Cuento
Conocí al joven Ramón
en una reunión secreta, allá por los años 50. El pertenecía a la misma célula
del Movimiento “26 de julio”, aunque nunca nos habíamos visto.
Me entusiasmó su forma de ser, su carácter franco, serio y
responsable.
En los días anteriores a la Huelga de abril de 1958,
estuvo acuartelado junto a otros combatientes en mi casa de Altos de Quintero,
preludio al ataque al cuartel del poblado de Boniato, dirigido por nuestro
aguerrido capitán Adalberto Lora. En
este asalto falleció accidentalmente nuestro compañero de lucha y vecino
de la calle Avenida de Las Acacias,
Antonio Robert en un vuelco por la carretera de El Cristo.
La guerrilla continuó
rumbo a las montañas de la cordillera de El Caney, internándose en las
estribaciones de La Gran Piedra.
más tarde estuvo presente en el asalto al cuartel de Ramón de las Yaguas, el
que fue un éxito, al vencer a todos los ocupantes y hacerlos prisioneros,
requisando gran cantidad de armas y
municiones. Lo único lamentable fue
la muerte del jefe, Capitán Idalberto Lora, que por su temeridad peleaba de
pie, frente al enemigo y una descarga de ametralladora 50 le atravesó el
vientre. Ya en la marcha el joven combatiente Orlando Regalado, al cruzar una
cerca, se le enganchó la espoleta de una granada que llevaba en la cintura,
explotando y matándolo instantáneamente.
Fue un duro golpe y vi
lágrimas en los ojos de aquellos hombres decididos a vencer en
aquella desigual lucha. Mongui,
como le llamaban cariñosamente, daba
nudazos contra los troncos de los
árboles, por la impotencia de no poder salvar a nuestro querido jefe, quien en
su agonía rogaba que le dieran un balazo en la sien, pues sabía que con el
vientre destrozado y en aquellos parajes, no podía salvarse.
Unos meses después nos volvimos a ver, en compañía de mi vecina y combatiente Clara Luz Pantoja,
hacíamos de mensajeras. Esta vez nos
acercamos al Campamento San Pool, donde se albergaban las mujeres donde había
un taller de costura, para reparar y confeccionar uniformes. Mongui, me dio un
fuerte abrazo, ya tenía los cabellos largos y la barba crecida. Lo encontré más
maduro, vestía el uniforme verde olivo y le proporcioné una gran alegría cuando
le entregué una carta de su novia Teresita. Después de leerla con avidez, me
comento:- Creía que me había olvidado, hacía muchos meses que no sabía de ella.
Días después, una columna bajó al pueblo de Siboney y de
allí a un nuevo campamento en la carretera, en el lugar conocido por “La Redondita”, muy cerca de
la ciudad de Santiago de Cuba, el ejército
batistiano se enteró por un “Chivatazo” y envió un convoy lleno de soldados, para atacarlos. Los rebeldes tomaron un
transporte de la cervecería Hatuey
repleto de cajas de la bebida, que se dirigía a abastecer los comercios de La Estrella, y Los Criollos del pueblo playero de Siboney, la cual iban arrojando botellas
por toda la carretera, obstruyendo el paso de los camiones. Lograron llegar
hasta el lugar conocido por La
Punta, en las inmediaciones de El Oasis de Siboney, ya la
aviación militar había comenzado a
ametrallar toda la zona.
La batalla era desigual, los soldados más numerosos y mejor
armados, llegaron hasta la avanzada, el
joven Ramón con una escopeta amarrada
con alambres enfrentaba al enemigo con
coraje y mucho valor. Este dio la orden
de hacer explotar una de las minas, la
primera falló, dando paso al primer camión, el resto se acercaba peligrosamente
al pequeño grupo de insurrectos. Ramón dio la orden enérgica de hacer detonar
la segunda mina. Exactamente estalló en La Punta, en medio del camión que trasportaba a los soldados. Aquella visión fue espantosa,
los pedazos de los cuerpos del piquete volaron por los aires, otros quedaban
enganchados en las cercas y ramas de los
pequeños arbustos de la árida zona. El primer camión dio marcha atrás desapareciendo de inmediato.
En el lugar de la detonación quedó un profundo cráter, hasta el día de hoy.
La aviación enemiga arreció el ataque, mientras el resto del
convoy se marchaba precipitadamente.
Los jóvenes rebeldes trataban de alcanzar las montañas
trabajosamente, por lo escarpado del terreno, guareciéndose junto a las
enormes piedras, cada vez que un avión pasaba rasante, muy cerca de
ellos vomitando metralla
indiscriminadamente.
Junto a Ramón iban
sus entrañables compañeros procedentes de la lucha clandestina Carlitos, Esteban,
Ruger, Leonel García, Hugo Cruz, Uribazo y algunos más,
también el recién incorporado a la guerrilla Indalecio Montejo, un joven que
había sido detenido por la policía,
torturado meses antes y que logró escapar milagrosamente, pero con
secuelas, las largas caminatas lo debilitaban y si era cuesta arriba, mucho
más. Se lanzó al suelo agotado, no tenía fuerzas para seguir escalando la
montaña con la prisa requerida, por lo que le pidió a sus compañeros de lucha
que salvaran sus vidas y lo
dejaran, todos se negaron rotundamente y
lo arrastraron por la abrupta cuesta
hasta llevarlo a lugar seguro.
Después de caer la noche, se consideraban a salvo, la
aviación se había retirado y ni rastro de los soldados de infantería.
Indalecio, ya recuperado y muy emocionado abrazó a sus compañeros, agradeciendo el gesto a costa
de sus propias vidas.
Estos hechos heroicos hacían crecer la moral de la guerrilla
y el reconocimiento de su Comandante
Hubert Matos Benítez.
Desgraciadamente, el domingo siguiente Indalecio se dirigía
en un jeep a otro campamento volcándose y cayendo en un profundo precipicio,
falleciendo instantáneamente. Otro rudo golpe para sus compañeros de lucha, pero
así era la guerra, se ganaba y también se perdía.
Tras cruentas batallas, el ejército rebelde ganaba la
guerra.
Casualmente me encontraba en el Campamento “La Redondita” con un grupo
de combatientes, entre ellos Ramón. Se
preparaban para asaltar de nuevo el
Cuartel Moncada a al amanecer del día siguiente, engrasaban sus armas y se
vestían con uniformes limpios, tal
parecía que se preparaban para ir a una fiesta, entusiasta, alegres y
confiados.
Yo sentada sobre el tronco de un árbol los contemplaba y
pensaba:- ¡Cuántos de estos muchachos
mañana estarán muertos!
-¡De pronto! Se vio a la entrada del camino una polvareda y
un auto que venía a toda prisa pitando el claxon. El jefe grito:- ¡A las minas!
Todos corrieron a sus trincheras con sus armas en disposición combativa. El
auto se acercaba, alguien dijo:-
¡Cuidado! ¡Trae una bandera blanca! Lo dejaron pasar, todos sus ocupantes abrieron las cuatro puertas y se lanzaron gritando:- ¡¡¡Se fue Batista!!!
El auto tenía la radio
encendida a todo volumen y todos corrimos a escuchar las noticias.
Efectivamente, Batista había huido y las tropas rebeldes se acercaban a la
ciudad de Santiago de Cuba comandadas por Fidel Castro Ruz.
Confieso es ha sido la emoción más grande de mi vida, la que
nada ha podido superar.
Los jóvenes me abrazaban y lanzaban al aire llenos de
júbilo.
Tuve el honor de bajar del campamento junto al ejército
triunfante, muy cerca de Ramón, feliz y lleno de alegría. Era el 1de enero de
1959.
Teresita también se había alzado y nos seguía de cerca en
otra caravana, vestida con su traje de guerrillera y su boina negra. Nos
situamos en el Parque Céspedes a celebrar hasta el amanecer el fin de tan sangrienta
guerra.
Diez meses después
supe lo ocurrido en el Cuartel Agramonte de la ciudad de Camagüey, la
detención de nuestro querido comandante
Hubert Matos Benitez y sus principales
oficiales. A Ramón y otros compañeros
los tenían detenidos en la fortaleza de La Cabaña. Se celebró el juicio,
Matos Benitez fue condenado 20 años de
prisión, Ramón y otros oficiales a
condenas menores.
Teresita regresó a su ciudad natal, meses antes se habían
casado y residían en la propia ciudad de los tinajones.
Por los lazos de amistad que nos unían, le dimos apoyo y
protección durante el tiempo que su
esposo estuvo en prisión.
Años después salió de la cárcel muy decepcionado. Logró un
trabajo, continuaba siendo un hombre de probado respeto y seriedad. Allí tuvo
sus tropiezos en desacuerdo a la forma de actuar de algunos nuevos dirigentes,
por lo que pidió la baja y se trasladó a la Capital, Ciudad
de La Habana. En
busca de nuevos horizontes. Allí se encontró
con antiguos compañeros de la lucha clandestina y el Ejército Rebelde,
con ellos pudo lograr conseguir un modesto trabajo en un almacén a nivel
nacional. Ya con grandes dificultades
había permutado la casa para La Habana y conseguido otro empleo para Teresita.
En poco tiempo, debido a su eficiente trabajo, fue escalando
peldaños, tres años después era el Director de la empresa a nivel nacional, con
mucho prestigio y haciéndose respetar y amar por sus subordinados, por ser muy
humano y justiciero.
En uno de mis viajes a la capital visité su casa, era el
mismo que había conocido, sencillo, atento y servicial, no se le habían subido
los humos a la cabeza por el alto cargo que
representaba y sobre todo las amplias relaciones que tenía con los más
altos dirigentes a todos los niveles.
Me invitó en el flamante
automóvil que le habían asignado
a visitar su empresa. Allí pude
comprobar el respeto y consideración que disfrutaba en su colectivo de trabajo.
Me invitó a almorzar al comedor de los trabajadores, cogió dos bandejas y nos
sentamos en una mesa junto a todos los demás. El menú el mismo, ninguna preferencia. Después me llevó
a conocer los enormes almacenes. Allí
había de todo lo que ya en los años 80 escaseaba en todo el país. Observé unos
grandes rollos de tela roja, azul y blanca, con añoranza acaricié el rollo blanco y murmuré:- ¡Qué buena está esta tela para hacer sábanas! Mi
amigo y compañero de lucha se puso rojo y me miró iracundo y sin preámbulos me
dijo:- ¡Si no fueras mi hermana de lucha de tantos años, te daba
una galleta en pleno cara! ¡Aquí no se puede tocar nada! ¡Es para la confección
de banderas!
- Ahora la que se puso roja de vergüenza fui yo, no sabía
como disculparme, pero nuestra amistad no terminó por este incidente y el mal
pensamiento que había tenido. Yo lo había invitado a que se pasara los carnavales en Santiago de Cuba, en ese año se conmemoraba
el 30 Aniversario del Ataque al Cuartel Moncada y se iba a festejar de una manera especial, a mí me iban a condecorar con las medallas de Combatiente
de la lucha clandestina y el Ejército Rebelde.
Se celebraron todas las actividades programadas y además
fueron unos carnavales muy buenos y con mucha alegría, además lo invitaba a mi
boda, que se celebraría el 5 de agosto, ya que según manifestaba muy
ilusionada, había encontrado al hombre de mis sueños, después de muchos
desengaños y fracasos.
Por mi trabajo en una dirección provincial, viajaba con
frecuencia a La Habana,
llamaba a Ramón, para saber de la familia y casi siempre me pasaba un día en su
casa.
En uno de esos viajes lo encontré muy disgustado, me llevó
de nuevo al almacén y me mostró los rollos de tela, apenas les quedaban unos
metros. El apenado me recordó que en aquella ocasión me había regañado y… mira
lo que queda, se lo han robado todo, aquí hay mucha corrupción y yo solo no
puedo con ellos, fíjate que no saben como deshacerse de mí, me han propuesto a
pasar un curso y sé que cuando termine me mandaran a otro lugar, de eso estoy
seguro.
Me dio mucha pena, lo
vi envejecido, triste, derrotado en su afán de ser justo y decente a todo
trance.
La vida da muchas vueltas, ya ambos estábamos en tiempo de
jubilación y en efecto, nos acogimos a la ley en cuanto tuvimos la edad
requerida.
En los primeros momentos me dediqué a disímiles tareas, para
poder sobrevivir con lo que percibía por mis 36 años de servicios. El cambio
era radical en el país con el llamado Período Especial, primero me acordé de mi
primer oficio: Coser, después fabriqué
pasteles, croquetas…primero se me acabó el hilo de coser, la tela y no podía
hacer nada .Como repostera también tuve mis dificultades, no conseguía la materia
prima y además los inspectores y policías no dejaban prosperar mi pequeño negocio, multas, decomisos… ¡Qué
hacer? No me quedó más remedio que acudir a mi familia en el extranjero y
pedir ayuda. Muchos ni me respondieron, pero siempre existen almas generosas,
unos primos y tíos me dieron la mano, lo que me ha permitido vivir, sino holgadamente, al menos
decorosamente, pues no me ha faltado lo imprescindible:- El jabón, aceite,
leche en polvo en la Bolsa Negra
y de vez en cuando poder masticar un pedazo de carne.
¿Qué ha sido de la vida de Ramón y familia en estos años?
Supe que había permutado la pequeña casa de la Calzada de Managua, por
otra más grande en La Víbora. La
familia había aumentado, de los tres hijos, ya tenía cuatro nietos, dos de
ellos no
habían podido tener una casa y vivían juntos, la nueva vivienda era de
puntal alto y pudieron fabricar un entre piso o barbacoa, algo muy común y
corriente en este país, principalmente en las grandes ciudades.
El como yo había tenido que buscar otras alternativas,
primero con una modesta cafetería desde la ventana de la sala, al poco tiempo
cerró, por los altos impuestos, multas por cualquier cosa, productos difíciles
de conseguir y a precios muy
altos, por lo que no dejaba
un margen de ganancia y sí muchos
problemas.
-Teresita vieja, gorda y achacosa, ya no era la esbelta y bella mulata de años atrás, además padeciendo
artritis, apenas podía ayudar en los quehaceres de la casa, las necesidades
aumentaban, por lo que mi laborioso amigo fabricó una pequeña carretilla de mano y se puso a
caminar por las calles del barrio ofreciendo sus servicios como chapistero,
plomero, albañil, carpintero y hasta electricista. El trabajo no le rendía
grandes beneficios, principalmente por la falta de materiales
Unos amigos le ofrecieron una plaza de custodio. No era
fácil pasar las malas noches y además
los riesgos de ser asaltado por lo peligroso del lugar, donde lo habían
ubicado, que debía cuidar completamente solo y desarmado. Le duró poco el
empleo, enfermó de una bronquitis severa y lo tuvo que dejar por prescripción
médica. Era muy mayor.
Ya mi pobre amigo no sabía qué hacer para sostener la familia, le prometieron otro empleo, este
era de todos modos mucho mejor, según me comentó en una de mis visitas, era en
un comedor obrero de una empresa
importante. Deduje:- por lo menos podrá comer, porque esta… que parece un espaguettis
de importación.
Fui por su casa y como
casi siempre y si las circunstancias lo permitían me invitaban a
almorzar. Cuando hice mi entrada en la restaurada casa, me
recibió muy contento y satisfecho, me brindaron una suculenta comida, para
estos tiempos y me mostró lo que “resolvía” en el comedor.- botellas de aceite,
leche en polvo, pescado, pollos, embutidos variados, huevos, arroz y frijoles
en abundancia y mucho pan.
¡Qué cambio de la
última vez que fui con pena y lo único que tenían para comer era un potaje de
chícharos y arroz, ni café tenían y… con lo vicioso que eran del dulce néctar
de los dioses blancos! La miseria se notaba en todos los muebles, las camas mal
tendidas, las toallas zurcidas en el cordel… Teresita amargada y triste. En el
presente la noté más dispuesta y ágil, su carácter había mejorado notablemente, Ramón…echando
barriga, por lo que burlonamente le dije
que debía hacer ejercicios.
Me refirió que en el comedor se comía bien y por lo menos
se solucionaban muchas cosas.
Al marcharme esa noche medité largo rato tirada en la cama
boca arriba. Sentía pena y tristeza a la
vez. ¡En lo que ha caído Ramón! ¡Nunca lo imaginé! ¡Tan honrado y está haciendo
lo que otros miles de cubanos, en la necesidad de apropiarse de los recursos del
estado, para poder sobrevivir¡ Hice mentalmente un recuento de estos largos y
difíciles años de la llamada Revolución. Sentí un gran dolor en mi alma, Ramón siempre había sido mi modelo
de honradez y hasta pensé no volver más
por su casa, aquella nueva actitud me producía asco y él y su familia tan orondos
y satisfechos, como si con ello se hubiesen resuelto todos sus problemas. ¿Qué
ejemplos les daban a sus hijos y nietos?
Supe que uno de sus
hijos se dedicaba a negocios ilícitos, vendiendo mercancías de contrabando que
les traían viajeros del extranjero y que sacaba múltiples dividendos, hasta
tenía un
coche y se daba muy buena vida, además… les había salido tomador de bebidas alcohólicas y mujeriego. Exclame sin poder contenerme:- ¡Virgen
santísima!
Su nieta Yesenia andaba
en amoríos con un ciudadano
español, que gracias a ella se había podido dar el dinero por encima para logar
la permuta de Mantilla a La
Víbora, fabricar el entre piso con tres habitaciones adicionales y hasta un baño nuevo, adquirir equipos electrodomésticos muy necesarios,
como un refrigerador grande, una lavadora moderna, televisor, un reproductor de
DVD y hasta un ordenador con teléfono, habilitado para comunicarse con su novio
todos los días. Comprarle en la óptica Miramar con divisas unas gafas a su
abuelo y hacerle una prótesis nueva a la abuela, que ya no le quedaba ni un
diente y pasaba mucho trabajo para comer, celebrarle los 15 años a su hermanita
menor Yasnay en un elegante salón con cientos de fotos y hasta un video.
¡Qué cambio!
Esa noche me desvelé, no podía dormir, me dolia aquella
transformación de una familia que consideraba perfecta en su modestia y
trayectoria en la vida ¡Qué decepción!
Al día siguiente Teresita me llamó por teléfono, quería que
antes de irme para Santiago de Cuba,
fuera de nuevo por su casa a buscar unas salchichas que Ramón me había
conseguido, para que me las llevara.
¡Qué asco! ¡Me querían hacer cómplice de sus fechorías!
Resueltamente iba a despedirme de ellos para siempre, ¡Jamás pisaría esa casa!
Al llegar me encontré a Teresita muy preocupada, me llevó
para la terraza del patio y muy
compungida me contó que Yesenia quería romper
sus relaciones con Iñaki, pues además de ser un viejo para ella con 45
años de edad, insistía en casarse y llevársela a vivir a su hermoso chalet en un barrio muy elegante de
Barcelona, donde tenía numerosos negocios. Al parecer la chiquilla se había enamorado de un
muchacho, del barrio El Moro, a ellos no les gustaba, siempre andaba “Jineteando” con extranjeros y
ya había tenido varios problemas con la policía y lo amenazaban de llevarlo a los tribunales en cualquier momento.
Como si fuera poco, Ramón quería pedir la baja en su trabajo, decía que no
soportaba tanta corrupción de su jefe superior, lo hipócrita que era, sumiso y
arrastrado. ¡Claro, este no es de la estirpe nuestra, es de ahora y no sabe
nada de lo que hemos sido nosotros ¿Verdad
Arminda? ¡Tú mejor que nadie
sabes como es Ramón! ¡Ese no transige con lo mal hecho! ¡Si lo conoceré
yo!
Me quedé estupefacta, guardé silencio, mientras escuchaba a
Teresita y meditaba en todo lo sucedido.
¡De pronto sentí algo extraño dentro
de mí! Mandé a llamar a Yesenia, que además de respetarme mucho era mi ahijada.
-¡Ven acá muchachita! ¿Qué es lo que tienes en la cabeza?
Esta apenada la bajó, vestía un short estampado en azul, rojo, negro y blanco,
muy corto, con un tope negro, sus pies calzados con finas sandalias, en el cóccix un tatuaje ¨I love
You, sus orejas, brazos y dedos llenos de
adornos, mientras a su alrededor se sentía un suave perfume.
Le levanté la cabeza por la barbilla y mirándola a los ojos,
dije:- ¡Mira mi amor, ponte pa´ la cosa y no comas de lo que pica el pollo! ¿Te
has puesto a pensar qué te va a dar ese
ripiaó con quien tú andas? ¿Qué te
espera? No salir de la miseria, tener un par de mocosos y tal vez verte cargando jabas al Combinado del
Este? ¡No te das cuenta que el catalán te va a dar lo que tú nunca has visto en ti vida?- Dinero,
joyas, viajes por todo el mundo, vas a ser una señora, ¿ Me oíste? ¡Una señora!
¡Mira que yo no me entere que lo has dejado!
¡Ni loca! ¡No faltara más! ¿Cuántas habrá por ahí que te envidien tu
suerte!
Teresita me agradeció el consejo.
Y me rogó que no me
fuera hasta que llegara Ramón
Y hablara con él, así
lo hice, sin sentir remordimiento, lo cogí por los tres pelos que le quedaban
en la cabeza y lo increpé duro-¡¡¡Óyeme lo que te voy a decir Ramón!!! ¡ Ni que estuvieras trastornado, no puedes
dejar el trabajo! ¡Ni muerto! ¿No ves
que te has encontrado la gallina de los huevos de oro? ¿Qué quieres? ¿Qué por
tus escrúpulos tu familia se muera de hambre? ¡No seas tonto, hazte de la vista
gorda y no pierdas esa “pincha” ¿No te has dado cuenta que aquí desde arriba
hasta abajo el que más y el que menos trata de sobrevivir a esta difícil y
terrible situación?
-Ramón me dio la razón. Detrás de la cortina de la puerta Teresita me hacía
señas de que le dijera bastantes cosas, para ver si lo convencía y no dejaba el
trabajo.
-No te preocupes, mi hermana, voy a seguir tus buenos
consejos, seguiré soportando a todos esos descarados, no me queda otro remedio.
¿Qué otra cosa puedo hacer? –Expresó
persuadido el anciano.
Me hicieron un sabroso café y de paso Yesenia me dijo que me
invitaba a la boda con Iñaki Manuel
Echavarria Lozano, y que hasta me iba a hacer una invitación desde España, para que me pasara
varios meses con ellos hasta que naciera el bebé, pues creía que estaba
embarazada. Me asusté. ¿De quién? Del
mulato o del rubio español?
Salí de allí consternada y turbada ¿Era yo la misma persona
que había dado esos consejos y recomendaciones?
Ya en la parada de la guagua recordé:- ¡Coño! ¡Se me
quedaron las butifarras!
Escrito el 24 de octubre de 2006 en el vuelo de Santiago de
Cuba-La Habana, dentro de un avión de Gaviota. De 200.p. m. a 4.00 p.m.(Parte
de este escrito es testimonial, la 2da,
parte de ficción)
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