Si alguien te dice que es santiaguero
y no te ofrece una franca sonrisa,
no lo creas.
Si tocas a una puerta y no ves
una mirada amiga
no lo creas.
Si en tu andar no sientes el calor
y la alegría,
no lo creas.
Si en la cima de la ciudad no ves el mar,
no lo creas.
Si no sientes como te abrazan sus verdes montañas,
no lo creas.
Si no ves un amanecer brillante de un cielo
azul turquí,
no lo creas.
Si no sientes el bullicio de una ciudad
que vive y palpita,
no lo creas.
Si no te emocionas al ver tanta belleza natural,
tanta estampa colonial,
no lo creas.
Si no ves los ojos brujos de una santiaguera
enamorada,
no lo creas.
Si no sientes una mano amiga extenderse
y ofrecerte amistad sincera,
no lo creas.
Si no sientes una mano amiga extenderse
y ofrecerte amistad sincera,
no lo creas.
Si alguien no te cuenta una historia de
patriotismo y valor,
no lo creas.
Si alguien no te brinda apoyo y
hospitalidad,
no lo creas.
Si no te encuentras un valiente
que ha defendido su honor patrio,
no lo creas.
Si nadie te da ayuda y al solicitarla
te vira la espalda,
no lo creas.
Si no ves en cada hombre, mujer o niño
un amigo presto a servirte,
no lo creas.
Si te has paseado por esta ciudad
y no encontraste tanta virtud, tanta hidalguía,
no lo creas.
Si no encontraste en tu camino;
esas cualidades,
no lo creas.
¡Te engañaron, no estás en Santiago de Cuba!
25 enero 2009
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