27 noviembre 2020

MI VIAJE A ESTADOS UNIDOS

 


Testimonio

Ocurrió en 1990 y creo firmemente que la mano de Dios obró para que pudiese realizar ese viaje.

Por los lazos de amistad que me unían a Inés López Ortiz  a la que  siempre he considerado como mi segunda madre por su ayuda incondicional a mi persona y todo el amor y buenas enseñanzas que me  ofreció, nunca dejé de comunicarme con ella desde que viajó en junio de1968,an España, frustrada por haber perdido todas sus propiedades por la injusta intervención del nuevo gobierno revolucionario implantado en Cuba el 1 de enero de 1959 y ver como  se le expropiaba de todo lo que había adquirido con trabajo y sacrificios, entre ellos su ganado de raza, al verlo pasar por el camino no tuvo otra opción que marcharse del país, a pesar de dejar atrás toda su familia y principalmente a sus padres muy ancianos. Primero a Madrid, España, con la ayuda recibida por Ricardo Barroso (Hermano de su cuñada Carmen) al que ella a su vez  había ayudado cuando él también decidió abandonar el país. Ya en Madrid, tuvo que  aceptar trabajar como doméstica en casa de una familia cubana-española al cuidado de varios niños, muy malcriados, que la humillaban mucho. Una  noche sufrió un infarto cerebral, al no poder levantarse, el dueño de la casa que era el español la ingresó en un hospital y gracias a ese  buen gesto, mejoró  y después con un bastón viajó a Estados Unidos de Norteamérica. Se estableció en Hialeah y comenzó a trabajar en  factorías. Así pudo adquirir la casa que más tarde cedió a su sobrino Pepín y familia. Ella con su  trabajo y esfuerzo  logró sacar a buena parte de su familia.

 Como me prometió al despedirse de mí, nunca me olvidó. Nos comunicábamos primero por cartas y ya en 1990 tenía una opción por 10.00  pesos m/n de  poder hablar con ella unos minutos desde mi ciudad de residencia en Santiago de Cuba a New Jersey donde ella vivía en esa  época. Siempre preocupada por su estado de salud y bienestar, pero… en una ocasión y sabiendo que las leyes migratorias  ofrecían la posibilidad de poder visitar ese país pasados los 55 años, me encomendó visitar a sus familiares más cercanos en El Rodeo, El Caney  y ofrecerles su invitación. Así lo hice y visité uno por uno a hermanos y sobrinos, todos la rechazaron, unos… por problemas familiares y otros por índole político, algunos estaban comprometidos con el proceso revolucionario imperante por trabajar o estudiar y temer represalias.

Así se lo hice saber en la siguiente llamada, por lo que me dijo algo que me sorprendió: _¿Por qué no vienes tú? ¿Yo Inesita? _ ¡Si! Dame tus datos que te voy a hacer una invitación. Así lo hice y en menos de un mes tenía la invitación y la transferencia bancaria para el costo del pasaje. Lo primero que hice fue tramitar el pasaporte cubano, después solicitar  la visa en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, poco tiempo después  la había obtenido por  6 meses. La próxima gestión era presentar la solicitud de permiso de salida o sea obtener la llamada Carta Blanca en Inmigración y Extranjería que se encontraba  entonces situada en la calle San Basilio entre San Félix y Carnicería. Allí me atendieron una  tal Brenilde y Carlos Martínez. Sin este requisito no se permitía viajar.

Muy entusiasmada esperaba la Carta Blanca para poder  viajar, iba todas las semanas y siempre estos funcionarios me decían que no había llegado. En una ocasión me  recogieron  el pasaporte ya visado.

Llegó el mes de diciembre y al ver que casi se vencía la visa Me arrodillé delante de mi  cama e imploré a Dios: ¡Señor si quieres que viaje a Estados Unidos, hoy me vas a abrir las puertas! Sentí una gran seguridad y tomé 50.00 pesos que era lo que costaba el pasaje de avión a La Habana. Me dirigí a Inmigración y Extranjería, como otras muchas veces. Al llegar y sentarme a esperar que me atendieran, me llamaron a la oficina y allí no estaban ni Brenilde ni Carlos Martínez, sino una  mujer oficial  vestida de verde oscuro y de imponente presencia, supuse que sería la jefa. Lo primero que me preguntó qué quería, les expliqué el tiempo que hacía que había solicitado la Carta Blanca y que ya se me vencía la visa. Me preguntó: - _¿Por qué no se la han dado? Con voz tenue le dije¨_¡ No sé! _ Me pidió el pasaporte, le hice saber que se encontraba allí, se paró y abrió una gaveta de un archivo con fuerza, pude ver varios pasaportes, por lo que supuse que a otros tampoco le habían dado el solicitado permiso. Volvió a preguntarme:_ ¿Por qué no se lo han dado? _ Mi misma respuesta:_ ¡No lo sé!  Y cogió mi pasaporte con la misma forma enérgica abrió una gaveta de su buró y extrajo un cuño y con fuerza lo estampó en una hoja de mi pasaporte y me dijo:_ ¡Ya puede viajar! _Volví a preguntar:_ ¿Y la Carta Blanca? _¡ Ya con esto basta!  _me respondió, le di las gracias y salí   muy contenta rumbo a las oficinas de Cubana de Aviación, que entonces se encontraban  en  los bajos  de la Iglesia de la Catedral  por Santo Tomás. Eran  cerca de las 5.00 de la tarde y la que me atendió solicité un pasaje para el día siguiente si era posible para La Habana. Esta  revisó y me dijo que todos los pasajes estaban vendidos hasta el  2 de enero. Quejumbrosamente le plantee la necesidad que tenía de viajar a La Habana lo antes posible. Volvió a revisar y me dice:_ ¡Espere, aquí tengo una cancelación para el vuelo de mañana!_ Me dije: ¡Ese es el mío! En efecto la vi redactar el nuevo pasaje.  Salí de prisa y al llegar a la calle San Carlos 257 de mi domicilio fui  de casa en casa de mis vecinos más cercanos a  anunciarles:_ ¡Mañana  me voy para La Habana en el primer vuelo, escriban a su familia cartas y teléfonos para llevárselos! Entre en mi casa y no sé cómo me dio por mirar el pasaje_ ¡Ay Dios mío! La funcionaria se equivocó y me hizo el pasaje con el mismo nombre de la que lo  canceló, una tal Amparo. Corrí calle arriba y cuando llegué la oficina estaba cerrada, pero al parecer una había una reunión, toque y me decían:¡Cerrado!  Y yo por los cristales les gritaba:_ ¡Pasaje equivocado!-  Salió la misma que me lo había hecho para comprobar su error y rápidamente me lo arreglo con mi nombres y apellidos correctos. Como todavía se podía hacer en esa fecha pedí un taxi bien temprano que me llevó al aeropuerto Antonio Maceo. Deseaba lo más rápido posible viajar, pues suponía que si Carlos Martínez y Brenilde se daban cuenta me impedirían viajar, ya que suponía que estaban al tanto de mis actividades opositoras de regar octavillas por toda la ciudad y varias  pueblos más de otras provincias y sospechar que había sido delatada por una confidencia que me  había alertado en mi propia cuadra un miembro de los Comités de Defensa de la Revolución.

Llegué a La Habana en la mañana y tomé otro taxi hasta la casa de mi hermana Merceditas en la calle 104 entre 37 y 39 Marianao. Le tiré el maletín y brevemente le explique que iba a las oficinas donde se cambiaba la transferencia del banco por el pasaje. Estaba por cerca del rio Almendares. Allí la misma repuesta: _ Todos los pasajes están vendidos hasta el 2 de enero. Mis mismos lamentos, que si no tenía  donde estar tantos días en La Habana… que si necesitaba viajar cuanto antes… Y me sugirió:_¡ Compre el pasaje y se va el Lista de Espera! Pregunté_¿Existe las Lista de Espera? : Me respondió  afirmativamente :-  Va al aeropuerto temprano y si quedan asientos vacios se va. Lo compré. Al llegar de nuevo a la casa de mi hermana le dije que cuanto antes me iba  en la Lista de Espera.

Después de visitar a mi hermano Ninito y familia en Lawtón me levanté muy temprano el día 23 y cogí una bolsita de las que llaman en Cuba Cubalse con el pasaporte, el pasaje, un monedero y una libreta de direcciones y por las calles aún oscuras me dirigí a la parada de ómnibus cerca del Hospital  La Liga Contra la Ceguera al aeropuerto José Martí. Mi hermana me alertaba que  tuviese cuidado a andar por esas solitarias calles a esa hora, yo como siempre orando el Salmo 23. Entonces no era en el edificio principal, sino en unas casetas improvisadas  hasta que edificaran la Terminal 3. Al llegar allí, había una cola, cogí el número  4 de los posibles asientos vacios. Detrás de mi  llegó  una señora que me dijo vivir en Centro Habana. Pasadas las 8 de de la mañana los funcionarios comenzaron a chequear a los pasajeros con reserva de ese día, al final pidieron 6 de la Lista de Espera, uno por uno fue chequeado y al llegar a mí, entrego los documentos y veo que llega una mulata muy jacarandosa, entra en la parte de  adentro y le da besos a todos, al parecer muy conocida de ellos y la señora que estaba detrás me dice:_ ¡Nos desgraciamos, esa se lleva los  pasajes que quedan! En efecto un momento después me entregan mis documentos y secamente me dice:¡Se acabaron los asientos disponibles!  Todavía replico: -¡Usted no dijo que había 6 asientos y yo tengo el  4?_ Me responde: Pero ella es de protocolo y tiene preferencia.  La de atrás de mí quiso protestar y resueltamente le digo:_ ¡Somos el  1 y el 2 de mañana!

Nos pasamos el resto de la mañana allí cuidando la cola, ella me sugirió que fuera a la casa de mi hermana, me bañara, comiera y volviera por la tarde, después se iría ella a la suya y vendría a media noche hasta el amanecer. Así lo hice. Cuando llegué  a la casa de mi hermana esta me dijo asombrada:_ ¡Te hacía ya en Estados Unidos! Le conté las peripecias ocurridas y que volvía por la tarde, ella me aconsejaba que me quedara a pasar la Noche Buena y el fin de año con mi familia y que me fuera el día 2_ ¡Nó, mi hermana me voy cuanto antes, yo las paso en Miami!

De nuevo volví al aeropuerto, mi compañera se fue a su casa y ya de noche los funcionarios me dijeron que no  podía estar dentro, por lo que salí a la intemperie y me senté en un bordillo, menos mal que siendo el mes de diciembre no hacía casi frio. A un lado una letrina.  A media noche llegó  la  compañera  y trajo bocaditos y un termo con café con leche. Merendé y allí amanecimos.

Al  igual que el día siguiente comenzó el chequeo de los pasajeros con asiento reservado. Siempre uno de los funcionarios bastante pesado decía una y otra vez: _¡No hay asientos para la lista de espera! Nosotras firme sin movernos de la cola. Ya chequeado todos dan la mala noticia que el vuelo se había suspendido por falta de avión. Allí comenzaron las protestas de los pasajeros chequeados y esta duró hasta pasadas  las 4.00 de la tarde, nadie se movió de allí, nosotras expectantes a ver qué sucedía cuando anunciaron que se había rentado un avión de una línea aérea de Haití y que solo llevaría a los pasaros ya reservados. Con paciencia esperamos que pasaran  al  otro  salón todos, entonces el funcionario pedante anunció que había dos asientos disponibles. ¡Eso eran los nuestros!_ De nuevo entregué mis documentos y tardíamente el funcionario me los entregó, ¡Ya podía viajar! No pude prescincindir de mi innata rebeldía y le dije:_ ¡Qué abusador es usted! Sabe que estamos desde ayer aquí y mire la  lija que se ha dado!_ Me dice:_ ¿De dónde es usted? _Les respondo:_ ¡Soy de Santiago de Cuba! _ Me dice:_ ¡Tenía que ser! En tono muy despectivo, vuelvo y le digo:_ ¡Si, la cuna de la  revolución pero el niño está  en La Habana! La de atrás me decía que  me callara, que hasta me podían quitar el pasaporte. Lo  apreté en mi pecho_ ¡Qué me lo quite! 

Así pasamos al siguiente salón donde pude ir al baño, asearme algo, ya que desde el  día anterior no disponíamos de ese servicio.

¡Por fin abordamos el avión! Ya dentro  instaladas en nuestros asientos esperé que el avión cogiera vuelo y comencé a dar gracias a Dios y a cantar alabanzas. Una pasajera me preguntó:_ ¿Usted es cristiana?_ Sí, le respondí  afirmativamente.

Recuerdo a las aeromozas  haitianas muy bonitas, bien vestidas y maquilladas. En pocos minutos ya se divisaban los cayos de la Florida y en 45 aterrizábamos en el aeropuerto de Miami.

Yo que nadie me esperaba miraba asombrada la cantidad de personas que estaban esperando a sus familiares y amigos del  lado allá de un grueso cristal con banderas cubanas y mucha alegría cuando se me acercó un hombre que dijo ser de apellido Llauradó, nunca olvidaré su rostro amable  me preguntó si nadie me esperaba y le dije que  había llegado  por la lista de espera y no me había dado tiempo de avisar a mis amigos que m e recogieran. Me preguntó si tenía los teléfonos. Yo sin equipaje y solo mi bolsita de naylón entre las manos. Saqué la libreta de direcciones y teléfonos y este señor me llevó a un teléfono, depositó una moneda de 0.25 centavos donde pude llamar a la casa de mi amigo y casi hermano José  López Rodríguez (Pepin)  y sobrino de Inesita. ¡Qué casualidad la que  cogió el teléfono era la propia Inesita que se  había ido a pasar las navidades con sus tres sobrinos: Manolo, Martha y Pepin y otros familiares y amigos. Cuando escucho su voz le digo:_ ¡Inesita soy yo, estoy ya en Miami! Esta asombrada dio un grito:_¡ No te asuste, te vamos a recoger ahora mismo!_ ¡No, no tengo miedo! Esperé en el salón de salida separado por el grueso cristal, ya no había nadie, todos se habían marchado. Cuando veo a Inesita y un sobrino nieto Pepincito. Hacía 22 años que nos veíamos.

Llegamos a la casa de Pepin en Hialeah, una residencia compuesta por  salón grande, dos habitaciones, baño y cocina, al lado  lo que le llaman Ofischer, más pequeño y alquilado a otros cubanos.  Allí fue apoteósico el recibimiento, ya la cena de ese día de Noche Buena estaba sobre la  amplia mesa con un cerdo  asado y demás alimentos propios de esa festividad al estilo cubano. Migdalia la esposa de Pepin me preguntó por mi equipaje – ¡Yo no traje nada, vine en la lista de espera!  _ me sugirió bañarme. Allí me vi en una bañera llena de perfumada espuma y al salir ya tenía sobre  la cama ropa, zapatos y todo  lo que me pudiese hacer falta,  hasta pendientes, Martha y la espesa de Tommy , hijo mayor de Migdalia y Pepin también me habían llevado vestidos y batas de dormir.

La cena fue espléndida con toda la familia, me hacían preguntas sobre la situación en Cuba, me tiraban vídeos. Fue una noche inolvidable el mi primer día en Estados Unidos.

Nos acostamos pasadas las 12.00 de la noche. Al día siguiente me levanté con un poco de dolor de cabeza, parece que el exceso de comida y bebidas de la cena. Mi prima Romelia Skobin  había venido de California a pasar unos días en Miami y visitar a el resto de la familia, me fue a buscar para llevarme a la casa de mi tío materno Camilo Rodríguez Marañón, antes al decirle que me dolía la cabeza insistió en que me tomara una pastilla de un calmante  llamado Advil, yo le explicaba que no tomaba cualquier calmante ya que era alérgica a la aspirina, pero a su instancia me lo tomé. Llegamos a la casa del  tío Camilo y su esposa  Ibia Montaegut Rodríguez. Allí conversando de diversos temas mi tío decía que deseaba volver a Cuba y yo le respondía:_ ¡Iras morirte de hambre! Ya estaba el mal llamado Período Especial en su apogeo y faltaban los principales alimentos.

Al poco rato comienzo a sentir un picor en los ojos, pido ir al baño y observo  ronchas rojas alrededor de los ojos, me doy cuenta que el calmante me había producido  alergia, les digo asustada que me lleven a un hospital, que estoy intoxicada, ellos alarmados me dicen que no se puede, que eso cuesta un dineral, entonces suplico:_¡Busquénme Benadrilina! _ Ibia y mi prima Romelia salieron presurosas a buscar una farmacia, mientras… me arrodille y pedí a Dios que  ya que no podía ir a un hospital y recibir atención médica y no estaba en mi país, que me sanara. Llegaron casi corriendo  Ibia y Romelia con un pomo de Benadrilina líquido, me lo tomé casi entero y continuaba orando. Gracias a Dios se me quitaron las ronchas.

Cuando  Inesita  se enteró de lo que me había sucedido y la negativa de llevarme a un hospital, me dijo:_ Yo lo hubiese pagado. Así era de generosa.

Al día siguiente Pepincito, hijo de Pepín y Migdalia nos llevó a Inesita ya mí a Miami Beach, a la playa frente al Hotel  Fontaine Blue, que me  era conocido por las postales que  me mandaba   mi  enamorado Santiago del Rio Vincens en los finales de los años 50. Majestuoso adornado   de rocas. Pepincito se dio un baño, a mi no me gustó ver las aguas sucias y revueltas, nada parecido a Varadero.

En los días siguientes  conocí  los principales  lugares de interés turístico, los Everglades y hasta la Hermita de la Caridad. Visité a mis amigas Adelaida (Yaya) y su hija Edelmira (Mirita) Eran vecinas nuestras  en la calle  Lira 57 entre Mestre y Saco, Mantilla, se fueron del país como  perseguidas religiosas en 1980. Ahora tenía un apartamento muy bonito y bien amueblado, frente al un super mercado Sedano, cené con ellas y me llevaron a conocer su iglesia Adventista del  Séptimo día, nos tiramos fotos y Mirita me dio un paseo por los principales comercio y calles muy adornadas con motivos navideños de la ciudad.

En esos día hice contacto con  mis amigos y compañeros de la lucha clandestina Carlitos Corrales y Miriam de la Torre, éstos me llevaron a su casa y hasta  querían que me quedara, me iban a presentar a un buen partido que se había quedado viudo y deseaba encontrar una buena mujer para volver a casarse, tenía una  buena casa, pero eso no estaba en mis planes, siempre manifesté mi deseo de volver a Cuba junto a mi hermano Antonio.   Me llevaron a conocer Los Cayos de la Florida un día entero, llegamos hasta el último donde dice: _ A 90 millas de Cuba, fue muy emocionante, nos tiramos fotos, También constaté con la familia Miguel  Reyes, Guillermito me fue a buscar un día, me llevó a la casa donde vivían su madre Justina Reyes, su hermana Mirna, su esposo e hijos. No tiramos muchas fotos y conversamos de muchos temas de la actualidad política que se vivía en Cuba, en una de esas veo a Guillermito que  hablaba por teléfono y me llama_ ¿Sabes  con quién estoy  hablando? Y me da el teléfono, era el Comandante Hubert Matos Benitez, hablamos bastante y le conté que en Cuba se escuchaba mucho la emisora radial que él había fundado La voz del CID (Cuba Independiente y Democrática) Me invitó a  visitar su casa y al día siguiente  mandó su chofer en un  Limousine negro con cristales  también  negros y ya en su casa tuvimos una  amena charla, le hablé de mis actividades opositoras regando octavillas como único medio de manifestar mi desacuerdo con el sistema. Me invitó a que me quedara, de nuevo reusé, le dije:- Mi puesto está en Cuba, yo regreso.

Pepincito e Inesita me llevaron a la casa de su prima y muy amiga mía en Cuba, Irma López Melián, seguía siendo tan bella como cuando estaba en Cuba, se  casó con Iraelio Chades,  Inesita y yo le hicimos su traje de novia muy lindo con muchos vuelos de tul  hasta la cola. Viajó a Estados Unidos en los años 50 donde ya vivía su hermana Enma, de allá trajo a una hija, ahora tenía varios varones. Su casa muy bonita y adornada con motivos navideños como casi todas en las que estuve.

También visité a Miriam Lorenzo Maceira, hija  de mi amiga Miriam Maceira, estaba  casada con unos de los integrantes del disuelto Cuarteto Los Barba y tenía dos hijos, un varón y una hembra de meses  me regaló una linda blusa morada y un mosquitero para mi futura sobrina Madai.(Nació el 2 de mayo de 1991)

En esos días llamaba  a todos  mis familiares y amigos, nunca mi prima Adría Monteagut Rodríguez me atendió, por lo que no la pude ver a pesar de las buenas relaciones que habíamos tenido en Cuba antes de irse, no así una prima desconocida hija de mi tío Marcial llamada Xiomara, en cuanto supo que  estaba en Miami me llamaba todos los días y  me   fue a buscar a mi llevó a su casa donde estaba casada y con hijos. Me ofreció una  comida, me regaló una bata de casa azul  muy bonita. Tampoco en mi visita pude ver a mis primos Serafin y Yolanda, hijos de Camilo e Ibia. Solo a Licet y su marido me visitaron.

Otras de mis amistades fue la familia Dulac, Ada fue mi amiga y compañera de trabajo después de las  intervenciones de nuestros comercios en 1963, su  hermano Luis tenía dos panaderías El Cristo Rey y El Cristo de Limpias. Su sobrina  Nuriam, era mi amiga, muy simpática. Me hicieron regalos, entre ellos una  blusa color crema muy fina.

Por mis contactos, el teléfono sonaba a cada rato y ya me decían:_ ¡Cógelo que es para ti!

Así visité a muchos familiares y amigos, uno de ellos fue mi primo Nelson Ulloa Rodríguez, todos me hacían regalos y me obsequiaban dólares. Visité a  mí también  prima Dagmara Gamayo que vivía con su esposo, su hija  Jaqueline, su esposo y su pequeña nieta Elizabeth.

Siempre con invitaciones a comidas y regalos.

Estuve en Miami hasta el día 30, antes de irse Inesita me llevó en compañía del atento y servicial  Pepincito a un cementerio, no era como  los conocidos por mí, más bien parecía un parque con un césped muy verde y pequeñas plaquitas con los nombres de los fallecidos que descansaban allí, me mostró dónde  se encontraban enterrados su esposo Armando Asensio  y su hijo Edgar y me  manifestó que había comprado ese pedazo de tierra para cuando ella falleciera la enterraran allí. Me contó el final trágico de Edgar. (En relato de otros amores cuento la participación que tuvo en mi vida amorosa) Este joven  era estudiante de medicina  en La Habana, ya en el período insurreccional de la lucha  para  derrocar a Fulgencio Batista y Zaldívar por parte de Fidel Castro y sus seguidores, para evitar que se involucrara en esa contienda, sus padres decidieron que continuara sus estudios en España. Allí estuvo mientras duró la guerra, al regresar se sintió marginado y despreciado por los que  habían sido sus compañeros de estudios y amigos y que se habían incorporado a la revolución. Esto lo llevó a una gran depresión nerviosa, sus hermanos mayores se encontraban hacía años en Estados Unidos en el estado de New Jersey, ya se había ido también la hermana menor Caridad, más conocida por Cary y sus padres también le gestionaron la forma  que pudiese irse y reunirse con ellos. Ya no vivían en la calle Paraíso, sino que había fabricado una hermosa residencia en la calle J del  reparto Sueño, su esposa Blanca Fernández Quintana, que desgraciadamente enfermó de cáncer, murió en 1968 en el Sanatorio de la Colonia Española. Entre Inesita y su cuñada Luisa la cuidaron. Armando al quedar solo y sin trabajo, había sido Administrador  del Banco City Bank Canadá  que ex –propio la revolución, un importante banco de la ciudad, también se  reunió con sus hijos en Estados Unidos. Edgar continuó muy deprimido  y un día se privó de la vida suicidándose de un disparo en la sien.

El día 27 Inesita  volvía a su casa en New Jersey  en avión, quiso reservarme un pasaje para que me fuera junto con ella, le dije que prefería ir en autobús para conocer más y  me compró pasaje para el día 30 en Ómnibus  La Cubana. Migdalia me preparó una bolsa con bocadillos, frutas y dulces, ya que el viaje era largo. Como ya en New Jersey hacía mucho frío me prestó un abrigo azul. Salimos de Miami a la 1.00 P.M. muy puntual y casi todo los compañeros de viaje eran cubanos, me senté junto a una puertorriqueña  llamada Judith, muy atenta, no me dejaba pagar  nada en las cafeterías que se  hacía parada. Íbamos muy alegres charlando y yo haciendo cuentos. Transitábamos  por Orlando, me asombré al ver un gigantesco sombrero mexicano en una feria o parque de diversiones. Pasamos  por la amplia autopista por un lado del Capitolio de Washington,  como una réplica del Capitolio Nacional de La Habana, Carolina, Virginia. En una de las cafeterías   que paramos, vi  en la pizarra con más de 100 ofertas:  -Sándwich cubano, me llamó la atención. ¿Desde cuanto no lo comía? _Pedí  uno, además tarta de manzana y un refresco  Sevenó. Judih me  dijo:_¿Te vas a comer todo eso?   Y cuando  lo sirvieron  pude observar que e l sanwich era  enorme. ¡Imposible! Solo lo mordisqueé.  No  me gustó la forma en que Judith trato a una joven camarera, que al parecer era  nueva en el trabajo y tenía poca experiencia y fiel a mi forma de ser ante conductas inadecuadas le llamé la atención, que así no se trataba a una persona.

En el largo trayecto por la autopista paramos en varios lugares, para merendar o ir a los servicios sanitarios. No  dormí de entretenida  con los demás pasajeros. Me llamaba la atención cómo iba cambiando el paisaje y el clima, de Miami, parecido a Cuba, después los árboles con sus hojas de colores amarillos y naranja,  ya se veía nieve. Llegamos a New Jersey a las 26 horas de viaje o sea a la 3.00  P.M.  Allí me esperaba Inesita en un taxi de un amigo, la nieve como de un metro de espesor. Llegamos a la calle Summit 1143 a la modesta casa de Inesita, que era un edificio de tres plantas, con un pequeño jardín delante con una mustia  mata de rosas con la flor congelada, en la planta baja vivían unos cubanos con su hija, el segundo el de Inesita y arriba Hilda, otra cubana, debajo tenía lo que le llaman weisman o sea un sótano, al fondo un zaguán grande donde se guardaban  coches y carros, a un lado a la izquierda otro apartamento pequeño donde también vivían otra pareja de cubanos. El de Inesita estaba compuesto por salón con cocina americana, baño y una habitación. Todo era de su propiedad que con sacrificios y mucho trabajo había adquirido, según me contó, trabajando en factorías en New York  a una americana que le anunció un día que vendía la propiedad, Inesita asombrada le preguntó si debía de mudarse a lo a que ella le dijo:_ ¡No,. Se lo vendo a usted!  Así  hizo el trato, le dio el efectivo que tenía  y lo demás se lo pago con el alquiler y su trabajo.  Ya en esa fecha se había casado con Armando Asensio, ya que al encontrarse en Miami éste le propuso que si estaban solos ¡Por qué no se casaban? Así lo hicieron, en fotos vi que se vistió  de gris plata y recuerdo que su madre en Cuba quiso festejar la boda de su hija e hizo reunir a todos  los hermanos y sobrinos  e hizo una fiesta con cake y demás  cosas propias de una boda. Inesita al ayudar a salir de Cuba principalmente a sus 3 sobrinos, ya había comprado la casa principal se la dio a Pepin y familia y se fue a vivir con Armando en el Ofischer, pero Armando seguía bañándose en la casa principal que tenía  bañera, pero un día escuchó a Migdalia que era muy escrupulosa decir que le daba asco que ese viejo se bañara en el suyo. Armando cuando Inesita vino del trabajo  tenía sus maletas preparadas y le comunicó lo sucedido y que se iba a New Jersey con sus hijos Armando, Raúl y Cary, a lo que ella  le respondió que era su esposa y se iba con él. (Armando le llevaba muchos años) Así fue como se radicó en New Jersey, hasta que Armando falleció y  rogó que  deseaba  descansar junto a su hijo. Inesita costeo el viaje y lo enterró  en Miami.

  Sus vecinos la criticaban que siendo la dueña viviera más austera que ellos que tenían sus pisos muy lujosos con muebles y cortinajes de encanjes. Así era Inesita, despojada de orgullo y vanidad, lo mismo que era en Cuba a pesar de su buena situación económica.

Esa tarde  me dijo que en una sociedad de cubanos se iba a celebrar la fiesta de fin de año, que estaba invitada, que si yo deseaba ir, le dije que prefería quedarme con ella en la casa, por lo que  sus amigos y vecinos le trajeron tantas cosas de comer, que en los  21 días  que estuve allí no se terminó, pavo, pasteles, cake e infinidad de frutas.

Me di  un buen baño, no se sentía frio por la calefacción y por la encristalada ventana vi el magnífico espectáculo de ver caer la nieve en pequeños copos girando constantemente. ¡Qué hermoso! Era la primera vez que lo veía. Afuera la nieve que había que quitarla con sal y con una pala para poder salir a la calle.

Esperamos las 12.00 de la noche el nuevo año 1991 tomando las 12 uvas con 12 deseos, el primero mío que Cuba recobrara la libertad.

La vecina Hilda muy atenta me prestó un abrigo de piel que me daba por los tobillos, adecuado  al clima frio de New Jersey  y unos  botines de un número mayor al mío, pero especiales para caminar y no resbalar en la nieve, lo cual era  peligroso, también un vestido blanco y negro con la falda plisada que me gustó mucho, pull overs  y faldas. _Me contó Inesita que un día se cayó en  la calle y fracturó un tobillo y demandó a la ciudad y le pagaron de indemnización 10.000 dólares.

Al día siguiente Inesita me llevó a conocer algo de la ciudad, llamé por teléfono  mi amiga Marilyn Tutusaus que también vivía allí, me fue a buscar en su coche y me llevó a su casa, después a New York, por lo que atravesamos  por un puente el  rio Hudson todo cubierto por la nieve.  Muchos patinando y yo asombrada pensaba:_ ¿Si se rompe una de esas placas de hielo? Visitamos a una prima y paseamos por la 5ta. Avenida  adornada con  pequeños árboles de navidad dorados a ambos lados y mucha gente transitando ver el Gualdo Astoria, Broadway, donde puede apreciar los grandes rascacielos, Brooklyn y Manhattan, la Estatua de la libertad y hasta en  el  Parque Central  la única estatua  ecuestre de José Martí.   Desde la casa de Marilyn se veían de noche las Torres Gemelas. Ella y su  pareja me invitaron al día siguiente a ir a Elizabeth a un restaurant portugués donde nos sirvieron algo inolvidable: Un arroz ensopado de camarones con vino y ensaladas.

Llamé a Valeria Soto Miguel, hija de Victoria Miguel, tía de Carlos Miguel, de la misma familia de Guillermito. Me fue a buscar y también me paseo por todo New York.  Tenía una bella casa en Elizabeth que parecía una postal de navidad, de ladrillos rojos y el techo nevado, allí vivía con su madre, esposo y un hijo. Quise comer una hamburguesa  Mac Donald,  al parecer allí era algo muy insignificante y a Valeria le daba hasta pena, por lo que dio muchas vueltas y me llevó a una Mac Donald apartado. Pude saborear algo que desconocía.

Victoria me dio blumers para  que se los  llevara a su hermana Bertha, con la que también siempre tuve buenas relaciones de amistad., aunque ya mi maletín estuviese completo con los  kilos autorizados.

Inesita tenía un amigo que guardaba su camión en el patio de atrás, que también era de la propiedad de ella,  nos invitó, mientras  repartía huevos a conocer otros pueblos cercanos como Newark. Otro día reservó una excursión con Hilda a Atlantic City a visitar el famoso casino de juegos Taj  Mahal que es una  réplica del palacio que se encuentra en la India. Me fascinaba ver lo lujoso que  era, las  lámparas  costosas que pendían del techo, los pasamanos las escaleras doradas como si fueran de oro. Fuimos en autobús, al llegar nos entregaron una bolsa con 20.00 dólares para jugar. Entramos en la sala de juegos con muchas mesas, máquinas y jugadores. Nunca había visto cosa igual en mi vida, me puse a jugar en compañía de Inesita e Hilda, Lo perdí  todo, Inesita me dio más dinero, también lo perdí, al igual que ellas, por lo que desencantada le dije:-¡Este lugar es diabólico, juro que jamás volveré a  pìsar otro! _ Inesita me corrigió_ ¡No digas eso por favor!

Salimos a ver la playa, más sucia y revuelta que la Miami Beach. Después pasamos al restaurant de buffet libre, cogí una  bandeja y quise probar casi todo lo que se ofrecía, me dice Inesita-¿Te vas a comer todo eso? Otra desatino mío, solo probar pequeños  bocados de todas las exquisiteces que había cogido.

Allí pasamos el día hasta que nos volvió a recoger el autobús por la tarde .De todos modos el fabuloso casino no me gustó.

Uno de esos días recibí una visita sorpresiva, al parecer Inesita  había hablado con Enriquito Gallart, mi  enamorado de tantos años,  que vivía en Texas y nos visitó en una fría  mañana. Como antes me ofrecía matrimonio si me quedaba, estaba divorciado y tenía un hijo, creo que me dijo que vivía en Puerto Rico. Como otras veces  rechacé la propuesta: ¡Yo vuelvo a Cuba!

Cosas que nunca olvidaré de New Jersey eran las invitaciones que Inesita me hacía de comer fuera e íbamos a un restaurante chino donde  hacían  una sopas riquísimas, que  jamás he podido saborear ni en el Restaurante Mandarin  de La Habana, ni  tampoco en  España, así como los  tacos colombianos.

Uno de esos 21 días que estuve en New Jersey, unos amigos de Inesita pinareños, bastantes ostentosos por cierto, tenían una apartamento muy lujoso, nos invitaron a una comida, me preguntaron qué deseaba comer:_ Tasajo. Les sorprendió una comida tan burda dado su alto nivel de vida, pero en realidad eso es lo que deseaba probar antes de volver a Cuba. Se  hizo en el  weisman. (Sótano) Equipado con una  bien surtida barra y banquetas  alrededor. Allí una  larga mesa cubierta con un fino mantel de hilo bordado, vajilla de porcelana, copas de bacarat y cubiertos de plata. Había otros invitados, entre ellos el cura de la parroquia a la que ellos asistían. En mi sencillez de espíritu no me sentía cómoda entre gente de tanta  aparente alcurnia. No faltaron las  velas a cada  esquina de la mesa. Por supuesto otros delicados manjares como asados, arroz y diversas ensaladas, vino, cerveza y refrescos. Las conversaciones insulsas como para demostrar lo que eran.

En realidad no me gustó New Jersey, ni nada que había visto hasta ese momento en la gran potencia.

Mi familia de California deseaba que yo fuera a visitarlos y no se cansaban de llamarme, siempre les decía  que mi compromiso era con Inesita y que deseaba pasar el mayor tiempo a su lado. Solo  disponía  en mi estancia en ese país autorizado por Cuba, 20 días, por lo que la  buena Inesita  mandó mi pasaporte a Washingtón  solicitando una prórroga de 20 días más, serían 40, para ello pagó lo mismo que costaba el pasaje; 320.00 dólares.

Ya se rumoraba que iba a estallar la guerra del  golfo y una noche nos pusimos a orar y vi claramente que sí, iba a haber guerra. Inesita  asustada me decía que no  debería viajar a California ni a ninguna parte en avión, pues los terroristas podían hacerlo estallar en el aire. Ya mis  tíos por parte de madre y padre, Manolito, Emelina  (Nana) y mis primas Xiomara y Romelia habían costeado mi pasaje de Newark  a Los Ángeles, primos que vivían en California en el  Valle de San Fernando y en Chalowort, con mi tía Rosa. Inesita insistía que no me fuera, me di cuenta que lo que deseaba era que me quedara con ella, que ya no tenía buena salud, una úlcera en una pierna que no se le curaba. Me lo dijo en una conversación de las muchas que tuvo conmigo en aquellos 21 días de mi estancia en New Jersey,lo que me ofrecía que si me quedaba, me daba todo lo que tenía, me enseñó un jarrón en una esquina del salón dónde estaban sus joyas, que nunca iba a tener que trabajar en ese país. Le decía con pena que no podía abandonar a mi hermano y ella me  reafirmaba:_ Si te quedas lo sacó por dónde sea posible. En aquellos tiempos no era fácil, tal vez a través de un tercer país. Yo seguía empecinada en que volvía a Cuba, aunque con dolor vi lágrimas en sus ojos, ella me conocía bien y sabía que  conmigo nada le iba a faltar, o sea: Mis cuidados y cariño como antes lo había hecho desinteresadamente con sus padres y familia. Aunque ella me exhortaba  el  peligro de viajar desde New Jersey a los Ángeles le respondía  segura: _¡ No voy a dejar de conocer a California por miedo, yo me voy!

En mi estancia en casa de Inesita me contó muchas cosas de su vida, algunas las sabia por  boca de su cuñada Aracelis Grajales Sánchez, (Tata) esposa de Ángel  (Gelo) que vivían  al lado de la casa principal de la familia López Ortíz. Me tenía mucha confianza y contaba secretos de la familia. Yo era sumamente discreta y jamás lo comenté con nadie.  Inesita me enseñó fotos de su juventud  en la que había sido Reina de un carnaval por su belleza y hermosura y sus frustrados amores  con Roberto, el  hermano de Tata. Toda la familia se opuso a esas relaciones por ser Roberto  mestizo y conductor de tranvías, era un joven  muy bien parecido y con una voz  admirable cantando los tangos de Carlos Gardel,  entre ellos  su cuñado José Fernández Quintana (Pepe) Que ejercía mucho dominio en la familia._ Fue tanta su frustración que  jamás  tuvo otro novio y se dedicó a trabajar arduamente para  forjarse por su propia cuenta un mejor porvenir y cuidar de sus padres, hermanos y sobrinos. Se hizo profesora de Corte y Costura por el método Científico Moderno  María Teresa Bello. En el pueblo, en lo que fue la casa de su abuela Inés Ortiz y en ese tiempo vivienda de su hermana Luisa, su esposo Pepe y sus dos hijos Pepe Luis y Jorge puso una academia de corte y costura, tenía muchas alumnas del pueblo, entre ellas yo, que me enseñó con mucho amor y paciencia a coser, bordar y tejer, además como cosía tan bien, tenía muchas clientas hasta de el lujoso y exclusivo reparto Vista Alegre.

 Al triunfo de la revolución le cerraron la academia y todavía me pregunto:_ ¿Qué daño le hacía a la revolución que una persona muy capacitada enseñara a coser, bordar y tejer a muchas jóvenes?

Más tarde y ya con más recursos el Dr. Andrés Escanaverino que tenía una pequeña finca en frente A La Dolorita (La finca de Jacobo López y familia) llamada Villa Florida compuesta de un terreno de frutales como mangos y marañones, entre otras frutas y árboles,  un arroyuelo en su parte más baja que salía frente a los  manantiales de Maisí. Tenía su amplia residencia en la parte más alta y con una magnífica vista, de mampostería y cinc, pintada de amarillo. Se subía al cruzar una amplia puerta de hierro por un camino  bordeada de plantas ornamentales y frondosos  eucaliptos. Era médico y atendía a enfermos de toda esa zona y hasta de la ciudad de Santiago de Cuba, para ello en esa parte alta y frente a la carretera había fabricado  4 chalets de madera y cinc, con una  arquitectura muy original y pintados de rojo y blanco, en la parte más baja otra casa, esta de mampostería y placa, pintada de amarillo. En la parte baja de la finca había  otro casa de madera y cinc y pintada toda de blanco, compuesta por 4 habitaciones, sala, saleta, cocina y baño (En ella vivimos nosotros después de volver  de Tabacales  en julio de 1950 9 meses) Inesita se la alquiló a mi padre por 9.00 pesos mensuales. También tenía una hermosa vista que abarcaba  todas las montañas de la cordillera de La Gran Piedra, las de la Sierra Maestra y  la ciudad de Santiago de Cuba.(En esta casa ocurrían fenómenos extraños que les contaré en otros escritos de terror y misterio y el por qué)

Así fue como conocí a Inesita y familia, pero antes les contaré que el Dr. Escanaverino se iba a vivir a La Habana con su esposa y su dos hijas Talía y Ninfa y le propuso a Inesita que le comprara la propiedad, ya ella  tenía sus  ahorros y lo demás se lo fue pagando poco a poco por los alquileres que le producían las demás casas y su sobria  vida dedicada al trabajo.

Ella nos visitaba a menudo, muy atenta nos ofrecía cualquier tipo de ayuda, su madre nos  veía al pasar frente a su casa y nos llamaba para  ofrecernos dulces y refrescos  de frutas naturales.

Ella fue la que me hizo los primeros vestidos que usé al llegar de Tabacales, muy bonitos y juveniles.

En la pequeña barriada hicimos amistad con la familia Sánchez, que vivían en la casa grande  que había sido  la del Dr. Escanaverino y familia, tenían una  hija contemporánea conmigo que le decían Coralito, en realidad se llamaba como su madre Delia, su hermanita menor que le decían Miki, supongo que se llamaría Micaela, su hermano  Manuel, que se apodaba Lito sus primos Ofelia y José Antonio y el padre de familia Manuel. Los Martínez Pineda con su también jovencita hija Norma y dos hermanos, Carmen Barroso y Reinaldo López (Rey) (Hermano de Inesita) Esther Díaz  familia y Mema (Que vivía en la casa pequeña  cerca de la carretera con 3 hijos) Con Fernando Fernández Quintana (Hermano de Pepe) casado con Magdalena Pons, su hijo de un matrimonio anterior Fernandito y la pequeña hija Maguita. Este tenía en el alto de El Rodeo una tienda de víveres y al lado una hermosa residencia pintada de verde, que había sido la casa familiar de la familia Fernández Quintana.

Hasta allí llegaban las guaguas  Cementerio Caney al  Aceite y a la Colonia Infantil desde las 6.00 de la mañana hasta las 11.00 de la noche de Ömnibus La Oriental, con muy buen y puntual servicio.

Mis hermanos menores Antonio y Merceditas se matricularon en la escuela primaria que había en la propia finca de los López Ortiz, no así mis hermanos Serafín (Pincho) y Saturnino (Ninito) y  yo. Mi padre se dedicaba en un jeep a la venta de confituras por parte de la provincia, entonces Oriente por sus pueblos y ciudades. El negocio no le iba bien, tenían mucha competencia con firmas más conocidas como La Estrella, la Ambrosía y Siré.

Inesita le prepuso en una visita a mi madre que si yo no estudiaba, que me pusiera a aprender a coser con ella. Mi madre le dijo que su situación económica en esos tiempos no le daba para pagar y comprar las cosas que se necesitaban. Inesita  le manifestó.- Por su sinceridad le ofrezco enseñarle a Haydée gratuitamente y le daré todo lo que necesite, Irá  al as clases lunes, miércoles y viernes y los demás días martes, jueves y sábado me  ayudará a candelillar y a hacer dobladillos a mano y así aprenderá  mejor.

Muy puntual me presenté a las clases, me dio una libreta de anotaciones, un centímetro y una pequeña  plantilla  y papeles para comenzar las clases haciendo  muestras de papel de seda antes de atreverme a cortar tela. Me  enseñó a tomar  las medidas con el centímetro, lo cual anotaba en la libreta.

Allí conocí a otras alumnas como Dora Gutierrez, Conchita, Elsa Pérez (Pupa) Haydée Rodes, las hermanas  América y Mirtha Domitro Terlebauca, Caridad Benitez y algunas más.

Caridad era muy simpática, bastante gruesa, pero con un rostro bonito. Cuando se iba a casar con uno de los Lamelas le hicimos una despedida de soltera y en broma nos dijo:-Cuando me case y tenga hijos, voy a tener 3 de un golpe y así fue, tiempo después daba a luz tres niños, dos hembreas y un varón.

De más está decir que pronto me gané el afecto y la confianza de Inesita y familia. Yo era muy seria y responsable, atendía las clases  y la ayudaba en las demás  labores, hasta  le cobraba las cuentas  incobrables como sucedió una vez que una maestra que vivía en el reparto Las Flores de la carretera de El Caney, le mandó a hacer varias piezas de ropa con el objetivo de lucirlas en su viaje de vacaciones a México. Inesita para quedar bien con ella cosía noche y día. Cuando  recogió la ropa le dijo que le pagaría al regreso de sus vacaciones. No lo hizo, por lo que me hice el propósito de cobrarle su trabajo, ella me decía que le daba pena, yo insistía quela que le debía dar pena era a ella y fui varias veces hasta que ya  obstinada y al ver que no cejaba en mi propósito me pagó todo el importe de la costura. Así era yo de persistente desde niña, que  le cobraba a mi padre las cuentas de los morosos.

Conocí a muchas personas del pueblo que se iban a hacer sus ropa con Inesita, entre ellas a su parienta  Josefa Melián, esposa de Miguel  Serret y madre de Miguelito y Rafaelito, la familia Colomé Monserrat, la familia Geli, el dueño del  café y terraza de la calle principal, sus lindas hijas Rosa María y Ana María, la familia de María Botta, las Roses, Nancy Ferrer, Juanita Soto, los Lamelas ,los Jordán y los Alonso, También a su prima Mabel  Varela López, que vivía  en Palma Soriano, casada y en esa época y con su pequeño  hijo Pepe. Su padre, hermano y su abuela Margarita vivían en frente en la esquina opuesta. A Sara Rodríguez López (Sobrina de Jacobo López el padre de Inesita) Estaba casada después de haber enviudado de su primo José María, con el que tuvo tres hijos, Manolo, Martha y José (Pepin)Ahora  con su nuevo matrimonio con Gerardo Martín, el encargado del correo del pueblo tenía dos hijos:-Sarita y Gerardo.

En esa época Pepe Fernández Quintana era el dueño del bar cafetería y cabaret El Patio, en la calle principal y frente  al parque. Muy visitado por toda la zona y la ciudad de Santiago de Cuba, lo amenizaban orquestas y hasta se ofrecían variados show.

Entonces el pueblo de El Caney, a unos 10 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, era pequeño, tendría unas 8 cuadras a la redonda, los principales comercios eran El Patio Club, La terraza Geli, el café de Serret, el  de Manayo, el  Moro Marat que tenía una hija muy bella llamada Martha, Un tiempo después supe  que la madre era hermana de Aminta Michel, la madre de los Dragoni.  La panadería La India, una tienda de chinos, la farmacia, el juzgado, el correo, la escuela grande frente al parque, la Estación de la policía a la entrada y El Viso el cuartel de la guardia rural.

Ya  los nueve meses de vivir en El Rodeo a mi padre le iban muy mal el negocio de la venta de confituras, por lo que decidió buscar otra cosa y encontró a un señor  llamado Rolando Soria, una especie de mafioso, político sin escrúpulos que se afiliaba al partido de turno que más le convenía. Se decía que en una trifulca le habían cortado una nalga por tramposo, Este le vendía supuestamente un pedazo de tierra con una pequeña casa en el kilómetro 5/5 de la carretera central, cerca de Quintero. También se decía que esos terrenos pertenecían al Acueducto Santiago y les llamaban precaristas. Por esos terrenos también vivían Los Perengos, los  Nápoles y Carmen  Formento  con su esposo Enrique Felizola  y varios hijos.

Por lo que le avisaron a Inesita que le entregaban la casa. Esta sorprendida le hizo rápidamente esta propuesta  a mi  familia: _ Haydée se queda conmigo, vivirá en mi casa con mis padres y hermanos, usted sabe que somos una familia decente y es una lástima que se la lleve cuando ahora es que está aprendiendo a trazar. Mamá  aún más sorprendida- ¡Es que nunca se ha separado de nosotros!_¡ Déjemela aunque sea hasta que aprenda a coser! Le  hizo la propuesta a mi padre y dadas las malas condiciones de la pequeña y pobre casa que iban a vivir en Quintero, estuvo de acuerdo. No había electricidad, vivirían hacinados en lo que era un cuarto grande dividido por un armario, a un lado dos camas para mis hermanos y en el otro lugar la cama matrimonial y la cuna de mi hermana menor y una pequeña  cocina sin fregadero, por  lo que debería fregar y lavar a la intemperie sobre  una mesa.  Con el piso de tierra .Menos mal que pasaba la tubería maestra por el centro y había abundante agua. Lo único que había sembrado eran frondosas y paridas matas de papaya. Al lado  estaba pegada  la casa medio construida del  supuesto vendedor, que quedaba a su uso y antojo, ya que su casa principal estaba en la ciudad. Allí iba con su esposa Alejandra y dos hijos, uno se llamaba Reiter. (Tiempo después vendió la tierra y la casa a la familia Dávila Barreto, que la querían como casa de recreo y trató de desalojar a mi familia, aludiendo que solo le había vendido la siembra de papayas) Gracias a la honradez y bondad de los Dávila, principalmente  de Raúl,  al enterarse de los  malos propósitos de Soria de arrojarnos al camino, le dio la  mitad de la tierra y  la oportunidad de hacer otra casa)

Ya conocía a la familia Dávila Barreto, en una ocasión le alquilaron a Inesita uno de los chalet de Villa Florida para acompañar a su hermano Bebo que había levantado un peso y le lastimó la pleura y los médicos que lo asistieron le recomendaron  vivir en un lugar al aire libre. (Ellos tenían una casa en la calle Bayamo, entre Barnada y Paraíso, eran dueños del  Bar Central, del negocio de traga níkeles y una finca cerca de Palma Soriano) Muy pronto hicieron gran  amistad con la  familia López  Ortiz y como yo  estaba casi  siempre allí, me conocían. Eran muy agradables y buenas personas. Conocí a sus hermanos Conrado (Cuco, fue asesinado por las fuerzas represivas de Fulgencio Batista. (Se relata en Otros relatos de amor y de guerra) Su madre María, la hermana mayor y la más joven Nora.

Con inmensa tristeza me separaba de mis padres y hermanos, llevaba como equipaje una caja  de cartón de jabón Candado con mis pobres pertenencias. En la casa de Inesita y familia tenía todas las comodidades y una acogida cariñosa por parte de  toda la familia, en ese tiempo, sus padres Ángela y Jacobo, sus hermanos Caridad (Niní) y Ernesto y Salvador (Chumbo) Al  ver partir  el camión de la mudanza de mi familia me eché a llorar, ellos trataban de consolarme, Inesita me prometió que el domingo siguiente iría a visitarlos.

Había ocurrido algo que hacía  que mi pobre madre tuviese que venir 40 días a vacunar a mi hermano Antonio que unos días antes de mudarse había sido mordido por una perra  que al analizarla en el departamento de salubridad del El Caney dio positivo de rabia. También mordió a Jacobo que iba a darles alimentos a unos cerdos de un corral a la orilla de la  carretera. Un tiempo más tarde todos  los cerdos morían de rabia.

Ese domingo Inesita me dio para el pasaje y me bajé en Quintero y cogí por toda la carretera central y por las señas que  me habían dado subí un camino por la empinada loma di con la casa. ¡Qué desolación y tristeza al ver a dónde había ido a parar mi familia! Mis hermanos descalzos  tratando de limpiar la tierra para poder sembrar alguna hortaliza. La mayoría de los muebles se habían vendido, así como el radio, No se disponía del servicio eléctrico) la bicicleta y solo había las camas, la mesa afuera y algunas sillas, mamá cocinaba con carbón sobre otra pequeña mesa. Papá sin trabajo, también había vendido  el  jeep, los mandados se hacían en la tienda de mi tío Juan en el reparto Sorribes. Fue una de las etapas más difíciles de  la vida de mi familia por 7 duros años de miseria y trabajos.

En la casa  de los López Ortíz no me faltaba nada,  todos me trataban como si fuera de la familia y algunos se lo creían. Inesita con retazos que le quedaban de las costuras que hacía me confeccionaba blusas y hasta vestidos, por lo que pronto me adapté a sus costumbres, yo no era una sirvienta, había una cocinera que también limpiaba, otra que  lavaba y planchaba. La casa que era muy grande con dos corredores, uno delante cubierto de enredaderas y cómodos balances,  otro al fondo que daba para un patio cubierto de parras y una frondosa mata de granada y anones.  Cuatro  habitaciones, sala, saleta, cuarto de baño y cocina muy amplia, con un tanque  grande de cemento donde se recogía por canales el agua lluvia. Había gallinas y cerdos y muchas matas de mangos y otras frutas a su alrededor.

A la hora de  la comida nos sentábamos todos alrededor  de la mesa, de frente Jacobo, al lado Ángela. Después se le servía el café a Jacobo en un jarrito de aluminio abollado, pero a  él ese era el que le gustaba y no se le contradecía, era muy severo y todos los respetaban, aunque en la casa había hermosas  vajillas.

Cuando Jacobo se  iba a trabajar la finca, Ángela que era dulce como la miel nos autorizaba a las más jóvenes, que éramos la nieta  Martha, que se pasaba las vacaciones  (Estudiaba para Maestra Normalista) la prima Irma López Melián y una sobrina de Tata, hija de su  hermana Rosa que se iba pasar días llamada Ángelita a conectar  la ortofónica, en esos tiempos estaba muy de moda  Dámaso Pérez Prado y nosotras para placer de Ángela bailábamos mambo. Cuando veíamos venir a Jacobo lo  apagábamos y todo el mundo tranquilo, lo respetábamos mucho y a él no le gustaba el bullicio. Por las noches como todavía no existía la televisión, nos sentábamos en el corredor con la participación de Ángela y a veces Pepin y Manolo a hacer cuentos y reírnos.

Ángela era muy amorosa conmigo, una vez me enfermé de una gripe con fiebre alta y  la recuerdo  poniéndome  fomentos  fríos en la frente, al  ver mis zapatos viejos me compró un par de mocasines. Chumbo un día lavándome los dientes tuve una  bronco aspiración  y éste me salvó la vida dándome golpes en la espalda y levantándome los  brazos. Otra vez me quemé el brazo izquierdo hirviendo una ropa en una palangana, fui muy bien atendida  y Tata me aplicó  un aceite para quemaduras y no me quedó ni marcas.

Chumbo, Ernesto y Rey me  traían las mejores frutas, por lo que en esa casa me sentía muy bien y querida. Yo también les correspondía, Ángela se enfermaba de una alergia que le producía  eczema en las piernas y por indicación médica debía hacer reposo, yo la cuidaba y me ocupaba hasta que bebiera agua a menudo, ya que ella ni se quejaba ni pedía nada, le ponía fomentos de manzanilla y le tenía los dos búcaros de flores en los cuadros de sus difuntos, su madre y su hijo José María con las rosas frescas del jardín. Ella me miraba  agradecida. Me sentaba un rato a su lado y ella me contaba cómo había muerto su hijo. Se había enfermado y el médico le recetó unas inyecciones, al ponerse una sintió una fuerte reacción, pero como lo había  indicado un médico se puso otra y falleció, al parecer era alérgico. Supe en las conversaciones  por qué los Melián eran su familia, resulta que ella  procedía de Bayamo y cuando la guerra de independencia huyó con su madre Inés Ortiz en una  carreta y se establecieron en El Caney, su padre Melián no la había inscrito y se había separado. Pasó el  tiempo y ya  una jovencita conoció a Jacobo López Martínez (Decía que  procedía de Islas Canarias),  se casaron y formaron la familia de  11 hijos, José María, Jacobito, Ángel, Ernesto, Pedro, Reinaldo y Salvador (Chumbo) y 4 hembras: Julia, Luisa, Inesita y Caridad (Niní)  De estos hijos e hijas les nacieron los nietos: Manolo, Martha y Pepin, Pepe Luis y Jorge, César y Ángela María (Macusa)  Grethel  y Hanzel, Manolito, Pedrito y María de los Ángeles (Mery) Reinaldito y Carmen (La Nena) Oscarito y Caridad (Carilin) Después han nacido muchos  biznietos y hasta tataranientos.

Con el paso del tiempo la familia Melián se  establecieron   en la ciudad de Santiago de Cuba y El Caney, el padre de Ángela había formado otra familia, así que la madre de Enma, Melba e Irma y varios varones era su hermana. Melba se casó con su primo Pedro (Perucho) - Otros parientes también vivían en El Caney. Su padre tardíamente se encontró con su hija mayor y la quiso inscribir, ella se negó, le bastaba ser Ángela Ortíz de López.

 Chumbo  había  tenido un accidente montando a caballo en la finca, se cayó y dio un fuerte golpe en la cabeza del que estuvo varios días sin conocimiento, al recuperarse no quedó bien de sus facultades mentales y a veces  le daban crisis. No obstante se casó y decían que había tenido dos hijos, por sus problemas  se divorciaron y la madre de los hijos jamás  permitió que los vieran ni su padre, abuelos  y tíos. Cuando  e daban esas crisis lloraba por sus hijos. Nunca los conocí.

Jacobo tenía varios hermanos, Gregorio, que le decían Goyo casado con Fela y una  numerosa familia de las que conocí a Nivia, Milagros, Guillermo, Luisito y varios más, Juan y  José, que vivían en Zacatecas, casados con dos hermanas  y con varios hijos, conocí a Pedro, Angélica, David y Juan, los demás  no recuerdo sus nombres.  Supe de otro hermano que  se decía que vivía por La Maya, este se llamaba Pedro y por casarse con una señora de la raza negra, se separó de la familia. Tuvo varios hijos y un día se aparecieron en la casa de El Rodeo a la finca La Dolorita, unas muchachas mulatas  muy bien parecidas a conocer a sus tíos y primos. Fueron bien recibidas.

Jacobo  tuvo dos hermanas, una  fue la madre de Sara Rodríguez López y la otra la madre de Mabel  Varela López y su hermano. Fallecieron muy  jóvenes, las  criaron sus tíos y su abuela por parte de padre Margarita.

La familia Melián una parte  vivían  en la ciudad de Santiago de Cuba y otros en El Caney.

 A Jacobo le gustaba  desayunar con las raspas de  arroz que quedaban en el caldero y yo se las guardaba, las calentaba y le ponía su jarro de aluminio abollado con  el café con leche  bien fuerte. Por estas actitudes me gané su cariño y el de toda la familia. Tata me llamaba para darme sus postres y todo tipo de atenciones y contarme sus confidencias, por una operación del  interior que le habían  hecho, nunca pudo tener hijos, pero cuidaba y amaba mucho a sus sobrinos y a su madre Estila (Estilita) que quedó viuda muy joven y  cosiendo y bordando crio a sus tres hijos  Rosa, casada con Roberto Pérez tenía  7 hijos. Roberto Grajales  Sànchez, este al ver su frustrado amor con Inesita se fue a Cienfuegos, allí conoció a una mujer muy hermosa de ojos verdes llamada Arminda, se casó y tuvieron dos hijos varones. Regresó a la ciudad de Santiago de Cuba y allí se estableció hasta su muerte.

En una ocasión la sirvienta encargada de  cocinar y limpiar la casa, la sorprendí  robándose carreteles de hilo de coser, se lo  comuniqué a Inesita y la despidieron, había que buscar otra, yo me quedé al  frente de todas las labores de la casa. Inesita me decía que había que buscar otra con urgencia, ya que no quería que mi familia  pensara  que me habían cogido de sirvienta.  Eso fue hasta que contrataron a Anita, de la familia Heredia de El Aceite. En esos días a pesar de mi juventud, lo hacía todo, mantenía  la casa limpia,  cocinaba las ollas de frijoles o garbanzos, las carnes o pescado, viandas y fritos, hacía el arroz en un caldero grande. En esa época no existían  las cocinas de gas  licuado, ni las ollas de presión o arroceras y cocinaba en hornillas de carbón. La cena era casi siempre sopa y alguna tortilla, ensalada  y pan. Regaba las plantas ornamentales, recogía  los huevos de las gallinas y les daba por las mañanas  maíz. En esos  momentos ni  iba a visitar a mi familia con tal de que  no faltara  nada en la casa de los López Ortíz y principalmente el cuidado de Ángela. Los fines de semana Julia y Agustin acostumbraban a mandar a sus  hijos Grethel y Hanzel  a pasar  esos días con sus abuelos y tíos, yo lo cuidaban con cariño y esmero, como si fueran mis sobrinos.

Algunas veces y en festividades especiales me llevaban Inesita y Luisa a las actividades del   Patio club, aunque solo me permitían bailar con los sobrinos.

En agosto de 1951 se casó Niní con Constantino Pérez (Chicho) fue una  gran boda en la Iglesia La Sagrada Familia de Vista Alegre con  abundante brindis. Los regalos no cabían en dos camas de familiares y amigos. El traje  se lo confeccionó su hermana Inesita por un catálogo americano.

 Entonces me quedaba sola con Inesita y familia.

Poco tiempo después todos me alagaban, tal vez por ser la más joven,  alegre y a la vez  seria y educada, me decían que era como un cascabel que a todo reía los hermanos de Inesita me obsequiaban con las mejores frutas. Los sobrinos  me tenían como una prima más, con mucho respeto y atenciones.

Así  estuve hasta el mes de enero de 1952 que mi madre me fue a buscar para un trabajo que me había conseguido en la Empresa Constructora Monolítica de la calle Aguilera entre Santo Tomás y Corona, me pagarían 30.00 pesos como  mecanógrafa.

Esto solo me duró un mes, la recién  estrenada empresa no era rentable y junto conmigo había otra muchacha. Al lado había otra empresa, recuerdo a un joven muy bien parecido llamado Daniel  Colmillo, éste supuestamente enamoró a mi compañera, no sé qué paso, después lo hizo conmigo, lo rechacé, no era amiga de amoríos fáciles. Después supe por sus propios labios que mi compañera no le había gustado porque era  muy fácil. Era bastante frívola.

Como teníamos poco trabajo, en ausencia de los jefes nos poníamos a hacer llamadas anónimas a cualquiera, así conocí por teléfono en largas  y amenas  charlas a Roberto Andux, yo era quien lo llamaba, así que él nunca supo mi teléfono. Un día quiso conocerme, me daba curiosidad, me decía muchas  palabras bonitas y en una de mis charlas grabó mi voz cantarina y risueña y me dijo algo que me impresionó: -Sé que esto es lo único que me va a quedar de ti.

Así fue, un día al salir del  trabajo nos vimos en el Parque Céspedes, no me gustó su físico, me pareció muy extraño y sin apenas saludarnos ni sentarnos, nos despedimos y jamás lo volví a llamar.

Otro que visitaba con frecuencia la empresa era el  abogado Lucas Morán Arce, con muchos halagos a mi persona. Este se quiso aprovechar de que yo era una muchacha de clase humilde y quiso satisfacer sus voraces instintos de hombre rico y poderoso. Yo solo tenía  19 años  y poca experiencia de la vida. Siempre en las charlas que teníamos en la empresa le manifestaba que me hubiese gustado ser abogada, que era mi  vocación, éste era a la vez de poseer un elegante bufete en los altos de la calle Enramadas y San Pedro, era catedrático de la Universidad de Oriente y hasta se ofreció para matricularme y ser mi profesor. Un fin de semana me dijo que necesitaba  terminar un trabajo y que deseaba que lo ayudara, le pregunté por su secretaria  y me contó que también iría ese sábado por la tarde.

Me presenté puntual a las 2.00 de la tarde. Enseguida le pregunté  por su secretaria Lidia, me respondió que vendría más tarde y muy atento me mandó a sentar en un sofá del  living color verde chatre y veo que se dirige a una vitrina y extrae dos copas y una botella de licor. Mi padre siempre me había alertado de no tomar ninguna bebida de ningún hombre desconocido, que podía  echarme droga y abusar de mí. Me paro y le digo a que no fui a allí a eso y que me voy. Me doy cuenta de sus intenciones no eran de trabajo. Sin preámbulos  me dice que  no era para trabajo lo que me había citado allí, que era que estaba muy  enamorado de mí y que me ofrecía un brillante  porvenir, me pondría una casa y hasta me haría socia de los exclusivos clubes a los que pertenecía. No era otra cosa que fuera su amante. Siempre tuve desde muy joven concepto de lo que era la decencia y sobre todo el respeto a mis padres, ¡Jamás me vendería por dinero a ningún hombre!

Así se lo hice saber y le pedí que me dejara irme, se paró en la puerta de salida y me dijo: _¡No te vas! Le respondí: _¡Grito! _ Me dice sarcástico: Grita, nadie te va a escuchar, todas las demás oficinas están cerradas. (En la planta bajo existía entonces una tienda de ropa el “Polaco gordo”, ahora  la pizzería La Fontana de Trevi)

Me dispuse a defenderme con uñas y dientes, jamás lograría su propósitos mansamente, me salió la  fiera que llevaba por dentro.Miré a  todas partes y solo encontré sobre su buró una gruesa carpeta negra, la tomé entre mis manos y se la  tiré con fuerza sobre su rostro. Recuerdo que usaba  gafas montadas al aire, las que cayeron al suelo y así aproveche que  tenía las  piernas abiertas y me metí por el medio  frente a la puerta y escapé .Bajé las escaleras a toda prisa a pesar de mis altos tacones. Cruce la acera  de enfrente que da para un costado del Cine Cuba y desde allí lo vi asomado al el  balcón y con una mano me señalaba que se la iba a pagar. Le grite:- ¡Cógeme  aquí! De haber mostrado cobardía hubiese logrado sus  propósitos y yo prefería la muerte antes de llegar deshonrada a mi casa ¿Qué le podría contar a mis padres?

Por supuesto no dije nada en mi casa, guardé este secreto  muchos años y tampoco jamás tuve noticias de este personaje solo que fue quién despidió el duelo de el mártir Frank País y años después vi una nota necrológica desde                 Puerto Rico donde se decía que había muerto “Un honorable abogado cubano”

 Salía de Quintero temprano caminando hasta la parada debajo del puente, para estar a las 8.00 a.m. en el trabajo, hasta a las 12.00, mis padres se habían puesto de acuerdo con mi tío Juan y su esposa Juana para que fuera a  almorzar, iba a una clase de  mecanografía con una profesora llamada Irma en la carretera de Cuabitas. No tenía mucha práctica por el tiempo que hacía que no escribía en máquina, a las 2.00 ya estaba de nuevo en el trabajo, que en realidad era poco para dos mecanógrafas y al cumplir el mes me despidieron pagándome 30.00 pesos.

Con 30.00 pesos en mis manos me metí en varias tiendas de Enramadas y me compre unas cuantas cosas, hasta juguetes a mis dos hermanos menores. Todavía me duele que al llegar a la casa mi madre me estaba esperando con ese dinero para hacer una compra de comida. No tenía dinero para hacerla. ¿Por qué no me lo dijiste? Así era la precaria situación de mi familia.

Después de eso me daba pena volver a El Rodeo,  pero nunca deje de visitarlos, así cuando sucedía  algo con un enfermo, operado o parida, ahí estaba yo todo el tiempo necesario. Hasta cuando  Inesita llevó a su hermano Jacobito que había hecho una recaída de su enfermedad pulmonar, me quedé todo el tiempo cuidándolo sin miedo a tan contagiosa enfermedad. Le servía la comida en la habitación y a veces  me ofrecía  de las frutas que le llevaba, muchos me aconsejaban que me fuera para mi casa ¿Cómo hacerlo que era cuando más me necesitaban? Allí estuve hasta que mejoró y volvió a su casa con su esposa Caridad Reyes y sus hijos César y Ángela María. También presente cuando Julia y su esposo Agustin Arzola, se fueron de viaje a La Habana donde vívían su madre y hermanos en un motor y al  llegar cerca de Placetas tuvieron un accidente. Ella  sufrió un fuerte golpe en la cabeza  y la ingresaron sin conocimiento en una clínica del pueblo, Jacobo e Inesita  viajaron allá y la trasladaron en una ambulancia hasta la Clínica Los Ángeles, allí también la cuidé y a sus hijos Grethel y Hanzel en la casa de sus abuelos. Estuve presente en el nacimiento  de los hijos de Niní y Chicho, Oscarito y Cary y hasta de Carmen (La nena de Carmen Barroso  y Reinaldo López) Así que nunca perdí el vínculo con la familia hasta el día de hoy.

Por mi actitud  me había ganado la confianza de todos, recuerdo un día Norma Martínez  me fue a buscar y pedir permiso a á

Ángela  para que la acompañara a  la casa de una supuesta modista por el camino de la Colonia Infantil, al ve un auto parqueado me di cuenta  que no era  a la tal modista, sino a una entrevista con su supuesto novio, por lo que la verme engañada me fuí y la dejé sola. Al llegar a la casa se lo conté a Ángela y ésta me dijo que ya lo sabía.

Algo que no olvido fue la muerte de Jacobo López, estuve en el funeral  en su propia casa y con todos  los familiares y vecinos fuimos hasta El Caney, allí en hombros se le dio la vuelta al parque y se paró frente a la Iglesia San Luis de los caneyes, jamás he escuchado una despedida de duelo como la que hizo el cura de la iglesia resaltando las cualidades y virtudes de aquel ejemplar  vecino. Lamento que en esa época no hubiese aun grabadoras para no perder tan magnifica  disertación. Lo acompañamos hasta el Cementerio donde se le dio cristiana sepultura.

Después de este recuento continuo mi relato de mi viaje a Estados Unidos.

El día 15 de enero de 1991 estallaba la  guerra del  golfo. El día 21  de enero con dolor me despedía de Inesita, la que tan magnánima había sido conmigo. Me dio un  abrigo blanco de estambre tejido blanco. Me llevó al aeropuerto de Newark. Allí con grandes medidas de seguridad, solo pude pasar al edificio sola. Al entrar al gran salón busqué letrero que dijera  Los Ángeles  en las  luminosas pantallas y entre por un fuelle que me llevó dentro del  enorme avión  con capacidad de unos 300 pasajeros. Caminé hasta buscar mi asiento de una hilera de dos en cada ventanilla y tres en el centro .Estaba prácticamente vacío, vi a una joven acomodarse y acostarse en la hilera del centro, se sentó a mi lado un joven que por medio de un traductor se  comunicaba conmigo, me dijo ser descendiente de judío, era rubio y que iba a Los Ángeles a visitar a unos familiares. Yo como siempre oraba y me encomendaba a Dios, mi compañero de viaje lucía nervioso y trataba de leer algo al revés. Tuve la curiosidad de contar  a lo largo y ancho de la nave 13 personas, así  era el terror que muchos tenían de viajar.

El viaje demoró unas 8 horas, nos sirvieron una exquisita comida. Solo volando sobre la ciudad de Los  Ángeles estuvo más de una hora.

En  realidad nunca experimente miedo, estaba muy segura de la protección de Dios, desandando por el mundo sin saber  inglés.

Llegamos por la noche a Los Ángeles, como desconocía todo, me seguía por los demás pasajeros que buscaban la salida y al final pude ver a través de un cristal a mi tía Nana y su esposo Benigno Bóveda (Pucho) Tratamos de recoger el  maletín tipo gusano que me había comprado Inesita y que le cabía los 20 kilos autorizados a llevar a mi regreso a Cuba y también un moderno y amplio bolso donde podría llevar a Cuba muchas  cosas, me dio un largo abrigo donde por dentro cosió varias prendas para que les llevara  a su familia, ya que no cabían en el maletín. Cuando fuimos al departamento a recogerlo, no apareció, por lo que mi tía lo notificó y me dijo que no me mortificara, que seguro que me lo llevaban a  su casa. Al día siguiente muy temprano  me lo llevaron.

En  los días que estuve en Miami y en New Jersey me regalaron mucha ropa, pul overs, faldas y vestidos, la cual iba dejando, no cabían en el maletín, solo conservaba  lo que podía llevar y los zapatos que Inesita me había comprado en Miami al día siguiente de llegar que me llevó a una peletería. Había tantos modelos que no sabía qué escoger y vimos una buena  oferta, dos pares por 10.00 dólares, elegí  unos de charol negros y un par de mocasines.

Ya instalada en la casa dúplex de tía Nana que se componía de sala, cocina comedor y baño, subir una escalera para tener acceso a dos habitaciones con su baño en el medio. Me dio  la habitación que había sido de su hijo, mi primo y ahijado Carlitos, que hacía pocos años había muerto víctima del Sida. Ella me dijo que no tuviera miedo, esa enfermedad solo se transmitía  solo por contacto sexual y me contó lo triste de su muerte, fue una de las primeras víctimas de la cruel enfermedad.

Al día siguiente me llevó a  una tienda de ropa, solo escogí dos blusas, una morada y otra blanca, al fin debía sacar algo del maletín que ya iba completo. Por la tarde recibí la agradable visita de su cuñada Nelly Bóveda y su esposo colombiano. Muchas fotos y regalos. Por la noche estábamos invitados a comer en un restaurant en las afueras de Los Ángeles por su hijo Puchito y sus dos hijas, producto de su primer matrimonio, ahora estaba casado con una americana y tenía dos niños varones.

Era lo que fue una mina abandonada, a la rústica, en la entrada había picos y palas y otros enceres propio de la mina. Ya adentro:_ Un lujoso restaurant con alfombras y cortinajes rojos. No sentamos en una amplia mesa. Se hizo el pedido según lo  que cada uno deseara, yo pedí langosta, que desde 1950 en que vivía en Tabacales no la comía. Me  trajeron una langosta entera con carapacho y todo ¡Deliciosa! Me asombré al ver como Puchito al pagar la cuenta  y le dejaba 100.00 dólares de propina. Mi tía me dijo que esa era la costumbre allí.

Al día siguiente  me llevaron a la casa de mi tío Manolito en el Valle de San Fernando, en una amplia casa vivían él con mi tía Rosa y su esposa Romelia (Cuca) que precisamente se encontraba ingresada en un hospital por padecer Insuficiencia  Renal Crónica. Mi tía Rosa me  regaló 35.00 dólares y una sortija de plata con una pequeña piedra azul.

Al  otro día me fue a buscar  mi prima Xiomara, que vivía en una amplia y lujosa casa con su esposo Rafael y sus tres  niñas Leanne, Maureen y Christin  y un perrito. Allí pasé la noche durmiendo con las  alegres niñas que me miraban como un objeto extraño. No sin antes haber disfrutado de una espléndida cena, muchas fotos y escuchar la amplia variedad de discos que tenía Rafael de los cuentos de Guillermo Älvarez Guedes.

Xiomara  por la mañana del otro día me llevó a una tienda de ropa para que escogiera lo que quisiera, me asombré una vez más del amplio surtido y escogí dos vestidos, uno de blusa estampada en rojo y negro, con volante  a la cintura y falda negra, el otro azul  con pequeños estampados y falda plisada, muy elegantes y bonitos. También me regaló un mantel  bordado beige comprado en Tijuana, México y dólares.

 

Por la por la tarde me iba a  buscar Romelia, deje a la familia, mientras Xiomara cocinaba un enorme caldero de muslos de pollos. Allí todo era a lo grande.

Otra lujosa residencia, pero esta vez con una piscina olímpica. Allí también vivían su sirvienta salvadoreña  Julia y su hijo. Así era también de sencilla y hospitalaria mi prima, casada con un americano de origen  judío llamado Alan Skobin con sus dos hijos Jeffrey  y Jennifer.

Esa noche por primera vez  comí brócoli, lo desconocía. Los niños también quisieron dormir conmigo, como las otras, como algo inusual.

Al  otro día me llevaron a conocer los Estudios Universal de Hollywood, en lo que era la meca del cine, muy amplio y con una réplica de muchas ciudades de Europa, como el  Mouline  Rojo de París, Roma y otras ciudades, muchos objetos para tirarse fotos, como zapatos enormes, tazas, zapatos… Almorzamos en un restaurant y después cogimos un tren que nos llevaría a conocer lo sitios más importantes donde se rodaban las películas. Este viaje era algo terrorífico y Romelia me alertaba para que no me asustara, aunque iba un guía en español que nos iba diciendo los lugares por lo pasaríamos .En el trayecto del  trencito vimos al Tiburón sangriento cómo supuestamente nos atacaba con sus enormes fauces abiertas dispuesto a devorarnos, solo era un efecto, el  enorme  gorila Kink kon sacudiendo feroz el  tren , como de fuegos  y otros  animales feroces, otros peores y siempre daba un grito, aunque estuviese alertada de lo que podía suceder. Algo que me asustó mucho fue que  un guía hablaba de un pueblo  cercano a la frontera de México llamado Tijuana, al límite con Estados Unidos que a veces llovía mucho y vi como una  enorme riada se nos venía encima, hasta nos salpicó, pero solo llegó al borde del tren. Lo que más me impresionó fue la réplica de la casa donde se filmó la película Psicosis, que ya habia  visto en Cuba, al ver  el esqueleto de la madre del protagonista, un psicópata, asomarse por una ventana, nos mostraron el coche donde supuestamente depositaba a sus víctimas  después de  apuñalarlas, eran pequeñas como de juguetes y el  tenebroso y negro lago solo un charquito dónde  arrojaban los coches. En realidad  aquel espectáculo no era propio para cardiacos.

Después disfrutamos en un hipódromo de un rodeo y competencia de  caballos.

Me tiraron muchas fotos con personajes que se paseaban por el parque, entre ellos el temido Drácula,  al acercarme me mostró sus grandes dientes y trató de cogerme por el cuello, yo grite,  pero sonreí y le dije a aquel maquillado y apuesto  actor: -¡You hare beutiful! Tambíén se sonrió.

Estuvimos hasta por la tarde, ya de noche me fueron a  buscar mis primos Manolín y su esposa Elizabeth, Felipita y su esposo Enrique. Primero me llevaron a un rascacielos  al último piso donde había una cafetería de forma circular, me preguntaron en qué me había fijado. ¡Seguro, en que la  cafetería daba vueltas y por sus encristaladas ventanas se veía parte de la ciudad de Los Ángeles! Se sorprendieron de mi observación, pues me contaron que había llevado a muchos visitantes y nunca se habían percatado de ese detalle. Allí tomamos ricos cocteles y después me llevaron a pisar la acera de la fama, donde están las huellas de  pies y manos de los artistas más famosos, a conocer el Gran Teatro Chino y varios souvenirs  donde compré postales. Mi prima Felipita me  obsequió con una cadena de oro con su medalla.

Pasee esa noche por las grandes avenidas de varios carriles, en fin la ciudad de Los Ángeles me  pareció fabulosa y fue lo que más me gustó de Estados Unidos.

Al día siguiente regresé en avión a Miami, me recogió Pepincito. El resto de los días  salía con mis amigos Carlitos y Miriam, Me dieron 400.00 dólares para que se los llevara a su familia, para ello como estaba penalizado Carlitos cogió mis mocasines, le levantó la plantllla y los colocó y volvió a pegar. La familia Miguel  Reyes me dieron 200.00 dólares también para que se los entregara a su hermano Carlitos y una cadena de oro para su nieta Karina. Era muy riesgoso, pero trataría de llevarlos y entregarlos a cada uno.

Migdalia y Pepin me llevaron a una joyería y me regalaron un reloj, también le compré a mi hermano Ñico un reloj Citisen y un par de zapatos. Volví  a sacar mucha ropa que me habían regalado.

Pepin con mucho misterio me encerró en su habitación para darme una carta para su hermano Gerardo, que deseaba mucho viajar a Estados Unidos y en la Oficina de Intereses de La Habana lo habían denegado, Esta carta era un certificado médico  obtenido por Pepin donde decía que padecía  cáncer de páncreas y que deseaba ver a su hermano menor. Que nadie  podía saberlo, por lo que solamente se la entregaría a él en persona.

Llegó el día de mi  partida, 2 de febrero de 1991 estaba  decidida a pesar de las muchas recomendaciones que me quedara. El día antes por la tarde me fue a buscar mi primo Nelson Ulloa y me llevó a pasar la noche en la casa de mi otra prima Dagmara Gamayo  (Cuca) para recogerme temprano para llevarme al aeropuerto junto a la también prima Amparo Ulloa Rodríguez que coincidimos en el viaje de regreso a Cuba. Sería mi última noche en Estados Unidos. Mi prima Cuca hizo una buena cena para festejar mi estancia en su casa.

Nelsón me recogió temprano junto a Amparo.

Al pisar el aeropuerto sentía  como si me  halaran hacía atrás, como si me dijera: ¡Vuélvete  y no te vayas! No obstante  seguí por los pasillos y ya pude  observar con desagrado la parte donde debía coger el avión  que me llevaría a Cuba, los baños sucios y llenos de papeles. ¡Qué mala impresión!

Había sido muy cuidadosa al pesar el maletín que fuera  menos y  así me evitaría que me registraran y decomisaran  algo. El dinero que me habían regalado los metí  cuidadosamente entre el dobladillo del pantalón de mezclilla azul doblados en pequeños  tabaquitos, en la parte más gruesa. Solo me quedaban fuera 67.00 dólares y lo metí en el fondo de mi  amplio bolso. Mi prima Amparo  al observarme me decía que estaba loca, que si me lo descubrían en Cuba me podía costarme años de cárcel. Estaba fuertemente  penalizado.

Me vestí  tan sencillo como  había ido, hasta con la misma blusa de mangas ¾ estampada, no así  Amparo que iba con un elegante traje sastre color rosado y un lujoso bolso y muy peinada de peluquería.

Llegamos a La Habana, Amparo y yo hicimos la cola,  ¡Cuánta s mujeres estrafalarias con varios sombreros en la cabeza con gangarrias alrededor, los brazos llenos y hasta se notaba que traían varias piezas de ropa puestas! Yo como siempre orando y muy sencilla, con la misma blusa que llegué a Estados Unidos, solo en un brazo el reloj que me regalaron y el de mi hermano. Nada en la cabeza,  solo cogido de una brazo el abrigo que me había dado Inesita con cosas para su familia. Me toco la revisión primero y pude ver cómo otros pasajeros pasados de peso les quitaban muchas cosas a pesar de sus lágrimas, ruegos y súplicas. Al pesar  el maletín  no tuve problemas, al llegar a la mesa había dos militares, un hombre y una mujer, a esta le regalé un creyón de labios y me preguntó:¿Trae dólares? Le abrí  el bolso:- ¡Mira! Los dólares sobrantes iban en el fondo. Mi prima Amparo asustada al pensar que podían registrarme, pero ese efecto de sinceridad lo había aprendido en la lucha clandestina y no me falló.

Atrás venía  Amparo algo pasada de peso, les dije:¡Esa es mi prima! Y pasó sin problema, me habían ganado su confianza. Afuera nos estaba esperando Mario Galano Chades, esposo de su  hija Rita María en un carro, el que me llevó hasta la casa de mi hermana.

Así concluía mi viaje a Estados Unidos, pero hay otras peripecias dignas de contarse en los días siguientes y antes de regresar a Santiago de Cuba.

Llegué a la casa de mi sorprendida hermana, pensaba como no habíamos podido comunicarnos en los 40 días de estancia en Estados Unidos que me había quedado. 

Llevaba modestos regalos para todos, hasta para Josefina, la dueña de la casa donde ahora vivía mi hermana, cuñado y sobrinos. Pretendía poder comprar  algunas cosas con los dólares que llevaba, pero a pesar de las muchas gestiones no pude hacer nada, Todos los regalos que llevaba  eran para  mujer, por lo  que en compañía de mi hermana y cuñado fuimos a una casa de cambió y les vendí  la cadena que me había regalado mi prima Felipita por 20.00 dólares, con eso pude comprar algunas baratijas y pull overs a mis sobrinos Michel, Ricardito, Serafín y mi ahijado Ernesto.

La situación en Cuba  empeoraba por días, en casa de mi hermana lo único que  había para comer era chícharos y arroz. Ella  me decía que le daba pena ofrecerme esa comida después de regresar de la abundancia de Estados Unidos. Los invité ya con algún dinero cambiado a comer en un restaurante por el  Vedado. Fuimos a varios, como El Chochinito, Rancho Luna, Siete Mares y hasta la pizzería de 21 y L, todos eran con reservación hasta llegar a La  de J y 21, La Carreta, allí  nos sirvieron arroz con raspas y frijoles negros desabridos y fríos, ni postre, pan y café  había.

Ya la familia de Santiago de Cuba y algunos amigos que sabían que les llevaba dólares estaban impacientes, por lo que al ver que en 15 días no pude resolver nada  decidí  irme para  mi casa, viajé en guagua.

Una vez en mi ciudad traté de ponerme de acuerdo a para entregarles a todos los que les había traído. La primera fue Miriam Cabrera, esposa de Carlos Miguel y su hija Karina, se asombraron al ver que además de la cadena de oro para la aún niña, les daba 200.00 dólares, por lo que Miriam  manifestó: _ ¡Qué valiente eres!  Así fue con la familia de Carlitos Corrales, fui al El Caney y también entregué las pocas cosas que había logrado pasar en el  largo abrigo y un par de zapatos para Chuchi, algunas cosas a mis sobrinos Ileana, Ivette y Serafin y también un pull overs a  mi   ahijado Ernesto.

Ahora tenía todos los dólares que me habían regalado y no podía comprar nada, estaba muy penalizado y debía valerme de un extranjero para ir a una shopping, escoger algo y que ellos al entregarles  los dólares pudieran ir a la caja y pagarlos. Todo esto se  hacía con sigilo y con miedo, nadie nos podía ver los dólares en nuestras manos. ¿Cómo encontrarlos y que me ofrecieran confianza?

Así  pasó un buen tiempo, me hacía mucha falta comprar ventiladores, una olla de presión, una  grabadora y cualquier otra  cosa muy necesaria. Un día me encontré un par de turistas que dijeron ser suizas, pero  hablaban español. Les planteé  mi situación, al parecer conocían las restricciones  que había respecto a los dólares y muy complacientes se  prestaron a ir a una shopping en la esquina de San Francisco y San Pedro. Allí había  lo que necesitaba, o sea la  grabadora, la olla de presión, dos ventiladores, algunos cassetes de música. Le di a una de las jóvenes 100.00 dólares y al pagar en la caja, se lo rechazaron por tener una marca de tienta con un número. ¡Qué mala suerte! Me dijeron que fuera a cambiarlo al Banco Nacional de Cuba en Santo Tomás y Heredia. Yo no podía hacerlo, por lo que una de las gentiles muchachas se prestó para ir. Con un poco de recelo le entregué los el billete de 100.00 dólares, si se iba lo perdía, pero  la otra se quedó en la tienda a esperarla y yo impaciente veía el tiempo correr y la muchacha no aparecía. Como a la hora  vino diciendo que tampoco en el banco se lo aceptaron, por lo que decepcionada tuve que dejar todo lo comprado sobre el mostrador. De todos modos les di las gracias. Intento fallido. Ahora a “cazar” otro turista extranjero.

Pasó ni recuerdo qué tiempo que encontré otro que me ofreció confianza, era español y me acompañó a la misma tienda donde había dejado todo y con suerte encontré la grabadora que me guastaba de dos cassetes y muy bonita, compré los 2 ventiladores y la olla de presión y varios cassetes. Pagué por supuesto con otro billete también de 100.00 dólares. El señor se despidió de mí en la misma puerta. Por supuesto sola no podía llevarme todo lo que había comprado y vi un carro que alquilaba, hablé con el chofer y estuvo de acuerdo en llevarme, pero antes  debía trasladar a dos pasajeros más de la raza negra, que no me ofrecieron confianza. ¿Y si era una encerrona y me quitaban mi compra? Como otras veces que me veo en apuros comencé en silencio a orar. Tomó por varias calles y se adentró en lo más profundo de El Tivolí. Me dije;- Me desgracie, estos me van a quitar todo. Afortunadamente el  chofer era serio y acto seguido me llevó a mi casa. ¡Qué alivio! Suspiré dando gracias a Dios y dando una  buena sorpresa a mi hermano.

Ahora tuve que esperar que viajara desde Las Palmas de Gran Canaria la prima hermana de mi prima Mariíta Rodríguez Medina, Eloisa Rodríguez y también parienta mía por parte de padre. Paró en mi casa por tener mejores condiciones que el apartamento del Distrito José Martí donde vivía Mariíta. Un día nos reunimos unos cuantos que teníamos dólares y no podíamos comprar y la llevamos a Cubalse del Reparto Vista Alegre en un carro de alquiler. Eloisa no estaba acostumbrada a pasar las vicisitudes de nosotros en autobuses. Allí con los dólares que me quedaban compré varios artículos y sin dificultad y poniendo al revés el billete de 100.00 dólares  marcado pude pagar. Eloisa se abanicaba sofocada cada vez que tenía que ir a la caja a pagar. No estaba acostumbrada a esos trajines.

Para culminar  contaré lo último relacionado con el viaje a Estados Unidos y sus consecuencias. El 27 de junio de 1991 recibo la visita de un militar que  había ido a citarme de parte de Carlos Martínez a Inmigración y Extranjería de la  calle San Basilio. Me presenté puntual y como siempre sola. Casi a las 5.00 p.m.  Me llaman y me dirijo a la última puerta. AllÍ no atienden ni Carlos ni Brenilde, aunque estaban en  otro departamento. Al  entrar a una habitación semi oscura veo a dos oficiales de la Seguridad del Estado vestido de verde  olivo oscuro y de presencia severa. Me doy cuenta que he caído en una trampa. Estos sin preámbulos se dan a conocer como Fulgencio (El del rostro más tenebroso) e Isidro Matos, algo más suave en sus modales. En sus manos un grueso file donde supuestamente estaban las pruebas de mi anterior acción regando octavillas .Fulgencio me interroga  fuertemente  y sin preámbulos. ¡Aquí las pruebas de su acción contrarrevolucionaria! Y me muestra un grueso file,  Ahí las pruebas irrefutables de mi supuesto delito y lo que más me llamó la atención fue  el detalle de mi conversación con Hubert Matos Benitez en mi visita a su casa en enero de 1991. Al parecer tenía un micrófono en su casa. Yo como otras veces en situaciones difíciles no me sentí atemorizada ni me temblaron las piernas, más bien me llené de ira y a cada pregunta les respondía con mucho valor. ¡Hablé con Hubert Matos y qué! Isidro se alternaba en las preguntas en tono menos rígido que Fulgencio que me miraba con furia y odio a la vez. _¿Por qué siendo usted combatiente de la lucha clandestina y condecorada ahora toma ese camino? Con la misma fuerza de mis convenciones le respondí a todo voz:- ¡Porque yo hice una revolución verde y no roja y esto es una MIERDAAA!, se lo repetí dos veces y me  mandó a callar para que no se escuchara en la calle ni Brenilde y Carlos que estaban en la habitación contigua y podía escuchar que hablaban.

Me amenazaron y ofendieron todo lo que les dio gana. Como gusana, contrarrevolucionaria, apátrida,  vende patria, asalariada del imperialismo y yo inmutable. Al ver que casi eran las 6.00 de la tarde y me había llevado la libreta de racionamiento con la  idea de al salir de allí, sin saber lo que era, poder comprar el pan racionado para el desayuno del día siguiente, la saqué de mi bolso y le dije con toda energía: - Con las manos una sobre la otra le dije:- ¡Espósenme, Llévenme para Versalles! Sede de la Seguridad del  Estado donde se encuentran las tenebrosas celdas tapiadas donde se confinan a los detenidos, se torturan y someten a todo tipo de maltratos para  sacarles una confección  ¡A los tribunales, donde quiera voy a expresar lo mismo! Pero que mi  hermano no se quede sin pan! Entonces Isidro Matos dijo:_ No, usted se va para su casa, ya la citaremos otro día. Manténgase localizable, es decir no podía escapar por ninguna parte, me encontraba en una  cárcel rodeada de agua. Me sorprendió esa actitud.

Salí de allí verdaderamente convencida que estaba en sus manos y en cualquier momento me detenían y llevaban a los tribunales y no se sabe cuántos años de cárcel me pudieran  condenar. Oraba:-“Si  confío  en Dios no  temeré lo que pueda hacerme el hombre”.

Antes de  entrar en mi casa fui a ver a mi gran amiga y confidente Belkis Espinosa y le dije lo sucedido, ésta mujer muy conservadora  e incapaz de una acción así, me aconsejo que tuviese mucho cuidado.

En efecto, casi todas las semanas Isidro Matos me citaba y al parecer tenía una amena conversación conmigo, tratando de que yo denunciara a otros que habían a su entender colaborado conmigo en la confección y divulgación de las octavillas. Siempre respondí que era yo sola. Le llamaba la atención que usara como seudónimo Adelaida Crombet. ¿Quién era  Adelaida  Crombet, una patriota de las luchas independentistas, una mártir desconocida por ellos?- No sabía que era un mote que me había puesto mi hermano.

Como debía estar localizable en todo momento, mi vecina  Cusa me invitó a Chivirico a pasar una semana en la casa del Médico de la familia donde estaba su hija Rubin trabajando como médico. Desde allí burlonamente fui   al correo y le pasé un telegrama a Isidro Matos. “Me encuentro de vacaciones en Chivirico Beach”

La pasé muy bien bañándome en la playa y en el hermoso rio La boca de Ignacio, visitando el Motel  Los Galeones en la alto de una colina con un hermoso paisaje, comimos  en restaurantes y disfrutamos de todo lo que nos ofrecía ahora este pequeño y bello pueblo con muchas edificaciones modernas y casi todas de placa, muchos jardines,  ni sombra del Chivirico que conocí en julio de 1950, donde solo había  pocas casas, una fonda, la tienda de víveres , el puesto de la Guardia Rural, la casa del  americano Mister Cheff y su cementerio de perros, el pequeño cementerio a la orilla del mar donde enterraban a enfermos que morían al no llegar un barco a tiempo que los trasladara a la ciudad de Santiago de Cuba para ser asistir a un hospital. Muchos de ellos al subir la marea sacaban  sus restos y lo dispersaban por la orilla.

Así me citó varias veces, me ponía a escribir, yo me hacía la loca y escribía disparates, con lo cual nunca me identificaba con lo escrito en las octavillas, que siempre hacía valiéndome de una regla. Hasta un día que ya sin preámbulos me dice:- Sabemos que por esta zona hay muchos contrarrevolucionarios  (En realidad no conocía a ninguno) y queremos que usted se infiltre entre ellos y no los comunique. Salté como impulsada por un  resorte:_¿Qué usted me quiere decir que yo sea  una confidente? ¿Usted  no me respeta? ¿Una chivata?-¡Mire, si yo no le tuviese el respeto a su cargo me cagara mil veces en el corazón de su madre! Se acabó la reunión y jamás me volvió a citar. A esta fecha no sé si está vivo o muerto.

Para mi tranquilidad por un tiempo supe lo que decía mi abultado expediente en Versalles por el  novio de una amiga mía que era  oficial y que sabía de mis andanzas, una día a petición mía revisó el expediente y pudo comprobar algo muy común en ellos, cuando alguien se les enfrenta con valor y sin miedo, estiman que está perturbada de sus falcultades  mentales y eso decía  el expediente en su inicio: Esta loca. ¡Santo remedio!

                                                                                                            Fin

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