Testimonio
Ocurrió en Santiago de Cuba en el mes de enero de 1992.
Una mañana mi hermano Antonio me llamó asustado: ¡Mira lo
que estoy corrigiendo! Le dije:_ ¡Eso es sangre! _ En efecto era como
morcilla. ¡Ve rápido al Hospital Militar
Joaquin Castillo Duany! que era el que
nos quedaba más cerca.
Me encontraba
haciendo el almuerzo y detrás de
él apagué el fogón, me vestí y salí presurosa hacía el referido hospital caminado la Avenida Trocha hacía abajo.
Al llegar me dirijo al Cuerpo de Guardia y no encuentro a mi hermano, pregunto y me
pasan a otra sala, al verlo me asusté mucho, allí en una cama se
encontraba con una transfucción
en un brazo, en el otro un suero y un leving en la nariz. Corrí buscar a mi prima Nelsa Martínez Rodríguez
que era trabajadora de ese centro, muy
afligida. Ella rápidamente lo fue a ver y habló con los médicos que lo
asistían, los que confirmaron la existencia de un severo sangramiento estomacal
y la hemoglobina muy baja, por lo que
indicaron su ingreso en la sala de
cirugía.
Allí se mantuvo por 4
días con tratamiento y transfucciones, por lo que le subió la hemoglobina y el cirujano que lo atendía creyó que el
sangramiento había cesado y le dio de
alta. Mi hermano le dijo que seguía sangrando por lo observado en las
deposiciones y este le contestó con
estas palabras: _¡Usted esta campana!
Llegamos a la casa y le preparé una sopa de pollo, fue al
baño y me vuelve a llamar. –Mira, estoy
igual, sigo sangrando.
Decidimos ver a su médico de cabecera el Dr. Duvalón de el
Policlínico Camilo Torres, que hacía
tiempo que lo asistía por úlcera del
duodeno. Le llevamos una muestra y al verla se alarmó mucho y recomendó de nuevo ir al hospital, que escogiéramos
entre el Hospital Militar y el Hospital Provincial Saturnino Lora, como ya
había pasado por el militar, decidimos
ir al provincial. Allí nos asistió un
cirujano que precisamente era conocido de nosotros por vivir a una cuadra de
nuestra casa lo atendió y éste
recomendó realizarle una gastrocopia. Mi
hermano había reusado hacérsela en el otro hospital por temor, pero lo convencimos que era necesario para saber en realidad de
dónde procedía el sangramiento. Estaba muy asustado, le dije con fe:- Ve a hacértela que yo estaré orando y no
vas a sentir nada. Me quedé sentada en el
Cuerpo de Guardia orando el Salmo 23.
Al poco rato salíó y me dice:_ Tú tenías razón, no sentí nada. Minutos después el médico nos daba el
resultado, el cual puso aun más nervioso a mi hermano. Decía así:
-Sangramiento severo, sangre que corre libremente, punto sangrante activo en el
duodeno. Por lo que inmediatamente
solicitó su ingreso en la Sala de
Cirugía del 4to. Piso del hospital.
Allí pasó al equipo
docente del Dr. Piña, el cual lo
visitaba con sus alumnos todas las mañanas. Se le administró medicamentos y nuevas
transfucciones cada 2 días, ya
que le bajaba la hemoglobina. A los 10
días y al ver que no respondía al tratamiento indicó que debía de ser operado,
no había otra opción. Yo estaba presente y me alarmé mucho. De todos modos una
operación del duodeno era riesgosa.
Salí al atardecer del hospital y recuerdo que estábamos en pleno Período Especial y casi no
había tránsito en la Avenida de los libertadores,
como se llama ese tramo de la Carretera Central. Me sentía muy angustiada y cruzando la avenida me puse ambas manos en
las sienes e imploré a Dios fervorosamente:_ ¿Dime Dios mío qué hago para
salvar a mi hermano? De inmediato siento como me escribía en la frente letra
por letra: ¡T E R C I O P E LO! Recordé que es una flor de un color carmesí que se
siembra en los jardines y
que es muy parecida al terciopelo.
Esa noche la pasé
orando y pensando dónde encontrar esa flor. Al día siguiente volví al
hospital por la tarde y allí se
encontraba mi prima Virginia Rodríguez Rivera. Con el pensamiento puesto en que
debía encontrar la flor y hacerle un
cocimiento, le pedí que acompañara a mi
hermano, que iba por los jardines a
buscar la flor. Por esa parte de la ciudad
hay muchos jardines y caminé uno por uno, no encontré la flor, por lo
que decidí ir a Quintero, subí toda la
carretera de Cuabitas (Hoy Patricio Lubumba)
hasta llegar a la Universidad de Oriente y subir por una escalinata a la
izquierda hasta salir a la carretera
central. Allí llegué a la casa de mi comadre María Emilia López Carrión y le
conté la revelación que había tenido y la necesidad de encontrar la flor lo
antes posible. Esta me dijo que hacía
unos días las había visto en la casa de la antigua vaquería Las Cuabas de
Pancho Iglesias. Me era familiar ya que había vivido frente a ella desde 1951 a
1958. Ella quiso que esperara a su esposo Santiago Leal para que me acompañara,
ya casi era de noche y no quise perder
tiempo y cogí por toda la solitaria
carretera hasta el kilómetro 5 1/5.
Al llegar a la casa que ahora
vivía un nieto de Pancho Iglesias toqué en la cerrada puerta y no me había nadie, pero ahí frente a la fachada estaban como 5 maticas de terciopelo. Esperé un rato y el joven
llegó, cuando le dije a qué había ido hasta allí él atento cogió una tijera y
cortó varias flores, pero le dije: _ Necesito otro favor tuyo, que me hagas un
cocimiento aquí, ya que es tarde y sé que si voy a mi casa del otro lado de la
ciudad, no puedo volver al hospital y
necesito que hoy mismo se lo tome, que Dios me ha dicho que con eso se cura y
además tengo el pie derecho muy alterado por caminar tanto y tener recientemente una
fractura del 5to. Metarsiano. Enseguida buscó un pomo, encendió una cocina de
kerosene, me hizo el cocimiento con dos flores, e hirvió el pomo. Me envolvió
otra que quedaba. Le di las gracias y de
nuevo a la carretera, ya oscuro, fui
a la parada del kilómetro 6, estaba desierta, allí el poco transporte
que pasaba no hacía caso de mis gritos:
¡Hospital!- Veo venir a dos hombres de la raza negra que venían hacía la parada, me asusté. ¿Quiénes serán ¿
y yo sola por estos parajes, Me preguntaron si hacía rato que estaba allí ,
Eran trabajadores de una empresa cercana. Ellos al ver que venía una camioneta
se tiraron al medio de la carretera, estaba muy llena, pero paró, los dos
se montaron rápidamente, yo gritando;_
¡No me dejen aquí! _Uno de ellos me aló por un brazo y me llevó arriba muy apretujada, el chofer protestaba
que ya no cabían más, le supliqué que me llevara hasta el hospital. Así fue y
subí los escalones rápidamente y al llegar a la cama de mi hermano le dije con
absoluta seguridad. _¡Mira, tómate un trago
ahora, a las 10.00 de la noche y otro al amanecer, que Dios me ha dicho
que con esto te curas! En el mismo pomo se tomo un trago.
Muy adolorida del pie me fui a mi casa, lo introduje en una
palangana con agua caliente y sal para
desinflamarlo. Recuerdo que nuestra querida prima Mariíta Rodríguez Medina se quedó esa noche para acompañarme y me pasé
todo el tiempo orando. ¡Dios mío que mi sacrificio no sea en vano y mi hermano
se sane!
A la mañana
siguiente estaba muy inquieta, pensaba
que tal vez mi hermano le llevaría al salón de operaciones y yo lejos, por lo
que me fui al hospital, no podía pasar a la sala porque el pase que me
autorizaba entrar era a partir de las 12.00 del día hasta las 7.00 de la noche.
Fui directo con el propósito de ver al director del hospital si era preciso. Me
atendió la secretaria, al contarle lo que
necesitaba, que era la autorización para poder entrar, este me responde
despectiva:_ ¿Para eso usted quiere ver al director? _Yo como siempre uso
de mi agilidad mental y le digo: _ ¡Sí, porque no soy usted y necesito poder
subir a la sala ver a mi hermano, que no sé si en estos momentos está en el
salón de operaciones! _ Me firmo el pase y pude llegar. Había en la sala 8
camas, distribuida de 4 en 4 y la de mi
hermano era la última de la izquierda, pegada a la ventana. Al pararme en la
puerta desde allá me dice emocionado;- ¡Haydée ya me cure! _Grito:‑ ¡Bendito sea Dios! Llego hasta él me
explica que hizo como le indiqué y que al tomar el de la madrugada sintió un dolor muy fuerte como un
pinchazo en el lugar del duodeno y que se asustó mucho y pensó que se
había reventado y fue al baño evacuó todo amarillo con la de un niño pequeño,
ni vestigios de sangre.
¡Dios obró el milagro!
Esperé que el Dr. Piña pasara visita con sus alumnos y ya
frente a la cama de mi hermano les daba
la clase y lo necesario según la
evolución del sangramiento, que lo más indicado en estos casos era operarlo. Me
dirigí a él con el pomo con el
cocimiento y una flor de terciopelo:_ Dr. Yo respeto sus creencias pero Dios me
ha dado una revelación, le di anoche este cocimiento de esta flor y ya no
sangra. ¡Por favor no lo lleve al salón! Obsérvelo y después decida. Este se dirigió a sus alumnos:_ ¡Esto no se puede
divulgar, puede tener implicaciones políticas!_ Así eran las cosas en esos
tiempos de franca oposición y rechazo de la
religión.
Ese día mi hermano volvió a tomar el cocimiento y al tercer
fue dado de alta completamente sanado.
Este testimonio lo he dicho infinidad de veces y ha servido
a otras personas con sangramientos, lo mismos vaginales que de otra índole, hasta un niño del barrio muy grave con
dengue hemorrágico se lo recomendé y sano.
Me dirigí a donde se encuentra la Academia de Ciencias Tomas
Romay de las calles Bayamo y Barnada, al indagar la procedencia de esa flor y sus beneficios, nadie lo sabía. No fue ya en
España que busqué en Internet y supe su
nombre científico Celosia Cristata y que era un poderoso hemostático.
Madrid, 2 de septiembre de 2020
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