Dedicado a Talía Milán.
Hija del prisionero de conciencia
Dr. Luís Milán Fernández.
Actualmente en la cárcel de Boniato,
Santiago de Cuba
Talía es una niña vivaz, inteligente, que extraña mucho a su papá. Ella por sus cortos años no puede comprender por qué él no está en su casa, mimándola, acurrucándola junto a su hermanito menor en sus brazos, cantándole canciones hasta quedarse dormida.
Un día vio como unos hombres extraños entraron en su casa, lo registraron todo, se llevaron a su padre escoltado por esos hoscos personajes, que no tuvieron en cuenta sus gritos, él iba triste a un destino desconocido, su mamá lloraba con el bebe en sus brazos.
Cuando preguntaba: -¿Cuándo vendrá papá? Ella la consolaba con dulces palabras: -Tu papá está trabajando en un hospital curando niños, tú sabes que es médico y que ama mucho a los nenes que están enfermos.
Más su querido papá no regresaba, pasaban los meses, su hermanito crecía y él seguía ausente del dulce hogar.
Ella por su edad aún no sabía escribir, ni tampoco leer, pero veía a su mamá hacerle largas cartas y también quiso escribirle, exigía lápiz y papel, dibujaba garabatos en los que decía; -Papi te quiero mucho. ¿Cuándo vendrás? Te guardé mis caramelos y galletitas, a la supuesta carta de hacía dibujos, una casita iluminada con un sol muy grande, muchas flores y en la puerta, sus padres con su hermanito en los brazos y ella agarrada de su mano.
Un día su mamá la llevó a lo que llamó una visita. Talía no cabía de gozo, iba a ver a su papá, lo abrazaría y se lo llevaría de nuevo a su hogar.
Llegaron a un lugar que estaba muy lejos, para ello habían viajado en un frío tren la noche entera, Ella le llevaba sus dibujos, caramelos y galletitas que tan celosamente había guardado largos meses.
¡Qué lugar tan feo era ese hospital! Hombres uniformados que no sonreían, armados, que vigilaban todos sus movimientos, registraban todos los paquetes y hasta el cuerpo de su mamá ¡Cómo se tardaron para dejarlos pasar!
Ya cansadas de esperar vieron a su papá con un uniforme que no era el blanco que usaba para trabajar en el hospital, venía escoltado por varios militares, A todos los encerraron en su lugar que parecía una jaula.
Su papé y su mamá se abrazaron y lloraron mucho, él la cargaba y besaba, mojando su carita con sus lagrimas. Ella no se cansaba de preguntarle: -¿Te vas con nosotras? El le respondía: -No mi amor, tengo que seguir aquí trabajando, pero pronto regresaré para hacerle cuentos antes de dormir, llevaré a pasear y comprarte muchos dulces y juguetes,
Talía se extrañaba que ese hospital no era como el que papá trabajaba, allí no había niños ni cunitas, solo hombres serios que no le dirigían la palabra a nadie y que no se apartaban de ellos, siempre con sus armas largas ¿Por qué? No lo podía entender.
Alguien dijo secamente: -¡Se acabó la visita! Su mamá recogió todo lo que había llevado para el almuerzo en familia, aunque no era una mesa como la de su casa, era de madera tosca y sin mantel.
Su padre la abrazó y beso repetidas veces, ella aferrada a sus brazos le decía: -¡Ven con nosotras, deja este feo hospital!
Su madre la separo y vio como se llevaban a su papá, habrían una puerta de rejas y él caminaba y volteaba la cabeza diciéndole adiós. Talía daba gritos como cuando se lo llevaron de su casa aquel fatídico día 18 de marzo de 2003. ¡Papi! ¡No me dejes! ¡Ven papi, yo te quiero y me voy a portar bien! ¡Yo estoy enfermita, ven a curarme!
Sus gritos se perdieron en la distancia y un padre conmovido se daba golpes contra las rejas y exclamaba: ¡Por qué señor debo pagar esta injusta condena! ¿Por qué me separan de mi esposa y mis hijos, ahora cuando más me necesitan y debo darles mi apoyo y amor, por qué no puedo verlos crecer y educarlos? ¿Por qué?
Santiago de Cuba.
16 diciembre 2004
07 enero 2009
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