En esta calle,
también con nombre moderno, que casi nadie conoce como Rafael
Pascual Salcedo y de las Cuevas, según pude averiguar, era un desconocido músico. Existían, digo eran 3 casas
casi iguales, al lado de la
Dulcería La Corona, la que hasta su
expropiación por el gobierno
revolucionario implantado en
1959 eran propiedad de un señor
de nombre Germán Gandía. Digo,
que ya no son iguales:- La primera
pegada a la dulcería la han dividido en
3, construido dos plantas ya su fachada no es la misma, la
siguiente y contigua a la mía, otras dos y también con planta alta y fachada
diferente, los escalones
por fuera. La única que se conserva
original es la que ocupamos.
Se dice por los más antiguos pobladores de la zona, que eran
casas de madera y cinc, muy antiguas, al
adquirirlas Gandía,
las fabricó las tres de
mampostería y tejas francesas, dando
a su
frente idéntica fachada. Todas se componían de sala, saleta,
baño, 4 habitaciones, patio y cocina
al final, puerta y dos ventanas de estilo colonial a la
calle. Las tres por lo desigual del
terreno tenían varios
escalones dentro, para no obstaculizar la
acera.
En la mía con el número
257 y que era la última de las tres, se comenta que vivió un mártir de la revolución. – Otto Parellada, que murió en el ataque
el 30 de Noviembre de 1956 cuando
presuntamente atacaba la Estación de la Policía, situada en el
alto de la Calle General Rabí entre
las calles San Carlos Y Santa Rita. Cayó abatido por la policía junto a Pepito Tey y
Tony Alomá.
Más tarde la ocuparon el
matrimonio compuesto por
Juan Larramendi y Belkis
Espinosa, los que después se mudaron para la desocupada casa, que
era una escuela
del número 256.
Esta vivienda pasaron
a vivirla otro matrimonio, que se nombraban Georgina y Cao, ambos eran empleados de la Empresa Telefónica. Ya en los
años 60 se dio un caso muy conocido por
su arbitrariedad. A esa empresa fue un
día Fidel Castro, había un numeroso grupo de operadores en
ese turno. Este se dirigió a ellos y
los saludaba uno por uno, los que
le daban la mano, hasta que llegó a una de las empleadas y ésta
le negó el saludo y mucho menos le dio
la mano. El Comandante en
Jefe, muy dueño de sí
mismo, dado a que donde
quiera que se presentaba
todos con gestos
adulones y complacidos, lo
aclamaban, le llamó la atención esa actitud y no
tuvo a menos que preguntarle el por qué
ella le había negado el saludo.- Esta
muy firme le respondió: -Yo no le puedo dar la mano la asesino de mi hijo. Le
habían fusilado a su hijo por cuestiones
políticas. Aquello enfureció a
Fidel y acto seguido mandó a despedir a
todo ese turno, entre ellos a Georgina y
Cao. Los que al verse despedidos de sus puestos de trabajo y siendo el gobierno
el único empleador, no les quedó más remedio que buscar la salida fuera del
país. Fue así que después de varios años de penurias en la que tuvieron para tener derecho a que se
les autorizara la salida que incorporarse a
las duras labores agrícolas.
Ya en el año 1968 se marchan del país,
quedando la casa desocupada bajo la tutela de la Reforma
Urbana. Es cuando yo padeciendo una
molesta alergia, el médico que me atendía, en la
consulta de alergia
del Hospital Provincial
Saturnino Lora, el Dr. Quinidio Armigñá Dupin, después de infructuosos tratamientos, me expide un
certificado que decía que era susceptible
a un cambio de casa.
Un día y después de
haber tratado de lograr una permuta sin ningún resultado positivo, a pesar de las muchas gestiones, que me entero que
en la llamada Bolsa
de Permutas de la
Reforma Urbana se estaban aceptando certificados médicos para el cambio de
casa. Sin pérdida de tiempo me dirigí a
la oficina que estaba en la calle San
Pedro y San Francisco. Allí me atendió
un joven, que dijo ser el
Director nombrado Eliades Quesada. En la entrevista fue muy amable. (Hacía pocos días que había
sido nombrado) - Como dice el dicho popular:- “Escobita nueva
barre bien” Este me explicó que había muchos casos como el mío y que… ¿Donde
trabajaba? Al decirle que el
Departamento Económico de la Empresa
de la Harina del Poder Local, me dice:- ¿Conoces a Dolores Badell? -¡Claro que sí! Trabajamos en el mismo departamento. Me responde: - Es mi esposa.
Aunque no me dio muchas esperanzas, no sé si en algo
influenció que Dolores corroborara mis
frecuentes crisis de coriza y
asma, que días después recibo su llamada, para que me personara en su oficina.
Allí me presentó a un joven
inspector con las llaves de la casa de San Carlos
257 para que me la mostrara.
Recuerdo que solicitó la presencia de un
miembro de los Comités
de Defensa de la Revolución y
tocó en la más próxima, que era la de los Larramendi-Espinosa. Salíó Belkis muy
estusiasmada. (Aunque en esa cuadra no había C:D:R) Entro con nosotros a mostrarnos la vivienda. Al
salir me dijo:- ¡Ojalá te den la casa a
ti!-Asombrada le respondí:-Si no me conoces.-Pero eres blanca y tememos que se la den a
una chusma como a las otras de
por aquí.
Volví a la
oficina a ver a Quesada y a manifestarle que la casa me gustaba, era
alta, limpia, en una cuadra de poco
tránsito, con cuatro habitaciones y sobre todo a pocos minutos de mi trabajo y
mejor barrio. De todos modos me
dijo que eso dependía si a la persona
que ya se la habían asignado por ser un
damnificado de cuando el Ciclón Flora y que
estaba albergado hacía
casi 5 años en la antigua Beneficencia
con su numerosa familia, si estaba de acuerdo con el cambio.
Al contar a mi
familia el resultado de la entrevista y
visita a la casa, mi hermana menor
pesimista me decía:- ¿No te cansas? ¡De aquí no
salimos!
Gracias a Dios que me
ha dado mucha suerte y que he sabido
sacarle ventajas a las desgracias, en este caso
mi enfermedad, que a los pocos días me vuelve a llamar Eliades, esta vez para
comunicarme que la persona estaba de
acuerdo con el cambio, trabajaba a pocos
metros en la Cervecera Hatuey de
la firma Bacardí (Ya nacionalizada) Por lo que me hizo el contrato y me dio las
llaves. ¡Qué alegría! Sobre todo por sacar a mi padre enfermo y que sufría tanto
al ver cómo su querida panadería Titán era destruida.
Al llegar sacudí las
llaves con gesto triunfal. Todos muy felices.
Muchos vecinos se alegraron, otros llenos de envidia se decían cómo era posible
que me hubiesen dado otra casa si la que
ocupaba era buena.
Desde el 28 de febrero de 1968 a esta fecha que se ha cumplido el período más largo de vivir en una
casa (50 años) Allí mi hermano Antonio vive solo y
la mantiene lo mejor posible.
Para mi aunque me encuentro muy lejos, sueño con ella casi
todas las noches, amo mi casa de San
Carlos 257 y mi mayor deseo sería poder volver a ella por tiempo indefinido, junto a mi querido hermano
hasta que la muerte nos separe.
Madrid, 12 de abril de 2018
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