29 enero 2009

Epistola a Frank Pais

Santiago de Cuba, 30 de julio de 2004

A Frank:

Querido hermano:

Hoy 30 de julio se dice que es día de los mártires, muchos van desde el Parque Céspedes en peregrinación al Cementerio de Santa Ifigenia.

¿Cuántos de ellos son fieles a tu recuerdo?

Creo que es un formalismo político que se repite todos los años.

Yo te recuerdo cada día como eras, lo que me enseñaste, tus consejos y sobre todo recuerdo tus ojos de mirada penetrante, el poder de convicción que tenía, que hacía que quien te conociera y tuviera la oportunidad de escucharte se sintiera subyugado con tus ideas y proyectos. Era increíble que con tu juventud tuvieras esa firmeza de carácter, cuando apenas habías abandonado la adolescencia.

Mi entrañable, amigo ¡Cuantos recuerdos vienen hoy a mi mente! Cuanto te conocí en casa de la familia Colomé Monserrat en el pueblo de El Caney en 1955, nos presentó tu novia América Domitro Terlebauca, que ya nos conocíamos, púes ella se hacía su ropa con la mejor modista del pueblo al igual que yo: Inés López Ortiz.

¿Por qué América tenía tanto interés en que te conociera? Antes te había contado que yo era una amiga en quien se podía confiar, a pesar de que era muy reservada y no le había dicho que ya pertenecía, que ya pertenecía junto a mis hermanos a una célula del movimiento 26 de julio. ¿Qué viste en mí? Conversamos mucho aquella tarde de abril, nos sinceramos, tú me dijiste cuáles eran tus propósitos, yo los míos. Los dos perseguíamos los mismos objetivos: Luchar hasta derrocar al gobierno de Fulgencio Batista, que había usurpado el poder y violado la Constitución del 40, para nosotros a esos que se les llamó “La gloriosa generación del centenario” era sagrado.

Ese día me invitaste a lo que sería una excursión a la playa de Damajayabo, en las cercanías de Siboney, por ser un lugar poco frecuentado y donde nos reuniríamos con otros jóvenes de El Caney. Yo acepté entusiasmada, pero tenía el inconveniente de que mi familia de El Rodeo, (caserío cercano al pueblo) tal vez no me diera el permiso para participar con todos aquellos muchachos que estaban de una forma u otra involucrados en la lucha clandestina. Busqué la solución, me iría para la ciudad de Santiago de Cuba a casa de una tía paterna, ella no era tan exigente y le diría que iba a la playa con unos amigos de la escuela y no habría problemas, por otro lado mis padres y hermanos vivían en Quintero, en el kilómetro 5 ½ de la Carretera Central, ellos me hacían en El Caney y los del Rodeo en la ciudad.

Nos fuimos muy temprano, América con sus hermanos Taras y Mirtha, varios jóvenes del pueblo, entre ellos Chichito Colomé Monserrat, Anaya en su Cadillac negro, los hermanos Jordán y otros más. Parecíamos alegres jóvenes que íbamos a disfrutar de un día de playa. En aquel paisaje agreste, de impresionante belleza solo había árboles, arena y mar, por lo que el silencio solo era interrumpido por la fresca brisa, las olas del mar y el murmullo que hacían las hojas y el trinar de las aves.

El propósito de la excursión era intercambiar opiniones y recibir instrucciones de futuros objetivos a realizar. Te conté que en mi grupo nos habíamos organizados desde el mismo 10 de marzo ante el artero golpe de estado apoyado por los militares y en contra de una buena parte de la población amante de la libertad y la democracia, que a encargo del mismo grupo se me dio la misión de introducirme en las filas del ejercito y tratar de obtener datos de la composición de la fuerza allí representada y otros datos logísticos de interés para futuras acciones, por lo cual y al amparo de mi tía paterna Soledad Rodríguez Domínguez que vivía precisamente frente al Cuartel Moncada en calle C # 2 e/ 2da y Martí del reparto Sueño, no me fue difícil la tarea, ya que era amiga de muchas de las hijas de altos oficiales que vivían por los alrededores y otras muchachas del barrio que poseían carné para ir a ver las películas que se proyectaban en el cine Mariana Grajales, dentro del propio recinto militar, que por ese medio pude confeccionar un mapa, aportar valiosos informes de la cantidad de oficiales que había, de donde se encontraba el arsenal de armas, así como las entradas principales y las que se encontraba ya bloqueada por las noches con camiones atravesados y barricadas de sacos de arena y que la única puerta libre era la posta 3 y que unos días antes del asalto había ido personalmente con uno de los jefes de nuestra célula, que era una persona mayor con mucha experiencia, ya que había participado activamente contra la dictadura de Gerardo Machado y después como combatiente en la guerra en España. Ese día conocí a Renato Guitar, que también era un joven con mucha madurez y en el cual también logré su confianza y estimación.

Te entusiasmaste con las cosas que te conté y de las acciones en que ya había participado, de los dos registros que nos habían realizado en la casa de Quintero, antes del 26 de julio de 1953, uno por el Primer teniente Pedro Sarría Tartabul, del Regimiento No 1 Antonio Maceo de la Guardia Rural, de cómo pude salvar valiosos documentos cuando vi por la subida de la loma que conducía a la casa un camión lleno de soldados con armas largas y corrí a sacar todo lo que nos pudiera perjudicar y meterlo debajo de un zinc frente a la casa y que me paré encima y no me moví hasta que terminó el registro que fue motivado precisamente porque pasó volando bajo esa mañana una avioneta del ejercito y observó debajo de una mata de limón a numerosos jóvenes, que estábamos reunidos en planes comparativos. Cuando nos percatamos de lo que podía suceder, todos se fueron rápidamente y se perdieron por los matorrales de los terrenos del acueducto. Cuando llegaron solamente estábamos los de la familia. Ese día también allanaron la casa aledaña a la nuestra de la familia Dávila Barreto, que por no encontrarse le rompieron el llavín violentamente. Afortunadamente en ambas casas no había nada comprometedor de interés para ellos.

El segundo registro lo realizó en persona el Coronel Alberto del Rio Chaviano, que era el jefe del Cuartel Moncada. Tampoco encontraron nada, éramos muy cuidadosos con la presencia de cualquier dato que pudiese constituir un peligro y una evidencia de lo que estábamos realizando.

Con esos antecedentes me tomaste gran confianza, me sentí satisfecha de que me consideraras una más de los tuyos y te prometí que lucharía con todas mis fuerzas hasta vencer o morir y que le sería fiel a esa causa hasta el fin (a lo que yo creía entonces que era el fin que perseguíamos, la liberación de la feroz dictadura y la implantación de una verdadera democracia)

Como yo era muy joven, tenía varios enamorados en el pueblo, entre ellos Taras, el que sería futuro cuñado tuyo, me decías que íbamos a pertenecer a la misma familia y yo me ruborizaba ¡Qué sorpresa me llevé una noche como a las 12:00 de la noche! Vi el Cadillac de Anaya parqueado frente a la casona de mis abuelos en El Rodeo y encima estabas tú, Chiquito, Joel y Taras, los que guitarra en mano acompañaban a los otros cantando una bella melodía a la luz de la luna.- ¡Qué emoción! Yo dormía en una de las primeras habitaciones con mi prima Martha, al escuchar la música nos levantamos muy sigilosamente y nos asomamos a la ventana, era una serenata, dedicada precisamente a mí, el corazón me quería saltar del pecho, era la primera vez y me sentí inmensamente halagada con las letras que todas eran de amor, tanto como las heroínas de las películas mexicanas que estaban de moda en esos tiempos; pero la felicidad duró poco, mi abuelo Jacobo se despertó y como era tan recto comenzó a refunfuñar, nosotras cerramos la ventana asustadas, ¡Qué pasaría!, pues mi abuelo fue al patio de atrás, cogió un cubo de agua y se lo lanzó a los trovadores. ¡Qué pena! Por varios días no bajé al pueblo por encontrarme con algunos de ustedes, la cara se me caía de vergüenza, pero… ¿Quién se atrevía a contradecir a mi abuelo?

La lucha continuó, sufrí mucho cuando te detuvieron por los sucesos de la estación de la policía de El Caney, pero como en esos tiempos el poder judicial estaba separado del legislativo y el ejecutivo, no era como ahora que todo responde al estado totalitario, un buen abogado te defendió y saliste absuelto.

Después vinieron los preparativos del 30 de noviembre. Conocí a muchos miembros del movimiento, pude participar en lo que sería prestar los primeros auxilios a los presumibles heridos, para ello había pasado un rápido curso.

Si el fracaso al asalto al Cuartel Moncada y los muertos que causó me llenaron de honda pena, que no sería el saber de la muerte de Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, de los heridas sufridas por Papy Cervera y Joaquín Padrón, Papy con cuatro balazos que pudieron costarle la vida y Padrón que perdió una pierna, la angustia de los primeros días, la persecución de los más connotados dirigente y la certeza que cualquier descuido nos podía costar muy caro. Las noches eran continua zozobra al escuchar los estridentes patinazos de las temibles micro-ondas y pensar en la suerte que correríamos de ser detenidos por aquella jauría.

En lugar de acobardarnos, nos enardecíamos y teníamos más deseos de luchar y causarle estragos al tirano en los lugares más estratégicos, por lo que se multiplicaron los sabotajes y todo tipo de acciones en pos de fustigar al sistema y demostrarle que no estábamos vencidos y que la guerra continuaría hasta el fin. Se reclutaban nuevos miembros para partir a la Sierra Maestra, se transportaban armas y todo cuanto fuera posible, las acciones en el llano también eran numerosas, así como en otras ciudades y pueblos de Cuba. Un día me diste una peligrosa misión, ya me habían bautizado con el seudónimo de Beatriz, te pregunté intrigada: ¿Por qué Beatriz? me respondiste por dos razones, una que no deben conocerte con tu verdadero nombre, ya que es más fácil que te puedan descubrir y detener ¿Te imaginas lo que te harían esos esbirros?
Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

Lo segundo es que ese nombre tiene gran fuerza y es más apropiado a tu personalidad, púes tú eres audaz y temeraria y no conoces el miedo ni la prudencia ¿Estamos de acuerdo Beatriz? ¿Quién podía discutir contigo una orden?

Comenzamos a trabajar arduamente en mantener el avituallamiento a los que partían al campo de batalla en compañía de mujeres tan valerosas como Clara Luz Pantoja íbamos a los campamentos, traíamos cartas que repartíamos a los familiares de los alzados y a la vez llevábamos noticias de cómo se organizaba la guerra.

Aquí en la ciudad cada día el peligro era mayor, ya había cobrado la vida de valiosos compañeros, otros marchaban para la Sierra Maestra, entre ellos tú, aunque te extrañaba, lo prefería, allí se suponía que estabas más seguro. Ya América y su familia se habían mudado de El Caney para la casa de Clarín esquina Heredia y nuestros contactos eran más frecuentes. Un día supe que habías venido, sentí como un mal presentimiento ¿Por qué te enviaban a la ciudad donde corrías un grave peligro? Eran órdenes superiores, deseaba verte de nuevo, tal vez junto a tu madre tocando el piano en la Primera Iglesia Bautista donde después de conocerte te vi tantas veces, allí también conocí a tu intrépido hermano Josué y al más discreto Agustín. Temía y no sin razón por tu valiosa vida, que era buscada por los esbirros con ensañamiento.

Aquella tarde trágica del 30 de julio de 1957 estaba en mi casa de Quintero, al escuchar los disparos corrí al portal y exclamé conmovida ¿A quién habrán matados a esos esbirros? Momentos después venían mis hermanos a darme la infausta noticia.

Sentí una mezcla de dolor y rabia y salí presurosa hacia la ciudad, solo recuerdo que me vestí con una saya negra y una blusa blanca, mientras mi madre angustiada me pedía que me controlara y tuviera cuidado con mis expresiones, ya que mejor que nadie conocía mi carácter colérico y violento en estas circunstancias. Me presenté en la casa de América, el dolor era inenarrable, Doña Rosario como una titana estaba serena, ya había perdido a su hijo Josué exactamente un mes antes.

Allí se organizó todo lo que iba a hacer, te vestimos con el uniforme verde olivo que tanto amabas, nos propusimos desafiar a la tiranía, iríamos hasta el cementerio de Santa Ifigenia a pie detrás del coche fúnebre cantando himnos y consignas y así fue. La manifestación de duelo fue algo jamás visto en esta ciudad, un pueblo detrás, desde los balcones arrojaban flores a tu paso, Miles y miles de santiagueros te acompañaron llorando y cantando. Fue tan impresionante e inesperada la reacción del pueblo, que los esbirros no se atrevieron a salir ese día de sus madrigueras, ni a interrumpir las sentidas palabras que se pronunciaron en la despedida de duelo.

Este sacrificio tuyo fue como el detonante a muchos que aún permanecían pasivos. Se recrudeció la lucha, nuevas víctimas se sumaban al rosario que conformaba el martirologio de la patria. Perdí tantos hermanos, que parecía que cada uno que se iba me arrancaba un pedazo de corazón, Omar Girón mi entrañable amigo, Cuchi Nogués, mi compañero de escuela en la primaria, Antonio Robert, el que más jugaba con mis hermanos, Bibí Soler, mi vecino y hermano de mis amigas Popó y Caridad y esposo de Olga Magda, Julito Ulio, también amigo de la infancia, malo de Molina, macias nuestro querido jefe de grupo Idalberto Lora, Orlando Regalado, Cuco Dávila, Orlando Montes de la Oca, Fito, el dueño del bar frente a la clínica “Los Ángeles” y tantos otros mártires.

Antes iba al cementerio, se sentaba en la tumba, conversaba contigo, te recitaba algún poema, otras caminaba por el callejón del muro en busca de tus huellas, las pisadas por donde tú habías dado los últimos pasos y te contaba mis desventuras y frustraciones.

¡Frank, Frank nos han traicionado! Esta Revolución no es la que soñamos.

Muy pronto sufrí el más cruel de los desengaños ¡Tanta sangre derramada para qué!

Mi inconformidad y rebeldía crecían con el paso de los años, tenían que hacer algo, pero…¿Cómo? la tiranía había tomado las riendas del poder y de que manera, nos despojó de nuestras propiedades, nos hizo sus esclavos. Miles de cubanos optaban por irse del país, otra gran herida a mi corazón, mis familiares y amigos más queridos nos abandonaban, otros iban a la cárcel o eran fusilados por manifestarse en contra del régimen, muchos desaparecían en el mar o en la franja que nos separa de la Base Naval de Caimanera en Guantánamo en busca de libertad: mientras tu nombre era usado como bandera para sus propósitos ¡Qué poco te conocían! ¡Ay si hubieses podido levantarte con el fuego de tus ojos los hubieses fulminado por farsantes y traidores!

Ya en plena insubordinación contra el sistema me manifestaba como podía, ya que solo esgrimía como armas de combate mis ideas.

Ya desenmascarada delante de mis opresores, un día fui conducida por tres oficiales de la Seguridad del Estado a una de sus dependencias, creían que me iban atemorizar con sus caras de amenazas, uno de ellos, el que parecía el jefe por sus grados de coronel, resoplaba iracundo como si fuera un toro de Lidia a punto de atacarme con sus cuernos. Cuando estuve encerrada en una dependencia, me gritó con toda su furia; ¡Gusana¡ ¡Contrarrevolucionaria! ¡Apartida! Yo me paré frente a él y en su mismo tono le grité: -- Respéteme que yo respeto sus ideas, pero usted tiene que respetar las mías! Lo expresé con tanta energía, que tuvo que bajar la cabeza y pedirme disculpas. Entonces señalando para una pared me dijo --¡Ahí había un cuadro de Frank País: Yo le respondí rápidamente: --¿Dónde está? El me dijo: --Lo mandé a quitar para que no se abochornara de usted, le contesté: --¡No señor, mándelo a buscar y póngalo ahí mismo, que estoy segura que si él estuviera aquí, pensaría igual que yo!

Lo desarmé ideológicamente, no pudo decirme nada que me convenciera de que lo que estaba haciendo no era lo justo.

Hubo otros interrogatorios, nuevas amenazas de encarcelamiento, como siempre le respondí que nada me importaba, que si debía de inmolarme por defender mis ideas y principios, no sería nada nuevo, ya lo habían hecho desde Jesucristo hasta hombres como Carlos Manuel de Céspedes que no claudicó ni ante la vida de su hijo, que yo me sentía heredera de aquellas estirpe y que además sostenía el pensamiento martiano de: “No son dignos de vivir los que le temen a la muerte” En fin a veces creo que por no tener corazón soy un fantasma que camina, en cada uno de los caídos fui dejando girones de él, lo único que me queda es la rebeldía que aún vive en mí a pesar de tantos desengaños, esa que me lanza a la calle cada vez que veo como se abusaba de mis hermanitos menores los que nacieron después de 1959 y que no han conocido lo que es la verdadera libertad, un estado de derecho, el dolor de esas que pueden ser mis nietas prostituidas por tanta necesidad, la falta de valores morales y espirituales, mi pueblo sin futuro y sin esperanzas, el cambio de mentalidad operado por la mayoría: irse del país. ¡Que triste realidad! ¿Cuándo a algunos de nosotros nos pasó semejante cosa por la cabeza? En realidad eran otros tiempos y sabíamos que nuestra lucha tendría un final cercano, donde trabajaríamos por un bienestar y la paz de todos los cubanos, donde se respetaran las leyes y todos tendríamos participación en los destinos de nuestra amada patria.

Esta generación nació, creció y vive sin ver la luz del horizonte que le anuncie una mañana mejor, es como una marioneta tirada por muchos hilos que dirigen sus pasos, son amos los que llevan y los traen a su antojo, dictan medidas y leyes para permanencia y beneficio, sin importarle la opinión de los demás. ¡Qué distintos son los ideales de muchos! Se inician en la lucha con un objetivo: Lograr una visa y escapar del infierno. ¿Puedo criticarlos? ¡No! son seres nacidos en este sistema, que a pesar del adoctrinamiento desde sus primeros años, no lo toleran, desean vivir, conocer la verdadera libertad, desprenderse del sometimiento al que están obligados, trabajar por lograr el confort que aquí le han negado, respirar el aire donde no los persiga como una pesadilla día y noche las interminables consignas.

Cuando observo la diferencia entre forma de pensar y la mía, creo que soy la pieza de un rompecabezas, que por mucho que trate de encontrar su lugar, es imposible, no encaja por ninguna parte, aquella generación no tiene parecido alguno con ésta. ¿Éramos más idealista? Tal vez mucho más desprendido de ambiciones ¿Por qué? Porque no éramos esclavos de un sistema, mucho teníamos vida propia, no dependíamos de nadie y eso nos hacia sentirnos más libre y por eso tratábamos de defender ese derecho a aún a costa de nuestra propia integridad física.

Un dolor que llevo muy profundo es que te han utilizado como bandera, trataron a tu madre como un objeto político, más nunca quisieron darle tal vez lo que más deseaba en el ocaso de su vida: ver a él único hijo que le quedaba que había tenido que emigrar para no morir también. La rodearon de comodidades y cuidados, pero jamás se le complació con dejar venir a Agustín ni mucho menos que ella pudiese ir a verlo. En esos tiempos era prácticamente un delito imperdonable, se decía que los que abandonaban el país eran como muertos a los que no se podía recordar, escribirles y mucho menos hablar por teléfono, la comunicación con ellos podía costar caro, como perder el empleo, no poder culminar una carrera de estudio, ser considerado como un contrarrevolucionario al que había que vigilar estrechamente, para eso se habían creado las Comités de Defensa de la Revolución (CDR), los informantes en centro de trabajo y estudios.

Ya en el año 1979 hubo un cambio de medida, venían los primeros vuelos de la comunidad cubana en los EEUU a despejar dudas, ya que se debía que su situación era desastrosa y se pudo comprobar lo contrario mientras nosotros languidecíamos en la miseria, la monotonía y la falta de estímulos que nos hiciera la existencia más grata, los comunitarios traían enormes maletas cargadas de todo lo que nosotros no teníamos, muchos dólares para gastarlos con su familia y amigos, nos mostraban un rostro feliz junto a las fotos de sus esplendidas residencias, automóviles, joyas y la certeza del confort que disfrutaban, es innegable, y ano eran los gusanos, sino mariposas que habían sufrido una metamorfosis ante los asombrados ojos de todos, los que sentían orgullo y envidia, por ello no poder tener lo mismo, las viejas rencillas y rencores se desaparecían en un abrazo, ahora era bueno tener un familiar es Estados Unidos, vivo y no muerto, como se les había inculcado por años.

Vino el éxodo masivo de 1980, tal vez muchos inspirados en la verdadera realidad, deseaban una existencia mejor y escapar a pesar de la gran represión que se desató, los bárbaros actos de repudio a que fueron sometidos, ejecutados y autorizados por las autoridades del país, que organizaron a la plebe, estudiantes y trabajadores, para enfrentarlos a sus propios hermanos por el único delito de desear abandonar el país. A pesar de ello, se iban miles, nadie lo pudo evitar, ni las crueles condiciones que tuvieron que padecer, las brutales golpizas y todo tipo de represión.

Para mí fueron días amargos, me sentía asqueada ante la barbaridad y me preguntaba: -¿Cómo es posible que se haya caído tan bajo? A pesar de que era una trabajadora estatal y que de ello dependía mi subsistencia, jamás participé en un acto de repudio, lo cual me fue señalado en más de una oportunidad.

Pasaron catorce años, se repitió la estampida en lo que se llamó “El maleconazo”, por todas partes un pueblo ansioso corría todos los peligros con el mismo propósito: Escapar.

Por ese motivo hay por todo el mundo más de dos millones de cubanos. Ahora se anhela tener a alguien del lado allá, ese que generoso nos mande los dólares que mitiguen la miseria que nos oprime, ya no son los odiados y repudiados apátridas, son los “familiares” que desean ayudar, que deben mandar dólares, para que este sistema sobreviva y “los malos tratan de impedir” ¡Cuanta hipocresía!

A veces me parece que estoy bañada de fango, que soy una miserable criatura que también por unos dólares que mitiguen el hambre de tener tantas cosas que desearía tener y no tengo, me ahogo y me digo: -- ¡Frank si me vieras tal vez no me conocerías! Ya no soy aquella mujer altiva, orgullosa de su patriotismo, que salía a la calle con la frente en alto como las palmas reales que adornan nuestra querida tierra, ahora me arrastro llena de dolor al ver la nefasta obra de tantos años, sin que pueda apenas alzar mi voz, soy como un pájaro con el pico amordazado y las alas cortadas para que no pueda volar al cielo infinito a gritar ¡Libertad!

Sin embargo en esta larga espera de un futuro mejor me inspira tu recuerdo, trato de que mi voz se escuche a pesar de la férrea mordaza que se quiere imponer. Quiero ser ejemplo a estas nuevas generaciones, les inculco patriotismo, les enseño a amar y respetar a nuestros verdaderos héroes con todas las fuerzas que aún me quedan, por medio de conferencias, lectura de documentos importantes, libros que nos llegan a las Bibliotecas Independientes genial idea que nos ha permitido a muchos salir del ostracismo a que somos sometidos, tener acceso a literatura prohibida, poder intercambiar opiniones que sacan de la confusión y la ignorancia a quienes desean conocer que a pesar de vivir en una enorme cárcel rodeada de agua, la fuerza de las ideas nos pueden hacer soñar con un mundo mejor, donde impere la justicia y la verdadera democracia, con la participación en los destinos del país, si perdemos el miedo y somos capaces de enfrentarnos con todo valor, como el que caracterizó a aquella generación en la que tú fuiste una de las más hermosas representaciones.

Mi hermano del alma, si pudieras pasearte por Enramadas, principalmente por las noches, la verías triste y solitaria, obscura y sin la belleza que ofrecía a nuestra vista. ¿Te acuerdas del Parque Céspedes? antes lugar de reunión de lo mejor de nuestra sociedad, se ha convertido en el centro de prostitución más importante de la ciudad, donde “Jineteras” y proxenetas se disputan a extranjeros, mientras en cada esquina la policía los acecha y hostiga. Los jóvenes de hoy ya no pueden asomarse a los balcones del Hotel “Casa Granda” a admirar la belleza que lo circundan, mucho menos disfrutar como lo hacíamos nosotros de una merienda en la cafetería o aquellas amenas tertulias disfrutando de una buena música en el club del primer piso, las actividades festivas de fin de año, día de los enamorados, las despedidas de solteros y tantas otras fiestas a las que estábamos acostumbrados desde el ROOF GARDEN , Nuestros encuentros en el club 300, El Baturro o el Kon Tiki y tantos otros lugares agradables que hoy son para el disfrute exclusivo de turistas extranjeros, ni pararnos en la puerta podemos, enseguida sale un uniformado para impedirlo, apenas podemos ir a nuestras playas por falta de transporte, hasta ver una película es difícil, por los pocas cintas que han quedado en esta ciudad de más de quinientos mil habitantes.

Rememorar lo que fue nuestra ciudad y lo que es hoy, nos llena de una gran nostalgia y más nos apena el conformismo de la mayoría que sufre estoicamente porque no ha visto otra cosa, han nacido y se han criado en este sistema, padecen de una grandes información, apenas tienen acceso a los medios de comunicación modernos, nosotros disponíamos de mucha literatura de todas partes del mundo, la prensa, la radio y la televisión no eran censuradas y aunque se diga lo contrario se poseía una gran cultura, ya que se tenía dónde escoger más esparcimiento, recibir una educación despolitizada, lo mismo en las escuelas públicas, como privadas, que nos enseñaba el amor a nuestra patria y a respetar a nuestros próceres, no a adoctrinarnos con ideología foráneas, odiar al enemigo común, como medio de cargar la culpa de todos sus errores y hacernos pensar que no tenemos otra salida que Patria o muerte.

Mi querido hermano ¿Ves en lo que se ha convertido nuestra patria? ¿Cómo no recordarte en este día? Al evocar y rememorar el pasado, creo que no es un privilegio haber vivido estos cuarentas y cinco años, sino el resultado de una larga agonía. ¡Que triste realidad: Nuestros campos, pueblos y ciudades se destruyen al paso del tiempo, las calles, casas, los comercios, la miseria creciente, la imposición de un sistema que no admite la libertad de expresión que encarcela las ideas, mata las ilusiones, nos han convertido en mendigos, parásitos que viven de familiares del exilio. ¡Hemos perdido la dignidad!

en este día de tristes remembranzas te afirmo que soy la Beatriz que conociste, indoblegable, fiel a tu recuerdo y al de todos mis hermanos que en holocausto entregaron sus más caros sueños en pos de la patria que anheló nuestro José martí, por la sangre de los Maceos y tantos héroes que nos legaron el fervor, el fuego encendido de sus ideas que jamás se apagará, aunque una doctrina extraña haya intentado con tesón cambiarlo todo, borrar la historia.

Seré firme en mis ideas, aunque en ello me vaya la vida, nunca traicionaré lo que tanto celo he conservado todo este tiempo por falsas prebendas y a los que me preceden les diré con el Padre Varela encomendó a sus discípulos: “Dile a ellos que son la dulce esperanza de la patria y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”

Hasta que volvamos a vernos juntos a Dios, al que amamos por igual en espera de la redención prometida.

Hasta Siempre

Tu Haydee

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