Estampa santiaguera
Los vecinos comentaban:- ¡Mira pa` eso! No tiene para ella y
anda con esos perros, flacos y tan churrosos como ella.
Margarita, siempre acompañada por sus fieles Piculin y La Chatina , viviendo de las
limosnas y migajas de los demás. La mayoría de las veces sentada en los
escalones del Correo Central, vestida de harapos, pero luciendo algunos collares y pulsos, los labios
pintados de rojo y las arrugadas mejillas con arrebol, los mugrientos y ensortijados cabellos adornados
con una peineta o una flor, los retorcidos dedos llenos de sortijas de
fantasía, por lo que el populacho comenzó a llamarla La Dama de los perros.
Se decía que había
pertenecido a una acaudalada familia de casaterrientes, que con el triunfo de
la revolución castrista el 1 de enero de 1959 le habían expropiado a su
padre numerosas casas y apartamentos,
por lo cual al verse en la ruina, se
suicidó, pocos meses después la madre se enfermó de los nervios y un año después
falleció, quedando la joven en plena adolescencia, prácticamente
desamparada, aunque aún le quedaba
la buena y confortable casa donde
vivía, con valiosos muebles, lámparas, cuadros y adornos de porcelana.
No faltaron los aprovechados que trataron de lucrar con sus pertenencias con
una fingida amistad y deseos de protegerla. Fue así que en su soledad se encontró a alguien que simulando estar enamorado, le propuso matrimonio. Ella
ilusionada lo aceptó, se realizó el enlace de la forma más sencilla.
Poco tiempo después pudo percatarse de sus verdaderas
intenciones, ya no era el hombre enamorado y complaciente, más
bien déspota y autoritario. Cada día
desaparecían de la amplia casa algún
valioso objeto. Al protestar por su
proceder recibía maltratos e insultos. Era un oportunista sin
escrúpulos. Por la mediación de un vecino piadoso y bajo amenazas de
denunciarlo a las autoridades, logró que
se marchara, pero con la condición de
permutar la residencia por dos y la mitad de los muebles
y otros
pertenencias.
A partir de ahí la vida de Margarita se convirtió en un
rosario de calamidades ¡Cuántas ingratitudes de personas que se ofrecían para
ayudarla y acompañarla! Fue víctima de
numerosos robos, intrigas, siempre
con la intención malsana de
introducirse en su casa y hacerle la vida imposible.
En una ocasión le dio
albergue a un matrimonio por humanidad, se encontraban prácticamente en
la calle y por mediación de la iglesia que
ella frecuentaba, al verlos en
tan deplorable estado los llevó para su casa. Ellos se comprometieron a
sufragar todos los gastos y
mantenerla si les daba una habitación,
arreglar la vivienda que ya estaba en
mal estado, producto del abandono y la
falta de recursos, ya no era la regia
mansión que antes poseía, esta era una antigua casa muy deteriorada, paredes y techo a punto
de caer en la que se vio obligada a permutar para que su ex –esposo se quedara
con la mejor..
Al poco tiempo trajeron a vivir a otros familiares, por lo
que se vio hacinada en la peor de las habitaciones, sin ventilación.Ya por su edad y enfermedades
le era difícil valerse por sí misma, pasaba hambre, le habían puesto un candado
al refrigerador, para no permitirle su acceso y poder tomar agua fría, le
habían sustituido la lámpara de luz
Fluorescente por un bombillo de 60 watts, que permanecía
encendido día y noche, le habían quitado el interruptor y para apagarlo había
que encaramarse en una escalera.
La casa permanecía herméticamente cerrada mientras
ellos trabajaban, cuando estaban en la casa y los vecinos preguntaban por la
anciana, siempre tenían una excusa para
no dejar que la vieran. Algunos intrigados por esa extraña situación denunciaron a la policía y
al personarse una noche pudieron comprobar que Margarita estaba a punto de
morir deshidratada. En grave estado fue trasladada al hospital y llevada a la sala de Terapia
Intensiva.
Ante las protestas de los vecinos, la familia se marchó por temor a enfrentarse a un tribunal.
Margarita gracias a la solidaridad humana se recuperó, pudiendo
regresar a su hogar, allí recibió la
ayuda oportuna, un plato de comida y
hasta alguno que le arregló la mejor habitación que quedaba sin interés ninguno.
La experiencia fue tan amarga que jamás consintió que nadie
viviera con ella, por el contrario
adoptó a la pareja de perros, que
la seguían a todas partes, la acompañaban y defendían, mostrando amenazadoramente sus colmillos cuando alguien intentaba
penetrar en la vivienda sin la autorización de su dueña, la que sostenía
“Largas conversaciones” con los canes donde les
prodigaba el cariño, que según ella no merecían los seres humanos.
Piculin y La
Chatina vinieron a
ser sus mejores y fieles amigos.
Santiago de Cuba,
28 de febrero de 2005
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