al poco rato.- No aparece. ¡Dios mío! ¿Es cierto que con sus influencias han desparecido mi expediente? – El propio médico baja y  al  subir me dice:- ¡Mírelo aquí!- No sé de donde lo encontró. Al revisarlo me  repite:-¿No le dije que usted  no padecía  nada? –Mire, aquí  están todas las pruebas, puede irse tranquila. Le  expreso. -¡No doctor, necesito un certificado que lo diga, ya que esto lo voy a llevar hasta sus últimas consecuencias! –Tiene razón y escribió el otro certificado que también adjunto a este relato donde textualmentre dice: - No patología Psiquiátrica evidentes según las investigaciones psicológicas-psiquiátricas practicadas. Firmando: Dr,  Núñez Fresneda de fecha 11/4/85 .A mes justo del certificado anterior. 
¡Gracias Dios mío! Con este documento podía reclamar y hacer todo  tipo de denuncias.
Creí  haber  ganado una parte de esta  batalla.  Con los documentos probatorios de todo lo sucedido y los trámites que corrí,  quise asesorarme   con mi amiga la fiscal Rosa  Sabó  que era miembro de la Fiscalía Provincial. Me aconsejó en primera instancia presentar mi  reclamación ante el  Consejo de trabajo de  mi centro. Así lo hice y ese día acudieron al juicio creo que todos los trabajadores, la sala estaba llena. Allí el  jurídico Reinaldo Rojas salió en defensa del  centro. Mi madre y me prima Mariíta Rodríguez  me acompañaron y en una ocasión de la vista Barruecos que se encontraba  sentado  con  los demás miembros del  Consejo de Trabajo y el sindicato representado por Jesús Bestard  gritó  dirigiéndose  a  mi madre .-¡A su hija no la quiero más en mi  departamento, es una loca! Mi madre a su vez le gritó: ¡Cínico!
(Días antes mi madre fue a su casa a recoger la tarjeta de mi policlínico Camilo Torres y éste la insultó y hasta amenazó con golpearle colérico. A lo que Elsa intervino; ¡Armando! ¿No ves que es una persona mayor? A ese punto había llegado en su odio  hacia mi persona  y los deseos deliberados de deshacerse de mí de cualquier modo.
 En mi apelación al Consejo de trabajo que más me sorprendió fue la actuación de  Roberto de Arriba que pidió  la palabra para manifestar que era verdad que yo estaba loca, que hacía días que me lo había notado. Me paré y le di las gracias.
Allí  comenzaron la cadena de extraños e inexplicables sucesos. Al día siguiente Roberto de Arriba era ingresado en Terapia Intensiva muy grave con meningo encefalitis bacteriana. Me entero por su madre, que había sido compañera de cuando trabajaba en  la  Empresa de Productos Industriales y que muy triste me decía de la gravedad de su hijo, la cual desconocía que lo fuera, pero la tranquilicé y le prometí  orar por su salud olvidar  lo que me había hecho.
Así fue y días después volvía al trabajo, aparentemente sano, me lo encontré en el pasillo y sarcásticamente le dije:  - Próximamente tengo un juicio en la audiencia, ¿No te vas a presentar de nuevo a declarar en contra mía? No me respondió. Lo cierto que tiempo más tarde supe que había  muerto  repentinamente.    
Apelé a los tribunales  y hasta a  Fiscalía  Provincial en escritos donde  explicaba todo lo sucedido y mi inconformidad con lo declarado  en  el Consejo de trabajo que  dijo que ambos certificados tenían valor, ya que en uno estaba enferma  y  el otro de un mes  de diferencia  exactamente ya estaba sana. Y seguía  preguntándome:- ¿Una severa  enfermedad psiquiátrica se cura en un mes?
Por el escritor que presente ante mi inconformidad  el Consejo de Trabajo,  me castigaron   aplicándome una sanción de un mes por el decreto  ley 32 Me preguntaba;  ¿Cómo era posible que si me consideraban  loca ahora me castigaran con  esa sanción? ¿Con la alta dosis de los medicamentos Oloperidol  y Parkisonil?   Supe que querían aplicarme Separación definitiva del cargo, pero se dieron cuenta que era una violación, ya que no tenía ningún antecedente, por lo que se me aplico como castigo una ley 32 .Se me hizo firmarla y recuerdo que le dije a Artemio  Chavéz –¡ Nunca he firmado algo con tanto gusto por haberle dicho esas verdades en sus caras! Se me trasladaba  a un puesto inferior y con menos salario (128.00 pesos). De pronto se me  mandaba a una base de transporte por la carretera de Mar Verde, muy lejana a mi casa y de difícil acceso. Esa noche me visitó  Pedro Emilio Guerra Salazar y al referirle lo que me estaba sucediendo me llevó a la casa de la jueza  Palmira, era famosa  en sus juicios que además  era esposa de uno de sus  compañeros, Yo como siempre iba acompañada de los dos certificados médicos. Esta al leerlos se enfureció y me dijo; -¡si a mí me hacen eso los mato!- Le dije.- No  puedo hacer eso, porque entonces dirían que en realidad estoy loca.- Me dio la razón y me explicó que ellos no podían sacarme a cumplir  una sanción  fuera de mi centro de trabajo y me hizo anotar las leyes que me amparaban. Ya que  al haber sido sancionada  la debía de cumplir.
A la mañana siguiente fui directo al Sectorial, al llegar me encuentro a Artemio Chávez que me dice: -¿.Qué hace aquí que no  está cumpliendo la sanción donde la ubicamos? Le saco la ley 70- Artículo 11 y le digo: _ Parece mentira que los que aplican la ley no la conozcan. A mí hay que ubicarme aquí en mi  centro de trabajo, cogió la carta donde se me mandaba a la base y la rompió. Seguro que lo sabía y creía que yo la ignoraba. Fui y me senté en mi escritorio. Allí nadie me hablaba ni me daba trabajo, Solangel  cantaba:- ¡Loca, loca, mi mujer se me ha vuelto loca!  En franca provocación.  Me dolía que  aquellas compañeras como decía David en uno de sus Salmos  que comían de mi  mano y de mi pan, tomaran esa hostil actitud - No dije nada  y pasó un rato en que entró Artemio  Chavéz a decirme  que debía empezar a trabajar como  auxiliar de limpieza allí en el Sectorial en lugar de Caridad, que se encontraba de  licencia por maternidad. Con esto pretendía humillarme  mucho más, pero como siempre tengo una repuesta a flor de labios le digo:_ Mire yo no tengo a menos limpiar aquí, ya que no me considero mejor que Caridad, pero le advierto que en mi expediente del  Hospital  Saturnino  Lora solo aparece que padezco de asma bronquial alérgica al polvo, ni un  sedante, pero si limpiado me da un ataque de asma, los acuso de nuevo y los llevo a los tribunales, de nuevo se fue y más tarde y muy apurado por hacerme cumplir la sanción me  comunica que debía presentarme al día siguiente en el comedor para  ser  recaudadora  para vender los bonos de comida diarias y otros menesteres  del  comedor, que mi horario sería de 7.00de la mañana a 4.00 de la tarde, sin descanso para ir a  almorzar a mi casa.
Al día siguiente me presente, los trabajadores  del  comedor apenados por lo  que se me había hecho,  debía comer con ellos y los tranquilicé. Me senté en  el escritorio que daba  para la calle con un ventilador, ya que  en vez de pared había un grueso  cristal, por haber sido anteriormente un comercio.    Ya en el mes de junio le daba toda la mañana el sol y era muy caluroso. Comencé a vender los bonos de comida y muchos al verme me preguntaban qué hacía allí. Les decía¨- ¡Estoy castigada!  Algunos se apenaban al ver lo que me pasaba y lo que había  sido. Otros  con la  fama de loca que se había esparcido por todas las dependencias, aún las otras empresas que participaban del  almuerzo me miraban con  recelo y hasta una compañera que venía con su hija menor, la apartó de mí asustada. ¡Dios mío!  ¿Hasta dónde había llegado la infamia?
Mi  jefe pasaba todos los días  a almorzar a su casa y tal vez para hacerme más difícil la situación mandó a que me quitaran el ventilador. Chorreaba el sudor  y me fatigaba, pero no decía nada. No conforme que los demás trabajadores me vieran mandó a que me pusieran un escritorio dentro del  pequeño almacén, medio oscuro, con deficiente luz y muy caluroso, también sin ventilador. A  las claras  se veía que el castigo debía ser lo más riguroso posible. Yo  no expresaba nada, me mantenía  en silencio cumpliendo con el trabajo asignado sin protesta alguna. Sabía que tal vez lo hacían para que un ataque de rabia poder  suscitar  la tesis que en efecto  estaba loca.
A los pocos días  me informaron que no podía trabajar allí, le di las gracias expresando que   mejor que no estuviera en ese local, ya que si me metían en mi bolso una lata de carne rusa, me iban a acusar de ladrona.
Volví a la recepción. Mis compañeras  Sarita, Loly y Solangel  no iban al comedor por no encontrarse conmigo. ¿Pena o miedo?
Así  ya transcurrido buena parte del mes de junio ocurrió algo por lo que he pedido muchas veces perdón  a Dios. Pasó  al medio día Barruecos y vi como me miraba con gusto  sudar  copiosamente como diciendo por dentro: ¡Jodete!  De lo profundo de mi alma herida brotó  algo no acostumbrado  en mí. Sabía porque  había firmado los bonos de dieta para el viaje a  Contramaestre al  día siguiente y me sale aquello: -¡Ojala que mañana te mates en el viaje! Lo dije con toda sinceridad, me sentía muy herida.
Al día siguiente ni me acordaba de aquello y observo a muchos que iban  a comprar su bono de la comida del  día, un murmullo en secreto, ¿Qué estaba pasando? No me decían nada. Fue Anita la Salazar,  Auxiliar de limpieza, que mostraba  ser mi amiga, por  los favores y apoyo que les hice  cuando uno de sus hijos del Servicio Militar había sido llevado a cumplir misión en Angola y yo   la consolaba  y  ayudaba a hacerle las cartas.  Me contó que esa noche Barruecos  lo ingresaron en Terapia Intensiva  muy grave.  ¿Sería mi mal pensamiento  una vez más?  Era un fin de semana y pensé malignamente: -Este no sale  del  hospital, así era mi resentimiento y deseos de venganza. Así  fue, falleció tres  días después y dicen que en el  velorio  Elsa acalorada manifestaba que si yo iba a la funeraria  me mataba, que le había hecho brujería, de la que ella se jactaba de hacerlo y muchas veces vi  en mi  puerta y por la ventana de mi habitación tirarme rabos de gato negro, semillas espinosas llenas de alfileres  y otras porquerías. Como echarme una mezcla gelatinosa en los escalones  de mi casa donde debía pisar  en la mañana y resbalara y cayera  al suelo. 
Después de esto Elsa y su hija  Elsita cada vez que me veían por la calle me injuriaban con las peores frases y maldiciones.  Gracias a que parece que tengo un antídoto y nada me hacia mella.  Hasta cuando supieron que mi madre había muerto se atrevieron a aparecerse  en mi casa, tocar la puerta y cuando salgo eran ellas dos gritándome:-¡Te matamos a tu mamá!, ¡te matamos a tu mamá!- Llamo  imperiosa a mi hermano  y le digo:- ¡Ñico  Elsa y su hija me están insultando!-Este colérico cogió un ladrillo y ya al salir,  ellas iban corriendo rumbo a Santo Tomás, se lo lanzó con tanta fuerza  que hizo un hueco en la casa de enfrente. Si  les da, seguro que les rompe un hueso. Gracias a esa acción jamás las volví a ver. 
Tiempo después supe que  Elsa   había caído como fulminada frente a la peluquería de San Félix y Heredia víctima de un derrame cerebral  y fallecido. Juro que no fue mi mal pensamiento, ya en esa época estaba muy integrada a la Iglesia Metodista  San Juan arrepentida de  los malas ideas de tiempo atrás las había  eliminado. Además me consideraba bendecida, me habían reconocido como combatiente y condecorado, jubilada  con todos los beneficios a mi condición de combatiente, Inesita  López Ortíz me  había invitado a los Estados Unidos  y disfrutado de  visitar  varios estados, muchos regalos y atenciones de familiares  y amigos.
Sucede que  recién llegada de mi exitoso viaje, me entero que Luisa, hermana de Inesita y muy querida  por mí, estaba ingresada en el Hospital Provincial Saturnino Lora con una  fractura de cadera.  Una  noche  fui a  visitarla. ¡Cual no sería mi sorpresa al ver  en la cama contigua  a Sara  Jimenez  Valenciano!  Según supe sufría  una fractura de un tobillo y ya le había realizado varias operaciones y no podía caminar. Al voltearme y verla observé que temblaba  en la cama, mientras una de sus hermanas que la acompañaba me miraba con fulminante odio. Me dirigí a ella  y le  dije:- ¡Sarita te perdono de todo el  daño que me hiciste y te voy a poner en oración en mi iglesia para que vuelvas a caminar! – Convulsivamente me dijo:- ¡Yo también te perdono!-¿Perdonarme de qué?  Lo cierto que  tampoco me consideraba  causante  de esa desgracia y tiempo después me la encontré por la calle caminando normalmente. Gracias le día Dios.
¿Casualidad? También  con el transcurso del tiempo supe de otras  desdichas. Loly y su marido Noel  tenían  dos hijos y siempre se habían llevado bien.  Ahora  se habían  divorciado porque él  se había vuelto loco. Solange tenía una sola hija muy linda y se la  había  fugado con un negro, lo  cual le causó  mucho sufrimiento.
Si  ocurrió algo más, lo ignoro y como comienzo este relato hubo todo tipo de malas sentimientos  por una parte y la otra. No lo niego.
Vuelvo atrás, al  día siguiente día me suspendieron la sanción inexplicablemente y que volviera a mi centro de trabajo. Dada la situación y que tenía muchas vacaciones acumuladas las pedía y así me libraba de estar donde sabía que no me querían. Allí me encontré a mis compañeras llorosas, no dije  una palabra. Tampoco  me dieron el trabajo acostumbrado y permanecía las 8 horas laborables mirando la pared y sin expresar nada.
 En  los juicios posteriores en la audiencia  el Licenciado Reinaldo Rojas  me atacaba sin piedad.  No esperaba que llegara mi único testigo, el Dr. Reinaldo Botín Díaz y rápidamente se  celebraba el  juicio. Un día me entero que había tenido un accidente y quedado  inválido, otro más que caía, más tarde  uno de los que firmó el acta del  Consejo de Trabajo René Rodríguez fallecía víctima de un infarto en un acto en la Alameda. Ya muchos al verme me tenían miedo, Sarita no  quería ni que la mirara. Continuó la lista de desgracias, otro que tuvo  problemas fue Alberto Cicilia, en un accidente perdía una pierna. Hasta Pura la recepcionista que habló mal de mí tuvo su percance. Otro desdichado fue  Antonio Milanés, también firmante de las actas y que se le hinchó una pierna y nunca pudo volver a trabajar porque no le servía ningún pantalón. Me sentí  tan afectada que fui a la Biblioteca  Elvira Cape a indagar el  porqué otros se habían vuelto tan malos y vengativos y me encontré la historia de Franskeinsten. De  ningún modo  quería ser como él y le pedí perdón a Dios y juré que jamás le iba a desear nada malo a mis semejantes.
¡Perdóname  Señor!  En  esto me ayudó mi  incorporación a la Iglesia Metodista “San Juan” y el mejor conocimiento  de Las Sagradas Escrituras y el consejo que le pedí a el Pastor Moisés Martínez quien me afirmó que lo que sucedía  era el castigo de Dios a la mala acción que me  habían hecho. Me sentí  más tranquila.
Entre juicios y denuncias a todas las instancias del  Partido Municipal y Provincial pasaba el tiempo,  recurrí a cuantas vacaciones tenía acumuladas para ver en qué  terminaban los juicios y apelaciones. 
Comencé al  culminar las  vacaciones a trabajar el 3 de julio, ¡Bueno, eso  creía  yo, pero no se me daba trabajo!  Encontré un ambiente muy hostil, muchos de mis  compañeros  me negaban el  saludo. Entre ellos se encontraban los siguientes:
Sara Jimenez Valenciano, María Dolores González León, Solangel  Velázquez, Noelia Cautín Marcia Matamoros, Fernando Fuster Prín, Carmen López, Noris Charon, Olga Reyes, Jesús Bestard, Manuel  González, Reinaldo Rojas, Magali Palencia, Nery Luna Tarancón, Vladimir Duany, Diógenes Rodríguez.
Algunos que  me saludaban con una leve señal como si tuviesen miedo a que los vieran, otros  cuando me veían por el pasillo, rehuían  el encuentro.
José Jimenez, Zaida  Eng, Miriam Gómez, Sonia Pérez, Jorge Segura,( aunque se decía que hablaba horrores de mí) Arelis Rodríguez,  Armando  Reigosa  (Este era imparcial, firmaba actas, pero no dejó de saludarme) Rubén  Astorga  Romaguera  (¿Hipócritamente? ) Marcia Caballero,  Lucía Nápoles, Efrén  Quinzán, Miguel  Ángel  Rivera.
Compañeros que  me  trataban como siempre:  Martha  Garay Fernández, Antonio González, Reri  Franco, Eduardo Vega, Xiomara Aguilar, Marleny Jorge, María  Fernández, Deysi  Prat, Celerina  Larrea, Daysi  Martínez Pinillo, José Alvarado, Anita Salazar, René Rodríguez, José Antonio Muñoz  (Había sido compañero en la Empresa  del  Poder local en los años 1967 a 1970. Se dijo que había manifestado que yo tenía razón en mis planteamientos, pero que él  no se metía  en  nada)  Antonio Milanés, Carlos Fernández, Alberto Cicilia, Salvador Palomino, Ibrahim  Prada, Miguel  Puig, Carmen  y Norka   (Recepcionistas)  Margarita y Lourdes (No recuerdo sus apellidos)

A  este relato se adjuntan copias de ambos certificados médicos, actas, citaciones y acuses  de recibo.
Gracias le doy a Dios por permitirme poder culminar este trabajo después de 35 años. 
Curiosamente me he encontrado en una agenda este escrito  del  7 de marzo de 1994. ¡26 años atrás!  Era cómo pensaba y  lo difícil que se me hacía escribir este relato:
Decía así:
“A  veces pienso… ¿Perdonar es  olvidar?
Muchas veces le he pedido a Dios perdón sinceramente arrepentida  por mi obra y pensamientos por sucesos tan tristes y traumatizantes como los ocurridos en el MINCIN  en 1985.
Deseo perdonar a todos los que me hicieron tanto daño y trataron  por  los peores  medios de destruir  mi vida para silenciarme, pero… ¿Podré olvidar? ¿Será un pecado ante los ojos de Dios tener esta idea fija en mi mente como una espina  clavada muy profundamente?
A  veces medito  que si me gustaría escribir esta  triste historia, no sería por morbosidad  o de deseos de venganza, sino como un ejemplo para los que la conozcan sepan de lo que es capaz el  sistema comunista, hasta dónde lleva  a seres humanos en su afán de apartar todo lo que les estorbe a su paso, para seguir su vida de lucro, corrupción y dominio. ¿No sería beneficioso para  otros conocer esta  verdad? ¿Acaso  historias leídas por mi   hace tantos años no han sido como un faro para iluminar mi mente y no dejarme perder en  el  oscuro abismo de la ignorancia y ser presa fácil de  ideas materialistas que pudiesen  haberme apartado de Dios y su  gran verdad? 
En  las manos de Dios pongo este problema y que se  haga  su voluntad y no la mía. Si me permite escribir esto y  darlo a conocer, es porque debe ser, no es mi voluntad, sino la suya, ya que  con Él cuento para todo y antes lo pongo en oración. 
No es  mi ánimo en estos  momentos  agraviar a nadie, sino perdonar, pero… los recuerdos son como las cicatrices, para recordarnos para siempre la herida que nos causó dolor”
Llegó el mes de agosto, disfrutaba ya de un permiso sin sueldo y me fui a pasar unos días en El Rodeo, El Caney en casa de Pepe Luis Fernández López y Miriam Puebla Santiesteban, Allí me encontraba el domingo 4 de agosto muy bien y rodeada de atenciones, recuerdo que hicimos hayacas y almorzamos, Ya a por la tarde me entra algo extraño, como un presentimiento, recojo mis cosas y manifiesto que me voy para mi casa. Ellos extrañados no entendían mi actitud y deseaban hacerme desistir,   con la promesa de llevarme temprano el lunes, Yo cada vez más desesperada por irme cuando llegó una pareja de amigos de la familia  a comprar mangos y les rogué que por lo menos me dejaran en  la parada de Ferreiro. Accedieron y me fui con ellos. Llegué a mi casa como a las 10.00 de la noche y dice mi hermano Ñico que dije frente a la cama de mi madre (No lo recuerdo) –¡Madre querida aquí estoy!  Ella se levantó y yo regañé a mi hermano por coger de  3 mangos que traía el más grande que yo quería ofrecerle a mi madre. Esta como siempre dulce y serena me dice: -No importa  mi hija, mañana me como  otro.
Conversando y contando lo bien que lo había pasado en El Rodeo nos acostamos cerca de las 12.00 de la noche.
A las 2.00 desperté al escuchar la voz enronquecida de mamá: _ ¡Ñico llama a Haydée me siento mal!  Sabía que algo grave le ocurría, ella siempre lo decía: -Cuando yo  diga que me siento mal es verdad. Corrí a su habitación, estaba sentada en el borde de la cama y Ñico abanicándola. Decía. ¡Me ahogo, me ahogo! Por mi mente pasó como un relámpago: -Es un edema pulmonar agudo. ¡De dónde saqué eso si no sé nada de medicina y jamás había visto a nadie así?
Me vestí a toda prisa y crucé la calle en frente el Dr. Reinaldo Botín y su esposa María Elena Morales,  con fuertes  golpes  en la puerta los desperté, salió Botin despeinado y soñoliento y le digo: ¡Botín,  mamá tiene un edema pulmonar agudo y  necesito llevarla al hospital!  (Su coche era el único disponible en la cuadra) Enseguida  se  vistió y puso el coche a andar, fui rápido a la casa y mamá me dijo: -Vísteme. Le respondí:- No hay tiempo que  perder, le puse una bata de casa y unas pantunflas.
María Elena llamó al Cuerpo de Guardia del Hospital Saturnino Lora. Ella iba delante al lado de Botín y yo en el asiento de atrás, la pase el brazo por el cuello e iba orando el Salmo 23. Tenía un sudor frio y pegajoso y le decía a Botín: ¡Corra que me ahogo!  Llegamos al hospital y ya había dos jóvenes con una silla de ruedas. Mamá dijo sus últimas palabras. –No puedo caminar. Entre los dos la sentaron en la silla  e iban corriendo hacía el  cuerpo de guardia a toda velocidad. Al llegar al cubículo había varios médicos esperándola y la acostaron y  dicen, no lo recuerdo, que le pusieron una inyección de Aminofilina y con un aparato le  echaban aire. Vi  como mi madre volteaba la cabeza. (Igual como hizo mi padre la noche del 25 de mayo de 1968 al morir) Me di cuenta que había fallecido. Botín me tomó por un brazo y me sacó de la habitación, entro y al momento salió haciéndome una seña con un brazo que todo había terminado. A pesar del  impacto tan doloroso, conservé la serenidad y entre  a cerrarle los ojos como lo hice con mi padre. Los tenía cerrados, parecía que dormía como un ángel que va al cielo al encuentro con su padre celestial. - Le manifesté a los médicos que deseaba que se le practicara  la autopsia, ya que quería saber en realidad si era cierto que  era un edema pulmonar agudo.
Botín siempre junto a mi salimos para ir a la casa a buscar la ropa que le pondría. Llegó mi hermano  Ñico que había venido  casi corriendo. –Mamá ha muerto, le dije. - Ve y avisa a mi prima Virginia que era la más cercana del hospital, después a mi prima Meca y a nuestro hermano Serafín.
Botín me llevó a la casa. Algo que jamás podré olvidar es que casi todos los vecinos de la cuadra a esa hora, casi las 3.00  de la madrugada estaban en la calle, entre ellos: -La  familia  Fería Galo, Belkis Espinosa, Cusa y los hijos, María Elena y otros  vecinos. Gloria Galo me ofreció su teléfono para que pudiese comunicarme con mis familiares más cercanos, llamé a La Habana a mi hermano Nino, a mi hermana Merceditas, pero no lo  cogía, al parecer pensaba que a esa hora era alguien equivocado, Llamé a la casa de sus suegra Ofelia de la Rosa y me salió su hijo  Pedro Luis, al contarle lo sucedido fue rápidamente  a avisar a mi hermana. 
Era el mes de agosto y muy difícil conseguir  pasajes. Juan Carlos y  mi hermana se fueron directo al aeropuerto y pudieron lograr ir para Guantánamo  y de ahí en guagua a Santiago de Cuba. Mi hermano Nino le avisó a nuestro primo Orlando Ulloa  Rodríguez  y éste lo llevó en el carro Moskoviv   que tenía asignado por su trabajo.
Al  tratar de entrar a la casa a buscar la ropa, no  abría la puerta, Raiquin, el hijo de Cusa tuvo que romper una persiana para entrar. Este buen vecino le di la tarea de avisarle a Pedro Emilio Guerra Salazar  en su casa de Raja Yoga y después ir  El Rodeo, de El Caney.
Botin me llevó de nuevo al hospital, me acompaño Belkis Espinosa y al llegar  ya le había practicado la autopsia. Era lo mismo que yo pronostiqué. –Edema pulmonar agudo.
A pesar de que  no me había derrumbado y mantenía la entereza, le  comuniqué a Belkis que  no tenía valor para vestir a mi madre y ella se ofreció. Jamás  lo olvidaré. Se vistió  con el vestido que le había hecho  para la boda de su nieta Ileana un año antes y regalo de mi amiga de Palma Soriano  Brenilde León.
Ya  en la Funeraria  Bartolomé la situaron en una capilla de la parte alta. El entierro debía estar programado para las 5.00 de esa tarde. Mi hermano Nino llamaba de todos los pueblos que iba pasando: - ¡No me entierren a mi madre! - esperen a que yo llegue! Por lo que ya por la tarde  se preparó su cadáver para efectuar el  entierro a las 8.00 de la mañana del  día siguiente, por lo que se veló 6 horas más de lo previsto.
Pedro Emilio se presentó enseguida y estuvo todo el tiempo a mi lado, así como familiares y amigos en el largo día 6 de agosto.
Mamá siempre había manifestado que no quería en su muerte ofrendas florales, Se cumplió su deseo.
Es bueno señalar que en la mañana y no sé cómo lo supieron se presentaron en la funeraria parte del  Consejo de  Dirección del Sectorial  de Comercio Mayorista, los mismos que me habían atacado y tratado de destruir por mis manifestaciones  anteriores, recuerdo a  la Secretaria  del  Núcleo  del  Partido Nery Luna Taranacón, Magali Palencia y otros más, ninguno de mis demás compañeros,  exceptuando a  Marleny  Jorge,  que deduzco que por ella se enteraron, ya  que nos unían ciertos lazos familiares, era hija de Hermógenes Jorge  (Mongo),  esposo de  Esperanza  la hermana de mi cuñada Hiltrudes Hernández Torres. Ni allí ni a mi casa a darme el pésame. Solo  fue  Martha Garay.
 Pensé en ese momento que tal vez la hicieron para ver mi reacción. Los traté con mucha amabilidad y dándole las más efusivas gracias por su gesto.
El golpe fue muy duro, pero no podía  dejarme llevar por la  emoción y la tristeza de  haber perdido a mi madre tan repentinamente. 
Mis hermanos llegaron a tiempo, Nino ya  de madrugada.
A las 8.00 de  la mañana  se efectuó el  traslado al Cementerio de Santa Ifigenia. Yo me fui a la casa, Pedro Emilio me acompañó, cogió una jaba y lo mandé a la carnicería a comprar huevos y pescado. (En esa  época estaba  aún  liberados)
Cuando mis hermanos regresaron y parte de la familia de Songo y La Doncella, ya tenía  parte del  almuerzo hecho, a pesar de haber estado casi dos noches  en vela. Nos dimos un baño y nos acostamos.
Al día siguiente nos reunimos los 5 hermanos, yo como  hermana mayor les mostré la Libreta del  banco de mamá  con lo que le quedaba de sus  ahorros después de 18 años de fallecer papá, les dije que todo  lo que había en la casa era de todos. Ninguno quiso aceptar nada., lo mismo que  hicieron al morir papá.
Acto seguido les comunique  a mis hermanos lo que desde el mes de marzo me ocurría en mi centro de trabajo y les mostré ambos certificados. Mi hermana Merceditas se enfureció  y manifestó ir al centro a quejarse por la infamia que me habían hecho. No la dejamos ¿Qué  se iba a ganar con insultarlos?- Al decirle a mi hermano Nino  todo los que había sucedido y que  hacía un tiempo que me tenían  sin darme trabajo y mirando la pared las 8 horas laborables me dijo algo que me enfrió el alma:- ¡Ahora si te van a sacar definitivamente y no hay reclamación! 
(Él tenía una gran experiencia en problemas laborables por todos los años que era dirigente) Le dije: - ¡Ahora si me desgracié, nadie me va a dar trabajo con ese expediente! – Este me dijo._ ¿No te acuerdas que eres  combatiente? – Aún no me habían otorgado la condición de  combatiente ni las medallas, a pesar de  Ramón Älvarez del  Movimiento Obrero del 30 de noviembre me había llenado las planillas en  1978.
Mi  hermano  salió a la calle a visitar varios directores de empresas que habían estado alzados juntos en la Columna 9 de Hubert Matos y al  poco rato después deponerlos al  tanto de lo que me sucedía se apareció con 3 de ellos. Recuerdo a Saboa, a Juan Romero Martí y otro más que eran directores de  empresas de Educación, Construcción y la Empresa Provincial del Libro, Los  3 me ofrecieron trabajo en sus respectivas empresas a pesar de  mostrarles los certificados y las sanciones y fallos desfavorables de los tribunales.
Aquello vino a salvar mi difícil situación ¿Que iba a ser de mí  sin trabajo, sin la modesta  pensión de viuda  de mamá, Ñico sin trabajo? En medio del  duelo sentí un gran alivio, podía optar por  las plazas que se me ofrecían  y mis enemigos no se iban a dar el gusto de destruirme.
Al día siguiente mis hermanos  se fueron para sus respectivas casas en la ciudad de La Habana. No quedamos  solos mi hermano y yo con la triste realidad de haber perdido a nuestra madre. ¡Qué vacio tan grande!
Como no se había terminado mi última semana de Licencia sin Sueldo, una mañana después de redactar mi carta de renuncia, me vestí  discretamente de luto y me presente con ese valor que Dios me ha dado siempre en la Dirección Provincial de Comercio Mayorista y sola.
Allí al  darles la carta de renuncia  se formó un gran revuelo- ¡Enemigo que huye puente  de plata! se escuchó decir. Me senté en lo que había sido mi escritorio y solicité a María Dolores González mis  horas de trabajo voluntario. Recogí  algunos libros  y documentos que aún permanecían en  el  escritorio y después que los jefes firmaron mi baja me marché. Nadie me saludó ni dio el pésame por la muerte de mi madre, al parecer  temían tener cualquier roce conmigo.
Los primeros días de ese mes de agosto fueron muy tristes, le vacío dejado por mi madre  no era aún asimilable. Los vecinos  nos acompañaban  y trataban de ayudarme en mis peores momentos, Sara Cardoso, Petra Fulbe, Gloria Galo y Belkis Espinosa, iban todos las tardes a visitarnos, mi hermano Serafín y las  niñas iban también a acompañarnos. 
La segunda quincena de agosto me presenté en la empresa que elegí  entre las  3 ofertas, la Empresa Provincial del  Libro dirigida por Juan Romero Martí y que me quedaba más cerca, en la calle Santo Tomás frente a la peletería  La Reina. Allí iba a trabajar como Jefa del Departamento de Planificación y Estadísticas con un mayor salario que el que percibía en  el otro de 171.00 pesos a 211,00 en este otro.  Juan Romero les había informado a los demás trabajadores que debían de ayudarme, ya que  iba una persona destruida.  Así  fue, me recibieron con muchas atenciones Melba, su secretaria, Guillermo el económico, las demás técnicas Dalia Sánchez  Laurencio, Josefina Morán Allende, Norma Salmo, María Caridad Rodríguez, el  Jefe de  Personal  Manuel  Becerra y demás compañeros,  hasta los choferes y Julita la que  era  auxiliar de limpieza, con su amplia sonrisa me daba la bienvenida. En realidad estaba  destruida, lo que mi fuerza de voluntad trataba por todos los medios que no se me notara, pero a veces cuando alguien me llamaba, saltaba en el asiento. Ya me vida había dado un giro de 180 grados, tenía a mi cargo todas las labores de la casa y hasta los mandados, ya que Ñico estaba estudiando en el  ISJAM   y no le daba tiempo a otra cosa. Me acostaba tarde preparando la comida del día siguiente, me levantaba muy temprano para terminarla. Debía   entrar a las 8.00 de la mañana, salir a las 12.00, regresar a las 2.00 hasta las 6.00. Además de mi  trabajo, otras tareas como las guardias, trabajo voluntario y asambleas y reuniones.
En los primeros días  tuve que enfrascarme a poner al día todo el trabajo atrasado, se me dio también  el  Plan Año Cálculo. Con mi trabajo visitaba con frecuencia el Estado Mayor de la Defensa Civil, allí conocí  a varios oficiales muy amables y satisfechos con mi trabajo. En esos días el Periódico Juventud  Rebelde publico un suceso ocurrido a una trabajadora  en La Habana  parecido al mío, lo que ha ella sí la destruyeron dejándola sin trabajo. Al contarles lo sucedido conmigo quisieron ponerme en contacto con el periódico  para que también  se  me hiciera una  entrevista y se publicara. No quise. Al fin ya había concluido el proceso. Ya  el Partido Provincial me había hecho una entrevista con un tal Fleitas y Cuesta, que era director de la Editorial.  dos más que no se dieron a conocer,  más tarde y ya trabajando en la Empresa Provincial del  Libro me citaron para los que era la librería El Renacimiento  (Ahora  Amado Ramón Sánchez)  Fleitas y Cuesta de nuevo y dos más, para decirme que  dejara la lucha y no apelara a más juicios, ya el principal se  había muerto y según  Leonor, una informante que tenía en mi actual trabajo, yo estaba bien y sin problemas me había adaptado  y se considera  mi  trabajo como bueno  y  pesar de todo ese año fue la mejor empresa a nivel provincial. Le manifesté que no estaba de acuerdo con ese veredicto.  Había otros culpables que no se les había aplicado a mí entender hasta entonces ninguna sanción, Me  expresó Fleitas. sabemos que usted no es ninguna  perturbada mental, en la entrevista en el Partido Provincial, estaba un prestigioso  psiquiatra  del Hospital Provincial Saturnino Lora, el Dr. Fong  y pudo comprobar que usted se encontraba perfectamente  bien de sus facultades mentales . -¡Deje esta  guerra! – Me paré del asiento y les dije: Perdonen el  tiempo que les he hecho perder, pero la vida es una rueda, hoy estoy abajo, pero tal vez mañana esté arriba. Me dice Fleitas: -¿Usted tiene creencias religiosas? Le respondo:- Si tengo mucha fe. Le di la espalda y me fui.
(En ese época todavía se consideraba un estigma ser religioso)
 Ya esta evidencia me dio más seguridad. Participaba en todas las tareas asignadas, actos, celebraciones y hasta volví  a ser lo que antes, como una especie de activista de turismo llevando a los trabajadores a paseos, excursiones y hasta las Noches Blancas que se celebraban en  el  Motel  Leningrado, (Hoy Motel San Juan)  a los show de San Pedro del mar y visitas a lugares históricos. 
Todos los días laborables compraba en la dulcería La Corona un pequeño cake que me costaba 1.20 en m/n y lo repartía entre mis compañeros a la hora de la merienda. En la Asamblea del P.C.C.  d e el año 1986 se celebró la Asamblea anual del partido y después se pidió a los trabajadores aportar un plato para la posterior comida. Hice una  bandeja grande con un arroz imperial. Fue sensacional  Por lo cual mis relaciones entre todos eran inmejorables.
En esta etapa me ocurrió algo curioso que no puedo omitir.
Ya bastante recuperada y adaptada a  la nueva  vida me encontraba  sentada en mi escritorio separada del pasillo de entrada por una pared y escucho a alguien decir que una compañera deseaba  ver a la Jefa  del  Departamento, la mandé a pasar.  Al abrir la puerta  veo a  una  persona  petrificada ante mí, no era otra que Magali Palencia, una de mis acérrimas enemigas. Se quedó  perpleja  al  verme. ¿Era yo la famosa loca del  Mincin jefa de un departamento?      Con mucha amabilidad la mandé a sentarse  frente a mí. Con  vacilación, se notaba muy confusa me explica que  ella  trabajaba en una corporación (Su marido era un alto oficial y le proporcionó ese trabajo al salir del  Sectorial)  porque dicho sea de paso, allí todos los “Cuadros” fueron  sacados, todos bajaron la escalera y solo quedó Artemio Chávez. ¿Fue  esa la repuesta a mi  reclamación? Nunca lo he  sabido lo cierto que el que no murió, salió de allí.
Esta  estaba preparando un combo en su trabajo y necesitaba varios instrumentos musicales, con la mejor de  las sonrisas le explique que  allí  esos instrumentos se vendían a músicos y especialmente a las escuelas de arte, así como las pinturas y otros artículos para  estudiantes de esa escuelas  por un plan anual, principalmente los de importación y que era muy riguroso  el  cumplimento de  las solicitudes de esas entidades, pero… casi siempre los de producción nacional sobraban algunos y se los vendíamos a los músicos, que me hiciera una lista de los artículos que necesitaba y me diera  su  teléfono para avisarle en cuanto pudiese resolverlos.
Me la hizo  solicitando tumbadoras, guitarras, maracas, tambores, tiples y cuanto le pudiese  ser útil para su futuro combo.
Por supuesto esa era la mejor repuesta  que pudiese darle y me esmeré en sacar todos los planes satisfactoriamente y hacer un balance de lo que  podía tener disponible y le  avisé por teléfono que podía  venir a comprarlos con la subsiguiente orden de compra.  No se presento, mandó a otra persona.
En la Empresa Provincial del Libro trabajé hasta  mayo de 1988 en la que cumplido  55 años me pude acoger a la jubilación. ´Ya para esa fecha y a instancia de Bebita  Benítez,  una reconocida combatiente de la lucha clandestina  al  verme trabajando allí  me preguntó extrañada  si no tenía  aún las condecoraciones y medallas .Le expliqué que Ramón Álvarez personalmente me había hecho llenar las planillas cuando un día pasó y me vio en la Empresa Municipal de Productos Industriales y extrañado también me preguntó que si no me habían dado las condecoraciones y medallas, Corría el año 1978, Por  lo que Bebita me prometió que cuando estuviese de guardia en la casa de los combatientes iba a buscar mi expediente. Así fue  y  el  lunes siguiente me dijo que registrando  archivos encontró en el fondo de uno mi expediente  y que tenía una nota junto a las planillas que decía textualmente: - “No se le otorga a Haydée Beatriz Rodríguez   las condecoraciones que la avalan como combatiente de la lucha clandestina por haber tenido tibieza cuando  los sucesos de la Embajada de Perú”
No era otra cosa que nunca participé en actos de repudio y me manifesté públicamente en contra de esa bárbara práctica. 
Ya para esa fecha mi amigo y compañero de lucha Ramón Álvarez había muerto,  junto a su esposa Emilia y su cuñada Clara Luz Pantoja.
Por esa  gestión tan justa el expediente salió a la luz de nuevo, no sin antes entrevistarme unos que se decía ser combatientes y decirme que ellos no me conocían, con esa   agilidad  mental que poseo les  respondí:- ¡Yo tampoco los conozco a ustedes! No obstante mi di a la tarea de solicitar avales de  muchos de mis compañeros de lucha y en 1988  me reconocieron como combatiente con un documento expedido por Alcides Alberteris  y meses después fui citada para el antiguo Cuartel   Moncada  (Ahora  Centro Escolar 26 de julio) y recibí   las condecoraciones que me puso en el pecho  Armando  Hart Dávalos .
Con un emotivo  acto por parte de mis compañeros de la Empresa Provincial del Libro fui despedida y llenada una  hermosa tarjeta por todos los trabajadores el día 5 de mayo de 1988,
Así  culminaba mi vida laboral, pero me sentía tan agradecida que voluntariamente  trabaje un mes más enseñando a la que se quedaba en mi lugar.
FIN

16 de abril 2020





 




 























































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