18 enero 2022

MI REBELDIA

 Cuando mi madre había cumplido su ciclo  como novia, esposa y madre y abuela, ya plenamente realizada, yo seguía esperando un milagro de amor, que cumplieran mis deseos de imitarla en todo lo que ella había sido en su vida de grandes ejemplos., pero  el destino  me deparó otra cosa, muy ajena  a mis sueños y esperanzas.

Me rebelé contra ese cruel  destino y lo desafié y rompí barreras, desee ser como ella: Novia, esposa  amante de un solo hombre, acompañarlo, amarlo hasta el fin de los días. Madre  amorosa. No pudo ser, por eso al ver el irremediable ocaso, rompí atavismos, olvidé los preceptos morales y espirituales, probé la fruta prohibida y al saborearla sentí que era buena, aunque llevara el pecado en sí. Puse venda a mis ojos y mordazas a mi corazón y me preguntaba en medio de mi decisión: ¿Tenía la culpa de haber soñado  tanto y no poder lograrlo? Me lancé al abismo sin querer pensarlo, sin importarme  el dolor que ello me causaría, rompiendo con mis principios.

En  el  fondo medito: No sé cómo salir y borrar el pasado. Los idealistas sufren más que los  que  tienen una meta a alcanzar sin miramientos, en busca de lo que les conviene.

De  naturaleza  rebelde, no lo puedo negar, al ver pasar los años, mis  mejores amigas, hermana, sobrinas se casaban en el ciclo normal de cada una y yo… seguía esperando, de fracaso tras  fracaso sin poder alcanzar lo anhelado toda una vida y pe preguntaba constantemente: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Acaso soy  diferente  a las demás? ¿Qué tengo  que no tengan las otras?

Inquiero: ¿Podrá perdonarme Dios? ¿Llegaré al final de mi existencia y a su presencia  limpia  de pecados? Solo lo sabe mi Señor con su gran misericordia, no  soy más que un ser humano, sujeto a mis debilidades como otro cualquiera. Mi arrepentimiento es sincero, mi vida y lo que queda de ella está en sus manos y si estoy condenada a la soledad, es su santa voluntad y no la mía.

Mientras tanto… seguiré como siempre, tratando de hacer felices a los que tengo a mi alrededor, a mis familiares y amigos y sobre todo: No quejarme de mi cruel destinos y amargarles la vida a otros. Por todos los medios  daré amor y consuelo, la ayuda necesaria, la sonrisa  franca, la alegría de vivir, regando amor por doquier para con mis obras tener  suficientes meritos delante de Dios. Que mi final sea un ejemplo a seguir por mis acciones y mi legado. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

¡Ten piedad de mí conforme a tu gran misericordia!

Amén

Madrid, 14 de julio de 2011

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