Nos entusiamamos varios vecinos de la cuadra de San Carlos para pasar un día en la playa de Buey Cabón, alquilamos una camioneta, lugar que no visitaba desde la década de los años 60, el entorno no había cambiado mucho en estos años, seguía con poca sombra, prácticamente abandonada, pues ya no existía el Ranchón de particulares, que había sido intervenido como otros tantos. Allí se vendían comida, bocaditos, dulces y refrescos. Ahora había que traerlo No existe ninguna condición, todo hasta el agua de beber, siendo un lugar ideal para una Base de Campismo o cualquier otra actividad turística con cabañitas para alquilar, un buen restaurante y cafetería y sobre todo casetas para cambiarse de ropa, había que ir de la casa con las trusas puestas y dejarlas después del baño a secar al sol para poder vestirse de nuevo.
Esta es una buena playa, con aguas cristalinas, principalmente para niños, por ser baja y de poco oleaje. ¡Qué lástima que no se le dé condiciones!
El grupo de la cuadra estaba compuesto por Liana Feria Fonseca y sus hijos Liam y Luisito, Marlen y Tito Viñals, Irina Viñals y su hija Jessin, Belkis María Larramendi Espinosa y su esposo Zacarías y Ramoncito, el niño más pequeño de la cuadra.
Salimos a las 9.00 de la mañana, al llegar a la playa tratamos de encontrar un buen lugar, pero era difícil, todo estaba ocupado por otros turista, de empresas y particulares de otros pueblos cercanos. No alejamos hasta donde había unas grandes rocas, sin un árbol, pero nos podían dar algo de sombra. Allí depositamos nuestra comida, refrescos y agua y otras cosas., cuidando que no le diera el inclemente sol.
Nos fuimos al mar, allí nos bañamos un buen rato, los niños alborozados jugaban y se tiraban pelotas.
Volvimos a las piedras a almorzar, cada uno llevaba su comida, la pusimos sobre un mantel y la compartimos. Arroz con pescado, pollo, ensaladas , pan, dulces y refrescos.
Allí solo hay una casucha del la Empresa INIT (Instituto Nacional de la Empresa Turística) que vendió bocaditos y refrescos instantáneos, pero a las 3.00 de la tarde todo se había acabado.
Recuerdo en la década de los años 60 había un ranchón de cuentapropistas, donde se vendía abundante comida, congrí, viandas, cerdo asado, pollo, ensaladas, dulces y refrescos y cervezas. Con muy buena atención y un servicio rápido.
Sería bueno que se hiciera de nuevo un local donde se ofertara comida, refrescos y dulces por lo menos, que se habilitara una ducha para lavarse después del baño, Instalaran casetas para cambiarse de ropa y se colocaran sombrillas de guano para protegerse del inclemente sol. Hacer una Base de Campismo con todas las condiciones y tal vez cabañitas para alquilar y algún acogedor local para brindar música y otras recreaciones. El lugar es ideal para ello, se encuentra entre el mar y las siempre verdes montañas de la Sierra Maestra de belleza y esplendor.
Me senté debajo de una roca recostada contra la pared, no sé qué premonición tuve que giré , al momento cayó una piedra de más de 10 libras entre mis piernas, de no haberme virado me cae en la cabeza con fatales consecuencias, mis vecinos se alarmaron y me pusieron hielo en la pierna lastimada, que me dolía bastante y estuvo a punto de fracturarse. No vimos a nadie arriba. Al parecer huyeron rápidamente. ¿Era un nuevo atentado a mi persona? Ya por ser desafecta al régimen imperante desde 1959 me habían hecho otros atentados, como subir un pesado camión sobre la acera en que caminaba y tratar de atropellarme, gracias a que algunas casas de la calle Santo Tomás están más altas y me he podido guarecer en sus escalones, hasta una vez lo hizo dos veces, dando la vuelta a la manzana, otras, para cogerme desprevenida cruzando la calle y dando marcha atrás, tirarme botellas y piedras desde balcones y bicicletas a toda velocidad doblar una calle, echando bacterias en el agua potable y hasta uno de la Campaña del mosquito flamear un barril de agua y virarse y prenderme fuego. Gracias a Dios que siempre me ha librado cuando alguien me grita:¡Cuidado! Y me puedo poner a salvo.
Después de eso no nos bañamos más y solo deseábamos que la camioneta regresara y nos recogiera. Como a las 5.00 de la tarde vino y se formó tremenda trifulca, muchos bañistas querían montarse en la camioneta, les explicamos que nosotros la habíamos alquilado y que no había capacidad, se querían montar a la fuerza y con bravuconerías, accedimos apretados a llevar algunas mujeres y niños. Así fue que pudimos salir y llegar a nuestros hogares llenos de salitre y arena, allí no había agua potable para quitársela.
Este fue el fin de un día de playa, gracias a Dios por librarme de lo peor.
Santiago de Cuba, 8 de agosto de 2000
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