RELATOS DE AMOR Y DE GUERRA
Capítulo 1.-
10 de marzo de l952.
Ese día llegó mi padre muy alterado, fiel a su impetuoso carácter de oriundo de Las Palmas de Gran Canaria: - ¡Nos desgraciamos! ¡Volvimos al plan de machete y el palmacristi! ¡Batista dio un golpe de estado!
En esa época vivíamos en una pequeña finca, situada en el kilómetro 5 ½ de la Carretera Central, próximo a Quintero, mis padres y hermanos.
Era un lugar sumamente hermoso, a una altura de unos 60 metros de la carretera, en una casa de madera y zinc, rodeada por un jardín, donde se cultivaban variedad de flores y plantas ornamentales, además de numerosos árboles frutales, matas de cocos, palmas reales y hasta árboles maderables, como el cedro. Hortalizas, pequeño potrero donde pastaba la vaca Maravilla, Pepa una chiva blanca con grandes tarros y su cría de tres chivitos. En una parte cercada, gallinas y como dueño y señor, mi gallo Repochocho, que lo había criado en mis piernas desde que mi padre me lo compró pintado de anilina en la tienda El Emporio. En jaulas numerosos conejos blancos con los ojos como un rubí, en un corral más alejado de la casa un puerco se revolcaba buscando fresco.
Todo este paisaje armonizaba con la incursión de mariposas, gorriones, una que otra abeja libando la miel de las campanillas y coralillos de las cercas que delimitaban la propiedad. Por una parte con la familia Dávila Barreto, por otra con el Dr. Juan Emilio Cordies Negret, de frente: La carretera central.
No podía faltar la inseparable compañía de dos perros: Campeón y Jonny y el gato Nuviola.
Desde esa altura se divisaban las fincas colindantes de Urbano Sánchez a la derecha, a la izquierda, los terrenos del Acueducto de Santiago de Cuba. De frente, cruzando la carretera, la vaquería Las Cuabas de Pancho Iglesias, a un lado por la derecha la pedrera y vaquería Quivarí de la familia Gómez Fals, algo más lejana y ya en las estribaciones de la Sierra Maestra, la finca San Pablo y el barrio La Risueña. En el fondo del paisaje, se divisaba la ciudad de Santiago de Cuba, las montañas que la rodean y una vista muy bella de la bahía, las chimeneas de la fábrica de cemento “Titán”, propiedad de la familia Babún, la Molinera Oriental, á alta botella de la fábrica de cervezas Hatuey, propiedad de los Bacardí. A un lado de la bahía, se destacaba la refinería de petróleo Texaco, El cementerio Santa Ifigenia.
Por la carretera circulaban numerosos vehículos a todas horas, era en esa época la principal vía hacía los pueblos cercanos de El Cobre, Palma Soriano, Contramaestre y demás pueblos y ciudades hasta el kilómetro cero del Capitolio Nacional. Se escuchaba el ruido de la ciudad de los automóviles y la música de los numerosos traga níkeles de los cafés y otros establecimientos de la bulliciosa y alegre ciudad.
La vista era sumamente bella, todo verde en una eterna primavera, los campos bien cultivados, centenares de reses pastando en las fincas anteriormente mencionadas. Algún que otro transeúnte caminando por la orilla de la carretera y vendedores ambulantes, visitantes. etc.
Mi padre desde muy joven se había dedicado al comercio principalmente o al cultivo de la tierra en varias fincas que tuvo, autos de alquiler, camiones de carga o cualquier trabajo honrado, que le permitiera mantener la familia de siete miembros.
Por las historias que a través del tiempo escuchábamos de sus propios labios, creció en nosotros la rebeldía, el amor a las causas justas, nuestro apego a la democracia.
Mi padre siendo ciudadano español, combatió muy joven la dictadura de Gerardo Machado a finales de los años 20 y principio de los 30, por lo que estuvo a punto de perder la vida, sino huye a tiempo de la ciudad de Santiago de Cuba para Jurisdicción Arriba, donde vivían sus padres y hermanos.
Mis dos hermanos mayores Serafín y Saturnino (Ninito y Pincho) y yo, ya éramos simpatizantes y colaboradores de los primeros jóvenes estudiantes que se revelaban contra los sistemas corruptos del aquel tiempo, éramos militantes del Partido Ortodoxo, fundado por Eduardo René Chibás Rivas. Entre ellos: Temístocles Fuentes, Radares Heredia, Orlando Benítez y muchos más. Así que la semilla de la rebeldía germinó ese mismo día, asesorados por un luchador de la Guerra de España de los años 30, se llamaba Miguel Formento y decía que era de Aragón.
Con algunos vecinos y amigos de la ciudad, se formó la célula clandestina, para comenzar a combatir al dictador, que había violado la Constitución del 40, algo sumamente sagrado para los cubanos de vergüenza.
Debajo de un frondoso limonero, que estaba situado a la derecha de la casa, se celebraban las reuniones conspirativas, se hacían planes, para hacer sabotajes, poner letreros en paredes de lugares estratégicos, lanzar octavillas, cadenas a los tendidos eléctricos, poner bombas y petardos, fabricar cócteles Molotov, con el fin de provocar incendios, hacer planes de cómo conseguir armas de fuego por esfuerzo propio, como desarmando a militares o de donaciones de simpatizantes.
Unos meses después se celebraba un mitin político en Carretera del Morro y Trocha, para la campaña electoral de las próximas elecciones a favor del partido que postulaba a Fulgencio Batista y sus seguidores.
Un grupo de las nacientes organizaciones que ya combatían la dictadura, hizo acto de presencia, entre ellos mis hermanos. Allí trataron de sabotear el acto, alguien los vio y delató, mi hermano Serafín fue uno de ellos. Al día siguiente un carro de la policía se paró frente a la entrada principal, que subía hasta la casa. Venían dos uniformados armados. Abajo se había quedado el chofer. Con ademanes firmes y cara de pocos amigos nos comunicaron que venían a detener a mi hermano. Mis padres no se encontraban, él trabajando y mi madre había llevado a mi hermano menor al médico a la Colonia Española, que era el centro de donde éramos socios. (Sanatorio privado).
Al mi hermano negarse a dejarse conducir, comenzó la discusión y el forcejeo entre los dos policías y los casi adolescentes, los fieles perros Campeón y Jonny. Yo que permanecía en el interior de la casa, al escuchar los gritos, salgo presurosa, veo que uno de los policías le ponía la punta del revolver en la sien. Siento que me convierto en una pantera, dispuesta a atacar. Con un movimiento brusco me lanzo y le arrebato el arma y la arrojo con fuerza a un matorral cercano, mientras… jóvenes y perros los atacaban, trata de cogerme por un brazo en medio de amenazas e imprecaciones, le doy una mordida en un brazo, que el trozo de carne ensangrentada le quedó colgando. Abajo el otro los conminaba: - ¿Qué pasa que no lo traen? A lo que respondió uno de ellos:- ¡No podemos, estos no son niños, son fieras!
Bajaron la empinada cuesta corriendo a pedradas y mordidas de los perros.
Al llegar mi padre y contarle lo sucedido, fue rápidamente a ver a algunos amigos de la cúpula militar, que se conocían de muchos años atrás. Al fin y al cabo eran miembros del Ejército Constitucional y en esos tiempos las amistades se respetaban mucho, gracias a eso, el asunto quedó sin funestas consecuencias.
Mientras… las luchas estudiantiles y manifestaciones continuaban, la juventud de los principales centros de estudios, como en Instituto Santiago, la Escuela Profesional de Comercio, la Escuela Normal para Maestros, la Escuela Normal de Kindergarten y estudiantes de centros privados se sumaban.
En esas reuniones y manifestaciones conocí a muchos militantes, entre ellos recuerdo con especial afecto a Omar Girón (Asesinado en l958) Este joven muy martiano me enseñó a leer y comprender a José Martí. Lo recuerdo por su seriedad, patriotismo y entereza de espíritu. Tenía en su rostro algunas pecas y una cicatriz en la frente. Era alumno del Instituto Santiago. Muy reflexivo y responsable. Hablábamos de diversos temas, música, pintura e historia de Cuba. Yo iba muy a menudo a su humilde hogar de la calle Enramadas, donde vivía con su madre.
Un día supe que el reparto Sueño había sido acribillado a balazos y que los esbirros dieron como noticia a la prensa local, que había sido un “Problema de faldas”
Fin del primer capítulo.
13 marzo 2009
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