Cuando se ama de verdad, no puede
Existir una separación definitiva.
Los recuerdos del tiempo transcurrido
No lograran borrar los momentos vividos.
En cada detalle rememoraremos los
Más significativos instantes en que
Conocimos la felicidad, la satisfacción
De la cercanía.
El amor en sus distintas facetas, nos hace
Conocer cuando se extiende una mano
Amiga y nos ofrece sinceridad y apoyo,
La solidaridad en los momentos difíciles,
El consejo oportuno, el afecto sincero.
La distancia, ni el tiempo podrán anular
Tan espontáneo cariño, que perdurará
Por una eternidad.
A nuestra querida amiga Esperanza Jaramillo
Con todo nuestro amor y agradecimiento.
Nieto y Haydée
Madrid,
29 de noviembre de 2009
30 noviembre 2009
A una amiga especial
A Esperanza
Fuiste nuestra gran esperanza, desde el primer día que te conocimos y nos extendiste tu mano solidaria, nos demostraste gran confianza y nos abristes caminos, la ayuda necesaria.
Con tu sonrisa amable, nos haz alentado todos estos difíciles tiempos, siempre a nuestro lado, participando como hermanos en todos tus actividades festivas, tu casa y familia, tus proyectos.
¿Cómo no recordarte y lamentar, que aunque sea por un tiempo limitado, te alejarás de nuestras vidas?
Te extrañaremos, como algo muy querido e imprescindible y añoraremos tu regreso y a la vez te deseamos los más grandes éxitos, que aunque la distancia nos separe, siempre estarás en nuestros corazones, con ese amor espontáneo que nos inculcaste, con tu imagen reflejada en nuestras mentes, rogándole a nuestro Dios, que siempre te ampare y te prodigue las más grandes bendiciones.
Con todo nuestro más sincero cariño.
Nieto y Haydée
Madrid,
29 de noviembre de 2009
Fuiste nuestra gran esperanza, desde el primer día que te conocimos y nos extendiste tu mano solidaria, nos demostraste gran confianza y nos abristes caminos, la ayuda necesaria.
Con tu sonrisa amable, nos haz alentado todos estos difíciles tiempos, siempre a nuestro lado, participando como hermanos en todos tus actividades festivas, tu casa y familia, tus proyectos.
¿Cómo no recordarte y lamentar, que aunque sea por un tiempo limitado, te alejarás de nuestras vidas?
Te extrañaremos, como algo muy querido e imprescindible y añoraremos tu regreso y a la vez te deseamos los más grandes éxitos, que aunque la distancia nos separe, siempre estarás en nuestros corazones, con ese amor espontáneo que nos inculcaste, con tu imagen reflejada en nuestras mentes, rogándole a nuestro Dios, que siempre te ampare y te prodigue las más grandes bendiciones.
Con todo nuestro más sincero cariño.
Nieto y Haydée
Madrid,
29 de noviembre de 2009
29 noviembre 2009
EL PLAN JABA
Estampa santiaguera
Maricusa pidió el último en la cola de la carnicería, de unas quince personas delante, estaba cansada, ese día había tenido que hacer la cola para coger la balita de gas, planificada para 24 días, cola para comprar la leche por dieta médica por 5 días y en la otra bodega también habían llegado los cigarros de la segunda quincena mes.
Las 6 onzas de pollo hacía dos días que le estaban vendiendo, pero cada vez que se presentaba en el susodicho comercio, se encontraba lleno. Por temor a perderlo, ya que el plazo impuesto por los carniceros era de 72 horas, se quedó.
Lo que más le molestaba era que a donde quiera que iba y a cualquier hora se aparecían como ella decía:- “Muy fresquecitos” los planes jaba , los que tiene el derecho de pasarle por delante a todo el mundo, según una circular del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).
Este plan fue creado en los años 70 con el fin de favorecer a la mujer trabajadora y que consistía en ponerle un sello distintivo en la libreta de racionamiento, otorgado y autorizado por la Federación de Mujeres Cubanas.
Esto le daba la facilidad de dejar la libreta y la jaba en el establecimiento de ventas de productos alimenticios y recogerla al salir del trabajo.
Para lograr este objetivo, se seleccionó un personal que se encargaría de tener lista la jaba a la hora que el cliente llegara.
Poco tiempo después este sistema se fue relajando, producto de las racionalizaciones en los centros de trabajo, se suprimió al que debía realizar esa función. Por lo que en la actualidad los planes jaba se aparecen a todas horas y reclaman el derecho a comprar primero, aunque en la cola haya personas con varias horas esperando su turno a razón de:- Dos planes jaba, uno de la cola.
A veces estas son más numerosas que los de la cola normal.
Existen “Los vivos” que llegan preguntando:- ¿Quién es el último plan jaba? Se cuelan y como los dependientes son “socios” no le revisan la primera hoja de la libreta, donde debe aparecer el sello.
Esta situación irritaba bastante a Maricusa, que debía esperar por todos los planes jabas que llegaran , aunque ella estuviese en el primer lugar en el mostrador para poder comprar. Eso le había ocurrido ese día, por lo que al estar a solo dos lugares para llegar al mostrador y haber soportado más de una docena de los planes jabas, llegó una señora y comenzó a pedir voz en cuello: ¿Quién es el último plan jaba?. La primera no respondió, la segunda afirmó que a ella le tocaba ese derecho, aunque no lo había dicho antes. Miró con indiscreción a Maricusa, esta permanecía en silencio, la otra insistía, para ocupar el primer lugar.
Ya Maricusa hastiada de la larga cola le respondió:- ¡Yo también soy plan jaba!
La aludida la miró y exclamó:- ¡Aquí lo que hay es muchos planes cara dura!
Maricusa no respondió a la provocación y se puso en ademán de:- ¡Aquí no se me pone nadie más delante! Tiró la libreta sobre el mostrador, el carnicero sabía muy bien que ella no era favorecida con ese plan, pero al ver su actitud firme y decidida y saber el tiempo que hacía que estaba allí, se hizo en desentendido y le despachó el minúsculo pedacito de pollo.
Mientras ella pensaba: - Esto no me alcanza para nada, se supone que es para la cena de fin de año, por lo menos haré una sopa.
La protestante señora del supuesto plan jaba seguía en medio del salón hablando oprobio de los coleros, Se sentía mal porque según su opinión no habían respetado su derecho, ya que nadie le dio el último y tuvo que coger su turno en la cola normal y que ya solamente faltaban unos minutos para cerrar y que el carnicero, también extenuado por la larga jornada dijera:- ¡Hasta aquí ¡ ¡Esto se acabó! ¡Voy cerrar! En eso del horario de venta era inflexible, aunque le rogaran que les despacharan, él se negaba aludiendo que bastante tiempo habían tenido todo el día y que se aparecían a última hora. Y ella se quedara sin poder adquirir su cuota del mes.
La señora continuó su airada protesta. Maricusa recogió su libreta y se le paró delante con esta exclamación:-¡Señora, yo trabajé 36 años y cuando me jubilé me quitaron el plan jaba, cuando más falta me hacía, ya que se supone que cuando se llega a esa edad de retirarse del trabajo, es porque ya no puede realizar todo tipo de faena, yo tengo 72 años y seguro que mientras usted está durmiendo en su cama, yo estoy ocupada, porque si no, me muero de hambre, con lo que me dan ,. Si yo tengo la cara dura como usted dice, opino que la mayoría de los planes jaba, son unos descarados. ¿A qué hora cumplen con su jornada de 8 horas? ¿Si siempre están en todas partes?
La aludida sorprendida y perpleja trataba de disculparse, aunque no sabía que la anciana había armado un parqueo particular en su cuadra de autos de vecinos que no poseían garaje y que ella los cuidaba de 11.00 de la noche a 7.00 de la mañana, sin más compañía que su fiel y enorme perro de la raza pastor alemán nombrado Donki, que dormía a sus pies y mantenía a los ladrones alejados, que trataban de llevarse una goma o cualquier otra pieza de los automóviles. Por este sacrificado trabajo percibía una modesta ayuda, la que además los mantenía limpios, trapo en mano y con un cubo de agua se pasaba la noche lustrándolos.
Santiago de Cuba
27 de diciembre de 2004
Maricusa pidió el último en la cola de la carnicería, de unas quince personas delante, estaba cansada, ese día había tenido que hacer la cola para coger la balita de gas, planificada para 24 días, cola para comprar la leche por dieta médica por 5 días y en la otra bodega también habían llegado los cigarros de la segunda quincena mes.
Las 6 onzas de pollo hacía dos días que le estaban vendiendo, pero cada vez que se presentaba en el susodicho comercio, se encontraba lleno. Por temor a perderlo, ya que el plazo impuesto por los carniceros era de 72 horas, se quedó.
Lo que más le molestaba era que a donde quiera que iba y a cualquier hora se aparecían como ella decía:- “Muy fresquecitos” los planes jaba , los que tiene el derecho de pasarle por delante a todo el mundo, según una circular del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).
Este plan fue creado en los años 70 con el fin de favorecer a la mujer trabajadora y que consistía en ponerle un sello distintivo en la libreta de racionamiento, otorgado y autorizado por la Federación de Mujeres Cubanas.
Esto le daba la facilidad de dejar la libreta y la jaba en el establecimiento de ventas de productos alimenticios y recogerla al salir del trabajo.
Para lograr este objetivo, se seleccionó un personal que se encargaría de tener lista la jaba a la hora que el cliente llegara.
Poco tiempo después este sistema se fue relajando, producto de las racionalizaciones en los centros de trabajo, se suprimió al que debía realizar esa función. Por lo que en la actualidad los planes jaba se aparecen a todas horas y reclaman el derecho a comprar primero, aunque en la cola haya personas con varias horas esperando su turno a razón de:- Dos planes jaba, uno de la cola.
A veces estas son más numerosas que los de la cola normal.
Existen “Los vivos” que llegan preguntando:- ¿Quién es el último plan jaba? Se cuelan y como los dependientes son “socios” no le revisan la primera hoja de la libreta, donde debe aparecer el sello.
Esta situación irritaba bastante a Maricusa, que debía esperar por todos los planes jabas que llegaran , aunque ella estuviese en el primer lugar en el mostrador para poder comprar. Eso le había ocurrido ese día, por lo que al estar a solo dos lugares para llegar al mostrador y haber soportado más de una docena de los planes jabas, llegó una señora y comenzó a pedir voz en cuello: ¿Quién es el último plan jaba?. La primera no respondió, la segunda afirmó que a ella le tocaba ese derecho, aunque no lo había dicho antes. Miró con indiscreción a Maricusa, esta permanecía en silencio, la otra insistía, para ocupar el primer lugar.
Ya Maricusa hastiada de la larga cola le respondió:- ¡Yo también soy plan jaba!
La aludida la miró y exclamó:- ¡Aquí lo que hay es muchos planes cara dura!
Maricusa no respondió a la provocación y se puso en ademán de:- ¡Aquí no se me pone nadie más delante! Tiró la libreta sobre el mostrador, el carnicero sabía muy bien que ella no era favorecida con ese plan, pero al ver su actitud firme y decidida y saber el tiempo que hacía que estaba allí, se hizo en desentendido y le despachó el minúsculo pedacito de pollo.
Mientras ella pensaba: - Esto no me alcanza para nada, se supone que es para la cena de fin de año, por lo menos haré una sopa.
La protestante señora del supuesto plan jaba seguía en medio del salón hablando oprobio de los coleros, Se sentía mal porque según su opinión no habían respetado su derecho, ya que nadie le dio el último y tuvo que coger su turno en la cola normal y que ya solamente faltaban unos minutos para cerrar y que el carnicero, también extenuado por la larga jornada dijera:- ¡Hasta aquí ¡ ¡Esto se acabó! ¡Voy cerrar! En eso del horario de venta era inflexible, aunque le rogaran que les despacharan, él se negaba aludiendo que bastante tiempo habían tenido todo el día y que se aparecían a última hora. Y ella se quedara sin poder adquirir su cuota del mes.
La señora continuó su airada protesta. Maricusa recogió su libreta y se le paró delante con esta exclamación:-¡Señora, yo trabajé 36 años y cuando me jubilé me quitaron el plan jaba, cuando más falta me hacía, ya que se supone que cuando se llega a esa edad de retirarse del trabajo, es porque ya no puede realizar todo tipo de faena, yo tengo 72 años y seguro que mientras usted está durmiendo en su cama, yo estoy ocupada, porque si no, me muero de hambre, con lo que me dan ,. Si yo tengo la cara dura como usted dice, opino que la mayoría de los planes jaba, son unos descarados. ¿A qué hora cumplen con su jornada de 8 horas? ¿Si siempre están en todas partes?
La aludida sorprendida y perpleja trataba de disculparse, aunque no sabía que la anciana había armado un parqueo particular en su cuadra de autos de vecinos que no poseían garaje y que ella los cuidaba de 11.00 de la noche a 7.00 de la mañana, sin más compañía que su fiel y enorme perro de la raza pastor alemán nombrado Donki, que dormía a sus pies y mantenía a los ladrones alejados, que trataban de llevarse una goma o cualquier otra pieza de los automóviles. Por este sacrificado trabajo percibía una modesta ayuda, la que además los mantenía limpios, trapo en mano y con un cubo de agua se pasaba la noche lustrándolos.
Santiago de Cuba
27 de diciembre de 2004
SI NO FUERA POR LA ESPERANZA
Si no fuera por la esperanza…
¿Qué sería de nosotros?
¿Cómo disfrutar de la luz
maravillosa del sol?
¿Cómo podríamos soportar
la angustia y el dolor?
¿Cómo alejar la tristeza,
los malos pensamientos?
¿Cómo tener paz, gozo en
nuestro corazón?
¿Cómo ver la antorcha que
nos alumbra el camino?
¿Cómo tener la certeza de
el amor de Dios existe?
Sin no fuera por la esperanza…
¿Cómo creer?
“Yo estaré con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo”
Mateo 28: 20 b
Santiago de Cuba,
15 de octubre de l996
¿Qué sería de nosotros?
¿Cómo disfrutar de la luz
maravillosa del sol?
¿Cómo podríamos soportar
la angustia y el dolor?
¿Cómo alejar la tristeza,
los malos pensamientos?
¿Cómo tener paz, gozo en
nuestro corazón?
¿Cómo ver la antorcha que
nos alumbra el camino?
¿Cómo tener la certeza de
el amor de Dios existe?
Sin no fuera por la esperanza…
¿Cómo creer?
“Yo estaré con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo”
Mateo 28: 20 b
Santiago de Cuba,
15 de octubre de l996
24 noviembre 2009
ATROPELLO A LAS DAMAS SANTIAGUERAS
Relatos De amor y de guerra
Capítulo VII
Se convocó a un grupo de madres, esposas, hermanas y miembros del movimiento 26 de Julio a realizar una marcha, desde el Parque de la Libertad, hasta el parque Céspedes. Para ello se confeccionó con tela blanca una banda que cogía todo lo ancho de la calle, sostenida en alto por los brazos de madres vestidas de negro, que habían perdido sus hijos, asesinados por las soldadesca batistiana, sedienta de sangre, en represalia al avance incontenible en las montañas y llanos del ejército rebelde.
Esta cinta decía en grandes letras negras:-
“CESEN LOS ASESINATOS DE NUESTROS HIJOS”
Esta marcha la encabezaba la madre de William Soler, un joven, casi un niño, que había perdido la vida recientemente, Cira Ferrer, Vilma Casero, Esther María de la Torre, las hermanas Clara Luz y Emilia Pantoja y muchas que no recuerdo sus nombres., detrás íbamos una representación de la juventud de aquellos tiempos, vestidas con faldas negras y blusas blancas.
Recuerdo que para esa ocasión me había estrenado una falda negra, ajustada al cuerpo, de una tela conocida por crepé romano, que me daba a mitad de pierna y una blusa blanca de cuello alto.
La marcha transitaba muy despacio y en silencio, bajando la calle Aguilera, al faltar pocos metros para alcanzar el Parque Céspedes, justamente donde existía la Agencia de viajes Panorbe en una esquina (Hoy “Casa del te” y en la opuesta el edificio del Club San Carlos, ya muchas personas se aglomeraban de un lado y otro de las aceras, para observar tan inusual suceso, cuando fuimos violentamente atacadas y dispersadas por gruesos chorros de agua. La policía había llamado a los bomberos. Entre golpes, empujones y la fuerza de los surtidores, a muchas nos derribó al suelo,
Rememoro, que rodé por toda la calle San Pedro, hasta la esquina de Enramadas, a un costado del Teatro Cuba, el golpe de agua fue tan violento y en pleno rostro que por poco me ahoga, Algunos transeúntes me ayudaron a levantarme, toda mojada y enlodada.
Lo que me llenó de vergüenza fue el hecho, que mi flamante falda se había encogido y me daba a mitad de los muslos. En esa fecha no se usaban las mini faldas. Yo con altos tacones, chorreándome el pelo y en esa facha, era el punto de mira de los presentes de la calle Enramadas a esas horas de la mañana estaba muy concurrida.
Me notaban tan abochornada, que manos caritativas me envolvieron en una gruesa toalla y así pude llegar hasta la casa de unas primas en la calle San Germán, esquina a Moncada y cambiarme de ropa.
Este hecho fue divulgado por la prensa local y nacional. En una Revista Bohemia, Edición Extraordinaria, de las primeras semanas de enero de 1959, salió un reportaje, resaltando el penoso acontecimiento y el maltrato recibido por mujeres santiagueras, por no tener otro modo de exigir justicia y respeto a la vida de nuestros jóvenes, que a diario eran ultimados en sus casas o en plena calle, por no estar de acuerdo con la grave y violenta situación imperante en el país, después de la usurpación del poder de Fulgencio Batista.
De mis recuerdos.
Madrid.
21 Noviembre de 2009
Capítulo VII
Se convocó a un grupo de madres, esposas, hermanas y miembros del movimiento 26 de Julio a realizar una marcha, desde el Parque de la Libertad, hasta el parque Céspedes. Para ello se confeccionó con tela blanca una banda que cogía todo lo ancho de la calle, sostenida en alto por los brazos de madres vestidas de negro, que habían perdido sus hijos, asesinados por las soldadesca batistiana, sedienta de sangre, en represalia al avance incontenible en las montañas y llanos del ejército rebelde.
Esta cinta decía en grandes letras negras:-
“CESEN LOS ASESINATOS DE NUESTROS HIJOS”
Esta marcha la encabezaba la madre de William Soler, un joven, casi un niño, que había perdido la vida recientemente, Cira Ferrer, Vilma Casero, Esther María de la Torre, las hermanas Clara Luz y Emilia Pantoja y muchas que no recuerdo sus nombres., detrás íbamos una representación de la juventud de aquellos tiempos, vestidas con faldas negras y blusas blancas.
Recuerdo que para esa ocasión me había estrenado una falda negra, ajustada al cuerpo, de una tela conocida por crepé romano, que me daba a mitad de pierna y una blusa blanca de cuello alto.
La marcha transitaba muy despacio y en silencio, bajando la calle Aguilera, al faltar pocos metros para alcanzar el Parque Céspedes, justamente donde existía la Agencia de viajes Panorbe en una esquina (Hoy “Casa del te” y en la opuesta el edificio del Club San Carlos, ya muchas personas se aglomeraban de un lado y otro de las aceras, para observar tan inusual suceso, cuando fuimos violentamente atacadas y dispersadas por gruesos chorros de agua. La policía había llamado a los bomberos. Entre golpes, empujones y la fuerza de los surtidores, a muchas nos derribó al suelo,
Rememoro, que rodé por toda la calle San Pedro, hasta la esquina de Enramadas, a un costado del Teatro Cuba, el golpe de agua fue tan violento y en pleno rostro que por poco me ahoga, Algunos transeúntes me ayudaron a levantarme, toda mojada y enlodada.
Lo que me llenó de vergüenza fue el hecho, que mi flamante falda se había encogido y me daba a mitad de los muslos. En esa fecha no se usaban las mini faldas. Yo con altos tacones, chorreándome el pelo y en esa facha, era el punto de mira de los presentes de la calle Enramadas a esas horas de la mañana estaba muy concurrida.
Me notaban tan abochornada, que manos caritativas me envolvieron en una gruesa toalla y así pude llegar hasta la casa de unas primas en la calle San Germán, esquina a Moncada y cambiarme de ropa.
Este hecho fue divulgado por la prensa local y nacional. En una Revista Bohemia, Edición Extraordinaria, de las primeras semanas de enero de 1959, salió un reportaje, resaltando el penoso acontecimiento y el maltrato recibido por mujeres santiagueras, por no tener otro modo de exigir justicia y respeto a la vida de nuestros jóvenes, que a diario eran ultimados en sus casas o en plena calle, por no estar de acuerdo con la grave y violenta situación imperante en el país, después de la usurpación del poder de Fulgencio Batista.
De mis recuerdos.
Madrid.
21 Noviembre de 2009
PELIGROSA OCURRENCIA
Relatos de amor y de guerra
Capítulo XIX
Mi hermano Antonio (Ñico) era intrépido y no analizaba las consecuencias de sus actos en su afán de hacer algo para cooperar al derrocamiento de la dictadura bastistiana.
Ese día de 1958, se encontraba limpiando el jardín y sembrando nuevas plantas, era muy aficionado a cultivar margaritas de diversos colores.
Enfrascado en su labor, observó una avioneta del ejército dando repetidas vueltas alrededor de nuestra propiedad. Sin que nadie se diera cuenta, sacó de un escondite una escopeta de caza, le apunto a la nave aérea, justo sobre el techo de nuestra casa y le disparó.
Nosotros asustados:- ¡Muchacho! ¿Qué haz hecho?
-Nada, estoy cansado de ver a esos desgraciados dar vueltas por aquí.
En un tiempo muy breve se aparecieron varias avionetas artilladas y comenzaron a disparar metralla a diestra y siniestra, principalmente sobre la casa, que era de madera y zinc.
Como medida de protección, colocamos tres colchones sobre una cama, y debajo se introdujeron mi madre, él y mi hermana menor, yo debajo del fregadero, que era grande y de cemento armado.
De vez en cuando se alejaban y ametrallaban las fincas colindantes, me asomaba y cuando los veía venir, corría a mi improvisado refugio.
Al parecer creyeron que era una columna rebelde que se encontraba por el territorio, ya que muy cerca estaba la dirigida por Juan Almeida Bosque.
En realidad eran fincas ganaderas, la de Pancho Iglesias, Juan Gómez Fals y Urbano Sánchez.
En su interés de aniquilar al supuesto enemigo, mataron varias reses, que inocentes pastaban en los potreros, cuando observaban algo que se movía, creían que eran los rebeldes y disparaba indiscriminadamente.
El ataque duró hasta que oscureció.
La casa quedo llena de agujeros en el techo y por el piso recogimos innumerables casquillos.
Días después y también por estar prácticamente la carretera cerrada, tuvimos que abandonar la vivienda e irnos a vivir cerca de la panadería “Titán”.
Fue ocupada por los llamados “Casquitos” nuevos soldados del ejército de Fulgencio Batista, que se incorporaban a la tropa, en apoyo a el ejército, la policía, la marina y los tristemente célebres “Tigres” dirigidos por Rolando Masferrer.
Esta tenía una posesión estratégica, se encontraba en un lugar elevado, desde donde se divisaba un extenso paisaje, de frente la ciudad de Santiago de Cuba, a la derecha, las montañas de la Sierra Maestra, a la izquierda los poblados de Santa María, Cuabitas y algo más alejado el Puerto de Boniato, a la espalda la amplia carretera central, la pedrera de los Gómez Fals y otras fincas lecheras.
De mis recuerdos.
Madrid,
23 de noviembre de 2009
Capítulo XIX
Mi hermano Antonio (Ñico) era intrépido y no analizaba las consecuencias de sus actos en su afán de hacer algo para cooperar al derrocamiento de la dictadura bastistiana.
Ese día de 1958, se encontraba limpiando el jardín y sembrando nuevas plantas, era muy aficionado a cultivar margaritas de diversos colores.
Enfrascado en su labor, observó una avioneta del ejército dando repetidas vueltas alrededor de nuestra propiedad. Sin que nadie se diera cuenta, sacó de un escondite una escopeta de caza, le apunto a la nave aérea, justo sobre el techo de nuestra casa y le disparó.
Nosotros asustados:- ¡Muchacho! ¿Qué haz hecho?
-Nada, estoy cansado de ver a esos desgraciados dar vueltas por aquí.
En un tiempo muy breve se aparecieron varias avionetas artilladas y comenzaron a disparar metralla a diestra y siniestra, principalmente sobre la casa, que era de madera y zinc.
Como medida de protección, colocamos tres colchones sobre una cama, y debajo se introdujeron mi madre, él y mi hermana menor, yo debajo del fregadero, que era grande y de cemento armado.
De vez en cuando se alejaban y ametrallaban las fincas colindantes, me asomaba y cuando los veía venir, corría a mi improvisado refugio.
Al parecer creyeron que era una columna rebelde que se encontraba por el territorio, ya que muy cerca estaba la dirigida por Juan Almeida Bosque.
En realidad eran fincas ganaderas, la de Pancho Iglesias, Juan Gómez Fals y Urbano Sánchez.
En su interés de aniquilar al supuesto enemigo, mataron varias reses, que inocentes pastaban en los potreros, cuando observaban algo que se movía, creían que eran los rebeldes y disparaba indiscriminadamente.
El ataque duró hasta que oscureció.
La casa quedo llena de agujeros en el techo y por el piso recogimos innumerables casquillos.
Días después y también por estar prácticamente la carretera cerrada, tuvimos que abandonar la vivienda e irnos a vivir cerca de la panadería “Titán”.
Fue ocupada por los llamados “Casquitos” nuevos soldados del ejército de Fulgencio Batista, que se incorporaban a la tropa, en apoyo a el ejército, la policía, la marina y los tristemente célebres “Tigres” dirigidos por Rolando Masferrer.
Esta tenía una posesión estratégica, se encontraba en un lugar elevado, desde donde se divisaba un extenso paisaje, de frente la ciudad de Santiago de Cuba, a la derecha, las montañas de la Sierra Maestra, a la izquierda los poblados de Santa María, Cuabitas y algo más alejado el Puerto de Boniato, a la espalda la amplia carretera central, la pedrera de los Gómez Fals y otras fincas lecheras.
De mis recuerdos.
Madrid,
23 de noviembre de 2009
19 noviembre 2009
TRISTE AMANECER
Descubrí que había perdido
Tu amor y me fui a la orilla
De la playa a derramar mí
Llanto.
Mis lágrimas se mezclaban
Con las finas gotas del salpicar
De las olas.
Frente al inmenso océano di
Rienda suelta a mi dolor y
Frustración.
Entre las lejanas montañas
Comenzó a salir el sol, las
Gotas de rocío humedecían
Mis pies desnudos.
En mi soledad, dirigí la mirada
Al espacio infinito, invoqué una
Oración pidiendo fuerza y valor
Al Ser Supremo.
Por un instante creí ser dueña del
universo, el mar y el cielo, pero
Comprobé que no tenía nada si
Me faltaba tu amor.
5 de diciembre de 2000
Tu amor y me fui a la orilla
De la playa a derramar mí
Llanto.
Mis lágrimas se mezclaban
Con las finas gotas del salpicar
De las olas.
Frente al inmenso océano di
Rienda suelta a mi dolor y
Frustración.
Entre las lejanas montañas
Comenzó a salir el sol, las
Gotas de rocío humedecían
Mis pies desnudos.
En mi soledad, dirigí la mirada
Al espacio infinito, invoqué una
Oración pidiendo fuerza y valor
Al Ser Supremo.
Por un instante creí ser dueña del
universo, el mar y el cielo, pero
Comprobé que no tenía nada si
Me faltaba tu amor.
5 de diciembre de 2000
18 noviembre 2009
El ciclón Flora
EL CICLON FLORA
Relato
A la memoria de mi abuela Felipa.
Si dijera que el ciclón Flora, que azotó parte de la isla de Cuba en los primeros días del mes de octubre de 1963 fue un castigo de Dios, tal vez esté pronunciando una blasfemia, pero que fue algo terrible y poco conocido por los habitantes de la isla, principalmente la zona oriental, que muchos lo creyeron.
¿Qué había sucedido unos días antes? Pues la vesania del gobierno revolucionario comandado por Fidel Castro Ruz y sus seguidores, habían creado lo que se llamo La Ley de Reforma Agraria. Con este documento en sus manos, se apropió de la mayoría
de las tierras cultivadas, por laboriosos campesinos, muchos venidos de la Madre Patria en su juventud, los que entregaron su esfuerzo y sudor en construir productivas fincas, tanto de caña de azúcar, cafetaleras, ganaderas y de frutos menores diversos.
Al principio se les aplicó esta ley a los hacendados y terratenientes, que poseían grandes extensiones de terrenos y a los latifundios. En esta ocasión se expropió a los que tenían más de 5 caballerías, para según ellos, convertirlas en Granjas del pueblo.
Con el documento en las manos, los interventores se presentaban casi siempre al amanecer, a despojar no solo de la tierra, también de las casas, animales y cuanto de valor hubiese, se les hacía marcharse de sus viviendas, si tenían otra en la ciudad, o pueblo, sino se les cercaba un pequeño espacio, sin derecho a disfrutar de nada de lo que había sido expropiado.
Contaré una versión o pequeña muestra de lo que ocurrió a todo lo largo y ancha del país:- La intervención de la finca de mi abuela materna Felipa Marañón Ortiz, oriunda del pueblo de Angostina, municipio La Cavada, provincia de Santander, en el lugar conocido por Sitio Campo, del municipio de Songo, antigua provincia de Oriente.
Mi abuela y mi abuelo Serafín Rodríguez García, nacido en el pueblo Rio Miño, municipio de Calvos, provincia de Orense, arribaron a esa zona en el primer decenio del siglo XX con varios de sus hijos pequeños.
Allí solo había monte firme, es decir, no existía tierra cultivada. Con mucha voluntad tumbaron el campo, lo sembraron de frutos menores, cafetales, potreros, los llenaron de animales, como reses, cerdos y aves de corral diversas. Construyeron una casa de madera y pulidos pisos de tablas de cedro y techo de zinc, al estilo español, levantada sobre pilotes, con una amplio sótano, arriba cuatro habitaciones y en el medio la sala y saleta, a un lado una cocina comedor, con una amplia mesa, rodeada de taburetes de madera y cuero. La cocina de cemento y cabillas, con una plancha de hierro encima, debajo se introducía la leña, el humo salía por la chimenea y arriba se colocaban las enormes ollas y calderos, donde se hacía la comida de la familia y de los trabajadores. A un lado había un aljibe, que recogía las aguas en tiempo de lluvia, para las necesidades de la casa.
La finca se nombró “La Serafina” en honor al nombre de mi abuelo y de mi tía, la mayor, más conocida por Fina.
Con el tiempo se fueron proveyendo de comodidades de la vida moderna, como luz eléctrica, producida por una planta, alimentada con gasolina, luz incandescente, equipos electrodomésticos, un refrigerador de la marca Servel y hasta un pozo artesiano que bombeaba el agua en la misma cocina.
En el sótano no solo se guardaban los productos de la cosecha, principalmente de café, también los aperos de labranza y un moderno jeep de la marca Willis., que conducía mi tío Manolito.
Cerca estaban los secaderos de café y los barracones también de madera y zinc, donde se albergaban los trabajadores en tiempo de recolección.
Allí parecía todo armonioso, sin olvidar el pasado. Ya en ese época mi abuela Felipa tenía cerca de 80 años, sus hijos se habían casado y constituido sus propias familias,
Con ella vivían dos de sus hijos menores nombrado Manuel, con su esposa Romelia y sus menores hijos Xiomara, Felipa, Romelia y el más pequeño Manuel y tía Rosa.
¿Qué había sucedido durante los años entre l910 a l963? Parte de esta historia fue recogida, en su propia versión por el escritor santiaguero José Soler Puig en su novela “La otra mujer”.
Según me contaba mi madre, los primeros años en Cuba, fueron muy difíciles para la familia, hubo guerras, que se denominaron “La guerrita de los negros” en l917, donde tuvieron que abandonar una pequeña finca en el lugar conocido Por “La Genoveva” y de allí con otras familias españolas, como los Martínez, Alonso, Borruel, Santana, Vallina, López, Falagan, Rodríguez, Monteagut y algunos más. Se establecieron definitivamente en la zona de Sitio Campo, La Cecilia, Loma Azul, La Ficha y Jarahueca.
En 1925 ocurrió una tragedia. Mi tío mayor Víctor, que no tenía aún 20 años, se encontraba con un grupo de trabajadores tumbando monte en la finca “La Güira”, aledaña a ”La Serafina”, le cayó encima un enorme árbol y lo aplastó.
En aquellos tiempos se avisó al juzgado más cercano y a los médicos, para que certificaran la causa de la muerte, era lejos y demoraron más de la cuenta, por lo que ya mi infortunado tío se encontraba en estado de putrefacción. Al cumplirse los requisitos de la ley, fue sepultado frente al jardín de la casa,
Recuerdo desde mi más tierna infancia, la impresión que me causaba ver la tumba, cercada con rejas, pintadas de negro con una corona de flores hecha de hierro coloreadas de blanco, sembradas muchas plantas ornamentales, como crotos y rosas de muchos colores. El lugar era sagrado y venerado por toda la familia y los que nacimos después.
Exactamente un año después ocurría otra gran tragedia, en el mes de abril de l926, habían venido de la ciudad de Santiago de Cuba un equipo de agrimensores a medir las tierras y delimitar las propiedades. Cruzando el camino real, se encontraba la finca “La Cecilia”, propiedad de Miguel Martínez, una parte de la de mis abuelos colindaba con ella, se había originado un litigio de ambas partes, por no estar de acuerdo el uno y el otro y sostener grandes discusiones.
Martínez era muy influyente y trató por todos los medios de apropiarse de una parte de de la finca aledaña a la suya. Mi abuelo no estaba de acuerdo y la ley lo amparaba.
Una mañana del día 19 de abril, mi abuelo se encontraba arando con dos empleados de apellido Castro a la orilla del camino. Se presentó Miguel Martínez montado en su caballo, armado con un revólver, De nuevo discutieron acaloradamente, por lo que
Martínez extrajo su arma y le dio dos balazos en el vientre a mi abuelo. El agresor Huyó hacía su casa y se auto agredió, para poder demostrar que había sido en defensa propia.
El herido fue trasladado a la casa, allí mi abuela con sus con sus 9 hijos, la mayor Fina de 15 años, la seguían Marcial, Mercedes (mi madre de 12 años de edad), Rosa, Camilo, Teresa, Emérita, Manuel y Ana Celia de 7 días de nacida.
El suceso conmovió a la mayoría de los vecinos y paisanos, llegó la guardia rural del puesto más cercano, allí llevaron al asesino a declarar, el cual, como expliqué antes, se había producido varias heridas en los brazos, para alegar que había sido en defensa propia. Los niños lloraban, mi abuelo desfallecía por falta de atención médica, (Los galenos más cercanos se encontraban en el pueblo de Jurisdicción o en La Maya, uno opuesto del otro a varios kilómetros de distancia)
Mi abuela con la entereza de espíritu que la caracterizaba, se dirigió a los presentes y con toda energía pidió que sacaran de su casa al homicida del padre de sus hijos.
Varios vecinos condolidos ante el desdichado suceso, improvisaron una camilla y trasladaron al herido al pueblo más cercano, allí no había hospitales, ni recursos para practicarle una operación y extraerle los dos proyectiles que permanecían alojados en su vientre. En el tren de la tarde que procedía de la ciudad de Guantánamo y hacía correspondencia con el tren que pasaba por el pueblo de San Luis, fue llevado hasta la ciudad de Santiago de Cuba e ingresado en el Sanatorio de la Colonia Española.
El día 26 del propio mes fallecía víctima de peritonitis, solamente acompañado por sus más fieles amigos y nombrando en su testamento a todos sus hijos y viuda. Tenía 43 años de edad.
Fue sepultado en la bóveda de la familia Andrial, en el cementerio de Santa Ifigenia, sin que su esposa e hijos lo pudiesen ver por última vez.
El caso tuvo repercusión nacional, la prensa libre de aquellos tiempos se encargó de divulgar lo sucedido.
El culpable fue detenido, pero se buscó los mejores abogados para su defensa, los testigos presénciales, al parecer por miedo o algún interés mezquino pagado por Martínez, desaparecieron de la comarca.
Entre tanto mi abuela al frente de la finca y al cuidado de sus 9 hijos, al saber lo que pretendía Martínez, no vaciló y fue a ver a un comerciante del pueblo de La Maya, de apellido Couto, e hipotecó su finca, para poder también acudir a otros abogados de la ciudad de Santiago de Cuba, experto en la rama de criminalística.
Muchos de sus vecinos y amigos la aconsejaron que era una locura hipotecar la única propiedad que tenía, que de no poder pagarla en los plazos establecidos y con los correspondientes intereses, se podía ver en medio del camino con su amplia prole.
Me cuentan que viajó en tren hasta la ciudad de La Habana con parte de sus hijos a denunciar ante los más influyentes y leídos periódicos de la época, la injusticia que se pretendía cometer, de sacar absuelto al criminal, toda vestida de negro y con un crespón cubriendo su rostro.
Se celebró el juicio, el abogado encargado del caso realizó una magistral exposición de los hechos y sus antecedentes, logrando que los jueces lo condenaran a 30 años 9 meses y 21 días a cumplirlos en el presidio Modelo de Isla de Pinos, (Hoy Isla de la Juventud)
Durante varios años mi abuela y sus hijos trabajaban desde la madrugada hasta el anochecer en los campos, sembrando, recogiendo café, cuidando el ganado y demás animales. Mi madre me contaba que se despertaba a media noche y veía como ella les lavaba y planchaba sus ropas y realizaba las demás labores del hogar. Así logró pagar todas las deudas, sin escatimar esfuerzos en la buena crianza de sus hijos, buscarles maestros o trasladarnos a los pueblos cercanos, para que aprendieran a leer y escribir y otros oficios. Completamente sola, todos sus familiares residían en España y algunos primos en Estados Unidos.
A pesar que aún era una mujer joven y atractiva, de un recio temperamento, jamás quiso ponerles padrastro a sus hijos y si alguien se atrevió en algún momento a cortejarla, cogía un afilado machete y lo sacaba a planazos hasta el camino. Era un ejemplo vivo de moral y buenas costumbres, las cuales inculcó a sus retoños.
También he escuchado otra versión del caso, sucedió a finales de los años treinta, con el arribo al poder de Ramón Grau San Martín, como presidente de la república, firmó un indulto y en él fue favorecido Miguel Martínez, saliendo de la cárcel. Debía volver a su finca “La Cecilia”, frente por frente a la de mi abuela, que ella al enterarse, enclavó una escopeta de dos cañones en el corredor, apuntando para la casa y decía que si volvía a pisar aquel lugar, lo mataba.
Al enterarse Martínez,(esto lo relata la novela de Soler Puig, que era casado con su hija Cecilia) vendió la finca y todas las propiedades que tenían en el citado lugar, Se fue a vivir a un lejano paraje de Baracoa. Allí despreciado por sus hijos y esposa, por lo malo que siguió siendo (esto también lo narra novela), falleció.
Es bueno señalar que su familia, hermanos y sobrinos lo repudiaron, nunca estuvieron de acuerdo con lo sucedido y resultaron ser verdaderos amigos hasta el presente, así como la mayoría de los vecinos, ofreciéndoles un gran apoyo.
Con el transcurso de los años, adquirió más propiedades, debido a su tesón, y la ayuda de sus hijos, los cuales crió con gran disciplina y honradez. Se casaron y ella los ayudó a formar las nuevas familias, siendo un ejemplo para todos, de lo cual, sus descendientes estamos orgullosos.
Ya en el ocaso de su vida y después de haber trabajado tanto y ayudado a criar a sus nietos, mi tío Manolito quiso darle todas las comodidades de la vida moderna y le construyó una hermosa residencia en la calle 8 Número 53 del Reparto Fomento en la ciudad de Santiago de Cuba, donde pretendía que pasara sus últimos años rodeada de bienestar.
Allí estaba ella feliz, junto a sus nietos, sentada en su cómodo balance contemplando las flores de su jardín, cuando le llegó el aviso de que sus propiedades habían sido intervenidas, quiso volver a su finca, regada con la sangre de sus seres más queridos.
Al llegar, vio que la obra de tantos años, ya no era suya, la casa estaba ocupada por los nuevos inquilinos, que a nombre de la revolución le habían usurpado todo el trabajo de una vida. Se dirigió a la sala, miró los cuadros con las imágenes de sus muertos, fue a tomar uno, el interventor le señalo áspero:- No toque nada, ya eso no es suyo, esto está intervenido. Mi abuela con un gesto brusco los arrancó de la pared y los abrazó contra su pecho.
Nadie se atrevió a tocarla.
Los habían despojado de todos sus bienes, dejándolos prácticamente desamparados.
Recuerdo que mi padre conmovido iba todos los días y les llevaba el pan para toda la familia y trataba de consolar a mi abuela con estas palabras:- Felipa, mientras yo viva a usted no le va a faltar nada, sin sospechar que unos días después la panadería “Titán” iba a ser también intervenida y todos nos íbamos a ver en la miseria, trabajando como asalariados al mando de despóticos jefes y hasta el pan que nos comíamos debíamos pagarlo.
Desde ese día cambió por completo, parecía ida del mundo, nada le interesaba, ni la perspectiva de salir del país rumbo a Estados Unidos con sus hijos y nietos, reclamada por su prima Arsenia desde California, le llamaba la atención.
Su estado de salud se fue agravando y el 3 de marzo de l968 fallecía.
Fue velada en la funeraria Mayoral, mi padre, ya enfermo, lloro frente a su sarcófago y le decía:- Pronto voy a estar con usted. En efecto, el 25 de mayo de ese mismo año, dejaba de existir.
Si al principio me referí al devastador ciclón Flora y sus consecuencias, es un hecho curioso, que el interventor, que se paseaba por la finca en el caballo de mi tío Manolito, sin respetar la crecida del rio que la atravesaba, se lo llevó la corriente y se ahogó.
Hubo miles de muertos y desaparecidos, fincas arrasadas por la furia de las aguas y los vientos, de un devastador huracán como muy pocos habíamos visto, que se paseo indolente por varios días, entraba y salía, volvía a destruir e inundar , con el desbordamiento de los ríos todo a su paso Y me pregunto nuevamente:- ¿Sería un castigo del cielo a tan grande injusticia?.
Mi familia establecida en Estados Unidos, volvieron a Cuba, ya no eran los despreciados “gusanos”. Venían cargados de regalos y dólares.
Quisieron volver al lugar donde habían nacido y pasado parte de su niñez. Les costó mucho trabajo ubicar el sitio donde se encontraba la casa, ya no habían las cercas de alambre de púas de cinco pelos, los potreros y cafetales estaban cubiertos de maleza y bejucos abrazando los cafetos hasta llegar a los altos árboles, que los protegían con su sombra .Abriéndose paso con muchas dificultades encontraron la lápida de lo que fue el aljibe. Era lo único que quedaba, la vivienda había desaparecido., en su lugar un hermoso árbol de cedro, había crecido durante todos estos años.
Según versiones, se dice que fue desmantelada por los depredadores de la comarca, que tabla por tabla del mejor cedro, la fueron arrancando, junto a las tejas de zinc del techo.
No obstante tan triste panorama, quisieron ir hasta la tumba de tío Víctor, tampoco fue fácil llegar hasta allí, solo quedaban entre las hierbas y matojos, algunas matas de crotos, la cerca de hierro y la corona de flores, también habían sido víctimas del despiadado saqueo.
Con dolor en alma, me pregunto a tantos años:- ¿Por qué tanta destrucción en nombre de una revolución? ¿Qué se ha ganado con ello?
La respuesta es:- Esto son los frutos del socialismo en Cuba.
Madrid, noviembre 18 de 2009
Relato
A la memoria de mi abuela Felipa.
Si dijera que el ciclón Flora, que azotó parte de la isla de Cuba en los primeros días del mes de octubre de 1963 fue un castigo de Dios, tal vez esté pronunciando una blasfemia, pero que fue algo terrible y poco conocido por los habitantes de la isla, principalmente la zona oriental, que muchos lo creyeron.
¿Qué había sucedido unos días antes? Pues la vesania del gobierno revolucionario comandado por Fidel Castro Ruz y sus seguidores, habían creado lo que se llamo La Ley de Reforma Agraria. Con este documento en sus manos, se apropió de la mayoría
de las tierras cultivadas, por laboriosos campesinos, muchos venidos de la Madre Patria en su juventud, los que entregaron su esfuerzo y sudor en construir productivas fincas, tanto de caña de azúcar, cafetaleras, ganaderas y de frutos menores diversos.
Al principio se les aplicó esta ley a los hacendados y terratenientes, que poseían grandes extensiones de terrenos y a los latifundios. En esta ocasión se expropió a los que tenían más de 5 caballerías, para según ellos, convertirlas en Granjas del pueblo.
Con el documento en las manos, los interventores se presentaban casi siempre al amanecer, a despojar no solo de la tierra, también de las casas, animales y cuanto de valor hubiese, se les hacía marcharse de sus viviendas, si tenían otra en la ciudad, o pueblo, sino se les cercaba un pequeño espacio, sin derecho a disfrutar de nada de lo que había sido expropiado.
Contaré una versión o pequeña muestra de lo que ocurrió a todo lo largo y ancha del país:- La intervención de la finca de mi abuela materna Felipa Marañón Ortiz, oriunda del pueblo de Angostina, municipio La Cavada, provincia de Santander, en el lugar conocido por Sitio Campo, del municipio de Songo, antigua provincia de Oriente.
Mi abuela y mi abuelo Serafín Rodríguez García, nacido en el pueblo Rio Miño, municipio de Calvos, provincia de Orense, arribaron a esa zona en el primer decenio del siglo XX con varios de sus hijos pequeños.
Allí solo había monte firme, es decir, no existía tierra cultivada. Con mucha voluntad tumbaron el campo, lo sembraron de frutos menores, cafetales, potreros, los llenaron de animales, como reses, cerdos y aves de corral diversas. Construyeron una casa de madera y pulidos pisos de tablas de cedro y techo de zinc, al estilo español, levantada sobre pilotes, con una amplio sótano, arriba cuatro habitaciones y en el medio la sala y saleta, a un lado una cocina comedor, con una amplia mesa, rodeada de taburetes de madera y cuero. La cocina de cemento y cabillas, con una plancha de hierro encima, debajo se introducía la leña, el humo salía por la chimenea y arriba se colocaban las enormes ollas y calderos, donde se hacía la comida de la familia y de los trabajadores. A un lado había un aljibe, que recogía las aguas en tiempo de lluvia, para las necesidades de la casa.
La finca se nombró “La Serafina” en honor al nombre de mi abuelo y de mi tía, la mayor, más conocida por Fina.
Con el tiempo se fueron proveyendo de comodidades de la vida moderna, como luz eléctrica, producida por una planta, alimentada con gasolina, luz incandescente, equipos electrodomésticos, un refrigerador de la marca Servel y hasta un pozo artesiano que bombeaba el agua en la misma cocina.
En el sótano no solo se guardaban los productos de la cosecha, principalmente de café, también los aperos de labranza y un moderno jeep de la marca Willis., que conducía mi tío Manolito.
Cerca estaban los secaderos de café y los barracones también de madera y zinc, donde se albergaban los trabajadores en tiempo de recolección.
Allí parecía todo armonioso, sin olvidar el pasado. Ya en ese época mi abuela Felipa tenía cerca de 80 años, sus hijos se habían casado y constituido sus propias familias,
Con ella vivían dos de sus hijos menores nombrado Manuel, con su esposa Romelia y sus menores hijos Xiomara, Felipa, Romelia y el más pequeño Manuel y tía Rosa.
¿Qué había sucedido durante los años entre l910 a l963? Parte de esta historia fue recogida, en su propia versión por el escritor santiaguero José Soler Puig en su novela “La otra mujer”.
Según me contaba mi madre, los primeros años en Cuba, fueron muy difíciles para la familia, hubo guerras, que se denominaron “La guerrita de los negros” en l917, donde tuvieron que abandonar una pequeña finca en el lugar conocido Por “La Genoveva” y de allí con otras familias españolas, como los Martínez, Alonso, Borruel, Santana, Vallina, López, Falagan, Rodríguez, Monteagut y algunos más. Se establecieron definitivamente en la zona de Sitio Campo, La Cecilia, Loma Azul, La Ficha y Jarahueca.
En 1925 ocurrió una tragedia. Mi tío mayor Víctor, que no tenía aún 20 años, se encontraba con un grupo de trabajadores tumbando monte en la finca “La Güira”, aledaña a ”La Serafina”, le cayó encima un enorme árbol y lo aplastó.
En aquellos tiempos se avisó al juzgado más cercano y a los médicos, para que certificaran la causa de la muerte, era lejos y demoraron más de la cuenta, por lo que ya mi infortunado tío se encontraba en estado de putrefacción. Al cumplirse los requisitos de la ley, fue sepultado frente al jardín de la casa,
Recuerdo desde mi más tierna infancia, la impresión que me causaba ver la tumba, cercada con rejas, pintadas de negro con una corona de flores hecha de hierro coloreadas de blanco, sembradas muchas plantas ornamentales, como crotos y rosas de muchos colores. El lugar era sagrado y venerado por toda la familia y los que nacimos después.
Exactamente un año después ocurría otra gran tragedia, en el mes de abril de l926, habían venido de la ciudad de Santiago de Cuba un equipo de agrimensores a medir las tierras y delimitar las propiedades. Cruzando el camino real, se encontraba la finca “La Cecilia”, propiedad de Miguel Martínez, una parte de la de mis abuelos colindaba con ella, se había originado un litigio de ambas partes, por no estar de acuerdo el uno y el otro y sostener grandes discusiones.
Martínez era muy influyente y trató por todos los medios de apropiarse de una parte de de la finca aledaña a la suya. Mi abuelo no estaba de acuerdo y la ley lo amparaba.
Una mañana del día 19 de abril, mi abuelo se encontraba arando con dos empleados de apellido Castro a la orilla del camino. Se presentó Miguel Martínez montado en su caballo, armado con un revólver, De nuevo discutieron acaloradamente, por lo que
Martínez extrajo su arma y le dio dos balazos en el vientre a mi abuelo. El agresor Huyó hacía su casa y se auto agredió, para poder demostrar que había sido en defensa propia.
El herido fue trasladado a la casa, allí mi abuela con sus con sus 9 hijos, la mayor Fina de 15 años, la seguían Marcial, Mercedes (mi madre de 12 años de edad), Rosa, Camilo, Teresa, Emérita, Manuel y Ana Celia de 7 días de nacida.
El suceso conmovió a la mayoría de los vecinos y paisanos, llegó la guardia rural del puesto más cercano, allí llevaron al asesino a declarar, el cual, como expliqué antes, se había producido varias heridas en los brazos, para alegar que había sido en defensa propia. Los niños lloraban, mi abuelo desfallecía por falta de atención médica, (Los galenos más cercanos se encontraban en el pueblo de Jurisdicción o en La Maya, uno opuesto del otro a varios kilómetros de distancia)
Mi abuela con la entereza de espíritu que la caracterizaba, se dirigió a los presentes y con toda energía pidió que sacaran de su casa al homicida del padre de sus hijos.
Varios vecinos condolidos ante el desdichado suceso, improvisaron una camilla y trasladaron al herido al pueblo más cercano, allí no había hospitales, ni recursos para practicarle una operación y extraerle los dos proyectiles que permanecían alojados en su vientre. En el tren de la tarde que procedía de la ciudad de Guantánamo y hacía correspondencia con el tren que pasaba por el pueblo de San Luis, fue llevado hasta la ciudad de Santiago de Cuba e ingresado en el Sanatorio de la Colonia Española.
El día 26 del propio mes fallecía víctima de peritonitis, solamente acompañado por sus más fieles amigos y nombrando en su testamento a todos sus hijos y viuda. Tenía 43 años de edad.
Fue sepultado en la bóveda de la familia Andrial, en el cementerio de Santa Ifigenia, sin que su esposa e hijos lo pudiesen ver por última vez.
El caso tuvo repercusión nacional, la prensa libre de aquellos tiempos se encargó de divulgar lo sucedido.
El culpable fue detenido, pero se buscó los mejores abogados para su defensa, los testigos presénciales, al parecer por miedo o algún interés mezquino pagado por Martínez, desaparecieron de la comarca.
Entre tanto mi abuela al frente de la finca y al cuidado de sus 9 hijos, al saber lo que pretendía Martínez, no vaciló y fue a ver a un comerciante del pueblo de La Maya, de apellido Couto, e hipotecó su finca, para poder también acudir a otros abogados de la ciudad de Santiago de Cuba, experto en la rama de criminalística.
Muchos de sus vecinos y amigos la aconsejaron que era una locura hipotecar la única propiedad que tenía, que de no poder pagarla en los plazos establecidos y con los correspondientes intereses, se podía ver en medio del camino con su amplia prole.
Me cuentan que viajó en tren hasta la ciudad de La Habana con parte de sus hijos a denunciar ante los más influyentes y leídos periódicos de la época, la injusticia que se pretendía cometer, de sacar absuelto al criminal, toda vestida de negro y con un crespón cubriendo su rostro.
Se celebró el juicio, el abogado encargado del caso realizó una magistral exposición de los hechos y sus antecedentes, logrando que los jueces lo condenaran a 30 años 9 meses y 21 días a cumplirlos en el presidio Modelo de Isla de Pinos, (Hoy Isla de la Juventud)
Durante varios años mi abuela y sus hijos trabajaban desde la madrugada hasta el anochecer en los campos, sembrando, recogiendo café, cuidando el ganado y demás animales. Mi madre me contaba que se despertaba a media noche y veía como ella les lavaba y planchaba sus ropas y realizaba las demás labores del hogar. Así logró pagar todas las deudas, sin escatimar esfuerzos en la buena crianza de sus hijos, buscarles maestros o trasladarnos a los pueblos cercanos, para que aprendieran a leer y escribir y otros oficios. Completamente sola, todos sus familiares residían en España y algunos primos en Estados Unidos.
A pesar que aún era una mujer joven y atractiva, de un recio temperamento, jamás quiso ponerles padrastro a sus hijos y si alguien se atrevió en algún momento a cortejarla, cogía un afilado machete y lo sacaba a planazos hasta el camino. Era un ejemplo vivo de moral y buenas costumbres, las cuales inculcó a sus retoños.
También he escuchado otra versión del caso, sucedió a finales de los años treinta, con el arribo al poder de Ramón Grau San Martín, como presidente de la república, firmó un indulto y en él fue favorecido Miguel Martínez, saliendo de la cárcel. Debía volver a su finca “La Cecilia”, frente por frente a la de mi abuela, que ella al enterarse, enclavó una escopeta de dos cañones en el corredor, apuntando para la casa y decía que si volvía a pisar aquel lugar, lo mataba.
Al enterarse Martínez,(esto lo relata la novela de Soler Puig, que era casado con su hija Cecilia) vendió la finca y todas las propiedades que tenían en el citado lugar, Se fue a vivir a un lejano paraje de Baracoa. Allí despreciado por sus hijos y esposa, por lo malo que siguió siendo (esto también lo narra novela), falleció.
Es bueno señalar que su familia, hermanos y sobrinos lo repudiaron, nunca estuvieron de acuerdo con lo sucedido y resultaron ser verdaderos amigos hasta el presente, así como la mayoría de los vecinos, ofreciéndoles un gran apoyo.
Con el transcurso de los años, adquirió más propiedades, debido a su tesón, y la ayuda de sus hijos, los cuales crió con gran disciplina y honradez. Se casaron y ella los ayudó a formar las nuevas familias, siendo un ejemplo para todos, de lo cual, sus descendientes estamos orgullosos.
Ya en el ocaso de su vida y después de haber trabajado tanto y ayudado a criar a sus nietos, mi tío Manolito quiso darle todas las comodidades de la vida moderna y le construyó una hermosa residencia en la calle 8 Número 53 del Reparto Fomento en la ciudad de Santiago de Cuba, donde pretendía que pasara sus últimos años rodeada de bienestar.
Allí estaba ella feliz, junto a sus nietos, sentada en su cómodo balance contemplando las flores de su jardín, cuando le llegó el aviso de que sus propiedades habían sido intervenidas, quiso volver a su finca, regada con la sangre de sus seres más queridos.
Al llegar, vio que la obra de tantos años, ya no era suya, la casa estaba ocupada por los nuevos inquilinos, que a nombre de la revolución le habían usurpado todo el trabajo de una vida. Se dirigió a la sala, miró los cuadros con las imágenes de sus muertos, fue a tomar uno, el interventor le señalo áspero:- No toque nada, ya eso no es suyo, esto está intervenido. Mi abuela con un gesto brusco los arrancó de la pared y los abrazó contra su pecho.
Nadie se atrevió a tocarla.
Los habían despojado de todos sus bienes, dejándolos prácticamente desamparados.
Recuerdo que mi padre conmovido iba todos los días y les llevaba el pan para toda la familia y trataba de consolar a mi abuela con estas palabras:- Felipa, mientras yo viva a usted no le va a faltar nada, sin sospechar que unos días después la panadería “Titán” iba a ser también intervenida y todos nos íbamos a ver en la miseria, trabajando como asalariados al mando de despóticos jefes y hasta el pan que nos comíamos debíamos pagarlo.
Desde ese día cambió por completo, parecía ida del mundo, nada le interesaba, ni la perspectiva de salir del país rumbo a Estados Unidos con sus hijos y nietos, reclamada por su prima Arsenia desde California, le llamaba la atención.
Su estado de salud se fue agravando y el 3 de marzo de l968 fallecía.
Fue velada en la funeraria Mayoral, mi padre, ya enfermo, lloro frente a su sarcófago y le decía:- Pronto voy a estar con usted. En efecto, el 25 de mayo de ese mismo año, dejaba de existir.
Si al principio me referí al devastador ciclón Flora y sus consecuencias, es un hecho curioso, que el interventor, que se paseaba por la finca en el caballo de mi tío Manolito, sin respetar la crecida del rio que la atravesaba, se lo llevó la corriente y se ahogó.
Hubo miles de muertos y desaparecidos, fincas arrasadas por la furia de las aguas y los vientos, de un devastador huracán como muy pocos habíamos visto, que se paseo indolente por varios días, entraba y salía, volvía a destruir e inundar , con el desbordamiento de los ríos todo a su paso Y me pregunto nuevamente:- ¿Sería un castigo del cielo a tan grande injusticia?.
Mi familia establecida en Estados Unidos, volvieron a Cuba, ya no eran los despreciados “gusanos”. Venían cargados de regalos y dólares.
Quisieron volver al lugar donde habían nacido y pasado parte de su niñez. Les costó mucho trabajo ubicar el sitio donde se encontraba la casa, ya no habían las cercas de alambre de púas de cinco pelos, los potreros y cafetales estaban cubiertos de maleza y bejucos abrazando los cafetos hasta llegar a los altos árboles, que los protegían con su sombra .Abriéndose paso con muchas dificultades encontraron la lápida de lo que fue el aljibe. Era lo único que quedaba, la vivienda había desaparecido., en su lugar un hermoso árbol de cedro, había crecido durante todos estos años.
Según versiones, se dice que fue desmantelada por los depredadores de la comarca, que tabla por tabla del mejor cedro, la fueron arrancando, junto a las tejas de zinc del techo.
No obstante tan triste panorama, quisieron ir hasta la tumba de tío Víctor, tampoco fue fácil llegar hasta allí, solo quedaban entre las hierbas y matojos, algunas matas de crotos, la cerca de hierro y la corona de flores, también habían sido víctimas del despiadado saqueo.
Con dolor en alma, me pregunto a tantos años:- ¿Por qué tanta destrucción en nombre de una revolución? ¿Qué se ha ganado con ello?
La respuesta es:- Esto son los frutos del socialismo en Cuba.
Madrid, noviembre 18 de 2009
10 noviembre 2009
LA CODICIA
En este mudo tan complejo en que vivimos, nada es igual, los objetos, la naturaleza, los animales según su género y también los seres humanos. Los habemos detonas las razas, colores, creencias y características muy particulares, con nuestros defectos y virtudes, con la diferencia entre los seres irracionales y nosotros, que según somos dominados por las malas pasiones como el odio, rencor, envidia, celos, lascivia y otros males y destructivos pensamientos como la codicia, tenemos la oportunidad de tener un encuentro con Cristo y cambiar nuestra vida mediante el arrepentimiento y el deseo de comenzar una nueva existencia.
El personaje a que nos vamos a referir, era una señora llamada Sarah, que ya había vivido más de medio siglo. Era inquieta, trabajadora, regordeta y de baja estatura. Vivía llena de afanes, pero no sanos, no esperaba la solución de sus problemas mediante el trabajo, sino que sentía en su corazón envidia hacía las personas que poseían las casas que ella ansiaba tener, codiciaba hasta las cuidadas plantas del jardín de un vecino, las hermosas rosas que en el se cultivaban, los adornos, los vestidos de sus amigas y…soñaba con obtener dinero de la forma más fácil posible. En sus soliloquios se decía:-Si me encontrara una cartera repleta de dinero ¡Cuántas cosas haría! –Si algún día al viajar en un tren o en autobús a alguien se le quedara un maletín lleno de dólares ¡Qué maravilla! Si pasara un avión y a un millonario excéntrico le diera por arrojar billetes de a 100 dólares y yo cogiera mucho, mucho ¡Qué alegría!
A veces hacía partícipe a su esposo Juan de estos sueños y él se reía y decía:- Deja de soñar despierta y piensa que la mejor riqueza es la que hacemos con el sudor de nuestra frente y el trabajo de nuestras manos. Alo que ella respondía displicente:
-¿E3sa es la riqueza que vas a tener? Hace años que tienes ese cochinito alcancía donde depositas tus ahorros y no veo que se llena y seguimos en la misma pobreza.
-Pero mujer ¿Por qué eres tan inconforme? ¿No tenemos lo necesario para vivir cada día? ¿Cuándo aprenderás a darle gracias a Dios por lo que tienes y lo que no tienes?
-¡A qué te refieres? Acotó ella. No veo que tengas tantas cosas.
-Por que eres una malagradecida ¿Acaso no vivimos con lo que trabajamos? Tenemos este pequeño pedazo de tierra, dos vacas con sus terneros, otros animales, sembrados, esta casa pequeña, pero es un techo que muchos quisieran tener, además, no tienes las desgracias de otros ¿Verdad? – Enfermedades, malos hijos, un esposo alcohólico que te maltrata… ¿Por qué te quejas tanto?
-Porque no soy una conformista como tú. ¡Deja, deja, no me vas a convencer! Yo aspiro a algo más y a lo mejor algún día lo consigo, tal vez…
Aconteció que una noche tempestuosa, los relámpagos surcaban el cielo y la lluvia y el viento golpeaban las paredes, puertas y ventanas y las tejas del techo de zinc amenazaban con desprenderse. Sarah que le tenía mucho miedo a la tormenta, permanecía acurrucada en un sillón, mientras Juan leía una vieja Biblia y de vez en cuando se apartaba de la lectura al escuchar el rugir del viento y la noche se iluminaba con el repentino fulgor de los relámpagos y los truenos que hacían estremecerse a Sarah de terror
Se escuchó el golpear con insistencia la puerta principal. Juan se paró de la silla presuroso a ver quién era a esas horas y con una noche como esa. Resultó ser un hombre desconocido, alto, corpulento, con espesa barba y espejuelos oscuros, sombrero, que apenas dejaba ver la frente. Venía tapándose con un saco, aunque ya estaba totalmente mojado por el copioso aguacero
Juan sin vacilación lo invitó a pasar y le ofreció un asiento, mientras le decía a su esposa que le preparara algo de comer caliente.
El inesperado forastero agradeció las atenciones, mientras se secaba con una toalla ofrecida por Sarah. Juan le brindó una camisa y puso a secar la que llevaba puesta..
La lluvia continuaba y el pueblo más cercano estaba a varios kilómetros de distancia, por lo que además de darle comida, se le brindó alojamiento en la pequeña habitación del fondo, donde se guardaban los aperos de labranza. Allí se le improvisó un lecho, para que pasara el resto de la noche y pudiese descansar.
El extraño personaje se mostró muy reservado y solamente habló lo necesario. Finalmente se retiraron a dormir. Mientras… la lluvia seguía y ya se escuchaba el rugir del rio cercano. Sarah como era inconforme con todo, pensaba y musitaba que al día siguiente los caminos estarían cubiertos de lodo, el patio lleno de hojas desprendidas de los árboles que la tormenta había arrancado. Mientras Juan daba gracias a Dios por la bendición que significaba la lluvia para los sembrados, la hierba para los animales, el cause del rio lleno de tan vital líquido.
Con ambos pensamientos se quedaron profundamente dormidos.
Con el canto de los gallos comenzaba los albores de un nuevo día. Entre las montañas cercanas, los arreboles cubrían el cielo y una tenue claridad se habría pasos por minutos. Sarah despertó y como todos los días se disponía a comenzar la faena, darle de comer a los animales, hacer el desayuno, barrer, limpiar y demás deberes hogareños. Juan también se levantó y cuando estuvo el café colado tocó suavemente la puerta de la habitación del huésped. Al no responder a su llamado empujó la puerta y se sorprendió al ver la cama vacía. Pensó:- Tal vez haya salido al patio, pero no lo encontró, se lo comunicó a su esposa. Esta extrañada penetró en la habitación, ni huellas del enigmático personaje. Fue que se percató que la ventana estaba semi abierta, ya que las puertas de la casa habían permanecido cerradas, una con un llavín y pestillos y la del fondo con una barra de hierro transversal, para más seguridad. ¿Qué había sucedido? Fue entonces que miró para encima de la vitrina donde siempre estaba el cochinito alcancía. Había desaparecido junto con otros adornos de cristal y porcelana de la mesa de la sala. Gritó alarmada:¡ Juan no han robado! ¡Qué desgracia! ¡Tus ahorros de tantos años! ¡Bandido! ¡Canalla! ¡Ese fue el que vino anoche y le dimos albergue. ¡Desgraciado! ¡Mal rayo lo parta!
Juan trataba de serenarla, pero ella estaba como presa de un ataque de llanto y profería improperios de todos los colores hacía el presunto ladrón. El se vistió rápidamente y se dirigió al pueblo a denunciar ante las autoridades competentes del robo que había sido víctima.
Mientras… Sarah lloraba sin consuelo y se lamentaba.- Nos ha dejado en la miseria, se tiró de rodillas al suelo, mientras gritaba:- ¡Dios castígalo! ¡Mira lo que nos ha hecho, nos ha robado lo que era nuestro! En su desesper4ación se apretaba las sienes y deseaba lo peor para el que le había quitado sus bienes. Sintió un profundo odio en su corazón. Entonces escuchó la voz de Cristo:- ¡Sarah, Sarah! Toma la Biblia, allí hay un mensaje para ti.
¡Señor! ¿Qué me quieres decir? Se levantó y tomó la Biblia entre sus manos y pensó: - Tantos años hace que está ahí en el mismo lugar y nunca me ha dado la idea de leerla, pero veré qué me quiere decir. La abrió al azar. En Éxodo 20, encontró Los Diez mandamientos y sus ojos chocaron con el versículo 17 “No codiciaras” y le habló Dios estas palabras:- Sarah ¿Cuántas veces has codiciado los bienes ajenos, la casa de tu vecino, hasta las flores de su jardín? Mucho haz deseado encontrarte una cartera llena de dinero ¿No haz pensado que eso es codicia? ¿Qué lo que tú deseabas tenía un dueño, que como tú ahora se iba a lamentar por su pérdida? ¿Qué los bienes ajenos se respetan?
-Sarah, Sarah, arrepiéntete de tus pecados, tu ambición, codicia y envidia por las propiedades de los demás y sentirás que un peso muy grande se quita de tu conciencia y aprenderás a tener conformidad y yo te daré grandes bendiciones.
Ella sintió como que algo muy pesado se le desprendía del corazón y de su conciencia, quedaba limpia, liberada, después de haberse arrepentido de sus pecados. Secó sus lágrimas y se disponía a orar para darle gracias a Dios por el consejo recibido cuando vio a Juan llegar muy contento, traía todos los objetos sustraídos, entre ellos el cochinito alcancía sin faltarle nada. Exclamó con voz que le brotó de lo profundo del alma:- ¡Bendito sea Dios! ¿Qué pasó? Su esposo le explicó lo acontecido, el ladrón fue sorprendido cuando trataba de penetrar en otra vivienda, pasaba una patrulla de la policía y fue detenido y llevado a la estación del pueblo, allí lo encontró con todo lo sustraído.
¡Gracias a Dios! Hoy he recibido una gran lección, jamás codiciaré los bienes ajenos y sé que Dios me bendecirá, pues a partir de hoy será una criatura nueva en Cristo Jesús e iré a la iglesia todos los domingos contigo.
Santiago de Cuba,
5 de septiembre de l999.
El personaje a que nos vamos a referir, era una señora llamada Sarah, que ya había vivido más de medio siglo. Era inquieta, trabajadora, regordeta y de baja estatura. Vivía llena de afanes, pero no sanos, no esperaba la solución de sus problemas mediante el trabajo, sino que sentía en su corazón envidia hacía las personas que poseían las casas que ella ansiaba tener, codiciaba hasta las cuidadas plantas del jardín de un vecino, las hermosas rosas que en el se cultivaban, los adornos, los vestidos de sus amigas y…soñaba con obtener dinero de la forma más fácil posible. En sus soliloquios se decía:-Si me encontrara una cartera repleta de dinero ¡Cuántas cosas haría! –Si algún día al viajar en un tren o en autobús a alguien se le quedara un maletín lleno de dólares ¡Qué maravilla! Si pasara un avión y a un millonario excéntrico le diera por arrojar billetes de a 100 dólares y yo cogiera mucho, mucho ¡Qué alegría!
A veces hacía partícipe a su esposo Juan de estos sueños y él se reía y decía:- Deja de soñar despierta y piensa que la mejor riqueza es la que hacemos con el sudor de nuestra frente y el trabajo de nuestras manos. Alo que ella respondía displicente:
-¿E3sa es la riqueza que vas a tener? Hace años que tienes ese cochinito alcancía donde depositas tus ahorros y no veo que se llena y seguimos en la misma pobreza.
-Pero mujer ¿Por qué eres tan inconforme? ¿No tenemos lo necesario para vivir cada día? ¿Cuándo aprenderás a darle gracias a Dios por lo que tienes y lo que no tienes?
-¡A qué te refieres? Acotó ella. No veo que tengas tantas cosas.
-Por que eres una malagradecida ¿Acaso no vivimos con lo que trabajamos? Tenemos este pequeño pedazo de tierra, dos vacas con sus terneros, otros animales, sembrados, esta casa pequeña, pero es un techo que muchos quisieran tener, además, no tienes las desgracias de otros ¿Verdad? – Enfermedades, malos hijos, un esposo alcohólico que te maltrata… ¿Por qué te quejas tanto?
-Porque no soy una conformista como tú. ¡Deja, deja, no me vas a convencer! Yo aspiro a algo más y a lo mejor algún día lo consigo, tal vez…
Aconteció que una noche tempestuosa, los relámpagos surcaban el cielo y la lluvia y el viento golpeaban las paredes, puertas y ventanas y las tejas del techo de zinc amenazaban con desprenderse. Sarah que le tenía mucho miedo a la tormenta, permanecía acurrucada en un sillón, mientras Juan leía una vieja Biblia y de vez en cuando se apartaba de la lectura al escuchar el rugir del viento y la noche se iluminaba con el repentino fulgor de los relámpagos y los truenos que hacían estremecerse a Sarah de terror
Se escuchó el golpear con insistencia la puerta principal. Juan se paró de la silla presuroso a ver quién era a esas horas y con una noche como esa. Resultó ser un hombre desconocido, alto, corpulento, con espesa barba y espejuelos oscuros, sombrero, que apenas dejaba ver la frente. Venía tapándose con un saco, aunque ya estaba totalmente mojado por el copioso aguacero
Juan sin vacilación lo invitó a pasar y le ofreció un asiento, mientras le decía a su esposa que le preparara algo de comer caliente.
El inesperado forastero agradeció las atenciones, mientras se secaba con una toalla ofrecida por Sarah. Juan le brindó una camisa y puso a secar la que llevaba puesta..
La lluvia continuaba y el pueblo más cercano estaba a varios kilómetros de distancia, por lo que además de darle comida, se le brindó alojamiento en la pequeña habitación del fondo, donde se guardaban los aperos de labranza. Allí se le improvisó un lecho, para que pasara el resto de la noche y pudiese descansar.
El extraño personaje se mostró muy reservado y solamente habló lo necesario. Finalmente se retiraron a dormir. Mientras… la lluvia seguía y ya se escuchaba el rugir del rio cercano. Sarah como era inconforme con todo, pensaba y musitaba que al día siguiente los caminos estarían cubiertos de lodo, el patio lleno de hojas desprendidas de los árboles que la tormenta había arrancado. Mientras Juan daba gracias a Dios por la bendición que significaba la lluvia para los sembrados, la hierba para los animales, el cause del rio lleno de tan vital líquido.
Con ambos pensamientos se quedaron profundamente dormidos.
Con el canto de los gallos comenzaba los albores de un nuevo día. Entre las montañas cercanas, los arreboles cubrían el cielo y una tenue claridad se habría pasos por minutos. Sarah despertó y como todos los días se disponía a comenzar la faena, darle de comer a los animales, hacer el desayuno, barrer, limpiar y demás deberes hogareños. Juan también se levantó y cuando estuvo el café colado tocó suavemente la puerta de la habitación del huésped. Al no responder a su llamado empujó la puerta y se sorprendió al ver la cama vacía. Pensó:- Tal vez haya salido al patio, pero no lo encontró, se lo comunicó a su esposa. Esta extrañada penetró en la habitación, ni huellas del enigmático personaje. Fue que se percató que la ventana estaba semi abierta, ya que las puertas de la casa habían permanecido cerradas, una con un llavín y pestillos y la del fondo con una barra de hierro transversal, para más seguridad. ¿Qué había sucedido? Fue entonces que miró para encima de la vitrina donde siempre estaba el cochinito alcancía. Había desaparecido junto con otros adornos de cristal y porcelana de la mesa de la sala. Gritó alarmada:¡ Juan no han robado! ¡Qué desgracia! ¡Tus ahorros de tantos años! ¡Bandido! ¡Canalla! ¡Ese fue el que vino anoche y le dimos albergue. ¡Desgraciado! ¡Mal rayo lo parta!
Juan trataba de serenarla, pero ella estaba como presa de un ataque de llanto y profería improperios de todos los colores hacía el presunto ladrón. El se vistió rápidamente y se dirigió al pueblo a denunciar ante las autoridades competentes del robo que había sido víctima.
Mientras… Sarah lloraba sin consuelo y se lamentaba.- Nos ha dejado en la miseria, se tiró de rodillas al suelo, mientras gritaba:- ¡Dios castígalo! ¡Mira lo que nos ha hecho, nos ha robado lo que era nuestro! En su desesper4ación se apretaba las sienes y deseaba lo peor para el que le había quitado sus bienes. Sintió un profundo odio en su corazón. Entonces escuchó la voz de Cristo:- ¡Sarah, Sarah! Toma la Biblia, allí hay un mensaje para ti.
¡Señor! ¿Qué me quieres decir? Se levantó y tomó la Biblia entre sus manos y pensó: - Tantos años hace que está ahí en el mismo lugar y nunca me ha dado la idea de leerla, pero veré qué me quiere decir. La abrió al azar. En Éxodo 20, encontró Los Diez mandamientos y sus ojos chocaron con el versículo 17 “No codiciaras” y le habló Dios estas palabras:- Sarah ¿Cuántas veces has codiciado los bienes ajenos, la casa de tu vecino, hasta las flores de su jardín? Mucho haz deseado encontrarte una cartera llena de dinero ¿No haz pensado que eso es codicia? ¿Qué lo que tú deseabas tenía un dueño, que como tú ahora se iba a lamentar por su pérdida? ¿Qué los bienes ajenos se respetan?
-Sarah, Sarah, arrepiéntete de tus pecados, tu ambición, codicia y envidia por las propiedades de los demás y sentirás que un peso muy grande se quita de tu conciencia y aprenderás a tener conformidad y yo te daré grandes bendiciones.
Ella sintió como que algo muy pesado se le desprendía del corazón y de su conciencia, quedaba limpia, liberada, después de haberse arrepentido de sus pecados. Secó sus lágrimas y se disponía a orar para darle gracias a Dios por el consejo recibido cuando vio a Juan llegar muy contento, traía todos los objetos sustraídos, entre ellos el cochinito alcancía sin faltarle nada. Exclamó con voz que le brotó de lo profundo del alma:- ¡Bendito sea Dios! ¿Qué pasó? Su esposo le explicó lo acontecido, el ladrón fue sorprendido cuando trataba de penetrar en otra vivienda, pasaba una patrulla de la policía y fue detenido y llevado a la estación del pueblo, allí lo encontró con todo lo sustraído.
¡Gracias a Dios! Hoy he recibido una gran lección, jamás codiciaré los bienes ajenos y sé que Dios me bendecirá, pues a partir de hoy será una criatura nueva en Cristo Jesús e iré a la iglesia todos los domingos contigo.
Santiago de Cuba,
5 de septiembre de l999.
LLORA
Cuando el dolor te oprima el
corazón, las lágrimas broten
incontenibles como un escape
a una pena tan grande: -Llora.
Que nadie te impida el desahogo
de tu espíritu herido.
Llora, es el consuelo a tanto dolor
reprimido, donde el alma sacudida
busca alivio.
Es lenitivo para los seres solitarios,
que no tienen el bálsamo que quite
congojas, la mano amiga, el amor de
una madre.
Llora, libera tu carga de pesar, busca
a tu Creador en oración y una dulce paz
en sus brazos amorosos encontrarás.
Madrid,
3 de noviembre de 2009
corazón, las lágrimas broten
incontenibles como un escape
a una pena tan grande: -Llora.
Que nadie te impida el desahogo
de tu espíritu herido.
Llora, es el consuelo a tanto dolor
reprimido, donde el alma sacudida
busca alivio.
Es lenitivo para los seres solitarios,
que no tienen el bálsamo que quite
congojas, la mano amiga, el amor de
una madre.
Llora, libera tu carga de pesar, busca
a tu Creador en oración y una dulce paz
en sus brazos amorosos encontrarás.
Madrid,
3 de noviembre de 2009
LA CERTEZA DEL PODER DE DIOS
Testimonio
He tenido muchas Biblias, se les dado a personas necesitadas de la palabra de Dios, así me quedé con una muy vieja y rota, mas un joven vino a mí angustiado por los golpes que le daba la vida, sin vacilar se la entregué una tarde,. Me quedé sin Biblia.
Justamente al otro día recibí una nueva de la Iglesia de Cristo de Matanzas.
El domingo siguiente meditaba y miraba mi reloj pulsera, viejo y desteñido y pensé:- Si viajo a menudo en avión, me reúno con personas importantes, voy a conferencias y otros eventos, debo comprarme uno nuevo.
Visité las joyerías de la ciudad, estaban en las shopping del área dólar a precios muy altos.
Tomé una determinación: - No lo compraría, con ese dinero podía ayudar a los más necesitados, comprar juguetes para hacer felices a muchos niños, pero el Señor me tenía una sorpresa, desde Miami mi compañero de luchas, al que siempre protegí y defendí en sus momentos más difíciles Geordanis Prieto Estrada me había mandado un hermoso reloj y a mi hermano también.
¡Gloria sea a nuestro Dios!
Santiago de Cuba,
5 de mayo de 2006
He tenido muchas Biblias, se les dado a personas necesitadas de la palabra de Dios, así me quedé con una muy vieja y rota, mas un joven vino a mí angustiado por los golpes que le daba la vida, sin vacilar se la entregué una tarde,. Me quedé sin Biblia.
Justamente al otro día recibí una nueva de la Iglesia de Cristo de Matanzas.
El domingo siguiente meditaba y miraba mi reloj pulsera, viejo y desteñido y pensé:- Si viajo a menudo en avión, me reúno con personas importantes, voy a conferencias y otros eventos, debo comprarme uno nuevo.
Visité las joyerías de la ciudad, estaban en las shopping del área dólar a precios muy altos.
Tomé una determinación: - No lo compraría, con ese dinero podía ayudar a los más necesitados, comprar juguetes para hacer felices a muchos niños, pero el Señor me tenía una sorpresa, desde Miami mi compañero de luchas, al que siempre protegí y defendí en sus momentos más difíciles Geordanis Prieto Estrada me había mandado un hermoso reloj y a mi hermano también.
¡Gloria sea a nuestro Dios!
Santiago de Cuba,
5 de mayo de 2006
CHEO EL ALARDOSO
Estampa santiaguera
A Cheo solo le quedaba el casco y la mala idea, comentaban las pepillas del barrio de Sorribes al ver al anciano alardeando y relatando las historias de cuando era más joven, que levantaba pesas, era boxeador, pelotero y hasta estibador de sacos en la marina.
En la actualidad estaba muy delgado, tenían las carnes flácidas, el rostro surcado de arrugas y los escasos cabellos casi blancos.
Los jóvenes se burlaban de él y le decían:- ¡Viejo! ¿Dónde están tus músculos? El se levantaba la manga de la camisa y trataba de mostrar los bíceps inútilmente. Ellos se reían a carcajadas y le espectaban:- ¡Chico, ya tu carnaval pasó, dedícate a otra cosa! ¡Ya tú no levantas nada! ¡El Período Especial acabó contigo!
Este, no se daba por vencido. Estaban ahora en el interior de la tienda de víveres “La Batalla”, donde las dependientas todas son mujeres, por lo que la administradora solicita ayuda para trasladar un saco de chícharos desde el almacén al área de venta.
Allá va Cheo diligente:- ¡Déjenme eso a mí! Se va para la estiba de sacos. Los jóvenes le recomiendan:- ¡Cuidado Cheo! ¡Eso pesa mucho para ti, nosotros lo cargamos!
El anciano no escucha los consejos y haciendo alarde de fuerza, se agacha y trata de levantar el pesado saco, pero al querer pararse da un grito:-¡Ay mi madre! ¡Mi columna! Y se queda doblado sin poder enderezarse, mientras suda copiosamente.
Los presentes tratan de ayudarlo, sigue encorvado y quejándose lastimosamente, lo sacan del local cargado y bajan calle Segunda para abajo, rumbo al hospital.
Los jóvenes apenados comentan:- Pobre Cheo, por querer lucirse delante de las mujeres se quedó viraó.
Santiago de Cuba
24 de abril de 2002
A Cheo solo le quedaba el casco y la mala idea, comentaban las pepillas del barrio de Sorribes al ver al anciano alardeando y relatando las historias de cuando era más joven, que levantaba pesas, era boxeador, pelotero y hasta estibador de sacos en la marina.
En la actualidad estaba muy delgado, tenían las carnes flácidas, el rostro surcado de arrugas y los escasos cabellos casi blancos.
Los jóvenes se burlaban de él y le decían:- ¡Viejo! ¿Dónde están tus músculos? El se levantaba la manga de la camisa y trataba de mostrar los bíceps inútilmente. Ellos se reían a carcajadas y le espectaban:- ¡Chico, ya tu carnaval pasó, dedícate a otra cosa! ¡Ya tú no levantas nada! ¡El Período Especial acabó contigo!
Este, no se daba por vencido. Estaban ahora en el interior de la tienda de víveres “La Batalla”, donde las dependientas todas son mujeres, por lo que la administradora solicita ayuda para trasladar un saco de chícharos desde el almacén al área de venta.
Allá va Cheo diligente:- ¡Déjenme eso a mí! Se va para la estiba de sacos. Los jóvenes le recomiendan:- ¡Cuidado Cheo! ¡Eso pesa mucho para ti, nosotros lo cargamos!
El anciano no escucha los consejos y haciendo alarde de fuerza, se agacha y trata de levantar el pesado saco, pero al querer pararse da un grito:-¡Ay mi madre! ¡Mi columna! Y se queda doblado sin poder enderezarse, mientras suda copiosamente.
Los presentes tratan de ayudarlo, sigue encorvado y quejándose lastimosamente, lo sacan del local cargado y bajan calle Segunda para abajo, rumbo al hospital.
Los jóvenes apenados comentan:- Pobre Cheo, por querer lucirse delante de las mujeres se quedó viraó.
Santiago de Cuba
24 de abril de 2002
09 noviembre 2009
UNA TRISTE HISTORIA DE AMOR
Relatos de amor y de guerra, capítulo X
José Fernández Quintana, era el marido de Luisa López Ortiz, hermana de Inesita, la que era como mi segunda madre. Hijas ambas de Jacobo López Martínez y Ángela Ortiz de López, los dueños de la Finca “La Dolorita” de El Rodeo, El Caney. En esa casa tan querida para mí pasé mis primeros años de adolescencia y juventud, rodeada del cariño de todos, no solo de los antes mencionados, sino de sus hermanos, sobrinos y primos y también de los muchos vecinos.
Pepe, como era conocido por todos, era como un tío para mí, a él ninguno de los muchos enamorados que tenía por el pueblo y el barrio, era bueno y me cuidaba y celaba como a una hija. Da la casualidad que dos de sus sobrinos me pretendían, uno era Enrique Gallart Fernández, hijo de la hermana , llamada Caridad y que vivía en Estados Unidos, pero tenía una hermosa residencia, rodeada de jardines, donde cultiva las más bellas flores , sobre todo gladiolos. Estaba en los terrenos de la familia Fernández Quintana, esta venía a veces en vacaciones. Enriquito se graduó en una universidad americana de ingeniero y vino a trabajar a la recién inaugurada refinería de petróleo de la firma Texaco, ubicada en la bahía santiaguera (Ahora se llama Hermanos Díaz)
Un día visitando la casa de los López Ortiz, me conoció. ¡Para qué fue aquello! En realidad yo parecía una americana, rubia y de ojos azules. Muy joven y…¡ que lo digan las fotos de aquella época!
A partir de ese momento, no me perdía ni pie ni pisada, cuando me veía bajar por la carretera rumbo a El Caney, presuroso sacaba su Cadillac negro del garaje, para llevarme a donde deseara, yo lo rehusaba, todavía en ese tiempo no era correcto que una señorita se montara sola en el auto de un hombre, solo aceptaba si iba acompañada.
Las visitas a la casa eran a diario, siempre con un hermoso ramo de gradiolos rosados en sus manos, como no era mi tipo, no me gustaba como hombre y de malcriada me escondía detrás de los armarios o debajo de las camas. La familia apenada me buscaban.
- ¡Pero si ahora mismo estaba aquí! ¡Dónde se habrá metido? Me llamaban a la casa de los vecinos, no aparecía hasta que escuchaba que se iba.
No me agradaba por varios motivos: Era rubio, rosado, de baja estatura… y a mí el que me gustaba era su primo Edgar Asencio Fernández, hijo de su tía Blanca, que era trigueño, alto y mejor parecido físicamente.
La familia me aconsejaba que Enriquito era mejor partido, ya graduado, con un alto puesto, casa, dinero, mientras que Edgar era aún un estudiante de medicina de la Universidad de La Habana, aunque sus padres pertenecían a la mejor sociedad de la ciudad de Santiago de Cuba, hijo de Armando Asencio, administrador de un banco de la calle Enramadas, con muchas propiedades y gran prestigio, una casa en la barriada de Sueño recién fabricada y a todo lujo. Otra de veraneo al lado de El Viso, era un chalet blanco adornado de rojo, con una entrada muy bonita y también jardín. Su madre era lo que se dice una dama elegante, muy dulce y fina, me trataba con mucho cariño.
A Inesita, no le disgustaba, pero… me decía:- Recuerda que la novia del estudiante nunca es la esposa del graduado. Tenía razón, él se pasaba el mayor tiempo en La Habana y solo nos veíamos en vacaciones o en navidad. No obstante se le permitía que me visitara en el corto tiempo que disponía y hasta aceptar una invitación a un exclusivo club o al cine, pero siempre acompañada de Inesita. E n la ciudad tenía sus amigos y compañeros de estudios y muchas actividades sociales, sus padres eran socios de uno de los mejores clubes de esos tiempos, el Ciudamar Yacht Club, en la bahía, frente a Ciudamar.
Un día del año 1957, me hizo una invitación a uno de los clubes mas elegantes de la ciudad, donde no iba cualquiera, estaba en los altos del Teatro Aguilera, se llamaba Flamingo Club, desde la altura tenía una vista panorámica preciosa.
Allí en un ambiente muy agradable, con la música de moda y siempre bajo los ojos vigilantes de Inesita, que fungía como chaperona, me dijo algo que me enfrió el alma. – Sus padres habían decidido que viajara a España, para terminar sus estudios, que la Universidad de La Habana se había convertido en un polvorín, huelgas, detenidos, muertos y todo tipo de represión en contra de los estudiantes por la policía y sus padres temían que se involucrara en los hechos que estaban ocurriendo y fuera una víctima más.
Sentí una honda tristeza, aunque supiera que tal vez era un amor imposible, me hacía ilusiones y me conformaba con verlo como dicen: -De pascua a San Juan.
En la vitrola automática pusieron una canción que estaba muy de moda, interpretada por el cantante chileno Lucho Gatica:- Reloj. Edgar me sacó a bailar, pidiéndole permiso a Inesita.
¡Qué emoción! Por primera vez estaba en sus brazos, al compás de la música me abrazaba, sentía los latidos de su corazón, me apretaba las manos, acercaba su rostro al mío y musitaba bellas palabras de amor. Nuestra chaperona, tomándose una Coca cola carraspeaba la garganta y nos separábamos un poco, vía sus ojos tristes y a la vez llenos d e pasión, sus labios deseando unirse a los míos. ¡Imposible! Solo miradas y suspiros,
Eso no nos estaba permitido. Se terminó la canción, volvimos a la mesa, ella miró su reloj pulsera y con mucha delicadeza nos dijo que ya eran casi las 11:00 de la noche y debíamos marcharnos. Hubiese querido como decía la canción: - “Reloj, no marques las horas, mira que voy a enloquecer, él si irá para siempre cuando amanezca otra vez”.
Esa fue nuestra despedida. Viajó a España, solo sabía de él por las cartas que le enviaba a su madre, donde siempre me ponía una breve nota.
Pasó 1957 y el más terrible de todos:- l958, culminó la guerra el 1 de enero de 1959, meses después volvió, pero no era el mismo, como si hubiese envejecido prematuramente, se sintió marginado por los que habían sido sus amigos y compañeros de estudios, estaban integrados a la naciente Revolución y lo consideraban un traidor a la patria, un cobarde desertor. Se enfermó de los nervios, sus padres lo llevaron a los mejores psiquiatras, su conducta era muy extraña, al punto que se decía que dormía debajo de la cama , evitaba el contacto con los que antes habían sido sus amigos y familiares.
Ya su padre había perdido su puesto en el banco y varias propiedades, su madre enfermó de cáncer, su hermana menor Caridad, se la habían llevado sus hermanos Raúl y Armando para New Jersey, donde vivían hacía muchos años. Al ver el estado de salud de su hijo, también hicieron que se marchara.
Blanca falleció en el Sanatorio de la Colonia Española de Santiago de Cuba en 1968 y Armando Asencio también viajó a reunirse con sus hijos meses después.
Pasado un tiempo, supe que Edgar se había suicidado en Miami.
En toda esta etapa, Enriquito no perdía las esperanzas, en una ocasión, por los años 50, él seguía empecinado en conquistarme, no dejaba de obsequiarme flores, al punto, que se creía mi novio y hasta mandó a buscar a su madre y en complicidad con Inesita le había mandado mis medidas, para traerme el traje de novia. En la Iglesia San Luis de los Caneyes, se celebraba la boda de una sobrina de Inesita, nombrada Ángela María, ese día del mes de diciembre, yo iba engalanada con un ajustado vestido corte princesa color vino, guantes negros y un adorno de cabeza a tono con los zapatos de altos tacones, cartera de gamuza negra. Cuando salían los novios de la iglesia, yo iba detrás, en la puerta estaba él con su madre muy elegantes, me tomó por un brazo y le dijo: muy emocionado:-¡Mira mamá, esta es mi novia!, será la próxima que pise esta iglesia. Yo en un acto intolerante, me quité de su brazo. Recuerdo que ella me miro con ademán de orgullo y superioridad de arriba abajo. Como el juez de un jurado de belleza y con la nariz muy levantada pronunció estas palabras:- No está mal.
Yo llena de enojo y con la sinceridad que siempre me ha caracterizado le respondí:- Su hijo está bromeando, entre nosotros no existe nada. Ambos palidecieron. Inesita me dio tremenda reprimenda. ¡Qué malcriada eres! ¡Eso no es lo que yo te he enseñado!
Mientras… en el barrio había una muchacha, que antes de yo conocerlo se había enamorado locamente de él, esta también decía que él era su novio, por lo que cuando se enteró de sus pretensiones conmigo, celosa, se puso a decir por el barrio que yo le había quitado el novio. La cogí un día cuando pasaba frente a la casa de El Rodeo, la llamé y la introduje en la habitación. Sin preámbulos le dije que sabía lo que ella estaba diciendo de mí. – Mira Cucha,. En primer lugar, él nunca ha sido nada tuyo, esas eran ilusiones que tú te hacías, el segundo lugar yo no tengo absolutamente nada con él, es más te lo regalo. Se echó a llorar y me pidió perdón.
Ya en 1959 nacionalizaron la refinería, Enriquito decidió marcharse del país , para Texas, donde vivían sus padres, me visitó y continuó con su propuesta de matrimonio, él sabía que yo estaba muy disgustada con el actual proceso revolucionario y hasta que había solicitado pasaporte. Como siempre, le dije que no., que jamás me casaría con un hombre sin estar segura de amarlo y saber que lo iba a hacer feliz.
Se marchó y no supe más de su vida. Hasta enero de 1991.
Pasaron los años y muchos sucesos, Inesita se fue del país vía España en junio de l968. Le habían quitado todas las propiedades que con tantos sacrificios había adquirido toda su vida, atrás dejó padres, hermanos y sobrinos. Un tiempo después se reunió en Miami con algunos de ellos, que se habían ido antes. Siempre mantuvo comunicación conmigo, por carta, o llamadas telefónicas. En abril de l990 me mandó una invitación, para que la visitara, vivía en New Jersey, había comprado un pequeño edificio de apartamentos y ya estaba jubilada y viuda de… ¡Armando Asencio!, se habían encontrado y casado.
Nos encontramos el 24 de diciembre en Miami, estaba pasándose las navidades con sus sobrinos Manolo, Martha y Pepín.
Antes de regresar a New Jersey, me llevó al cementerio donde están enterrados Edgar y Armando. Una pequeña placa sobre el césped, perpetúa sus memorias.
Inesita llamó a Enriquito a Texas, le dio la noticia de que yo estaba allí. Viajó hasta Unión City para verme, recuerdo que fue una fría mañana de enero, había cambiado poco, aunque se había casado y divorciado y tenía un hijo. De nuevo me propuso matrimonio, rehusé no me quedaría en los EE.UU. regresaba a Cuba. Maté sus ilusiones y también los de Inesita, que deseaba ardientemente que me quedara. Desde que nos conocimos a mediados de los años 50 aún no había perdido las esperanzas de conquistarme.
José Fernández Quintana, era el marido de Luisa López Ortiz, hermana de Inesita, la que era como mi segunda madre. Hijas ambas de Jacobo López Martínez y Ángela Ortiz de López, los dueños de la Finca “La Dolorita” de El Rodeo, El Caney. En esa casa tan querida para mí pasé mis primeros años de adolescencia y juventud, rodeada del cariño de todos, no solo de los antes mencionados, sino de sus hermanos, sobrinos y primos y también de los muchos vecinos.
Pepe, como era conocido por todos, era como un tío para mí, a él ninguno de los muchos enamorados que tenía por el pueblo y el barrio, era bueno y me cuidaba y celaba como a una hija. Da la casualidad que dos de sus sobrinos me pretendían, uno era Enrique Gallart Fernández, hijo de la hermana , llamada Caridad y que vivía en Estados Unidos, pero tenía una hermosa residencia, rodeada de jardines, donde cultiva las más bellas flores , sobre todo gladiolos. Estaba en los terrenos de la familia Fernández Quintana, esta venía a veces en vacaciones. Enriquito se graduó en una universidad americana de ingeniero y vino a trabajar a la recién inaugurada refinería de petróleo de la firma Texaco, ubicada en la bahía santiaguera (Ahora se llama Hermanos Díaz)
Un día visitando la casa de los López Ortiz, me conoció. ¡Para qué fue aquello! En realidad yo parecía una americana, rubia y de ojos azules. Muy joven y…¡ que lo digan las fotos de aquella época!
A partir de ese momento, no me perdía ni pie ni pisada, cuando me veía bajar por la carretera rumbo a El Caney, presuroso sacaba su Cadillac negro del garaje, para llevarme a donde deseara, yo lo rehusaba, todavía en ese tiempo no era correcto que una señorita se montara sola en el auto de un hombre, solo aceptaba si iba acompañada.
Las visitas a la casa eran a diario, siempre con un hermoso ramo de gradiolos rosados en sus manos, como no era mi tipo, no me gustaba como hombre y de malcriada me escondía detrás de los armarios o debajo de las camas. La familia apenada me buscaban.
- ¡Pero si ahora mismo estaba aquí! ¡Dónde se habrá metido? Me llamaban a la casa de los vecinos, no aparecía hasta que escuchaba que se iba.
No me agradaba por varios motivos: Era rubio, rosado, de baja estatura… y a mí el que me gustaba era su primo Edgar Asencio Fernández, hijo de su tía Blanca, que era trigueño, alto y mejor parecido físicamente.
La familia me aconsejaba que Enriquito era mejor partido, ya graduado, con un alto puesto, casa, dinero, mientras que Edgar era aún un estudiante de medicina de la Universidad de La Habana, aunque sus padres pertenecían a la mejor sociedad de la ciudad de Santiago de Cuba, hijo de Armando Asencio, administrador de un banco de la calle Enramadas, con muchas propiedades y gran prestigio, una casa en la barriada de Sueño recién fabricada y a todo lujo. Otra de veraneo al lado de El Viso, era un chalet blanco adornado de rojo, con una entrada muy bonita y también jardín. Su madre era lo que se dice una dama elegante, muy dulce y fina, me trataba con mucho cariño.
A Inesita, no le disgustaba, pero… me decía:- Recuerda que la novia del estudiante nunca es la esposa del graduado. Tenía razón, él se pasaba el mayor tiempo en La Habana y solo nos veíamos en vacaciones o en navidad. No obstante se le permitía que me visitara en el corto tiempo que disponía y hasta aceptar una invitación a un exclusivo club o al cine, pero siempre acompañada de Inesita. E n la ciudad tenía sus amigos y compañeros de estudios y muchas actividades sociales, sus padres eran socios de uno de los mejores clubes de esos tiempos, el Ciudamar Yacht Club, en la bahía, frente a Ciudamar.
Un día del año 1957, me hizo una invitación a uno de los clubes mas elegantes de la ciudad, donde no iba cualquiera, estaba en los altos del Teatro Aguilera, se llamaba Flamingo Club, desde la altura tenía una vista panorámica preciosa.
Allí en un ambiente muy agradable, con la música de moda y siempre bajo los ojos vigilantes de Inesita, que fungía como chaperona, me dijo algo que me enfrió el alma. – Sus padres habían decidido que viajara a España, para terminar sus estudios, que la Universidad de La Habana se había convertido en un polvorín, huelgas, detenidos, muertos y todo tipo de represión en contra de los estudiantes por la policía y sus padres temían que se involucrara en los hechos que estaban ocurriendo y fuera una víctima más.
Sentí una honda tristeza, aunque supiera que tal vez era un amor imposible, me hacía ilusiones y me conformaba con verlo como dicen: -De pascua a San Juan.
En la vitrola automática pusieron una canción que estaba muy de moda, interpretada por el cantante chileno Lucho Gatica:- Reloj. Edgar me sacó a bailar, pidiéndole permiso a Inesita.
¡Qué emoción! Por primera vez estaba en sus brazos, al compás de la música me abrazaba, sentía los latidos de su corazón, me apretaba las manos, acercaba su rostro al mío y musitaba bellas palabras de amor. Nuestra chaperona, tomándose una Coca cola carraspeaba la garganta y nos separábamos un poco, vía sus ojos tristes y a la vez llenos d e pasión, sus labios deseando unirse a los míos. ¡Imposible! Solo miradas y suspiros,
Eso no nos estaba permitido. Se terminó la canción, volvimos a la mesa, ella miró su reloj pulsera y con mucha delicadeza nos dijo que ya eran casi las 11:00 de la noche y debíamos marcharnos. Hubiese querido como decía la canción: - “Reloj, no marques las horas, mira que voy a enloquecer, él si irá para siempre cuando amanezca otra vez”.
Esa fue nuestra despedida. Viajó a España, solo sabía de él por las cartas que le enviaba a su madre, donde siempre me ponía una breve nota.
Pasó 1957 y el más terrible de todos:- l958, culminó la guerra el 1 de enero de 1959, meses después volvió, pero no era el mismo, como si hubiese envejecido prematuramente, se sintió marginado por los que habían sido sus amigos y compañeros de estudios, estaban integrados a la naciente Revolución y lo consideraban un traidor a la patria, un cobarde desertor. Se enfermó de los nervios, sus padres lo llevaron a los mejores psiquiatras, su conducta era muy extraña, al punto que se decía que dormía debajo de la cama , evitaba el contacto con los que antes habían sido sus amigos y familiares.
Ya su padre había perdido su puesto en el banco y varias propiedades, su madre enfermó de cáncer, su hermana menor Caridad, se la habían llevado sus hermanos Raúl y Armando para New Jersey, donde vivían hacía muchos años. Al ver el estado de salud de su hijo, también hicieron que se marchara.
Blanca falleció en el Sanatorio de la Colonia Española de Santiago de Cuba en 1968 y Armando Asencio también viajó a reunirse con sus hijos meses después.
Pasado un tiempo, supe que Edgar se había suicidado en Miami.
En toda esta etapa, Enriquito no perdía las esperanzas, en una ocasión, por los años 50, él seguía empecinado en conquistarme, no dejaba de obsequiarme flores, al punto, que se creía mi novio y hasta mandó a buscar a su madre y en complicidad con Inesita le había mandado mis medidas, para traerme el traje de novia. En la Iglesia San Luis de los Caneyes, se celebraba la boda de una sobrina de Inesita, nombrada Ángela María, ese día del mes de diciembre, yo iba engalanada con un ajustado vestido corte princesa color vino, guantes negros y un adorno de cabeza a tono con los zapatos de altos tacones, cartera de gamuza negra. Cuando salían los novios de la iglesia, yo iba detrás, en la puerta estaba él con su madre muy elegantes, me tomó por un brazo y le dijo: muy emocionado:-¡Mira mamá, esta es mi novia!, será la próxima que pise esta iglesia. Yo en un acto intolerante, me quité de su brazo. Recuerdo que ella me miro con ademán de orgullo y superioridad de arriba abajo. Como el juez de un jurado de belleza y con la nariz muy levantada pronunció estas palabras:- No está mal.
Yo llena de enojo y con la sinceridad que siempre me ha caracterizado le respondí:- Su hijo está bromeando, entre nosotros no existe nada. Ambos palidecieron. Inesita me dio tremenda reprimenda. ¡Qué malcriada eres! ¡Eso no es lo que yo te he enseñado!
Mientras… en el barrio había una muchacha, que antes de yo conocerlo se había enamorado locamente de él, esta también decía que él era su novio, por lo que cuando se enteró de sus pretensiones conmigo, celosa, se puso a decir por el barrio que yo le había quitado el novio. La cogí un día cuando pasaba frente a la casa de El Rodeo, la llamé y la introduje en la habitación. Sin preámbulos le dije que sabía lo que ella estaba diciendo de mí. – Mira Cucha,. En primer lugar, él nunca ha sido nada tuyo, esas eran ilusiones que tú te hacías, el segundo lugar yo no tengo absolutamente nada con él, es más te lo regalo. Se echó a llorar y me pidió perdón.
Ya en 1959 nacionalizaron la refinería, Enriquito decidió marcharse del país , para Texas, donde vivían sus padres, me visitó y continuó con su propuesta de matrimonio, él sabía que yo estaba muy disgustada con el actual proceso revolucionario y hasta que había solicitado pasaporte. Como siempre, le dije que no., que jamás me casaría con un hombre sin estar segura de amarlo y saber que lo iba a hacer feliz.
Se marchó y no supe más de su vida. Hasta enero de 1991.
Pasaron los años y muchos sucesos, Inesita se fue del país vía España en junio de l968. Le habían quitado todas las propiedades que con tantos sacrificios había adquirido toda su vida, atrás dejó padres, hermanos y sobrinos. Un tiempo después se reunió en Miami con algunos de ellos, que se habían ido antes. Siempre mantuvo comunicación conmigo, por carta, o llamadas telefónicas. En abril de l990 me mandó una invitación, para que la visitara, vivía en New Jersey, había comprado un pequeño edificio de apartamentos y ya estaba jubilada y viuda de… ¡Armando Asencio!, se habían encontrado y casado.
Nos encontramos el 24 de diciembre en Miami, estaba pasándose las navidades con sus sobrinos Manolo, Martha y Pepín.
Antes de regresar a New Jersey, me llevó al cementerio donde están enterrados Edgar y Armando. Una pequeña placa sobre el césped, perpetúa sus memorias.
Inesita llamó a Enriquito a Texas, le dio la noticia de que yo estaba allí. Viajó hasta Unión City para verme, recuerdo que fue una fría mañana de enero, había cambiado poco, aunque se había casado y divorciado y tenía un hijo. De nuevo me propuso matrimonio, rehusé no me quedaría en los EE.UU. regresaba a Cuba. Maté sus ilusiones y también los de Inesita, que deseaba ardientemente que me quedara. Desde que nos conocimos a mediados de los años 50 aún no había perdido las esperanzas de conquistarme.
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