27 noviembre 2020

PODER DE DIOS SANANDO

 Testimonio

Ocurrió en Santiago de Cuba en el mes de enero de 1992.

Una mañana mi hermano Antonio me llamó asustado: ¡Mira lo que estoy corrigiendo! Le dije:_ ¡Eso es sangre! _ En efecto era  como  morcilla. ¡Ve rápido al Hospital  Militar Joaquin Castillo Duany!  que era el que nos quedaba más cerca.

Me encontraba   haciendo el almuerzo y detrás  de él apagué el fogón, me vestí y salí presurosa hacía el referido hospital  caminado la Avenida Trocha  hacía abajo.

Al llegar me dirijo al Cuerpo de Guardia y no encuentro a mi hermano, pregunto y me pasan a otra  sala, al verlo me  asusté mucho, allí en una cama se encontraba  con una  transfucción  en un brazo, en el otro un suero y un leving  en la nariz. Corrí  buscar a mi prima Nelsa Martínez Rodríguez que  era trabajadora de ese centro, muy afligida. Ella rápidamente lo fue a ver y habló con los médicos que lo asistían, los que confirmaron la existencia de un severo sangramiento estomacal y la hemoglobina muy baja, por  lo que indicaron su ingreso en la  sala de cirugía.

Allí  se mantuvo por 4 días con tratamiento y transfucciones, por lo que le  subió la hemoglobina y el  cirujano que lo atendía creyó que el sangramiento había  cesado y le dio de alta. Mi hermano le  dijo que  seguía sangrando por lo observado en las deposiciones y este le  contestó con estas palabras: _¡Usted esta campana!

Llegamos a la casa y le preparé una sopa de pollo, fue al baño y me vuelve a llamar. –Mira, estoy  igual, sigo sangrando.

Decidimos ver a su médico de cabecera el Dr. Duvalón de el Policlínico Camilo Torres, que  hacía tiempo que lo asistía por  úlcera del duodeno. Le llevamos una muestra y al verla se alarmó mucho  y recomendó de nuevo ir al hospital, que escogiéramos entre el Hospital Militar y el Hospital Provincial Saturnino Lora, como ya había pasado por el  militar, decidimos ir al provincial. Allí nos  asistió un cirujano que precisamente era conocido de nosotros por vivir a una cuadra de nuestra casa  lo atendió y éste recomendó  realizarle una gastrocopia. Mi hermano había reusado hacérsela en el otro hospital  por temor, pero lo convencimos  que era necesario para saber en realidad de dónde procedía el sangramiento. Estaba muy asustado,  le dije con  fe:- Ve a hacértela que yo estaré orando y no vas a sentir nada. Me quedé sentada en el  Cuerpo de Guardia orando el Salmo 23.

Al poco rato salíó y me dice:_ Tú tenías razón, no sentí  nada. Minutos después el médico nos daba el resultado, el cual  puso  aun más nervioso a mi hermano. Decía así: -Sangramiento severo, sangre que corre libremente, punto sangrante activo en el duodeno. Por lo  que inmediatamente solicitó su ingreso  en la Sala de Cirugía del 4to. Piso del hospital.

Allí pasó al  equipo docente del  Dr. Piña, el cual lo visitaba con sus alumnos todas las mañanas. Se le administró medicamentos  y nuevas  transfucciones cada  2 días, ya que  le bajaba la hemoglobina. A los 10 días y al ver que no respondía al tratamiento indicó que debía de ser operado, no había otra opción. Yo estaba presente y me alarmé mucho. De todos modos una operación del  duodeno era riesgosa.

Salí al atardecer del hospital y recuerdo que  estábamos en pleno Período Especial y casi no había tránsito en la Avenida de los  libertadores, como se llama ese tramo de la Carretera Central. Me  sentía muy angustiada y  cruzando la avenida me puse ambas manos en las sienes e imploré a Dios fervorosamente:_ ¿Dime Dios mío qué hago para salvar a mi hermano? De inmediato siento como me escribía en la frente letra por letra: ¡T E R C I O P E LO! Recordé que es una flor de un color carmesí  que se  siembra  en los jardines y que  es muy parecida al terciopelo.

Esa noche  la pasé orando y pensando dónde encontrar esa flor. Al día siguiente volví al hospital  por la tarde y allí se encontraba mi prima Virginia Rodríguez Rivera. Con el pensamiento puesto en que debía  encontrar la flor y hacerle un cocimiento, le pedí que  acompañara a mi hermano, que  iba por los jardines a buscar la flor. Por esa parte de la ciudad  hay muchos jardines y caminé uno por uno, no encontré la flor, por lo que decidí ir a Quintero, subí  toda la carretera de Cuabitas (Hoy Patricio Lubumba)  hasta llegar a la Universidad de Oriente y subir por una escalinata a la izquierda  hasta salir a la carretera central. Allí llegué a la casa de mi comadre María Emilia López Carrión y le conté la revelación que había tenido y la necesidad de encontrar la flor lo antes posible. Esta me dijo que  hacía unos días las había visto en la casa de la antigua vaquería Las Cuabas de Pancho Iglesias. Me era familiar ya que había vivido frente a ella desde 1951 a 1958. Ella quiso que esperara a su esposo Santiago Leal para que me acompañara, ya  casi era de noche y no quise perder tiempo y cogí por toda la  solitaria carretera hasta el kilómetro 5  1/5.

Al llegar a la casa que ahora vivía un nieto de Pancho Iglesias toqué en la cerrada puerta  y no me había nadie, pero ahí frente  a la fachada estaban como 5 maticas  de terciopelo. Esperé un rato y el joven llegó, cuando le dije a qué había ido hasta allí él atento cogió una tijera y cortó varias flores, pero le dije: _ Necesito otro favor tuyo, que me hagas un cocimiento aquí, ya que es tarde y sé que si voy a mi casa del otro lado de la ciudad, no  puedo volver al hospital y necesito que hoy mismo se lo tome, que Dios me ha dicho que con eso se cura y además tengo  el pie derecho muy alterado  por caminar tanto y tener recientemente una fractura del  5to. Metarsiano. Enseguida  buscó un pomo, encendió una cocina de kerosene, me hizo el cocimiento con dos flores, e hirvió el pomo. Me envolvió otra que quedaba. Le di las gracias  y de nuevo a la  carretera, ya oscuro, fui a  la parada del kilómetro  6, estaba desierta, allí el poco transporte que pasaba no  hacía caso de mis gritos: ¡Hospital!- Veo venir a dos hombres de la raza negra que venían  hacía la parada, me asusté. ¿Quiénes serán ¿ y yo sola por estos parajes, Me preguntaron si hacía rato que estaba allí , Eran trabajadores de una empresa cercana. Ellos al ver que venía una camioneta se tiraron al medio de la carretera, estaba muy llena, pero paró, los dos se  montaron rápidamente, yo gritando;_ ¡No me dejen aquí! _Uno de ellos me aló por un brazo y me llevó  arriba muy apretujada, el chofer protestaba que ya no cabían más, le supliqué que me llevara hasta el hospital. Así fue y subí los escalones rápidamente y al llegar a la cama de mi hermano le dije con absoluta seguridad. _¡Mira, tómate un trago  ahora, a las 10.00 de la noche y otro al amanecer, que Dios me ha dicho que  con esto te curas!  En el mismo pomo se tomo un trago.

Muy adolorida del pie me fui a mi casa, lo introduje en una palangana  con agua caliente y sal para desinflamarlo. Recuerdo que nuestra querida prima Mariíta Rodríguez Medina  se quedó esa noche para acompañarme y me pasé todo el tiempo orando. ¡Dios mío que mi sacrificio no sea en vano y mi hermano se sane!

A  la mañana siguiente  estaba muy inquieta, pensaba que tal vez mi hermano le llevaría al salón de operaciones y yo lejos, por lo que me fui al hospital, no podía pasar a la sala porque el pase que me autorizaba entrar era a partir de las 12.00 del día hasta las 7.00 de la noche. Fui directo con el propósito de ver al director del hospital si era preciso. Me atendió la secretaria, al contarle lo que  necesitaba, que era la autorización para poder entrar, este me responde despectiva:_ ¿Para  eso usted  quiere ver al director? _Yo como siempre uso de mi agilidad mental y le digo: _ ¡Sí, porque no soy usted y necesito poder subir a la sala ver a mi hermano, que no sé si en estos momentos está en el salón de operaciones! _ Me firmo el pase y pude llegar. Había en la sala 8 camas, distribuida de 4  en 4 y la de mi hermano era la última de la izquierda, pegada a la ventana. Al pararme en la puerta desde allá me dice emocionado;- ¡Haydée ya me cure!  _Grito:‑ ¡Bendito sea Dios! Llego hasta él me explica que hizo como le indiqué y que al tomar el de la  madrugada sintió un dolor muy fuerte como un pinchazo en el lugar  del  duodeno y que se asustó mucho y pensó que se había reventado y fue al baño evacuó todo amarillo con la de un niño pequeño, ni  vestigios de sangre.

¡Dios obró el milagro!

Esperé que el Dr. Piña pasara visita con sus alumnos y ya frente a la cama de mi hermano  les daba la clase  y lo necesario según la evolución del sangramiento, que lo más indicado en estos casos era operarlo. Me dirigí a él  con el pomo con el cocimiento y una flor de terciopelo:_ Dr. Yo respeto sus creencias pero Dios me ha dado una revelación, le di anoche este cocimiento de esta flor y ya no sangra. ¡Por favor no lo lleve al salón! Obsérvelo  y después decida. Este se  dirigió a sus alumnos:_ ¡Esto no se puede divulgar, puede tener implicaciones políticas!_ Así eran las cosas en esos tiempos de franca oposición y rechazo de la  religión.

Ese día mi hermano volvió a tomar el cocimiento y al tercer fue dado de alta completamente sanado.

Este testimonio lo he dicho infinidad de veces y ha servido a otras personas con sangramientos, lo mismos vaginales que de otra  índole, hasta un niño del barrio muy grave con dengue hemorrágico se lo recomendé y sano.

Me dirigí a donde se encuentra la Academia de Ciencias Tomas Romay de las calles Bayamo y Barnada, al  indagar la procedencia  de esa flor y sus  beneficios, nadie lo sabía. No fue ya en España que busqué en  Internet y supe su nombre científico Celosia Cristata y que era un poderoso hemostático.


Madrid, 2 de septiembre de 2020

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