No siento atracción por las
joyas valiosas.
Jamás luciré un brillante,
mientras en el mundo un
pobre mendigue pan.
Las marcas no me interesan, sin ellas
soy quien soy, me visto y calzo igual,
estoy exenta de vanidad.
El orgullo y la frivolidad, me asquean,
repudio la prepotencia, el egocentrismo,
el don de poder.
Aborrezco a los adulones, los falsos halagos,
prefiero la sinceridad, aunque a veces me hiera.
Me agrada más compartir un camping entre
familiares y amigos, que el más apetitoso
banquete en lujoso hotel.
Me gusta leer algunos libros y revistas de atrás
para adelante, desde pequeña, es una manía que
no he perdido.
Disfruto con verdadero placer ante una buena
obra de arte, la música de los grandes maestros,
la arquitectura colonial.
Sin desdeñar la grandiosa obra de Gaudí, Calatrava
y Oscar Niemeyer, entre otros virtuosos.
Admiro a los valientes, los que luchan con dignidad
para defender un ideal, por un futuro mejor.
Detesto a los cobardes, los que pisotean, para
siempre mantenerse en pie. Los llamo corchos, pues
siempre salen a flote.
Siento predilección por practicar la filantropía, en
bien de la humanidad
Mitigar el dolor, prodigar amor y esperanzas, hacer
feliz a los demás, es un modo de serlo yo.
Compartir entre la gente sencilla, sin afectaciones,
ni vano orgullo.
Distribuir con amor lo que Dios me da, sin darle
cabida a la codicia y la ambición.
Sobre todo me hace más feliz estar en l a plena
campiña, contemplando la naturaleza que entre rascacielos.
Sueño con un hogar sin más lujos que un jardín, la sombra de
un flamboyán y una enredadera de coralillos.
Verme rodeada de libros, las tertulias literarias con mis
amigos, una buena comida hecho por mis propias manos
y una taza de café,
Sufro por ver a un inocente tras las rejas, encarcelado por
sus ideas, pero más me duele que se tengan a los animales
amarrados, a los pájaros en jaulas, robándoles su libertad.
Adoro las flores, pero siento predilección por
las silvestres, las que no necesitan jardineros
para lucir su belleza.
¿Seré extravagante por caminar las calles sin más
atuendo que un bolso de nylon entre mis manos,
viajar de un país a otro sin más equipaje?
¿Si prefiero una suave colonia al más costoso
perfume?
¿Si me hace sumamente feliz repartir dulces y
juguetes a los niños pobres? ¿Abrigar al que
tiene frío?
¿Ofrecerle una sonrisa, mi mano solidaria a los
desvalidos, los pobres de espíritu, los marginados
por su condición social?
¿Si no tolero la discriminación racial, religiosa,
política y combato a los que pretenden imponerla?
¿Si prefiero acumular tesoros en el cielo, que en
la tierra?
¿Estar en comunión con Dios en un templo, que entre
humo y alcohol?
Opto por desaparecer de este mundo, antes que perder
mi sencillez de espíritu, la piedad y el amor.
Madrid,
20 febrero 2009
21 febrero 2009
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