16 marzo 2009

¡GRACIAS AL SOCIALISMO! Estampa santiaguera.

Como no poseo ese servicio en mi casa, tuve que salir a la calle a buscar un teléfono que no estuviera roto, con los cables arrancados y otras depredaciones.

Me encontraba esperando mi turno, para hacer una llamada, desde el teléfono público instalado para ese servicio dentro de una farmacia y… como es usual, una se para cerca del que está al teléfono, para que de cuenta de que debe ser lo más breve posible y darse prisa, pues en ocasiones una ve con desagrado como echa una y otra vez una moneda y se toma más tiempo, sin importarle que otros están esperando y continúan impasibles, como alejados del mundo que los rodea; lo mismo entabla una conversación banal, que enamora, que se deja enamorar, que concierta una cita o que discute acerca de una situación o que pone al día a su interlocutor del último chisme del barrio. Es algo ingrato en los cubanos.

¿Me acerqué demasiado o es que hablaba más alto de la cuenta? Es el caso que comencé a escuchar la conversación sin proponérmelo y me resultó tan interesante… ¡Que no me perdí una palabra de aquella charla por nada del mundo! Al ver que echaba una y otra moneda y continuaba imperturbable su plática. No me causó el más mínimo disgusto, por el contrario.

Menos mal que detrás de mí no había llegado nadie, que si no… Se arma tremendo escándalo. Ella le contaba, supuestamente a una amiga, las desgracias y desventuras de las que se libró, gracias al socialismo.

La conversación fue más o menos, como sigue:

- ¿Mi amiga! ¿Qué tal?
- ¿Yo?
- ¡Ay mi’ja! ¡ Pa’ qué te cuento!
- ¿De Chicho?
- Ahí está.
- ¿Qué si le quitó la obsesión?
- ¡Como que no! No, no lo llevé a ningún brujo. ¡Gracias al socialismo! Ni al psiquiatra tampoco.
- ¿Qué como?
Te contaré: Tu sabes que se me enfermó de los nervios después de que tuvo el problema en el trabajo. Sí cuando el jefe se robó medio almacén y el muy desgracia’o quería echarle la culpa al pobre Chicho, lo acusó y to’. ¡El muy sala’o, lo quería llevar al tribunal, para que pagara los platos rotos, ¿Tú entiendes? ¡Ahí mismito, se me desquició! Lo cogí una noche cuando yo estaba mirando la película del sábado y andaba de un lado para otro registrándolo to’ como un loco ¡Buscando pastillas para envenenarse! Pero como hace bastante rato que no consigo ni aspirinas, dejo la idea, Bueno… eso creía yo. Lo tranquilicé con un té de carpintero y parecía que se había dormido, cuando siento un ruido y corro: Era Chicho que trataba de ahorcarse con la única sábana que me quedaba! ¡Menos mal que estaba tan pasa’a de vieja, que se rajó por la mitad!
¡Figúrate! ¿Desde cuando no compro una sábana? De cuando comenzó el periodo especial. Además que el travesaño del marco de la puerta del baño, estaba tan podri’o, que también se partió. ¡Gracias que hace más de diez años que estoy detrás del presidente del Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra, del Delegado de la Circunscripción, el Poder Popular, la Reforma Urbana. ¡El copón divino! Y ¡Na! Siempre me sacan algo, que si no hay materiales de construcción… que si hay una obra priorizada… que si el jefe no dejó las llaves y no se puede sacar na’. La cosa es que no nos han arreglado la habitación y un mal día se nos cae encima. Pero bueno… me salvó a Chicho. Pero esto no se acaba ahí. Ha sido terrible. Se quiso cortar las venas, pero afortunadamente las cuchillas de afeitar no sirven y los cuchillos de la cocina no tiene filo ni para cortarle los huevos al Diablo.

¿Qué si le quité el cinturón y los cordones de los zapatos?

¡No mi’ja, no, hace años que no tiene cinto y los únicos zapatos que tiene son unos mocasines tan viejos, que se los regaló mi hermano Perucho ¿Te acuerdas? El que fue a Angola. Están tan viejos, que se le salen de los pies, y… ¡Como he lucha’o por conseguirle un cinto y ná’! Jamás me he podido empatar con uno, y … ¡Menos mal!

- ¿Qué? ¿Gasolina?
- ¡Con lo cara que está! ¡Cada día la suben más y con divisas! ¿Sabes? ¿Quién le va a regalar un litro?
- ¡Oye pa’ eso, lo que tu preguntas!
- ¿Qué si en la casa hay sogas?
- ¿Desde cuando en este país no le venden una ni a los guajiros para que amarren a sus animales? ¿Como voy a tener yo?
- Vuelvo y te repito que se lo tengo que agradecer al socialismo, el bloqueo o como quieran llamarlo, de que Chicho esté vivito y coleando.
- ¡Menos mal! Na’, mi hermana, que si no fuera por este sistema, ya Chicho estuviera muerto y yo viuda. ¡Tú te imaginas eso?
- ¡El tipo del almacén?
- Es del partido comunista y… ¡Ay concho! ¡Se me acabaron los medios!
- ¡Chao, mi ami… ¡Se me cayó la llamada!

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