Cuando presentía que la muerte
me rondaba, escribí para ti mi último
adiós.
Con el alma conmovida y el dolor
reflejado en mi rostro, me despedía,
me dolía tanto no verte, como la certeza
de que me quedaban pocos amaneceres.
Fui tan brevemente feliz, que me parecía
un sueño pensar que alguna vez te tuve
en mis brazos.
Fue tan dulce tu voz a mis oídos, que me
parecía escuchar el rumor de lejanas olas.
En esos momentos, nada podía contentar
mi espíritu.
Recordar el sabor de tu boca, me parecía
una incansable quimera.
¡Qué no haría por recuperar mis sueños,
aquellos que tanto me desvelaban!
¡Cuánto daría por tenerte a mi lado!
¿Para morir o vivir eternamente?
De morir, lo haría pensando en ti hasta el
último suspiro.
De vivir, para recordarte y amarte eternamente.
(Escrito en Santiago de Cuba en plena huelga de hambre)
26 de enero de 2007
19 abril 2010
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