29 junio 2014

LA DAMA DE LOS PERROS

Estampa santiaguera

Los vecinos comentaban:- ¡Mira pa` eso! No tiene para ella y anda con esos perros, flacos y tan churrosos como ella.

Margarita, siempre acompañada por sus  fieles Piculin y La Chatina, viviendo de las limosnas y migajas de los demás. La mayoría de las veces sentada en los escalones del Correo Central, vestida de harapos, pero luciendo  algunos collares y pulsos, los labios pintados de rojo y las arrugadas mejillas con arrebol, los  mugrientos y ensortijados cabellos adornados con una peineta o una flor, los retorcidos dedos llenos de sortijas de fantasía, por lo que el populacho comenzó a llamarla La Dama de los perros.

Se decía  que había pertenecido a una acaudalada familia de casaterrientes, que con el triunfo de la revolución castrista el 1 de enero de 1959 le habían expropiado a su padre  numerosas casas y apartamentos, por lo cual  al verse en la ruina, se suicidó, pocos meses después la madre se enfermó de los nervios y un año después falleció, quedando la joven  en  plena adolescencia, prácticamente desamparada, aunque aún le quedaba  la  buena y confortable casa donde vivía, con valiosos muebles, lámparas, cuadros y adornos de porcelana.

No faltaron los aprovechados que  trataron de lucrar con sus pertenencias con una fingida amistad y deseos de protegerla. Fue así que en su soledad  se encontró a alguien que   simulando estar  enamorado, le propuso matrimonio. Ella ilusionada lo aceptó, se  realizó  el enlace de la forma más sencilla.

Poco tiempo después pudo percatarse de sus verdaderas intenciones, ya no era  el  hombre enamorado y complaciente, más bien  déspota y autoritario. Cada día desaparecían de la amplia casa  algún valioso objeto. Al protestar por su  proceder recibía maltratos e insultos. Era un oportunista sin escrúpulos. Por la mediación de un vecino piadoso y bajo amenazas de denunciarlo a las autoridades, logró  que se marchara, pero con la condición  de permutar  la  residencia por dos y la mitad de los muebles y  otros  pertenencias.

A partir de ahí la vida de Margarita se convirtió en un rosario de calamidades ¡Cuántas ingratitudes de personas que se ofrecían para ayudarla y acompañarla! Fue víctima de  numerosos robos, intrigas, siempre  con la intención   malsana de introducirse en su casa y hacerle la vida imposible.

En una ocasión le dio   albergue a un matrimonio por humanidad, se encontraban prácticamente en la calle y por mediación de la iglesia que  ella  frecuentaba, al verlos en tan deplorable estado los llevó para su casa. Ellos se comprometieron a sufragar  todos los gastos y mantenerla  si les daba una habitación, arreglar la vivienda que  ya estaba en mal estado, producto del  abandono y la falta de recursos, ya no era la regia  mansión que antes poseía, esta era una antigua casa  muy deteriorada, paredes y techo a punto de  caer en la que se vio obligada a  permutar para que su ex –esposo se quedara con la mejor..

Al poco tiempo trajeron a vivir a otros familiares, por lo que   se vio hacinada en la  peor de las habitaciones,  sin ventilación.Ya por su edad y enfermedades le era difícil valerse por sí misma, pasaba hambre, le habían puesto un candado al refrigerador, para no permitirle su acceso y poder tomar agua fría, le habían sustituido la lámpara  de luz
Fluorescente por un bombillo de 60 watts, que permanecía encendido día y noche, le habían quitado el interruptor y para apagarlo había que encaramarse en una  escalera.

La casa permanecía herméticamente cerrada mientras ellos   trabajaban, cuando estaban en  la casa y los vecinos preguntaban por la anciana, siempre tenían  una excusa para no dejar que la vieran. Algunos  intrigados por esa  extraña situación denunciaron a la policía y al personarse una noche pudieron comprobar que Margarita estaba a punto de morir deshidratada. En grave estado fue trasladada  al hospital y llevada a la sala de Terapia Intensiva.

Ante las protestas de los vecinos, la familia  se marchó por temor  a enfrentarse a un tribunal.

Margarita gracias a la solidaridad humana se recuperó, pudiendo regresar a su hogar, allí recibió  la ayuda oportuna, un plato de comida   y hasta alguno que  le arregló  la mejor habitación que  quedaba sin interés ninguno.

La experiencia fue tan amarga que jamás consintió que nadie viviera con ella, por el contrario  adoptó  a la pareja de perros, que la seguían a todas partes, la acompañaban y defendían, mostrando  amenazadoramente  sus colmillos cuando alguien intentaba penetrar en la vivienda sin la autorización de su dueña, la que sostenía “Largas conversaciones” con los canes donde les  prodigaba el cariño, que según ella no merecían los  seres humanos.

Piculin y La Chatina  vinieron a ser  sus mejores y fieles amigos.

Santiago de Cuba,

28 de febrero de 2005

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