06 mayo 2018

LA HISTORIA DE MI CASA DE SAN CARLOS



En  esta calle, también con nombre  moderno, que  casi nadie conoce como  Rafael  Pascual Salcedo y de las Cuevas, según pude averiguar, era   un desconocido músico.  Existían, digo  eran 3 casas  casi iguales,  al lado de la Dulcería La Corona, la que hasta  su expropiación por el gobierno  revolucionario  implantado  en  1959 eran propiedad  de  un señor    de nombre  Germán Gandía. Digo, que ya no  son iguales:- La primera pegada a la dulcería  la han dividido en 3,  construido  dos plantas ya su fachada no es la misma, la siguiente  y   contigua a la mía, otras  dos y también con planta alta y fachada diferente,  los  escalones  por fuera. La única que se conserva  original es la que ocupamos.
Se dice por los más antiguos pobladores de la zona, que eran casas de madera y cinc,  muy antiguas, al  adquirirlas  Gandía,  las fabricó las tres  de mampostería y tejas  francesas, dando a  su  frente  idéntica  fachada. Todas se componían de sala, saleta, baño, 4 habitaciones, patio y  cocina al  final, puerta  y dos ventanas de estilo colonial  a la  calle. Las tres por lo desigual del  terreno  tenían  varios  escalones  dentro, para  no obstaculizar  la  acera.
En la mía con el número  257 y que era la última de las tres, se  comenta  que vivió  un  mártir de la revolución. – Otto  Parellada, que  murió  en  el  ataque  el  30 de Noviembre de 1956 cuando  presuntamente  atacaba la Estación de la  Policía, situada  en  el   alto de la Calle General  Rabí  entre  las calles San Carlos Y Santa Rita. Cayó   abatido por la policía junto a Pepito  Tey  y Tony  Alomá.
Más  tarde la  ocuparon el  matrimonio  compuesto  por  Juan Larramendi  y Belkis Espinosa, los  que  después se mudaron para la desocupada  casa, que  era  una  escuela  del  número  256.
Esta  vivienda pasaron a  vivirla  otro matrimonio, que  se nombraban  Georgina y Cao, ambos eran  empleados de la  Empresa Telefónica. Ya  en  los años 60 se dio un caso muy  conocido por su  arbitrariedad. A esa empresa  fue  un día  Fidel Castro, había un numeroso  grupo de operadores  en  ese  turno. Este se dirigió a  ellos y   los saludaba uno por uno, los que  le daban la mano, hasta que llegó a una de las empleadas  y  ésta le negó  el saludo y mucho menos le dio la mano.  El Comandante  en  Jefe, muy  dueño  de sí  mismo, dado a que  donde quiera  que se  presentaba  todos  con  gestos  adulones y complacidos, lo  aclamaban,  le  llamó  la atención esa actitud  y  no tuvo a menos que  preguntarle el por qué ella le había  negado el saludo.- Esta muy firme le respondió: -Yo no le puedo dar la mano la asesino de mi hijo. Le habían fusilado a su hijo  por cuestiones políticas. Aquello  enfureció a Fidel  y acto seguido mandó a despedir a todo ese  turno, entre ellos a Georgina y Cao. Los que al verse despedidos de sus puestos de trabajo y siendo el gobierno el único empleador, no les quedó más remedio que  buscar la salida fuera  del  país. Fue así que después de varios años de penurias  en la que tuvieron  para tener derecho a  que  se les autorizara la salida que incorporarse a  las duras labores  agrícolas.
Ya  en  el año 1968 se marchan del país, quedando  la casa desocupada  bajo la tutela de  la Reforma  Urbana. Es cuando yo padeciendo una  molesta alergia, el médico que me atendía,  en  la consulta  de  alergia  del  Hospital Provincial Saturnino  Lora,  el Dr. Quinidio  Armigñá Dupin, después   de infructuosos tratamientos, me expide un certificado que decía que era susceptible  a un cambio de casa.
Un  día y después de haber tratado  de lograr  una permuta sin ningún resultado  positivo, a pesar de las  muchas gestiones, que  me entero que  en  la llamada  Bolsa  de  Permutas  de  la Reforma Urbana se estaban aceptando certificados médicos para el cambio de casa. Sin pérdida  de tiempo me dirigí a la oficina que estaba  en la calle San Pedro y San Francisco. Allí me atendió  un joven, que dijo  ser  el  Director  nombrado  Eliades Quesada.  En la entrevista  fue muy amable. (Hacía pocos días que había sido nombrado)  -  Como dice el dicho popular:- “Escobita nueva barre bien” Este me explicó que había muchos casos como el mío y  que… ¿Donde  trabajaba? Al  decirle que  el  Departamento  Económico  de la Empresa  de la Harina del  Poder  Local, me dice:- ¿Conoces  a Dolores Badell? -¡Claro que sí!  Trabajamos en el mismo  departamento. Me responde: - Es mi esposa.
Aunque no me dio muchas esperanzas, no sé si en algo influenció que Dolores  corroborara  mis  frecuentes crisis de  coriza y asma, que días después recibo su llamada, para que me personara en su oficina. Allí  me presentó a un joven inspector  con las llaves de  la casa de San  Carlos  257  para que me la mostrara. Recuerdo que solicitó  la presencia de un miembro de  los  Comités  de Defensa de la Revolución  y tocó en la más próxima, que era la de los Larramendi-Espinosa. Salíó  Belkis muy  estusiasmada. (Aunque en esa cuadra no había C:D:R) Entro   con nosotros a mostrarnos la vivienda. Al salir me dijo:- ¡Ojalá te  den la casa a ti!-Asombrada  le respondí:-Si no me conoces.-Pero  eres blanca y tememos que  se la den a  una chusma  como a las otras de por aquí.
Volví a la  oficina  a ver a Quesada  y a manifestarle que la casa me gustaba, era alta, limpia, en una  cuadra de poco tránsito, con  cuatro habitaciones y sobre  todo a pocos minutos de mi trabajo  y  mejor barrio. De todos modos  me dijo que eso dependía si a la  persona que ya se la habían asignado por ser  un damnificado  de cuando  el Ciclón Flora  y que  estaba  albergado  hacía  casi 5 años en  la antigua Beneficencia con su numerosa familia, si estaba de acuerdo con el cambio.
Al  contar a mi familia  el resultado de la entrevista y visita a la casa, mi hermana  menor pesimista me decía:- ¿No te cansas? ¡De aquí no  salimos!
Gracias a Dios que  me ha dado  mucha suerte y que he sabido sacarle ventajas a las desgracias, en este caso  mi  enfermedad, que   a los pocos días  me vuelve a llamar Eliades, esta vez para comunicarme que la persona estaba de  acuerdo con el cambio, trabajaba a pocos  metros en la Cervecera  Hatuey de la firma Bacardí (Ya nacionalizada) Por lo que me hizo el contrato y me dio las llaves. ¡Qué alegría! Sobre todo por sacar a mi padre enfermo y que  sufría  tanto al ver  cómo su querida  panadería Titán era  destruida.
Al  llegar sacudí las llaves con gesto triunfal. Todos muy felices.
Muchos vecinos se alegraron, otros  llenos de envidia se decían cómo era posible que me hubiesen dado otra casa si la  que ocupaba  era buena.
Desde el 28 de febrero de 1968  a esta fecha que se ha cumplido  el período más largo de vivir en  una  casa  (50 años)  Allí mi hermano Antonio  vive solo y  la mantiene lo mejor posible.
Para mi aunque me encuentro muy lejos, sueño con ella casi todas las noches, amo mi  casa de San Carlos  257 y mi mayor deseo sería  poder volver a ella por tiempo  indefinido, junto a mi querido  hermano  hasta que la muerte  nos separe.

Madrid, 12 de abril de 2018


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