Estampa santiaguera
¡Conchita corre! ¡Corre, dame la libreta y la jaba!
¿Qué vino Chencho?
-¡Están llegando a la carnicería los calamares, cogí ya un turno en la cola, soy de los primeros! ¡Ve preparando la olla, que hoy ceno calamares, ya estoy cansado de comer arroz pelaó.
-¡Y dilo! Con ese nuevo plan que han implantado no es fácil, los 5 huevos en la primera semana, en la segunda las 8 onzas de picadillo de soya, en la tercera 6 onzas de pollo y ahora a fin de mes el calamar en sustitución de las 11 onzas de pescado jurel congelado, que no se sabe de qué mar vendrá, solo da para una sola comida, cuando se limpia y se le quita el pellejo y las tripas ¡Qué prueba caballeros!
-Chencho añade: -¿Y el resto de la semana.
-Ella responde:- ¡A capela, mi hermano!
-¿Qué registras tanto Chencho?
-¿No ves chica? No encuentro una bolsita de nylon, ni el menudo que dejé aquí.
-¡Tú siempre con lo mismo! Las bolsitas se rompen enseguida y eso que las venden a 1.00 peso cada una, los muy descaraós, en las shopping nunca hay ¡Claro! Para que las revendadan los “Merolicos” el menudo lo gasté en una cabeza de ajo chiquitina, que me costó 1.50 y un paquetico de culantro con pocas hojas, 1.00 peso ¿Ha dónde vamos a parar?
Chencho se molesta y comienza a protestar, ella lo tranquiliza:- ¡Espérate! Saca una lata con tapa y un nylon debajo de otra lata donde guardo el arroz 5.00 pesos, que tengo que tenerlo todo escondido porque si no… los muchachos todo lo cogen y si es Albertico… se cree que tengo una mina, se pasa todo el tiempo pidiendo pesos para comprar turrones de coco o cucuruchos de maní o lo que aparezca.
-Son tus sobrinitos del alma. Le dice burlón. Al que Dios no le dio hijos…
-¡Los nuestros! Aclara Conchita.
¡Anda, anda! Date prisa, que si llego tarde pierdo el turno y tú sabes como se esa carnicería cuando llega algo.
-Chencho sale presuroso, Concha se pone a limpiar el arroz y piensa: - ¡Qué sucio viene! Lo voy a cocinar ahora para cuando venga Chencho con lo calamares y los limpie, ya está hecho. Me he quedado con una sola olla de presión y según dicen de otros lugares que llegó primero, que son durísimos, ya que son grandes, que viene de Canadá no como los que han venido antes, chiquitos, que hay que darle candela para que se ablanden.
Una hora después entra Chencho con sonrisa triunfal. ¡Mira Conchita, los cogí! ¡Qué grandes son! Aunque me tocaron solo dos. ¡Estos si son calamares y no las rabisas que nos estaban vendiendo una vez al mes.
Al poco rato ya Conchita tiene los calamares en el fogón, al tiempo que grita aterrada ¡Mira Chencho qué cucaracha tan grande, toma la chancleta y mátala, les tengo pánico a esos bichos!
Chencho coge la chancleta y le recomienda a su hermana que tape bien la olla, que esta desgraci á es capaz de caer adentro.
-¡Ay se me fue! Se metió por esa rendija de la pared ¡Pon agua a calentar, que se la voy a tirar y se acabo cucaracha!
Al hervir el agua, se la lanza a la pared, donde supuestamente debe estar el artrópodo, pero esta escapa y se va pared arriba, muy cerca del techo.
-Ahora sí que no la puedo matar, mira por donde va, agrega el anciano con gesto desanimado.
Mira el reloj, ha pasado una hora y pregunta:- ¿Todavía no está eso? ¡Tengo un hambre!
Ellas le responde -¡Espérate un poco! Lo que pasa que como me dijeron que eran muy duros, le eché mucho agua no se me fueran a quemar y ahora los tengo sin presión, para que se gaste y la salsa quede más espesa. ¡Ten calma, que esta noche comes calamares!
Chencho mira la olla y le recomienda:- Tapa eso, acuérdate de la cucaracha.
-Ella le responde:- Si la tapo tarda más consumir el líquido, ten calma que falta poco, ve poniendo la mesa, haz algo chico. Ya está el arroz y hasta freí unos platanitos maduros.
Chencho se pasa la lengua por los labios en señal de lo que se va a comer y que espera ansioso. Cuando se escucha otro grito de Conchita: - ¡Chencho, la cucaracha!
-¡Dónde está, no la veo. ¡Déjate de tanto miedo y cierra la olla por favor! La increpa el anciano.
-¡Corre Chencho mira por dónde va!
El anciano chancleta en mano la persigue. Inútil, se le ha escapado otra vez.
Felizmente este cuento no ha tenido un final trágico como todos esperaban, pero… después de comer y saborear los deliciosos calamares, compartir algunos pedacitos con el gato Vladimir, Conchita haciendo alarde de buena cocinera, le decía a su hermano:-
¡Qué lástima que den tan poco, si fueran más los hacía rellenos, ¿Te acuerdas mi hermano? Como los hacía antes, ¡Una fuente llena!
-Bueno, no sueñes más despierta, que el mejor de los días te da una pesadilla.
-¡Anda so pesa‘o, que ahora te toca fregar, mientras yo veo la novela.
-Desde la cocina Chencho le grita a su hermana:- ¡Concha, coño, dejaste la olla destapada, yo que me quería comer la salsa mañana con el pan del desayuno y la desgraci’a cucaracha por fin cayó en la olla!
Santiago de Cuba,
24 de abril de 2002
20 diciembre 2009
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