Este hecho que solo ocurre en un sistema comunista donde las cosas más simples son delito, paso a relatar lo ocurrido a mi hermano Saturnino Rodríguez Rodríguez el día 31 de diciembre de 1962. Como todos los años mis padres preparaban una cena familiar. Ya escaseaban los productos, trabajosamente mi padre había conseguido un cerdo con la idea de asarlo en el horno de su todavía panadería ”Titán”. Solo faltaban las viandas, casi siempre ñame, que se acompañaba con congrí y ensaladas. Ya éstas no se encontraban por ninguna parte. Providencialmente nos visitó Alfonso Ochoa, más conocido por ”Peligro”, este había estado alzado junto a mi hermano en la Columna 9 dirigida por el Comandante Hubert Matos Benitez, este se ofreció para ir a una finca de un tío por Alto Songo y traer ñames para las dos familias, saber que en fecha reciente y muy poco publicada por gobierno actual se había firmado la Ley 1035 de INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) y que solo se podía transportar 20 libras de cualquier producto del agro.
Al pasar por el poblado de Alto Songo en su coche marca Dodge, de color amarillo claro, es detenido por la policía y al regístrale el maletero, le ocupa el saco con la viandas y lo traslada al Vivac como detenido, decomisando auto y vianda y sujeto que para gozar de libertad debía depositar una fianza de 1,000.00 pesos.
“Peligro” sale inmediatamente y se dirige a nuestra casa avisarle a la familia de lo sucedido. Mi padre, coge su coche y dinero en mano se presenta en la comisaría, donde se le informa que mi hermano está sujeto a un juicio y no se le devuelve su coche. Al pagar la fianza goza de libertad provisional.
Por supuesto, con este suceso no hubo cena de navidad y seguimos expectantes en espera del juicio. Mi padre se personó días después a solicitar una entrevista con el juez Modesto Bell Badell, para tratar de ver cómo enmendar aquella causa, ya que mi hermano era un combatiente de la lucha clandestina y del ejército rebelde y no un vulgar traficante y si cometió ese delito, fue por desconocerlo. Ëste le manifestó que no había problema. Todo fue mentira y el día 11 de febrero de 1963 es citado para el juicio, Fueron como testigo que mi hermano no se dedicaba a la venta de viandas, que trabajaba hasta perder el coche trasladando a técnicos extranjeros, que habían venido de Checoslovaquia y estaban hospedados en el Motel Versalles y prestaban sus servicios como técnicos en la Refinería “Hermanos Díaz” (Antigua Texaco).
Estos fueron los testigos:
Alfonso Ochoa, Ramiro Gondes, Hermes Leyva, Luis Rey, Ismael Sánchez, José Ulloa, Saturnino Rodríguez Dominguez, Carlos Sánchez, Rafael Daquín,
Abelardo Dominguez, Luis Gondes, Luis Mesa, y Ramón Ferrer.
Todos manifestaron que mi hermano no se dedicaba a ese tipo de actividades. De nada valieron estos testimonios, el juez dicto sentencia de 180 días de prisión en la Cárcel de Guantánamo y el decomiso de su coche que jamás se volvió a ver. Se le inculpaba de Delito contra la economía popular.
Como firmantes de la sentencia: Emidio León Batahille y Juan Manuel Hernández.
Mi padre llegó a la casa con la infausta noticia muy compungido y se le comunicó que tendría visita en la cárcel los jueves y domingos.
Allí en una celda común con muchos presidiarios, algunos hasta asesinos, fue confinado mi hermano, como comida le daban a comer espinas de bacalao y boniatos, lo que le produjo una úlcera gástrica. No se permitía ningún alimento que tuviera leche y sus derivados, nuestras primas Consuelo Macías Rodríguez y Dagmar Novoa Rodríguez que residían en la ciudad de Guantánamo y sus esposos todavía tenían fincas lecheras, se le prohibió llevarle alimentos lácteos.
En la primera visita fuimos mi padre, su esposa Margarita Godinez Bandera y yo, al ver las condiciones de mi hermano y decirme afligido:¡Sáquenme de aquí! Al regresar a la ciudad me di a la tarea de buscar un abogado. Fui a un bufete en la calle San Felix. (No recuerdo el nombre del abogado), pero me atendió muy bien y me manifestó que ya no se podía hacer nada, que tenía que cumplir la sanción, pero que presentara un recurso para cambio de presión, o sea a una granja estatal abierta, donde debía trabajar en el campo. Me hizo un escrito y rápidamente me dirigí a Guantánamo y solicite una entrevista con el Jefe del penal y le entregué la carta. Un tiempo después y en repuesta a mi solicitud, fue trasladado a una Granja cerca del El Cobre, junto a un haitiano como jefe y custodio, el cual lo humillaba y hasta le escupía la comida. Allí permaneció el resto de los 180 días de castigo.
Así es como paga el régimen sin tener en cuenta la trayectoria de una persona honrada.
Haydée B. Rodríguez R.
Escrito en Madrid el día 23 de noviembre de 2021
Alto Songo
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