Testimonio
Ocurrió en 1990 y creo firmemente que la mano de Dios obró
para que pudiese realizar ese viaje.
Por los lazos de amistad que me unían a Inés López
Ortiz a la que siempre he considerado como mi segunda madre
por su ayuda incondicional a mi persona y todo el amor y buenas enseñanzas que
me ofreció, nunca dejé de comunicarme
con ella desde que viajó en junio de1968,an España, frustrada por haber perdido
todas sus propiedades por la injusta intervención del nuevo gobierno
revolucionario implantado en Cuba el 1 de enero de 1959 y ver como se le expropiaba de todo lo que había
adquirido con trabajo y sacrificios, entre ellos su ganado de raza, al verlo
pasar por el camino no tuvo otra opción que marcharse del país, a pesar de
dejar atrás toda su familia y principalmente a sus padres muy ancianos. Primero
a Madrid, España, con la ayuda recibida por Ricardo Barroso (Hermano de su
cuñada Carmen) al que ella a su vez
había ayudado cuando él también decidió abandonar el país. Ya en Madrid,
tuvo que aceptar trabajar como doméstica
en casa de una familia cubana-española al cuidado de varios niños, muy
malcriados, que la humillaban mucho. Una
noche sufrió un infarto cerebral, al no poder levantarse, el dueño de la
casa que era el español la ingresó en un hospital y gracias a ese buen gesto, mejoró y después con un bastón viajó a Estados Unidos
de Norteamérica. Se estableció en Hialeah y comenzó a trabajar en factorías. Así pudo adquirir la casa que más
tarde cedió a su sobrino Pepín y familia. Ella con su trabajo y esfuerzo logró sacar a buena parte de su familia.
Como me prometió al
despedirse de mí, nunca me olvidó. Nos comunicábamos primero por cartas y ya en
1990 tenía una opción por 10.00 pesos
m/n de poder hablar con ella unos
minutos desde mi ciudad de residencia en Santiago de Cuba a New Jersey donde
ella vivía en esa época. Siempre
preocupada por su estado de salud y bienestar, pero… en una ocasión y sabiendo
que las leyes migratorias ofrecían la
posibilidad de poder visitar ese país pasados los 55 años, me encomendó visitar
a sus familiares más cercanos en El Rodeo, El Caney y ofrecerles su invitación. Así lo hice y
visité uno por uno a hermanos y sobrinos, todos la rechazaron, unos… por
problemas familiares y otros por índole político, algunos estaban comprometidos
con el proceso revolucionario imperante por trabajar o estudiar y temer
represalias.
Así se lo hice saber en la siguiente llamada, por lo que me
dijo algo que me sorprendió: _¿Por qué no vienes tú? ¿Yo Inesita? _ ¡Si! Dame
tus datos que te voy a hacer una invitación. Así lo hice y en menos de un mes
tenía la invitación y la transferencia bancaria para el costo del pasaje. Lo
primero que hice fue tramitar el pasaporte cubano, después solicitar la visa en la Oficina de Intereses de Estados
Unidos en La Habana, poco tiempo después
la había obtenido por 6 meses. La
próxima gestión era presentar la solicitud de permiso de salida o sea obtener
la llamada Carta Blanca en Inmigración y Extranjería que se encontraba entonces situada en la calle San Basilio
entre San Félix y Carnicería. Allí me atendieron una tal Brenilde y Carlos Martínez. Sin este
requisito no se permitía viajar.
Muy entusiasmada esperaba la Carta Blanca para poder viajar, iba todas las semanas y siempre estos
funcionarios me decían que no había llegado. En una ocasión me recogieron
el pasaporte ya visado.
Llegó el mes de diciembre y al
ver que casi se vencía la visa Me arrodillé delante de mi cama e imploré a Dios: ¡Señor si quieres que
viaje a Estados Unidos, hoy me vas a abrir las puertas! Sentí una gran
seguridad y tomé 50.00 pesos que era lo que costaba el pasaje de avión a La
Habana. Me dirigí a Inmigración y Extranjería, como otras muchas veces. Al
llegar y sentarme a esperar que me atendieran, me llamaron a la oficina y allí
no estaban ni Brenilde ni Carlos Martínez, sino una mujer oficial
vestida de verde oscuro y de imponente presencia, supuse que sería la
jefa. Lo primero que me preguntó qué quería, les expliqué el tiempo que hacía
que había solicitado la Carta Blanca y que ya se me vencía la visa. Me
preguntó: - _¿Por qué no se la han dado? Con voz tenue le dije¨_¡ No sé! _ Me
pidió el pasaporte, le hice saber que se encontraba allí, se paró y abrió una
gaveta de un archivo con fuerza, pude ver varios pasaportes, por lo que supuse
que a otros tampoco le habían dado el solicitado permiso. Volvió a
preguntarme:_ ¿Por qué no se lo han dado? _ Mi misma respuesta:_ ¡No lo sé! Y cogió mi pasaporte con la misma forma
enérgica abrió una gaveta de su buró y extrajo un cuño y con fuerza lo estampó
en una hoja de mi pasaporte y me dijo:_ ¡Ya puede viajar! _Volví a preguntar:_
¿Y la Carta Blanca? _¡ Ya con esto basta!
_me respondió, le di las gracias y salí muy contenta rumbo a las oficinas de Cubana
de Aviación, que entonces se encontraban
en los bajos de la Iglesia de la Catedral por Santo Tomás. Eran cerca de las 5.00 de la tarde y la que me
atendió solicité un pasaje para el día siguiente si era posible para La Habana.
Esta revisó y me dijo que todos los
pasajes estaban vendidos hasta el 2 de
enero. Quejumbrosamente le plantee la necesidad que tenía de viajar a La Habana
lo antes posible. Volvió a revisar y me dice:_ ¡Espere, aquí tengo una
cancelación para el vuelo de mañana!_ Me dije: ¡Ese es el mío! En efecto la vi
redactar el nuevo pasaje. Salí de prisa
y al llegar a la calle San Carlos 257 de mi domicilio fui de casa en casa de mis vecinos más cercanos
a anunciarles:_ ¡Mañana me voy para La Habana en el primer vuelo, escriban
a su familia cartas y teléfonos para llevárselos! Entre en mi casa y no sé cómo
me dio por mirar el pasaje_ ¡Ay Dios mío! La funcionaria se equivocó y me hizo
el pasaje con el mismo nombre de la que lo
canceló, una tal Amparo. Corrí calle arriba y cuando llegué la oficina
estaba cerrada, pero al parecer una había una reunión, toque y me
decían:¡Cerrado! Y yo por los cristales
les gritaba:_ ¡Pasaje equivocado!- Salió
la misma que me lo había hecho para comprobar su error y rápidamente me lo
arreglo con mi nombres y apellidos correctos. Como todavía se podía hacer en
esa fecha pedí un taxi bien temprano que me llevó al aeropuerto Antonio Maceo.
Deseaba lo más rápido posible viajar, pues suponía que si Carlos Martínez y
Brenilde se daban cuenta me impedirían viajar, ya que suponía que estaban al
tanto de mis actividades opositoras de regar octavillas por toda la ciudad y
varias pueblos más de otras provincias y
sospechar que había sido delatada por una confidencia que me había alertado en mi propia cuadra un miembro
de los Comités de Defensa de la Revolución.
Llegué a La Habana en la mañana y tomé otro taxi hasta la
casa de mi hermana Merceditas en la calle 104 entre 37 y 39 Marianao. Le tiré
el maletín y brevemente le explique que iba a las oficinas donde se cambiaba la
transferencia del banco por el pasaje. Estaba por cerca del rio Almendares.
Allí la misma repuesta: _ Todos los pasajes están vendidos hasta el 2 de enero.
Mis mismos lamentos, que si no tenía
donde estar tantos días en La Habana… que si necesitaba viajar cuanto
antes… Y me sugirió:_¡ Compre el pasaje y se va el Lista de Espera! Pregunté_¿Existe
las Lista de Espera? : Me respondió
afirmativamente :- Va al
aeropuerto temprano y si quedan asientos vacios se va. Lo compré. Al llegar de
nuevo a la casa de mi hermana le dije que cuanto antes me iba en la Lista de Espera.
Después de visitar a mi hermano Ninito y familia en Lawtón
me levanté muy temprano el día 23 y cogí una bolsita de las que llaman en Cuba
Cubalse con el pasaporte, el pasaje, un monedero y una libreta de direcciones y
por las calles aún oscuras me dirigí a la parada de ómnibus cerca del
Hospital La Liga Contra la Ceguera al
aeropuerto José Martí. Mi hermana me alertaba que tuviese cuidado a andar por esas solitarias
calles a esa hora, yo como siempre orando el Salmo 23. Entonces no era en el
edificio principal, sino en unas casetas improvisadas hasta que edificaran la Terminal 3. Al llegar
allí, había una cola, cogí el número 4 de
los posibles asientos vacios. Detrás de mi
llegó una señora que me dijo
vivir en Centro Habana. Pasadas las 8 de de la mañana los funcionarios
comenzaron a chequear a los pasajeros con reserva de ese día, al final pidieron
6 de la Lista de Espera, uno por uno fue chequeado y al llegar a mí, entrego
los documentos y veo que llega una mulata muy jacarandosa, entra en la parte
de adentro y le da besos a todos, al
parecer muy conocida de ellos y la señora que estaba detrás me dice:_ ¡Nos
desgraciamos, esa se lleva los pasajes
que quedan! En efecto un momento después me entregan mis documentos y secamente
me dice:¡Se acabaron los asientos disponibles!
Todavía replico: -¡Usted no dijo que había 6 asientos y yo tengo el 4?_ Me responde: Pero ella es de protocolo y
tiene preferencia. La de atrás de mí
quiso protestar y resueltamente le digo:_ ¡Somos el 1 y el 2 de mañana!
Nos pasamos el resto de la mañana allí cuidando la cola,
ella me sugirió que fuera a la casa de mi hermana, me bañara, comiera y volviera
por la tarde, después se iría ella a la suya y vendría a media noche hasta el
amanecer. Así lo hice. Cuando llegué a
la casa de mi hermana esta me dijo asombrada:_ ¡Te hacía ya en Estados Unidos!
Le conté las peripecias ocurridas y que volvía por la tarde, ella me aconsejaba
que me quedara a pasar la Noche Buena y el fin de año con mi familia y que me
fuera el día 2_ ¡Nó, mi hermana me voy cuanto antes, yo las paso en Miami!
De nuevo volví al aeropuerto, mi compañera se fue a su casa
y ya de noche los funcionarios me dijeron que no podía estar dentro, por lo que salí a la
intemperie y me senté en un bordillo, menos mal que siendo el mes de diciembre
no hacía casi frio. A un lado una letrina.
A media noche llegó la compañera
y trajo bocaditos y un termo con café con leche. Merendé y allí
amanecimos.
Al igual que el día
siguiente comenzó el chequeo de los pasajeros con asiento reservado. Siempre
uno de los funcionarios bastante pesado decía una y otra vez: _¡No hay asientos
para la lista de espera! Nosotras firme sin movernos de la cola. Ya chequeado
todos dan la mala noticia que el vuelo se había suspendido por falta de avión.
Allí comenzaron las protestas de los pasajeros chequeados y esta duró hasta pasadas las 4.00 de la tarde, nadie se movió de allí,
nosotras expectantes a ver qué sucedía cuando anunciaron que se había rentado
un avión de una línea aérea de Haití y que solo llevaría a los pasaros ya
reservados. Con paciencia esperamos que pasaran al otro
salón todos, entonces el funcionario
pedante anunció que había dos asientos disponibles. ¡Eso eran los nuestros!_ De
nuevo entregué mis documentos y tardíamente el funcionario me los entregó, ¡Ya
podía viajar! No pude prescincindir de mi innata rebeldía y le dije:_ ¡Qué
abusador es usted! Sabe que estamos desde ayer aquí y mire la lija que se ha dado!_ Me dice:_ ¿De dónde es
usted? _Les respondo:_ ¡Soy de Santiago de Cuba! _ Me dice:_ ¡Tenía que ser! En
tono muy despectivo, vuelvo y le digo:_ ¡Si, la cuna de la revolución pero el niño está en La Habana! La de atrás me decía que me callara, que hasta me podían quitar el
pasaporte. Lo apreté en mi pecho_ ¡Qué
me lo quite!
Así pasamos al siguiente salón donde pude ir al baño,
asearme algo, ya que desde el día
anterior no disponíamos de ese servicio.
¡Por fin abordamos el avión! Ya dentro instaladas en nuestros asientos esperé que el
avión cogiera vuelo y comencé a dar gracias a Dios y a cantar alabanzas. Una
pasajera me preguntó:_ ¿Usted es cristiana?_ Sí, le respondí afirmativamente.
Recuerdo a las aeromozas
haitianas muy bonitas, bien vestidas y maquilladas. En pocos minutos ya
se divisaban los cayos de la Florida y en 45 aterrizábamos en el aeropuerto de
Miami.
Yo que nadie me esperaba miraba asombrada la cantidad de
personas que estaban esperando a sus familiares y amigos del lado allá de un grueso cristal con banderas
cubanas y mucha alegría cuando se me acercó un hombre que dijo ser de apellido
Llauradó, nunca olvidaré su rostro amable
me preguntó si nadie me esperaba y le dije que había llegado
por la lista de espera y no me había dado tiempo de avisar a mis amigos
que m e recogieran. Me preguntó si tenía los teléfonos. Yo sin equipaje y solo
mi bolsita de naylón entre las manos. Saqué la libreta de direcciones y
teléfonos y este señor me llevó a un teléfono, depositó una moneda de 0.25
centavos donde pude llamar a la casa de mi amigo y casi hermano José López Rodríguez (Pepin) y sobrino de Inesita. ¡Qué casualidad la
que cogió el teléfono era la propia
Inesita que se había ido a pasar las
navidades con sus tres sobrinos: Manolo, Martha y Pepin y otros familiares y
amigos. Cuando escucho su voz le digo:_ ¡Inesita soy yo, estoy ya en Miami!
Esta asombrada dio un grito:_¡ No te asuste, te vamos a recoger ahora mismo!_
¡No, no tengo miedo! Esperé en el salón de salida separado por el grueso
cristal, ya no había nadie, todos se habían marchado. Cuando veo a Inesita y un
sobrino nieto Pepincito. Hacía 22 años que nos veíamos.
Llegamos a la casa de Pepin en Hialeah, una residencia
compuesta por salón grande, dos
habitaciones, baño y cocina, al lado lo
que le llaman Ofischer, más pequeño y alquilado a otros cubanos. Allí fue apoteósico el recibimiento, ya la
cena de ese día de Noche Buena estaba sobre la
amplia mesa con un cerdo asado y
demás alimentos propios de esa festividad al estilo cubano. Migdalia la esposa
de Pepin me preguntó por mi equipaje – ¡Yo no traje nada, vine en la lista de
espera! _ me sugirió bañarme. Allí me vi
en una bañera llena de perfumada espuma y al salir ya tenía sobre la cama ropa, zapatos y todo lo que me pudiese hacer falta, hasta pendientes, Martha y la espesa de Tommy
, hijo mayor de Migdalia y Pepin también me habían llevado vestidos y batas de
dormir.
La cena fue espléndida con toda la familia, me hacían
preguntas sobre la situación en Cuba, me tiraban vídeos. Fue una noche
inolvidable el mi primer día en Estados Unidos.
Nos acostamos pasadas las 12.00 de la noche. Al día
siguiente me levanté con un poco de dolor de cabeza, parece que el exceso de
comida y bebidas de la cena. Mi prima Romelia Skobin había venido de California a pasar unos días
en Miami y visitar a el resto de la familia, me fue a buscar para llevarme a la
casa de mi tío materno Camilo Rodríguez Marañón, antes al decirle que me dolía
la cabeza insistió en que me tomara una pastilla de un calmante llamado Advil, yo le explicaba que no tomaba
cualquier calmante ya que era alérgica a la aspirina, pero a su instancia me lo
tomé. Llegamos a la casa del tío Camilo
y su esposa Ibia Montaegut Rodríguez.
Allí conversando de diversos temas mi tío decía que deseaba volver a Cuba y yo
le respondía:_ ¡Iras morirte de hambre! Ya estaba el mal llamado Período
Especial en su apogeo y faltaban los principales alimentos.
Al poco rato comienzo a sentir un picor en los ojos, pido ir
al baño y observo ronchas rojas
alrededor de los ojos, me doy cuenta que el calmante me había producido alergia, les digo asustada que me lleven a un
hospital, que estoy intoxicada, ellos alarmados me dicen que no se puede, que
eso cuesta un dineral, entonces suplico:_¡Busquénme Benadrilina! _ Ibia y mi
prima Romelia salieron presurosas a buscar una farmacia, mientras… me arrodille
y pedí a Dios que ya que no podía ir a
un hospital y recibir atención médica y no estaba en mi país, que me sanara. Llegaron
casi corriendo Ibia y Romelia con un
pomo de Benadrilina líquido, me lo tomé casi entero y continuaba orando.
Gracias a Dios se me quitaron las ronchas.
Cuando Inesita se enteró de lo que me había sucedido y la
negativa de llevarme a un hospital, me dijo:_ Yo lo hubiese pagado. Así era de
generosa.
Al día siguiente Pepincito, hijo de Pepín y Migdalia nos
llevó a Inesita ya mí a Miami Beach, a la playa frente al Hotel Fontaine Blue, que me era conocido por las postales que me mandaba
mi enamorado Santiago del Rio Vincens en los
finales de los años 50. Majestuoso adornado
de rocas. Pepincito se dio un baño, a mi no me gustó ver las aguas
sucias y revueltas, nada parecido a Varadero.
En los días siguientes
conocí los principales lugares de interés turístico, los Everglades
y hasta la Hermita de la Caridad. Visité a mis amigas Adelaida (Yaya) y su hija
Edelmira (Mirita) Eran vecinas nuestras
en la calle Lira 57 entre Mestre
y Saco, Mantilla, se fueron del país como perseguidas religiosas en 1980. Ahora tenía un
apartamento muy bonito y bien amueblado, frente al un super mercado Sedano, cené
con ellas y me llevaron a conocer su iglesia Adventista del Séptimo día, nos tiramos fotos y Mirita me dio
un paseo por los principales comercio y calles muy adornadas con motivos
navideños de la ciudad.
En esos día hice contacto con mis amigos y compañeros de la lucha
clandestina Carlitos Corrales y Miriam de la Torre, éstos me llevaron a su casa
y hasta querían que me quedara, me iban
a presentar a un buen partido que se había quedado viudo y deseaba encontrar
una buena mujer para volver a casarse, tenía una buena casa, pero eso no estaba en mis planes,
siempre manifesté mi deseo de volver a Cuba junto a mi hermano Antonio. Me llevaron a conocer Los Cayos de la Florida
un día entero, llegamos hasta el último donde dice: _ A 90 millas de Cuba, fue
muy emocionante, nos tiramos fotos, También constaté con la familia Miguel Reyes, Guillermito me fue a buscar un día, me
llevó a la casa donde vivían su madre Justina Reyes, su hermana Mirna, su
esposo e hijos. No tiramos muchas fotos y conversamos de muchos temas de la
actualidad política que se vivía en Cuba, en una de esas veo a Guillermito
que hablaba por teléfono y me llama_
¿Sabes con quién estoy hablando? Y me da el teléfono, era el
Comandante Hubert Matos Benitez, hablamos bastante y le conté que en Cuba se
escuchaba mucho la emisora radial que él había fundado La voz del CID (Cuba Independiente
y Democrática) Me invitó a visitar su
casa y al día siguiente mandó su chofer
en un Limousine negro con cristales también
negros y ya en su casa tuvimos una
amena charla, le hablé de mis actividades opositoras regando octavillas
como único medio de manifestar mi desacuerdo con el sistema. Me invitó a que me
quedara, de nuevo reusé, le dije:- Mi puesto está en Cuba, yo regreso.
Pepincito e Inesita me llevaron a la casa de su prima y muy
amiga mía en Cuba, Irma López Melián, seguía siendo tan bella como cuando
estaba en Cuba, se casó con Iraelio
Chades, Inesita y yo le hicimos su traje
de novia muy lindo con muchos vuelos de tul
hasta la cola. Viajó a Estados Unidos en los años 50 donde ya vivía su
hermana Enma, de allá trajo a una hija, ahora tenía varios varones. Su casa muy
bonita y adornada con motivos navideños como casi todas en las que estuve.
También visité a Miriam Lorenzo Maceira, hija de mi amiga Miriam Maceira, estaba casada con unos de los integrantes del
disuelto Cuarteto Los Barba y tenía dos hijos, un varón y una hembra de
meses me regaló una linda blusa morada y
un mosquitero para mi futura sobrina Madai.(Nació el 2 de mayo de 1991)
En esos días llamaba
a todos mis familiares y amigos,
nunca mi prima Adría Monteagut Rodríguez me atendió, por lo que no la pude ver
a pesar de las buenas relaciones que habíamos tenido en Cuba antes de irse, no
así una prima desconocida hija de mi tío Marcial llamada Xiomara, en cuanto
supo que estaba en Miami me llamaba
todos los días y me fue a buscar a mi llevó a su casa donde estaba
casada y con hijos. Me ofreció una
comida, me regaló una bata de casa azul muy bonita. Tampoco en mi visita pude ver a
mis primos Serafin y Yolanda, hijos de Camilo e Ibia. Solo a Licet y su marido
me visitaron.
Otras de mis amistades fue la familia Dulac, Ada fue mi
amiga y compañera de trabajo después de las
intervenciones de nuestros comercios en 1963, su hermano Luis tenía dos panaderías El Cristo
Rey y El Cristo de Limpias. Su sobrina
Nuriam, era mi amiga, muy simpática. Me hicieron regalos, entre ellos
una blusa color crema muy fina.
Por mis contactos, el teléfono sonaba a cada rato y ya me
decían:_ ¡Cógelo que es para ti!
Así visité a muchos familiares y amigos, uno de ellos fue mi
primo Nelson Ulloa Rodríguez, todos me hacían regalos y me obsequiaban dólares.
Visité a mí también prima Dagmara Gamayo que vivía con su esposo,
su hija Jaqueline, su esposo y su
pequeña nieta Elizabeth.
Siempre con invitaciones a comidas y regalos.
Estuve en Miami hasta el día 30, antes de irse Inesita me
llevó en compañía del atento y servicial
Pepincito a un cementerio, no era como
los conocidos por mí, más bien parecía un parque con un césped muy verde
y pequeñas plaquitas con los nombres de los fallecidos que descansaban allí, me
mostró dónde se encontraban enterrados
su esposo Armando Asensio y su hijo
Edgar y me manifestó que había comprado
ese pedazo de tierra para cuando ella falleciera la enterraran allí. Me contó
el final trágico de Edgar. (En relato de otros amores cuento la participación
que tuvo en mi vida amorosa) Este joven
era estudiante de medicina en La
Habana, ya en el período insurreccional de la lucha para
derrocar a Fulgencio Batista y Zaldívar por parte de Fidel Castro y sus
seguidores, para evitar que se involucrara en esa contienda, sus padres
decidieron que continuara sus estudios en España. Allí estuvo mientras duró la
guerra, al regresar se sintió marginado y despreciado por los que habían sido sus compañeros de estudios y
amigos y que se habían incorporado a la revolución. Esto lo llevó a una gran
depresión nerviosa, sus hermanos mayores se encontraban hacía años en Estados
Unidos en el estado de New Jersey, ya se había ido también la hermana menor
Caridad, más conocida por Cary y sus padres también le gestionaron la forma que pudiese irse y reunirse con ellos. Ya no
vivían en la calle Paraíso, sino que había fabricado una hermosa residencia en
la calle J del reparto Sueño, su esposa
Blanca Fernández Quintana, que desgraciadamente enfermó de cáncer, murió en
1968 en el Sanatorio de la Colonia Española. Entre Inesita y su cuñada Luisa la
cuidaron. Armando al quedar solo y sin trabajo, había sido Administrador del Banco City Bank Canadá que ex –propio la revolución, un importante
banco de la ciudad, también se reunió
con sus hijos en Estados Unidos. Edgar continuó muy deprimido y un día se privó de la vida suicidándose de
un disparo en la sien.
El día 27 Inesita
volvía a su casa en New Jersey en
avión, quiso reservarme un pasaje para que me fuera junto con ella, le dije que
prefería ir en autobús para conocer más y
me compró pasaje para el día 30 en Ómnibus La Cubana. Migdalia me preparó una bolsa con
bocadillos, frutas y dulces, ya que el viaje era largo. Como ya en New Jersey
hacía mucho frío me prestó un abrigo azul. Salimos de Miami a la 1.00 P.M. muy
puntual y casi todo los compañeros de viaje eran cubanos, me senté junto a una
puertorriqueña llamada Judith, muy
atenta, no me dejaba pagar nada en las
cafeterías que se hacía parada. Íbamos
muy alegres charlando y yo haciendo cuentos. Transitábamos por Orlando, me asombré al ver un gigantesco
sombrero mexicano en una feria o parque de diversiones. Pasamos por la amplia autopista por un lado del
Capitolio de Washington, como una
réplica del Capitolio Nacional de La Habana, Carolina, Virginia. En una de las
cafeterías que paramos, vi en la pizarra con más de 100 ofertas: -Sándwich cubano, me llamó la atención. ¿Desde
cuanto no lo comía? _Pedí uno, además
tarta de manzana y un refresco Sevenó.
Judih me dijo:_¿Te vas a comer todo
eso? Y cuando lo sirvieron
pude observar que e l sanwich era enorme. ¡Imposible! Solo lo mordisqueé. No me
gustó la forma en que Judith trato a una joven camarera, que al parecer
era nueva en el trabajo y tenía poca
experiencia y fiel a mi forma de ser ante conductas inadecuadas le llamé la
atención, que así no se trataba a una persona.
En el largo trayecto por la autopista paramos en varios
lugares, para merendar o ir a los servicios sanitarios. No dormí de entretenida con los demás pasajeros. Me llamaba la
atención cómo iba cambiando el paisaje y el clima, de Miami, parecido a Cuba,
después los árboles con sus hojas de colores amarillos y naranja, ya se veía nieve. Llegamos a New Jersey a las
26 horas de viaje o sea a la 3.00
P.M. Allí me esperaba Inesita en
un taxi de un amigo, la nieve como de un metro de espesor. Llegamos a la calle
Summit 1143 a la modesta casa de Inesita, que era un edificio de tres plantas,
con un pequeño jardín delante con una mustia
mata de rosas con la flor congelada, en la planta baja vivían unos
cubanos con su hija, el segundo el de Inesita y arriba Hilda, otra cubana,
debajo tenía lo que le llaman weisman o sea un sótano, al fondo un zaguán
grande donde se guardaban coches y
carros, a un lado a la izquierda otro apartamento pequeño donde también vivían
otra pareja de cubanos. El de Inesita estaba compuesto por salón con cocina
americana, baño y una habitación. Todo era de su propiedad que con sacrificios
y mucho trabajo había adquirido, según me contó, trabajando en factorías en New
York a una americana que le anunció un
día que vendía la propiedad, Inesita asombrada le preguntó si debía de mudarse
a lo a que ella le dijo:_ ¡No,. Se lo vendo a usted! Así hizo
el trato, le dio el efectivo que tenía y
lo demás se lo pago con el alquiler y su trabajo. Ya en esa fecha se había casado con Armando
Asensio, ya que al encontrarse en Miami éste le propuso que si estaban solos
¡Por qué no se casaban? Así lo hicieron, en fotos vi que se vistió de gris plata y recuerdo que su madre en Cuba
quiso festejar la boda de su hija e hizo reunir a todos los hermanos y sobrinos e hizo una fiesta con cake y demás cosas propias de una boda. Inesita al ayudar
a salir de Cuba principalmente a sus 3 sobrinos, ya había comprado la casa
principal se la dio a Pepin y familia y se fue a vivir con Armando en el
Ofischer, pero Armando seguía bañándose en la casa principal que tenía bañera, pero un día escuchó a Migdalia que
era muy escrupulosa decir que le daba asco que ese viejo se bañara en el suyo.
Armando cuando Inesita vino del trabajo
tenía sus maletas preparadas y le comunicó lo sucedido y que se iba a
New Jersey con sus hijos Armando, Raúl y Cary, a lo que ella le respondió que era su esposa y se iba con él.
(Armando le llevaba muchos años) Así fue como se radicó en New Jersey, hasta
que Armando falleció y rogó que deseaba
descansar junto a su hijo. Inesita costeo el viaje y lo enterró en Miami.
Sus vecinos la
criticaban que siendo la dueña viviera más austera que ellos que tenían sus
pisos muy lujosos con muebles y cortinajes de encanjes. Así era Inesita,
despojada de orgullo y vanidad, lo mismo que era en Cuba a pesar de su buena
situación económica.
Esa tarde me dijo que
en una sociedad de cubanos se iba a celebrar la fiesta de fin de año, que
estaba invitada, que si yo deseaba ir, le dije que prefería quedarme con ella
en la casa, por lo que sus amigos y
vecinos le trajeron tantas cosas de comer, que en los 21 días
que estuve allí no se terminó, pavo, pasteles, cake e infinidad de
frutas.
Me di un buen baño,
no se sentía frio por la calefacción y por la encristalada ventana vi el
magnífico espectáculo de ver caer la nieve en pequeños copos girando
constantemente. ¡Qué hermoso! Era la primera vez que lo veía. Afuera la nieve
que había que quitarla con sal y con una pala para poder salir a la calle.
Esperamos las 12.00 de la noche el nuevo año 1991 tomando
las 12 uvas con 12 deseos, el primero mío que Cuba recobrara la libertad.
La vecina Hilda muy atenta me prestó un abrigo de piel que
me daba por los tobillos, adecuado al
clima frio de New Jersey y unos botines de un número mayor al mío, pero
especiales para caminar y no resbalar en la nieve, lo cual era peligroso, también un vestido blanco y negro
con la falda plisada que me gustó mucho, pull overs y faldas. _Me contó Inesita que un día se
cayó en la calle y fracturó un tobillo y
demandó a la ciudad y le pagaron de indemnización 10.000 dólares.
Al día siguiente Inesita me llevó a conocer algo de la
ciudad, llamé por teléfono mi amiga
Marilyn Tutusaus que también vivía allí, me fue a buscar en su coche y me llevó
a su casa, después a New York, por lo que atravesamos por un puente el rio Hudson todo cubierto por la nieve. Muchos patinando y yo asombrada pensaba:_ ¿Si
se rompe una de esas placas de hielo? Visitamos a una prima y paseamos por la
5ta. Avenida adornada con pequeños árboles de navidad dorados a ambos
lados y mucha gente transitando ver el Gualdo Astoria, Broadway, donde puede
apreciar los grandes rascacielos, Brooklyn y Manhattan, la Estatua de la
libertad y hasta en el Parque Central la única estatua ecuestre de José Martí. Desde
la casa de Marilyn se veían de noche las Torres Gemelas. Ella y su pareja me invitaron al día siguiente a ir a
Elizabeth a un restaurant portugués donde nos sirvieron algo inolvidable: Un
arroz ensopado de camarones con vino y ensaladas.
Llamé a Valeria Soto Miguel, hija de Victoria Miguel, tía de
Carlos Miguel, de la misma familia de Guillermito. Me fue a buscar y también me
paseo por todo New York. Tenía una bella
casa en Elizabeth que parecía una postal de navidad, de ladrillos rojos y el
techo nevado, allí vivía con su madre, esposo y un hijo. Quise comer una
hamburguesa Mac Donald, al parecer allí era algo muy insignificante y
a Valeria le daba hasta pena, por lo que dio muchas vueltas y me llevó a una Mac
Donald apartado. Pude saborear algo que desconocía.
Victoria me dio blumers para
que se los llevara a su hermana
Bertha, con la que también siempre tuve buenas relaciones de amistad., aunque
ya mi maletín estuviese completo con los
kilos autorizados.
Inesita tenía un amigo que
guardaba su camión en el patio de atrás, que también era de la propiedad de
ella, nos invitó, mientras repartía huevos a conocer otros pueblos
cercanos como Newark. Otro día reservó una excursión con Hilda a Atlantic City
a visitar el famoso casino de juegos Taj
Mahal que es una réplica del
palacio que se encuentra en la India. Me fascinaba ver lo lujoso que era, las
lámparas costosas que pendían del
techo, los pasamanos las escaleras doradas como si fueran de oro. Fuimos en
autobús, al llegar nos entregaron una bolsa con 20.00 dólares para jugar. Entramos
en la sala de juegos con muchas mesas, máquinas y jugadores. Nunca había visto
cosa igual en mi vida, me puse a jugar en compañía de Inesita e Hilda, Lo perdí
todo, Inesita me dio más dinero, también
lo perdí, al igual que ellas, por lo que desencantada le dije:-¡Este lugar es
diabólico, juro que jamás volveré a
pìsar otro! _ Inesita me corrigió_ ¡No digas eso por favor!
Salimos a ver la playa, más sucia y revuelta que la Miami
Beach. Después pasamos al restaurant de buffet libre, cogí una bandeja y quise probar casi todo lo que se
ofrecía, me dice Inesita-¿Te vas a comer todo eso? Otra desatino mío, solo
probar pequeños bocados de todas las
exquisiteces que había cogido.
Allí pasamos el día hasta que nos volvió a recoger el
autobús por la tarde .De todos modos el fabuloso casino no me gustó.
Uno de esos días recibí una visita sorpresiva, al parecer
Inesita había hablado con Enriquito
Gallart, mi enamorado de tantos años, que vivía en Texas y nos visitó en una
fría mañana. Como antes me ofrecía
matrimonio si me quedaba, estaba divorciado y tenía un hijo, creo que me dijo
que vivía en Puerto Rico. Como otras veces
rechacé la propuesta: ¡Yo vuelvo a Cuba!
Cosas que nunca olvidaré de New Jersey eran las invitaciones
que Inesita me hacía de comer fuera e íbamos a un restaurante chino donde hacían una sopas riquísimas, que jamás he podido saborear ni en el Restaurante
Mandarin de La Habana, ni tampoco en
España, así como los tacos
colombianos.
Uno de esos 21 días que estuve en New Jersey, unos amigos de
Inesita pinareños, bastantes ostentosos por cierto, tenían una apartamento muy
lujoso, nos invitaron a una comida, me preguntaron qué deseaba comer:_ Tasajo.
Les sorprendió una comida tan burda dado su alto nivel de vida, pero en
realidad eso es lo que deseaba probar antes de volver a Cuba. Se hizo en el
weisman. (Sótano) Equipado con una
bien surtida barra y banquetas
alrededor. Allí una larga mesa
cubierta con un fino mantel de hilo bordado, vajilla de porcelana, copas de
bacarat y cubiertos de plata. Había otros invitados, entre ellos el cura de la
parroquia a la que ellos asistían. En mi sencillez de espíritu no me sentía
cómoda entre gente de tanta aparente
alcurnia. No faltaron las velas a
cada esquina de la mesa. Por supuesto
otros delicados manjares como asados, arroz y diversas ensaladas, vino, cerveza
y refrescos. Las conversaciones insulsas como para demostrar lo que eran.
En realidad no me gustó New Jersey, ni nada que había visto
hasta ese momento en la gran potencia.
Mi familia de California deseaba que yo fuera a visitarlos y
no se cansaban de llamarme, siempre les decía
que mi compromiso era con Inesita y que deseaba pasar el mayor tiempo a
su lado. Solo disponía en mi estancia en ese país autorizado por
Cuba, 20 días, por lo que la buena
Inesita mandó mi pasaporte a
Washingtón solicitando una prórroga de
20 días más, serían 40, para ello pagó lo mismo que costaba el pasaje; 320.00
dólares.
Ya se rumoraba que iba a estallar la guerra del golfo y una noche nos pusimos a orar y vi
claramente que sí, iba a haber guerra. Inesita
asustada me decía que no debería
viajar a California ni a ninguna parte en avión, pues los terroristas podían
hacerlo estallar en el aire. Ya mis tíos
por parte de madre y padre, Manolito, Emelina
(Nana) y mis primas Xiomara y Romelia habían costeado mi pasaje de
Newark a Los Ángeles, primos que vivían
en California en el Valle de San
Fernando y en Chalowort, con mi tía Rosa. Inesita insistía que no me fuera, me
di cuenta que lo que deseaba era que me quedara con ella, que ya no tenía buena
salud, una úlcera en una pierna que no se le curaba. Me lo dijo en una
conversación de las muchas que tuvo conmigo en aquellos 21 días de mi estancia
en New Jersey,lo que me ofrecía que si me quedaba, me daba todo lo que tenía,
me enseñó un jarrón en una esquina del salón dónde estaban sus joyas, que nunca
iba a tener que trabajar en ese país. Le decía con pena que no podía abandonar
a mi hermano y ella me reafirmaba:_ Si
te quedas lo sacó por dónde sea posible. En aquellos tiempos no era fácil, tal
vez a través de un tercer país. Yo seguía empecinada en que volvía a Cuba,
aunque con dolor vi lágrimas en sus ojos, ella me conocía bien y sabía que conmigo nada le iba a faltar, o sea: Mis
cuidados y cariño como antes lo había hecho desinteresadamente con sus padres y
familia. Aunque ella me exhortaba el peligro de viajar desde New Jersey a los
Ángeles le respondía segura: _¡ No voy a
dejar de conocer a California por miedo, yo me voy!
En mi estancia en casa de Inesita me contó muchas cosas de
su vida, algunas las sabia por boca de
su cuñada Aracelis Grajales Sánchez, (Tata) esposa de Ángel (Gelo) que vivían al lado de la casa principal de la familia
López Ortíz. Me tenía mucha confianza y contaba secretos de la familia. Yo era
sumamente discreta y jamás lo comenté con nadie. Inesita me enseñó fotos de su juventud en la que había sido Reina de un carnaval por
su belleza y hermosura y sus frustrados amores
con Roberto, el hermano de Tata.
Toda la familia se opuso a esas relaciones por ser Roberto mestizo y conductor de tranvías, era un
joven muy bien parecido y con una voz admirable cantando los tangos de Carlos
Gardel, entre ellos su cuñado José Fernández Quintana (Pepe) Que
ejercía mucho dominio en la familia._ Fue tanta su frustración que jamás
tuvo otro novio y se dedicó a trabajar arduamente para forjarse por su propia cuenta un mejor porvenir
y cuidar de sus padres, hermanos y sobrinos. Se hizo profesora de Corte y
Costura por el método Científico Moderno María Teresa Bello. En el pueblo, en lo que
fue la casa de su abuela Inés Ortiz y en ese tiempo vivienda de su hermana
Luisa, su esposo Pepe y sus dos hijos Pepe Luis y Jorge puso una academia de
corte y costura, tenía muchas alumnas del pueblo, entre ellas yo, que me enseñó
con mucho amor y paciencia a coser, bordar y tejer, además como cosía tan bien,
tenía muchas clientas hasta de el lujoso y exclusivo reparto Vista Alegre.
Al triunfo de la
revolución le cerraron la academia y todavía me pregunto:_ ¿Qué daño le hacía a
la revolución que una persona muy capacitada enseñara a coser, bordar y tejer a
muchas jóvenes?
Más tarde y ya con más recursos el Dr. Andrés Escanaverino
que tenía una pequeña finca en frente A La Dolorita (La finca de Jacobo López y
familia) llamada Villa Florida compuesta de un terreno de frutales como mangos
y marañones, entre otras frutas y árboles,
un arroyuelo en su parte más baja que salía frente a los manantiales de Maisí. Tenía su amplia
residencia en la parte más alta y con una magnífica vista, de mampostería y
cinc, pintada de amarillo. Se subía al cruzar una amplia puerta de hierro por
un camino bordeada de plantas
ornamentales y frondosos eucaliptos. Era
médico y atendía a enfermos de toda esa zona y hasta de la ciudad de Santiago
de Cuba, para ello en esa parte alta y frente a la carretera había
fabricado 4 chalets de madera y cinc,
con una arquitectura muy original y
pintados de rojo y blanco, en la parte más baja otra casa, esta de mampostería
y placa, pintada de amarillo. En la parte baja de la finca había otro casa de madera y cinc y pintada toda de
blanco, compuesta por 4 habitaciones, sala, saleta, cocina y baño (En ella
vivimos nosotros después de volver de
Tabacales en julio de 1950 9 meses)
Inesita se la alquiló a mi padre por 9.00 pesos mensuales. También tenía una
hermosa vista que abarcaba todas las
montañas de la cordillera de La Gran Piedra, las de la Sierra Maestra y la ciudad de Santiago de Cuba.(En esta casa
ocurrían fenómenos extraños que les contaré en otros escritos de terror y
misterio y el por qué)
Así fue como conocí a Inesita y familia, pero antes les
contaré que el Dr. Escanaverino se iba a vivir a La Habana con su esposa y su
dos hijas Talía y Ninfa y le propuso a Inesita que le comprara la propiedad, ya
ella tenía sus ahorros y lo demás se lo fue pagando poco a
poco por los alquileres que le producían las demás casas y su sobria vida dedicada al trabajo.
Ella nos visitaba a menudo, muy atenta nos ofrecía cualquier
tipo de ayuda, su madre nos veía al
pasar frente a su casa y nos llamaba para
ofrecernos dulces y refrescos de
frutas naturales.
Ella fue la que me hizo los primeros vestidos que usé al
llegar de Tabacales, muy bonitos y juveniles.
En la pequeña barriada hicimos amistad con la familia
Sánchez, que vivían en la casa grande
que había sido la del Dr.
Escanaverino y familia, tenían una hija
contemporánea conmigo que le decían Coralito, en realidad se llamaba como su
madre Delia, su hermanita menor que le decían Miki, supongo que se llamaría
Micaela, su hermano Manuel, que se
apodaba Lito sus primos Ofelia y José Antonio y el padre de familia Manuel. Los
Martínez Pineda con su también jovencita hija Norma y dos hermanos, Carmen
Barroso y Reinaldo López (Rey) (Hermano de Inesita) Esther Díaz familia y Mema (Que vivía en la casa
pequeña cerca de la carretera con 3
hijos) Con Fernando Fernández Quintana (Hermano de Pepe) casado con Magdalena
Pons, su hijo de un matrimonio anterior Fernandito y la pequeña hija Maguita. Este
tenía en el alto de El Rodeo una tienda de víveres y al lado una hermosa
residencia pintada de verde, que había sido la casa familiar de la familia
Fernández Quintana.
Hasta allí llegaban las guaguas Cementerio Caney al Aceite y a la Colonia Infantil desde las 6.00
de la mañana hasta las 11.00 de la noche de Ömnibus La Oriental, con muy buen y
puntual servicio.
Mis hermanos menores Antonio y Merceditas se matricularon en
la escuela primaria que había en la propia finca de los López Ortiz, no así mis
hermanos Serafín (Pincho) y Saturnino (Ninito) y yo. Mi padre se dedicaba en un jeep a la venta
de confituras por parte de la provincia, entonces Oriente por sus pueblos y
ciudades. El negocio no le iba bien, tenían mucha competencia con firmas más
conocidas como La Estrella, la Ambrosía y Siré.
Inesita le prepuso en una visita a mi madre que si yo no
estudiaba, que me pusiera a aprender a coser con ella. Mi madre le dijo que su
situación económica en esos tiempos no le daba para pagar y comprar las cosas
que se necesitaban. Inesita le
manifestó.- Por su sinceridad le ofrezco enseñarle a Haydée gratuitamente y le
daré todo lo que necesite, Irá al as
clases lunes, miércoles y viernes y los demás días martes, jueves y sábado
me ayudará a candelillar y a hacer
dobladillos a mano y así aprenderá
mejor.
Muy puntual me presenté a las clases, me dio una libreta de
anotaciones, un centímetro y una pequeña
plantilla y papeles para comenzar
las clases haciendo muestras de papel de
seda antes de atreverme a cortar tela. Me
enseñó a tomar las medidas con el
centímetro, lo cual anotaba en la libreta.
Allí conocí a otras alumnas como Dora Gutierrez, Conchita,
Elsa Pérez (Pupa) Haydée Rodes, las hermanas América y Mirtha Domitro Terlebauca, Caridad
Benitez y algunas más.
Caridad era muy simpática, bastante gruesa, pero con un
rostro bonito. Cuando se iba a casar con uno de los Lamelas le hicimos una
despedida de soltera y en broma nos dijo:-Cuando me case y tenga hijos, voy a
tener 3 de un golpe y así fue, tiempo después daba a luz tres niños, dos
hembreas y un varón.
De más está decir que pronto me gané el afecto y la
confianza de Inesita y familia. Yo era muy seria y responsable, atendía las
clases y la ayudaba en las demás labores, hasta le cobraba las cuentas incobrables como sucedió una vez que una
maestra que vivía en el reparto Las Flores de la carretera de El Caney, le
mandó a hacer varias piezas de ropa con el objetivo de lucirlas en su viaje de
vacaciones a México. Inesita para quedar bien con ella cosía noche y día.
Cuando recogió la ropa le dijo que le
pagaría al regreso de sus vacaciones. No lo hizo, por lo que me hice el
propósito de cobrarle su trabajo, ella me decía que le daba pena, yo insistía
quela que le debía dar pena era a ella y fui varias veces hasta que ya obstinada y al ver que no cejaba en mi
propósito me pagó todo el importe de la costura. Así era yo de persistente
desde niña, que le cobraba a mi padre
las cuentas de los morosos.
Conocí a muchas personas del pueblo que se iban a hacer sus
ropa con Inesita, entre ellas a su parienta Josefa Melián, esposa de Miguel Serret y madre de Miguelito y Rafaelito, la familia
Colomé Monserrat, la familia Geli, el dueño del
café y terraza de la calle principal, sus lindas hijas Rosa María y Ana
María, la familia de María Botta, las Roses, Nancy Ferrer, Juanita Soto, los
Lamelas ,los Jordán y los Alonso, También a su prima Mabel Varela López, que vivía en Palma Soriano, casada y en esa época y con
su pequeño hijo Pepe. Su padre, hermano
y su abuela Margarita vivían en frente en la esquina opuesta. A Sara Rodríguez
López (Sobrina de Jacobo López el padre de Inesita) Estaba casada después de
haber enviudado de su primo José María, con el que tuvo tres hijos, Manolo,
Martha y José (Pepin)Ahora con su nuevo
matrimonio con Gerardo Martín, el encargado del correo del pueblo tenía dos
hijos:-Sarita y Gerardo.
En esa época Pepe Fernández Quintana era el dueño del bar
cafetería y cabaret El Patio, en la calle principal y frente al parque. Muy visitado por toda la zona y la
ciudad de Santiago de Cuba, lo amenizaban orquestas y hasta se ofrecían
variados show.
Entonces el pueblo de El Caney, a unos 10 kilómetros de la
ciudad de Santiago de Cuba, era pequeño, tendría unas 8 cuadras a la redonda,
los principales comercios eran El Patio Club, La terraza Geli, el café de
Serret, el de Manayo, el Moro Marat que tenía una hija muy bella
llamada Martha, Un tiempo después supe
que la madre era hermana de Aminta Michel, la madre de los Dragoni. La panadería La India, una tienda de chinos,
la farmacia, el juzgado, el correo, la escuela grande frente al parque, la
Estación de la policía a la entrada y El Viso el cuartel de la guardia rural.
Ya los nueve meses de
vivir en El Rodeo a mi padre le iban muy mal el negocio de la venta de
confituras, por lo que decidió buscar otra cosa y encontró a un señor llamado Rolando Soria, una especie de mafioso,
político sin escrúpulos que se afiliaba al partido de turno que más le
convenía. Se decía que en una trifulca le habían cortado una nalga por tramposo,
Este le vendía supuestamente un pedazo de tierra con una pequeña casa en el
kilómetro 5/5 de la carretera central, cerca de Quintero. También se decía que
esos terrenos pertenecían al Acueducto Santiago y les llamaban precaristas. Por
esos terrenos también vivían Los Perengos, los
Nápoles y Carmen Formento con su esposo Enrique Felizola y varios hijos.
Por lo que le avisaron a Inesita que le entregaban la casa.
Esta sorprendida le hizo rápidamente esta propuesta a mi
familia: _ Haydée se queda conmigo, vivirá en mi casa con mis padres y
hermanos, usted sabe que somos una familia decente y es una lástima que se la
lleve cuando ahora es que está aprendiendo a trazar. Mamá aún más sorprendida- ¡Es que nunca se ha
separado de nosotros!_¡ Déjemela aunque sea hasta que aprenda a coser! Le hizo la propuesta a mi padre y dadas las
malas condiciones de la pequeña y pobre casa que iban a vivir en Quintero,
estuvo de acuerdo. No había electricidad, vivirían hacinados en lo que era un
cuarto grande dividido por un armario, a un lado dos camas para mis hermanos y
en el otro lugar la cama matrimonial y la cuna de mi hermana menor y una
pequeña cocina sin fregadero, por lo que debería fregar y lavar a la intemperie
sobre una mesa. Con el piso de tierra .Menos mal que pasaba la
tubería maestra por el centro y había abundante agua. Lo único que había
sembrado eran frondosas y paridas matas de papaya. Al lado estaba pegada
la casa medio construida del supuesto vendedor, que quedaba a su uso y
antojo, ya que su casa principal estaba en la ciudad. Allí iba con su esposa
Alejandra y dos hijos, uno se llamaba Reiter. (Tiempo después vendió la tierra
y la casa a la familia Dávila Barreto, que la querían como casa de recreo y
trató de desalojar a mi familia, aludiendo que solo le había vendido la siembra
de papayas) Gracias a la honradez y bondad de los Dávila, principalmente de Raúl, al enterarse de los malos propósitos de Soria de arrojarnos al camino,
le dio la mitad de la tierra y la oportunidad de hacer otra casa)
Ya conocía a la familia Dávila Barreto, en una ocasión le
alquilaron a Inesita uno de los chalet de Villa Florida para acompañar a su
hermano Bebo que había levantado un peso y le lastimó la pleura y los médicos
que lo asistieron le recomendaron vivir
en un lugar al aire libre. (Ellos tenían una casa en la calle Bayamo, entre
Barnada y Paraíso, eran dueños del Bar
Central, del negocio de traga níkeles y una finca cerca de Palma Soriano) Muy
pronto hicieron gran amistad con la familia López
Ortiz y como yo estaba casi siempre allí, me conocían. Eran muy
agradables y buenas personas. Conocí a sus hermanos Conrado (Cuco, fue
asesinado por las fuerzas represivas de Fulgencio Batista. (Se relata en Otros
relatos de amor y de guerra) Su madre María, la hermana mayor y la más joven
Nora.
Con inmensa tristeza me separaba de mis padres y hermanos,
llevaba como equipaje una caja de cartón
de jabón Candado con mis pobres pertenencias. En la casa de Inesita y familia
tenía todas las comodidades y una acogida cariñosa por parte de toda la familia, en ese tiempo, sus padres
Ángela y Jacobo, sus hermanos Caridad (Niní) y Ernesto y Salvador (Chumbo) Al ver partir
el camión de la mudanza de mi familia me eché a llorar, ellos trataban
de consolarme, Inesita me prometió que el domingo siguiente iría a visitarlos.
Había ocurrido algo que hacía que mi pobre madre tuviese que venir 40 días
a vacunar a mi hermano Antonio que unos días antes de mudarse había sido
mordido por una perra que al analizarla
en el departamento de salubridad del El Caney dio positivo de rabia. También
mordió a Jacobo que iba a darles alimentos a unos cerdos de un corral a la
orilla de la carretera. Un tiempo más
tarde todos los cerdos morían de rabia.
Ese domingo Inesita me dio para el pasaje y me bajé en
Quintero y cogí por toda la carretera central y por las señas que me habían dado subí un camino por la empinada
loma di con la casa. ¡Qué desolación y tristeza al ver a dónde había ido a
parar mi familia! Mis hermanos descalzos
tratando de limpiar la tierra para poder sembrar alguna hortaliza. La
mayoría de los muebles se habían vendido, así como el radio, No se disponía del
servicio eléctrico) la bicicleta y solo había las camas, la mesa afuera y
algunas sillas, mamá cocinaba con carbón sobre otra pequeña mesa. Papá sin
trabajo, también había vendido el jeep, los mandados se hacían en la tienda de
mi tío Juan en el reparto Sorribes. Fue una de las etapas más difíciles de la vida de mi familia por 7 duros años de
miseria y trabajos.
En la casa de los
López Ortíz no me faltaba nada, todos me
trataban como si fuera de la familia y algunos se lo creían. Inesita con
retazos que le quedaban de las costuras que hacía me confeccionaba blusas y
hasta vestidos, por lo que pronto me adapté a sus costumbres, yo no era una
sirvienta, había una cocinera que también limpiaba, otra que lavaba y planchaba. La casa que era muy
grande con dos corredores, uno delante cubierto de enredaderas y cómodos
balances, otro al fondo que daba para un
patio cubierto de parras y una frondosa mata de granada y anones. Cuatro
habitaciones, sala, saleta, cuarto de baño y cocina muy amplia, con un
tanque grande de cemento donde se
recogía por canales el agua lluvia. Había gallinas y cerdos y muchas matas de
mangos y otras frutas a su alrededor.
A la hora de la
comida nos sentábamos todos alrededor de
la mesa, de frente Jacobo, al lado Ángela. Después se le servía el café a
Jacobo en un jarrito de aluminio abollado, pero a él ese era el que le gustaba y no se le
contradecía, era muy severo y todos los respetaban, aunque en la casa había
hermosas vajillas.
Cuando Jacobo se iba
a trabajar la finca, Ángela que era dulce como la miel nos autorizaba a las más
jóvenes, que éramos la nieta Martha, que
se pasaba las vacaciones (Estudiaba para
Maestra Normalista) la prima Irma López Melián y una sobrina de Tata, hija de
su hermana Rosa que se iba pasar días llamada
Ángelita a conectar la ortofónica, en
esos tiempos estaba muy de moda Dámaso
Pérez Prado y nosotras para placer de Ángela bailábamos mambo. Cuando veíamos
venir a Jacobo lo apagábamos y todo el
mundo tranquilo, lo respetábamos mucho y a él no le gustaba el bullicio. Por
las noches como todavía no existía la televisión, nos sentábamos en el corredor
con la participación de Ángela y a veces Pepin y Manolo a hacer cuentos y
reírnos.
Ángela era muy amorosa conmigo, una vez me enfermé de una
gripe con fiebre alta y la recuerdo poniéndome
fomentos fríos en la frente,
al ver mis zapatos viejos me compró un
par de mocasines. Chumbo un día lavándome los dientes tuve una bronco aspiración y éste me salvó la vida dándome golpes en la
espalda y levantándome los brazos. Otra
vez me quemé el brazo izquierdo hirviendo una ropa en una palangana, fui muy
bien atendida y Tata me aplicó un aceite para quemaduras y no me quedó ni
marcas.
Chumbo, Ernesto y Rey me
traían las mejores frutas, por lo que en esa casa me sentía muy bien y
querida. Yo también les correspondía, Ángela se enfermaba de una alergia que le
producía eczema en las piernas y por indicación
médica debía hacer reposo, yo la cuidaba y me ocupaba hasta que bebiera agua a
menudo, ya que ella ni se quejaba ni pedía nada, le ponía fomentos de
manzanilla y le tenía los dos búcaros de flores en los cuadros de sus difuntos,
su madre y su hijo José María con las rosas frescas del jardín. Ella me
miraba agradecida. Me sentaba un rato a su
lado y ella me contaba cómo había muerto su hijo. Se había enfermado y el
médico le recetó unas inyecciones, al ponerse una sintió una fuerte reacción,
pero como lo había indicado un médico se
puso otra y falleció, al parecer era alérgico. Supe en las conversaciones por qué los Melián eran su familia, resulta
que ella procedía de Bayamo y cuando la
guerra de independencia huyó con su madre Inés Ortiz en una carreta y se establecieron en El Caney, su
padre Melián no la había inscrito y se había separado. Pasó el tiempo y ya
una jovencita conoció a Jacobo López Martínez (Decía que procedía de Islas Canarias), se casaron y formaron la familia de 11 hijos, José María, Jacobito, Ángel,
Ernesto, Pedro, Reinaldo y Salvador (Chumbo) y 4 hembras: Julia, Luisa, Inesita
y Caridad (Niní) De estos hijos e hijas
les nacieron los nietos: Manolo, Martha y Pepin, Pepe Luis y Jorge, César y
Ángela María (Macusa) Grethel y Hanzel, Manolito, Pedrito y María de los
Ángeles (Mery) Reinaldito y Carmen (La Nena) Oscarito y Caridad (Carilin) Después
han nacido muchos biznietos y hasta
tataranientos.
Con el paso del tiempo la familia Melián se establecieron en la
ciudad de Santiago de Cuba y El Caney, el padre de Ángela había formado otra
familia, así que la madre de Enma, Melba e Irma y varios varones era su
hermana. Melba se casó con su primo Pedro (Perucho) - Otros parientes también
vivían en El Caney. Su padre tardíamente se encontró con su hija mayor y la
quiso inscribir, ella se negó, le bastaba ser Ángela Ortíz de López.
Chumbo había
tenido un accidente montando a caballo en la finca, se cayó y dio un
fuerte golpe en la cabeza del que estuvo varios días sin conocimiento, al
recuperarse no quedó bien de sus facultades mentales y a veces le daban crisis. No obstante se casó y decían
que había tenido dos hijos, por sus problemas
se divorciaron y la madre de los hijos jamás permitió que los vieran ni su padre,
abuelos y tíos. Cuando e daban esas crisis lloraba por sus hijos.
Nunca los conocí.
Jacobo tenía varios hermanos, Gregorio, que le decían Goyo
casado con Fela y una numerosa familia
de las que conocí a Nivia, Milagros, Guillermo, Luisito y varios más, Juan y José, que vivían en Zacatecas, casados con dos
hermanas y con varios hijos, conocí a
Pedro, Angélica, David y Juan, los demás
no recuerdo sus nombres. Supe de
otro hermano que se decía que vivía por
La Maya, este se llamaba Pedro y por casarse con una señora de la raza negra,
se separó de la familia. Tuvo varios hijos y un día se aparecieron en la casa
de El Rodeo a la finca La Dolorita, unas muchachas mulatas muy bien parecidas a conocer a sus tíos y
primos. Fueron bien recibidas.
Jacobo tuvo dos
hermanas, una fue la madre de Sara
Rodríguez López y la otra la madre de Mabel
Varela López y su hermano. Fallecieron muy jóvenes, las criaron sus tíos y su abuela por parte de
padre Margarita.
La familia Melián una parte vivían en la ciudad de Santiago de Cuba y otros en El
Caney.
A Jacobo le
gustaba desayunar con las raspas de arroz que quedaban en el caldero y yo se las
guardaba, las calentaba y le ponía su jarro de aluminio abollado con el café con leche bien fuerte. Por estas actitudes me gané su
cariño y el de toda la familia. Tata me llamaba para darme sus postres y todo
tipo de atenciones y contarme sus confidencias, por una operación del interior que le habían hecho, nunca pudo tener hijos, pero cuidaba y
amaba mucho a sus sobrinos y a su madre Estila (Estilita) que quedó viuda muy
joven y cosiendo y bordando crio a sus
tres hijos Rosa, casada con Roberto
Pérez tenía 7 hijos. Roberto Grajales Sànchez, este al ver su frustrado amor con
Inesita se fue a Cienfuegos, allí conoció a una mujer muy hermosa de ojos verdes
llamada Arminda, se casó y tuvieron dos hijos varones. Regresó a la ciudad de
Santiago de Cuba y allí se estableció hasta su muerte.
En una ocasión la sirvienta encargada de cocinar y limpiar la casa, la sorprendí robándose carreteles de hilo de coser, se
lo comuniqué a Inesita y la despidieron,
había que buscar otra, yo me quedé al
frente de todas las labores de la casa. Inesita me decía que había que
buscar otra con urgencia, ya que no quería que mi familia pensara
que me habían cogido de sirvienta.
Eso fue hasta que contrataron a Anita, de la familia Heredia de El
Aceite. En esos días a pesar de mi juventud, lo hacía todo, mantenía la casa limpia, cocinaba las ollas de frijoles o garbanzos,
las carnes o pescado, viandas y fritos, hacía el arroz en un caldero grande. En
esa época no existían las cocinas de
gas licuado, ni las ollas de presión o
arroceras y cocinaba en hornillas de carbón. La cena era casi siempre sopa y
alguna tortilla, ensalada y pan. Regaba las
plantas ornamentales, recogía los huevos
de las gallinas y les daba por las mañanas
maíz. En esos momentos ni iba a visitar a mi familia con tal de que no faltara
nada en la casa de los López Ortíz y principalmente el cuidado de
Ángela. Los fines de semana Julia y Agustin acostumbraban a mandar a sus hijos Grethel y Hanzel a pasar esos días con sus abuelos y tíos, yo lo
cuidaban con cariño y esmero, como si fueran mis sobrinos.
Algunas veces y en festividades especiales me llevaban
Inesita y Luisa a las actividades del Patio
club, aunque solo me permitían bailar con los sobrinos.
En agosto de 1951 se casó Niní con Constantino Pérez
(Chicho) fue una gran boda en la Iglesia
La Sagrada Familia de Vista Alegre con
abundante brindis. Los regalos no cabían en dos camas de familiares y
amigos. El traje se lo confeccionó su
hermana Inesita por un catálogo americano.
Entonces me quedaba
sola con Inesita y familia.
Poco tiempo después todos me alagaban, tal vez por ser la
más joven, alegre y a la vez seria y educada, me decían que era como un
cascabel que a todo reía los hermanos de Inesita me obsequiaban con las mejores
frutas. Los sobrinos me tenían como una
prima más, con mucho respeto y atenciones.
Así estuve hasta el
mes de enero de 1952 que mi madre me fue a buscar para un trabajo que me había
conseguido en la Empresa Constructora Monolítica de la calle Aguilera entre
Santo Tomás y Corona, me pagarían 30.00 pesos como mecanógrafa.
Esto solo me duró un mes, la recién estrenada empresa no era rentable y junto
conmigo había otra muchacha. Al lado había otra empresa, recuerdo a un joven
muy bien parecido llamado Daniel
Colmillo, éste supuestamente enamoró a mi compañera, no sé qué paso,
después lo hizo conmigo, lo rechacé, no era amiga de amoríos fáciles. Después
supe por sus propios labios que mi compañera no le había gustado porque
era muy fácil. Era bastante frívola.
Como teníamos poco trabajo, en ausencia de los jefes nos
poníamos a hacer llamadas anónimas a cualquiera, así conocí por teléfono en
largas y amenas charlas a Roberto Andux, yo era quien lo
llamaba, así que él nunca supo mi teléfono. Un día quiso conocerme, me daba
curiosidad, me decía muchas palabras bonitas
y en una de mis charlas grabó mi voz cantarina y risueña y me dijo algo que me
impresionó: -Sé que esto es lo único que me va a quedar de ti.
Así fue, un día al salir del
trabajo nos vimos en el Parque Céspedes, no me gustó su físico, me
pareció muy extraño y sin apenas saludarnos ni sentarnos, nos despedimos y
jamás lo volví a llamar.
Otro que visitaba con frecuencia la empresa era el abogado Lucas Morán Arce, con muchos halagos
a mi persona. Este se quiso aprovechar de que yo era una muchacha de clase
humilde y quiso satisfacer sus voraces instintos de hombre rico y poderoso. Yo
solo tenía 19 años y poca experiencia de la vida. Siempre en las
charlas que teníamos en la empresa le manifestaba que me hubiese gustado ser
abogada, que era mi vocación, éste era a
la vez de poseer un elegante bufete en los altos de la calle Enramadas y San
Pedro, era catedrático de la Universidad de Oriente y hasta se ofreció para
matricularme y ser mi profesor. Un fin de semana me dijo que necesitaba terminar un trabajo y que deseaba que lo
ayudara, le pregunté por su secretaria y
me contó que también iría ese sábado por la tarde.
Me presenté puntual a las 2.00 de la tarde. Enseguida le
pregunté por su secretaria Lidia, me
respondió que vendría más tarde y muy atento me mandó a sentar en un sofá
del living color verde chatre y veo que
se dirige a una vitrina y extrae dos copas y una botella de licor. Mi padre
siempre me había alertado de no tomar ninguna bebida de ningún hombre
desconocido, que podía echarme droga y
abusar de mí. Me paro y le digo a que no fui a allí a eso y que me voy. Me doy
cuenta de sus intenciones no eran de trabajo. Sin preámbulos me dice que
no era para trabajo lo que me había citado allí, que era que estaba muy enamorado de mí y que me ofrecía un
brillante porvenir, me pondría una casa
y hasta me haría socia de los exclusivos clubes a los que pertenecía. No era
otra cosa que fuera su amante. Siempre tuve desde muy joven concepto de lo que
era la decencia y sobre todo el respeto a mis padres, ¡Jamás me vendería por
dinero a ningún hombre!
Así se lo hice saber y le pedí que me dejara irme, se paró
en la puerta de salida y me dijo: _¡No te vas! Le respondí: _¡Grito! _ Me dice
sarcástico: Grita, nadie te va a escuchar, todas las demás oficinas están
cerradas. (En la planta bajo existía entonces una tienda de ropa el “Polaco
gordo”, ahora la pizzería La Fontana de
Trevi)
Me dispuse a defenderme con uñas y dientes, jamás lograría
su propósitos mansamente, me salió la
fiera que llevaba por dentro.Miré a todas partes y solo encontré sobre su buró una
gruesa carpeta negra, la tomé entre mis manos y se la tiré con fuerza sobre su rostro. Recuerdo que
usaba gafas montadas al aire, las que
cayeron al suelo y así aproveche que
tenía las piernas abiertas y me
metí por el medio frente a la puerta y
escapé .Bajé las escaleras a toda prisa a pesar de mis altos tacones. Cruce la
acera de enfrente que da para un costado
del Cine Cuba y desde allí lo vi asomado al el
balcón y con una mano me señalaba que se la iba a pagar. Le grite:-
¡Cógeme aquí! De haber mostrado cobardía
hubiese logrado sus propósitos y yo
prefería la muerte antes de llegar deshonrada a mi casa ¿Qué le podría contar a
mis padres?
Por supuesto no dije nada en mi casa, guardé este
secreto muchos años y tampoco jamás tuve
noticias de este personaje solo que fue quién despidió el duelo de el mártir
Frank País y años después vi una nota necrológica desde Puerto Rico donde se decía que había muerto “Un
honorable abogado cubano”
Salía de Quintero
temprano caminando hasta la parada debajo del puente, para estar a las 8.00
a.m. en el trabajo, hasta a las 12.00, mis padres se habían puesto de acuerdo
con mi tío Juan y su esposa Juana para que fuera a almorzar, iba a una clase de mecanografía con una profesora llamada Irma
en la carretera de Cuabitas. No tenía mucha práctica por el tiempo que hacía
que no escribía en máquina, a las 2.00 ya estaba de nuevo en el trabajo, que en
realidad era poco para dos mecanógrafas y al cumplir el mes me despidieron
pagándome 30.00 pesos.
Con 30.00 pesos en mis manos me metí en varias tiendas de
Enramadas y me compre unas cuantas cosas, hasta juguetes a mis dos hermanos
menores. Todavía me duele que al llegar a la casa mi madre me estaba esperando
con ese dinero para hacer una compra de comida. No tenía dinero para hacerla.
¿Por qué no me lo dijiste? Así era la precaria situación de mi familia.
Después de eso me daba pena volver a El Rodeo, pero nunca deje de
visitarlos, así cuando sucedía algo con
un enfermo, operado o parida, ahí estaba yo todo el tiempo necesario. Hasta
cuando Inesita llevó a su hermano
Jacobito que había hecho una recaída de su enfermedad pulmonar, me quedé todo
el tiempo cuidándolo sin miedo a tan contagiosa enfermedad. Le servía la comida
en la habitación y a veces me ofrecía de las frutas que le llevaba, muchos me
aconsejaban que me fuera para mi casa ¿Cómo hacerlo que era cuando más me
necesitaban? Allí estuve hasta que mejoró y volvió a su casa con su esposa
Caridad Reyes y sus hijos César y Ángela María. También presente cuando Julia y
su esposo Agustin Arzola, se fueron de viaje a La Habana donde vívían su madre
y hermanos en un motor y al llegar cerca
de Placetas tuvieron un accidente. Ella
sufrió un fuerte golpe en la cabeza y la ingresaron sin conocimiento en una
clínica del pueblo, Jacobo e Inesita viajaron allá y la trasladaron en una
ambulancia hasta la Clínica Los Ángeles, allí también la cuidé y a sus hijos
Grethel y Hanzel en la casa de sus abuelos. Estuve presente en el nacimiento de los hijos de Niní y Chicho, Oscarito y
Cary y hasta de Carmen (La nena de Carmen Barroso y Reinaldo López) Así que nunca perdí el
vínculo con la familia hasta el día de hoy.
Por mi actitud me
había ganado la confianza de todos, recuerdo un día Norma Martínez me fue a buscar y pedir permiso a á
Ángela para que la
acompañara a la casa de una supuesta
modista por el camino de la Colonia Infantil, al ve un auto parqueado me di
cuenta que no era a la tal modista, sino a una entrevista con
su supuesto novio, por lo que la verme engañada me fuí y la dejé sola. Al llegar
a la casa se lo conté a Ángela y ésta me dijo que ya lo sabía.
Algo que no olvido fue la muerte de Jacobo López, estuve en
el funeral en su propia casa y con todos
los familiares y vecinos fuimos hasta El
Caney, allí en hombros se le dio la vuelta al parque y se paró frente a la
Iglesia San Luis de los caneyes, jamás he escuchado una despedida de duelo como
la que hizo el cura de la iglesia resaltando las cualidades y virtudes de aquel
ejemplar vecino. Lamento que en esa
época no hubiese aun grabadoras para no perder tan magnifica disertación. Lo acompañamos hasta el
Cementerio donde se le dio cristiana sepultura.
Después de este recuento continuo mi relato de mi viaje a
Estados Unidos.
El día 15 de enero de 1991 estallaba la guerra del golfo. El día 21 de enero con dolor me despedía de Inesita, la
que tan magnánima había sido conmigo. Me dio un
abrigo blanco de estambre tejido blanco. Me llevó al aeropuerto de
Newark. Allí con grandes medidas de seguridad, solo pude pasar al edificio
sola. Al entrar al gran salón busqué letrero que dijera Los Ángeles
en las luminosas pantallas y
entre por un fuelle que me llevó dentro del
enorme avión con capacidad de
unos 300 pasajeros. Caminé hasta buscar mi asiento de una hilera de dos en cada
ventanilla y tres en el centro .Estaba prácticamente vacío, vi a una joven
acomodarse y acostarse en la hilera del centro, se sentó a mi lado un joven que
por medio de un traductor se comunicaba
conmigo, me dijo ser descendiente de judío, era rubio y que iba a Los Ángeles a
visitar a unos familiares. Yo como siempre oraba y me encomendaba a Dios, mi
compañero de viaje lucía nervioso y trataba de leer algo al revés. Tuve la
curiosidad de contar a lo largo y ancho
de la nave 13 personas, así era el
terror que muchos tenían de viajar.
El viaje demoró unas 8 horas, nos sirvieron una exquisita
comida. Solo volando sobre la ciudad de Los Ángeles estuvo más de una hora.
En realidad nunca
experimente miedo, estaba muy segura de la protección de Dios, desandando por
el mundo sin saber inglés.
Llegamos por la noche a Los Ángeles, como desconocía todo,
me seguía por los demás pasajeros que buscaban la salida y al final pude ver a
través de un cristal a mi tía Nana y su esposo Benigno Bóveda (Pucho) Tratamos
de recoger el maletín tipo gusano que me
había comprado Inesita y que le cabía los 20 kilos autorizados a llevar a mi
regreso a Cuba y también un moderno y amplio bolso donde podría llevar a Cuba
muchas cosas, me dio un largo abrigo donde
por dentro cosió varias prendas para que les llevara a su familia, ya que no cabían en el maletín.
Cuando fuimos al departamento a recogerlo, no apareció, por lo que mi tía lo
notificó y me dijo que no me mortificara, que seguro que me lo llevaban a su casa. Al día siguiente muy temprano me lo llevaron.
En los días que
estuve en Miami y en New Jersey me regalaron mucha ropa, pul overs, faldas y
vestidos, la cual iba dejando, no cabían en el maletín, solo conservaba lo que podía llevar y los zapatos que Inesita
me había comprado en Miami al día siguiente de llegar que me llevó a una
peletería. Había tantos modelos que no sabía qué escoger y vimos una buena oferta, dos pares por 10.00 dólares,
elegí unos de charol negros y un par de
mocasines.
Ya instalada en la casa dúplex de tía Nana que se componía
de sala, cocina comedor y baño, subir una escalera para tener acceso a dos
habitaciones con su baño en el medio. Me dio
la habitación que había sido de su hijo, mi primo y ahijado Carlitos,
que hacía pocos años había muerto víctima del Sida. Ella me dijo que no tuviera
miedo, esa enfermedad solo se transmitía
solo por contacto sexual y me contó lo triste de su muerte, fue una de
las primeras víctimas de la cruel enfermedad.
Al día siguiente me llevó a
una tienda de ropa, solo escogí dos blusas, una morada y otra blanca, al
fin debía sacar algo del maletín que ya iba completo. Por la tarde recibí la
agradable visita de su cuñada Nelly Bóveda y su esposo colombiano. Muchas fotos
y regalos. Por la noche estábamos invitados a comer en un restaurant en las
afueras de Los Ángeles por su hijo Puchito y sus dos hijas, producto de su
primer matrimonio, ahora estaba casado con una americana y tenía dos niños
varones.
Era lo que fue una mina abandonada, a la rústica, en la entrada
había picos y palas y otros enceres propio de la mina. Ya adentro:_ Un lujoso
restaurant con alfombras y cortinajes rojos. No sentamos en una amplia mesa. Se
hizo el pedido según lo que cada uno
deseara, yo pedí langosta, que desde 1950 en que vivía en Tabacales no la
comía. Me trajeron una langosta entera
con carapacho y todo ¡Deliciosa! Me asombré al ver como Puchito al pagar la
cuenta y le dejaba 100.00 dólares de
propina. Mi tía me dijo que esa era la costumbre allí.
Al día siguiente me
llevaron a la casa de mi tío Manolito en el Valle de San Fernando, en una amplia
casa vivían él con mi tía Rosa y su esposa Romelia (Cuca) que precisamente se
encontraba ingresada en un hospital por padecer Insuficiencia Renal Crónica. Mi tía Rosa me regaló 35.00 dólares y una sortija de plata
con una pequeña piedra azul.
Al otro día me fue a
buscar mi prima Xiomara, que vivía en
una amplia y lujosa casa con su esposo Rafael y sus tres niñas Leanne, Maureen y Christin y un perrito. Allí pasé la noche durmiendo con
las alegres niñas que me miraban como un
objeto extraño. No sin antes haber disfrutado de una espléndida cena, muchas
fotos y escuchar la amplia variedad de discos que tenía Rafael de los cuentos
de Guillermo Älvarez Guedes.
Xiomara por la mañana
del otro día me llevó a una tienda de ropa para que escogiera lo que quisiera,
me asombré una vez más del amplio surtido y escogí dos vestidos, uno de blusa
estampada en rojo y negro, con volante a
la cintura y falda negra, el otro azul
con pequeños estampados y falda plisada, muy elegantes y bonitos.
También me regaló un mantel bordado
beige comprado en Tijuana, México y dólares.
Por la por la tarde me iba a
buscar Romelia, deje a la familia, mientras Xiomara cocinaba un enorme
caldero de muslos de pollos. Allí todo era a lo grande.
Otra lujosa residencia, pero esta vez con una piscina
olímpica. Allí también vivían su sirvienta salvadoreña Julia y su hijo. Así era también de sencilla y
hospitalaria mi prima, casada con un americano de origen judío llamado Alan Skobin con sus dos hijos
Jeffrey y Jennifer.
Esa noche por primera vez
comí brócoli, lo desconocía. Los niños también quisieron dormir conmigo,
como las otras, como algo inusual.
Al otro día me
llevaron a conocer los Estudios Universal de Hollywood, en lo que era la meca del
cine, muy amplio y con una réplica de muchas ciudades de Europa, como el Mouline
Rojo de París, Roma y otras ciudades, muchos objetos para tirarse fotos,
como zapatos enormes, tazas, zapatos… Almorzamos en un restaurant y después
cogimos un tren que nos llevaría a conocer lo sitios más importantes donde se
rodaban las películas. Este viaje era algo terrorífico y Romelia me alertaba
para que no me asustara, aunque iba un guía en español que nos iba diciendo los
lugares por lo pasaríamos .En el trayecto del trencito vimos al Tiburón sangriento cómo supuestamente
nos atacaba con sus enormes fauces abiertas dispuesto a devorarnos, solo era un
efecto, el enorme gorila Kink kon sacudiendo feroz el tren , como de fuegos y otros animales feroces, otros peores y siempre daba
un grito, aunque estuviese alertada de lo que podía suceder. Algo que me asustó
mucho fue que un guía hablaba de un
pueblo cercano a la frontera de México
llamado Tijuana, al límite con Estados Unidos que a veces llovía mucho y vi
como una enorme riada se nos venía encima,
hasta nos salpicó, pero solo llegó al borde del tren. Lo que más me impresionó
fue la réplica de la casa donde se filmó la película Psicosis, que ya habia visto en Cuba, al ver el esqueleto de la madre del protagonista, un
psicópata, asomarse por una ventana, nos mostraron el coche donde supuestamente
depositaba a sus víctimas después
de apuñalarlas, eran pequeñas como de
juguetes y el tenebroso y negro lago solo
un charquito dónde arrojaban los coches.
En realidad aquel espectáculo no era
propio para cardiacos.
Después disfrutamos en un hipódromo de un rodeo y
competencia de caballos.
Me tiraron muchas fotos con personajes que se paseaban por
el parque, entre ellos el temido Drácula,
al acercarme me mostró sus grandes dientes y trató de cogerme por el
cuello, yo grite, pero sonreí y le dije
a aquel maquillado y apuesto actor:
-¡You hare beutiful! Tambíén se sonrió.
Estuvimos hasta por la tarde, ya de noche me fueron a buscar mis primos Manolín y su esposa
Elizabeth, Felipita y su esposo Enrique. Primero me llevaron a un
rascacielos al último piso donde había
una cafetería de forma circular, me preguntaron en qué me había fijado.
¡Seguro, en que la cafetería daba vueltas
y por sus encristaladas ventanas se veía parte de la ciudad de Los Ángeles! Se
sorprendieron de mi observación, pues me contaron que había llevado a muchos
visitantes y nunca se habían percatado de ese detalle. Allí tomamos ricos
cocteles y después me llevaron a pisar la acera de la fama, donde están las
huellas de pies y manos de los artistas
más famosos, a conocer el Gran Teatro Chino y varios souvenirs donde compré postales. Mi prima Felipita
me obsequió con una cadena de oro con su
medalla.
Pasee esa noche por las grandes avenidas de varios carriles,
en fin la ciudad de Los Ángeles me
pareció fabulosa y fue lo que más me gustó de Estados Unidos.
Al día siguiente regresé en avión a Miami, me recogió
Pepincito. El resto de los días salía
con mis amigos Carlitos y Miriam, Me dieron 400.00 dólares para que se los
llevara a su familia, para ello como estaba penalizado Carlitos cogió mis
mocasines, le levantó la plantllla y los colocó y volvió a pegar. La familia
Miguel Reyes me dieron 200.00 dólares también
para que se los entregara a su hermano Carlitos y una cadena de oro para su
nieta Karina. Era muy riesgoso, pero trataría de llevarlos y entregarlos a cada
uno.
Migdalia y Pepin me llevaron a una joyería y me regalaron un
reloj, también le compré a mi hermano Ñico un reloj Citisen y un par de
zapatos. Volví a sacar mucha ropa que me
habían regalado.
Pepin con mucho misterio me encerró en su habitación para
darme una carta para su hermano Gerardo, que deseaba mucho viajar a Estados
Unidos y en la Oficina de Intereses de La Habana lo habían denegado, Esta carta
era un certificado médico obtenido por
Pepin donde decía que padecía cáncer de
páncreas y que deseaba ver a su hermano menor. Que nadie podía saberlo, por lo que solamente se la
entregaría a él en persona.
Llegó el día de mi
partida, 2 de febrero de 1991 estaba decidida a pesar de las muchas recomendaciones
que me quedara. El día antes por la tarde me fue a buscar mi primo Nelson Ulloa
y me llevó a pasar la noche en la casa de mi otra prima Dagmara Gamayo (Cuca) para recogerme temprano para llevarme
al aeropuerto junto a la también prima Amparo Ulloa Rodríguez que coincidimos
en el viaje de regreso a Cuba. Sería mi última noche en Estados Unidos. Mi
prima Cuca hizo una buena cena para festejar mi estancia en su casa.
Nelsón me recogió temprano junto a Amparo.
Al pisar el aeropuerto sentía como si me
halaran hacía atrás, como si me dijera: ¡Vuélvete y no te vayas! No obstante seguí por los pasillos y ya pude observar con desagrado la parte donde debía
coger el avión que me llevaría a Cuba,
los baños sucios y llenos de papeles. ¡Qué mala impresión!
Había sido muy cuidadosa al pesar el maletín que fuera menos y
así me evitaría que me registraran y decomisaran algo. El dinero que me habían regalado los
metí cuidadosamente entre el dobladillo
del pantalón de mezclilla azul doblados en pequeños tabaquitos, en la parte más gruesa. Solo me
quedaban fuera 67.00 dólares y lo metí en el fondo de mi amplio bolso. Mi prima Amparo al observarme me decía que estaba loca, que
si me lo descubrían en Cuba me podía costarme años de cárcel. Estaba
fuertemente penalizado.
Me vestí tan sencillo
como había ido, hasta con la misma blusa
de mangas ¾ estampada, no así Amparo que
iba con un elegante traje sastre color rosado y un lujoso bolso y muy peinada
de peluquería.
Llegamos a La Habana, Amparo y yo hicimos la cola, ¡Cuánta s mujeres estrafalarias con varios
sombreros en la cabeza con gangarrias alrededor, los brazos llenos y hasta se
notaba que traían varias piezas de ropa puestas! Yo como siempre orando y muy
sencilla, con la misma blusa que llegué a Estados Unidos, solo en un brazo el
reloj que me regalaron y el de mi hermano. Nada en la cabeza, solo cogido de una brazo el abrigo que me
había dado Inesita con cosas para su familia. Me toco la revisión primero y
pude ver cómo otros pasajeros pasados de peso les quitaban muchas cosas a pesar
de sus lágrimas, ruegos y súplicas. Al pesar
el maletín no tuve problemas, al
llegar a la mesa había dos militares, un hombre y una mujer, a esta le regalé
un creyón de labios y me preguntó:¿Trae dólares? Le abrí el bolso:- ¡Mira! Los dólares sobrantes iban
en el fondo. Mi prima Amparo asustada al pensar que podían registrarme, pero
ese efecto de sinceridad lo había aprendido en la lucha clandestina y no me
falló.
Atrás venía Amparo
algo pasada de peso, les dije:¡Esa es mi prima! Y pasó sin problema, me habían
ganado su confianza. Afuera nos estaba esperando Mario Galano Chades, esposo de
su hija Rita María en un carro, el que
me llevó hasta la casa de mi hermana.
Así concluía mi viaje a Estados Unidos, pero hay otras
peripecias dignas de contarse en los días siguientes y antes de regresar a
Santiago de Cuba.
Llegué a la casa de mi sorprendida hermana, pensaba como no habíamos
podido comunicarnos en los 40 días de estancia en Estados Unidos que me había
quedado.
Llevaba modestos regalos para todos, hasta para Josefina, la
dueña de la casa donde ahora vivía mi hermana, cuñado y sobrinos. Pretendía
poder comprar algunas cosas con los
dólares que llevaba, pero a pesar de las muchas gestiones no pude hacer nada,
Todos los regalos que llevaba eran
para mujer, por lo que en compañía de mi hermana y cuñado fuimos
a una casa de cambió y les vendí la
cadena que me había regalado mi prima Felipita por 20.00 dólares, con eso pude
comprar algunas baratijas y pull overs a mis sobrinos Michel, Ricardito,
Serafín y mi ahijado Ernesto.
La situación en Cuba
empeoraba por días, en casa de mi hermana lo único que había para comer era chícharos y arroz.
Ella me decía que le daba pena ofrecerme
esa comida después de regresar de la abundancia de Estados Unidos. Los invité
ya con algún dinero cambiado a comer en un restaurante por el Vedado. Fuimos a varios, como El Chochinito,
Rancho Luna, Siete Mares y hasta la pizzería de 21 y L, todos eran con
reservación hasta llegar a La de J y 21,
La Carreta, allí nos sirvieron arroz con
raspas y frijoles negros desabridos y fríos, ni postre, pan y café había.
Ya la familia de Santiago de Cuba y algunos amigos que
sabían que les llevaba dólares estaban impacientes, por lo que al ver que en 15
días no pude resolver nada decidí irme para
mi casa, viajé en guagua.
Una vez en mi ciudad traté de ponerme de acuerdo a para entregarles
a todos los que les había traído. La primera fue Miriam Cabrera, esposa de
Carlos Miguel y su hija Karina, se asombraron al ver que además de la cadena de
oro para la aún niña, les daba 200.00 dólares, por lo que Miriam manifestó: _ ¡Qué valiente eres! Así fue con la familia de Carlitos Corrales,
fui al El Caney y también entregué las pocas cosas que había logrado pasar en
el largo abrigo y un par de zapatos para
Chuchi, algunas cosas a mis sobrinos Ileana, Ivette y Serafin y también un pull
overs a mi ahijado
Ernesto.
Ahora tenía todos los dólares que me habían regalado y no
podía comprar nada, estaba muy penalizado y debía valerme de un extranjero para
ir a una shopping, escoger algo y que ellos al entregarles los dólares pudieran ir a la caja y pagarlos.
Todo esto se hacía con sigilo y con
miedo, nadie nos podía ver los dólares en nuestras manos. ¿Cómo encontrarlos y
que me ofrecieran confianza?
Así pasó un buen
tiempo, me hacía mucha falta comprar ventiladores, una olla de presión, una grabadora y cualquier otra cosa muy necesaria. Un día me encontré un par
de turistas que dijeron ser suizas, pero
hablaban español. Les planteé mi
situación, al parecer conocían las restricciones que había respecto a los dólares y muy
complacientes se prestaron a ir a una
shopping en la esquina de San Francisco y San Pedro. Allí había lo que necesitaba, o sea la grabadora, la olla de presión, dos
ventiladores, algunos cassetes de música. Le di a una de las jóvenes 100.00
dólares y al pagar en la caja, se lo rechazaron por tener una marca de tienta
con un número. ¡Qué mala suerte! Me dijeron que fuera a cambiarlo al Banco
Nacional de Cuba en Santo Tomás y Heredia. Yo no podía hacerlo, por lo que una
de las gentiles muchachas se prestó para ir. Con un poco de recelo le entregué
los el billete de 100.00 dólares, si se iba lo perdía, pero la otra se quedó en la tienda a esperarla y
yo impaciente veía el tiempo correr y la muchacha no aparecía. Como a la
hora vino diciendo que tampoco en el
banco se lo aceptaron, por lo que decepcionada tuve que dejar todo lo comprado
sobre el mostrador. De todos modos les di las gracias. Intento fallido. Ahora a
“cazar” otro turista extranjero.
Pasó ni recuerdo qué tiempo que encontré otro que me ofreció
confianza, era español y me acompañó a la misma tienda donde había dejado todo
y con suerte encontré la grabadora que me guastaba de dos cassetes y muy
bonita, compré los 2 ventiladores y la olla de presión y varios cassetes. Pagué
por supuesto con otro billete también de 100.00 dólares. El señor se despidió
de mí en la misma puerta. Por supuesto sola no podía llevarme todo lo que había
comprado y vi un carro que alquilaba, hablé con el chofer y estuvo de acuerdo
en llevarme, pero antes debía trasladar
a dos pasajeros más de la raza negra, que no me ofrecieron confianza. ¿Y si era
una encerrona y me quitaban mi compra? Como otras veces que me veo en apuros
comencé en silencio a orar. Tomó por varias calles y se adentró en lo más
profundo de El Tivolí. Me dije;- Me desgracie, estos me van a quitar todo.
Afortunadamente el chofer era serio y
acto seguido me llevó a mi casa. ¡Qué alivio! Suspiré dando gracias a Dios y
dando una buena sorpresa a mi hermano.
Ahora tuve que esperar que viajara desde Las Palmas de Gran
Canaria la prima hermana de mi prima Mariíta Rodríguez Medina, Eloisa Rodríguez
y también parienta mía por parte de padre. Paró en mi casa por tener mejores
condiciones que el apartamento del Distrito José Martí donde vivía Mariíta. Un
día nos reunimos unos cuantos que teníamos dólares y no podíamos comprar y la
llevamos a Cubalse del Reparto Vista Alegre en un carro de alquiler. Eloisa no
estaba acostumbrada a pasar las vicisitudes de nosotros en autobuses. Allí con
los dólares que me quedaban compré varios artículos y sin dificultad y poniendo
al revés el billete de 100.00 dólares
marcado pude pagar. Eloisa se abanicaba sofocada cada vez que tenía que
ir a la caja a pagar. No estaba acostumbrada a esos trajines.
Para culminar contaré
lo último relacionado con el viaje a Estados Unidos y sus consecuencias. El 27
de junio de 1991 recibo la visita de un militar que había ido a citarme de parte de Carlos
Martínez a Inmigración y Extranjería de la calle San Basilio. Me presenté puntual y como
siempre sola. Casi a las 5.00 p.m. Me
llaman y me dirijo a la última puerta. AllÍ no atienden ni Carlos ni Brenilde,
aunque estaban en otro departamento.
Al entrar a una habitación semi oscura
veo a dos oficiales de la Seguridad del Estado vestido de verde olivo oscuro y de presencia severa. Me doy
cuenta que he caído en una trampa. Estos sin preámbulos se dan a conocer como
Fulgencio (El del rostro más tenebroso) e Isidro Matos, algo más suave en sus
modales. En sus manos un grueso file donde supuestamente estaban las pruebas de
mi anterior acción regando octavillas .Fulgencio me interroga fuertemente
y sin preámbulos. ¡Aquí las pruebas de su acción contrarrevolucionaria!
Y me muestra un grueso file, Ahí las
pruebas irrefutables de mi supuesto delito y lo que más me llamó la atención
fue el detalle de mi conversación con
Hubert Matos Benitez en mi visita a su casa en enero de 1991. Al parecer tenía
un micrófono en su casa. Yo como otras veces en situaciones difíciles no me
sentí atemorizada ni me temblaron las piernas, más bien me llené de ira y a
cada pregunta les respondía con mucho valor. ¡Hablé con Hubert Matos y qué!
Isidro se alternaba en las preguntas en tono menos rígido que Fulgencio que me
miraba con furia y odio a la vez. _¿Por qué siendo usted combatiente de la
lucha clandestina y condecorada ahora toma ese camino? Con la misma fuerza de
mis convenciones le respondí a todo voz:- ¡Porque yo hice una revolución verde
y no roja y esto es una MIERDAAA!, se lo repetí dos veces y me mandó a callar para que no se escuchara en la
calle ni Brenilde y Carlos que estaban en la habitación contigua y podía
escuchar que hablaban.
Me amenazaron y ofendieron todo lo que les dio gana. Como
gusana, contrarrevolucionaria, apátrida,
vende patria, asalariada del imperialismo y yo inmutable. Al ver que
casi eran las 6.00 de la tarde y me había llevado la libreta de racionamiento
con la idea de al salir de allí, sin
saber lo que era, poder comprar el pan racionado para el desayuno del día
siguiente, la saqué de mi bolso y le dije con toda energía: - Con las manos una
sobre la otra le dije:- ¡Espósenme, Llévenme para Versalles! Sede de la
Seguridad del Estado donde se encuentran
las tenebrosas celdas tapiadas donde se confinan a los detenidos, se torturan y
someten a todo tipo de maltratos para
sacarles una confección ¡A los
tribunales, donde quiera voy a expresar lo mismo! Pero que mi hermano no se quede sin pan! Entonces Isidro
Matos dijo:_ No, usted se va para su casa, ya la citaremos otro día. Manténgase
localizable, es decir no podía escapar por ninguna parte, me encontraba en
una cárcel rodeada de agua. Me sorprendió
esa actitud.
Salí de allí verdaderamente convencida que estaba en sus
manos y en cualquier momento me detenían y llevaban a los tribunales y no se
sabe cuántos años de cárcel me pudieran condenar.
Oraba:-“Si confío en Dios no
temeré lo que pueda hacerme el hombre”.
Antes de entrar en mi
casa fui a ver a mi gran amiga y confidente Belkis Espinosa y le dije lo
sucedido, ésta mujer muy conservadora e
incapaz de una acción así, me aconsejo que tuviese mucho cuidado.
En efecto, casi todas las semanas Isidro Matos me citaba y
al parecer tenía una amena conversación conmigo, tratando de que yo denunciara
a otros que habían a su entender colaborado conmigo en la confección y
divulgación de las octavillas. Siempre respondí que era yo sola. Le llamaba la
atención que usara como seudónimo Adelaida Crombet. ¿Quién era Adelaida Crombet, una patriota de las luchas
independentistas, una mártir desconocida por ellos?- No sabía que era un mote
que me había puesto mi hermano.
Como debía estar localizable en todo momento, mi vecina Cusa me invitó a Chivirico a pasar una semana
en la casa del Médico de la familia donde estaba su hija Rubin trabajando como médico.
Desde allí burlonamente fui al correo y
le pasé un telegrama a Isidro Matos. “Me encuentro de vacaciones en Chivirico
Beach”
La pasé muy bien bañándome en la playa y en el hermoso rio
La boca de Ignacio, visitando el Motel
Los Galeones en la alto de una colina con un hermoso paisaje,
comimos en restaurantes y disfrutamos de
todo lo que nos ofrecía ahora este pequeño y bello pueblo con muchas
edificaciones modernas y casi todas de placa, muchos jardines, ni sombra del Chivirico que conocí en julio de
1950, donde solo había pocas casas, una
fonda, la tienda de víveres , el puesto de la Guardia Rural, la casa del americano Mister Cheff y su cementerio de
perros, el pequeño cementerio a la orilla del mar donde enterraban a enfermos
que morían al no llegar un barco a tiempo que los trasladara a la ciudad de
Santiago de Cuba para ser asistir a un hospital. Muchos de ellos al subir la
marea sacaban sus restos y lo
dispersaban por la orilla.
Así me citó varias veces, me ponía a escribir, yo me hacía
la loca y escribía disparates, con lo cual nunca me identificaba con lo escrito
en las octavillas, que siempre hacía valiéndome de una regla. Hasta un día que
ya sin preámbulos me dice:- Sabemos que por esta zona hay muchos
contrarrevolucionarios (En realidad no
conocía a ninguno) y queremos que usted se infiltre entre ellos y no los
comunique. Salté como impulsada por un resorte:_¿Qué usted me quiere decir que yo
sea una confidente? ¿Usted no me respeta? ¿Una chivata?-¡Mire, si yo no
le tuviese el respeto a su cargo me cagara mil veces en el corazón de su madre!
Se acabó la reunión y jamás me volvió a citar. A esta fecha no sé si está vivo
o muerto.
Para mi tranquilidad por un tiempo supe lo que decía mi
abultado expediente en Versalles por el
novio de una amiga mía que era
oficial y que sabía de mis andanzas, una día a petición mía revisó el
expediente y pudo comprobar algo muy común en ellos, cuando alguien se les
enfrenta con valor y sin miedo, estiman que está perturbada de sus
falcultades mentales y eso decía el expediente en su inicio: Esta loca. ¡Santo
remedio!
Fin