Relato
En la parte baja de la ciudad de Santiago de Cuba, que comprende desde la Avenida Trocha hasta la calle, San Basilio atravesando por las calles Babastro, Teniente Rey, Santa Lucia, Santa Rita, San Carlos, Santa Rosa, Princesa y San Fernando, se encuentra la calle Carlos Dubois, más conocida por Barracones. Este calle tuvo un gran esplendor antes de 1959, por ser la más famosa zona de tolerancia de la ciudad, donde además de varios prostíbulos, existían prósperos comercios, tiendas de ropa como La Casa Cuadrado, La Primitiva, La Protectora, El Bazar Inglés, dos armerías con salones de tiro al blanco, billares, farmacias, quincallas, peluquerías, tiendas de víveres, una fábrica de hielo nombrada La Unión, una fábrica de galletas del español Struch, bares, cafeterías, restaurantes y el hotel “Tres leones”
Aunque se consideraba zona prohibida para personas decentes, era muy frecuentada principalmente por el género masculino y ningún joven se podía catalogar graduado de hombre, si no había visitado uno de estos elegantes y exclusivos burdeles, donde hermosas mujeres ofrecían sus favores vendiendo sus encantos, además era muy visitado por marines yanquis y de otras nacionalidades que atracaban sus barcos en el puerto, de acaudalados y célebres personajes de los negocios y la política de todas la provincia y los demás visitantes del resto del país.
Su calle lucían limpia, las casas bien pintadas, por el día tranquilas y apacibles, por la noche alegres y bulliciosas, mucho tránsito de autos y transeúntes, hasta poco después del triunfo de la revolución de enero de 1959 en que se dio fin a la prostitución autorizada. Es bueno señalar que a estas mujeres se les exigían por el Ministerio de Salubridad, tener actualizado sus carnet de salud.
A estas mujeres se les ofreció un trabajo decoroso, pasar cursos de superación en escuelas especiales como la Ana Betancourt donde aprendieron diversos oficios entre otras como muchas que no tenían un nivel de escolaridad, se decía que casi todas procedían del campo, llegaban a la ciudad en busca de una vida mejor, algunas como sirvientes o trabajadoras de bares y cafeterías, más tarde eran captadas por los “Chulos” o proxenetas por su belleza y juventud. Tuve la oportunidad de conocer algunas, de ellas: Matrimonios o concubinato por hombres que en realidad se enamoraban de ellas, como la hermosa y conocida por Amapola, una mujer bellísima, aún en sus años maduros la conservaba, la que un joven aún imberbe se enamoró locamente y rompiendo con toda la muy austera y conservadora familia se casó con ella, convirtiéndola en una “Honorable señora” para toda la vida. Otras no tuvieron esa suerte y siendo blancas, rubias y de ojos azules no les quedó otra alternativa que juntarse con mestizos o negros. De esa forma se integraban a la nueva sociedad a las buenas o las malas, algunas se quejaban que hombres ricos se las llevaban como un trofeo de vacaciones y regresaban cargadas de dinero, con lo cual podían sostener su familia y darles estudios a sus hermanos menores. Conocí en 1953 una muy bien vestida y recatada pasar todas las tardes por frente a la casa de mi familia en calle C del reparto Sueño y mis jóvenes primos decirme en secreto que era una prostituta de la zona. Otra desdichada nombrada Lolita, no quiso continuar en esa vida y optó por trabajar de sirvienta. También muchos empleadores se aprovechaban de su pasado ofreciéndoles lo que nunca le dieron, así la infeliz Lolita salió embarazada, viéndose rechazada y expulsada de la casa, se vio precisada a hacerse un aborto ,poniéndose en manos de inescrupulosas comadronas, cogió una infección y murió.
En esa época se escuchaba un chiste de una supuesta ex prostituta que había ido al hospital a una consulta médica por padecer una fuerte afección gripal .El médico la examinó y pregunto: _ ¿Usted esputa y ella le respondió: Era antes, ahora soy de la FMC (Federación de mujeres cubanas)
Con el paso del tiempo, desapareció por completo Barracones, como Zona de tolerancia, para convertirse en una barrio insalubre, plagado de cuarterías de los que fueron grandes edificios y hermosas residencias, hoy en ruinas, sus calles rotas y encharcadas de agua y fango, sus fachadas sucias, despintadas, ya muchas divididas por la escases de viviendas y llenas de escombros y basuras. Los comercios en su mayoría han desaparecido y una de las más importantes tiendas “La Casa Cuadrado” (Supuestamente el apellido de su dueño) hoy le cambiaron el nombre por “La Campana” es la única que queda en su género, era muy amplia, con portal a todo lo largo, vidrieras de cristales y espejos, mucha iluminación con lámparas dobles de 40 wasst de luz fría, solo le queda una pendiendo de una cadena virada, como un barco que se va a pique, las paredes mugrientas por la falta de pintura y una buena limpieza, los pisos antes relucientes lucen sin brillo, las dependientas con sus rostros apáticos, apenas atienden con cortesía a los pocos supuestos clientes de la venta de ropa descolorida y pasada de moda, cajas con botones, que tampoco tiene un uso práctico, pomos de legía y salfuman y alguna que otra cosa de poco interés para los clientes que se aventuran a buscar algo que ya no existe, Sus escaparates vacios con alguna propaganda política. El portal con el falso techo a punto de caer. La oscuridad es deprimente.
Esta anteriormente ofrecía un extenso surtido, capaz de satisfacer los más exigentes gustos. En la actualidad es una ruina más que afea el ya deteriodado entorno ,La oscuridad es deprimente, varias dependientas soñolientas y aburridas , por tener que permanecer 8 horas sin apenas vender algo, se atreven a comentar a sugerencias mías que la empresa de Productos Industriales que las dirige no se ocupa de dar el necesario mantenimiento de esta tienda que el pasado fue la más importante de la zona o que tal vez se ha quedado…¿Cómo una reliquia?
Ya no existen aquellos comercios tan florecientes, que le daban vida a la zona. Por la calle mujeres y niños harapientos , escandalosos, profiriendo malas palabras como desahogo a sus frustraciones, alcohólicos y algún que otro que transita hacia su trabajo o las bodegas en el mismo estado de abandono a buscar la miserable cuota por la Libreta de racionamiento, que al decir de muchos no alcanza ni para los 10 días del mes, a razón de 5 libras de arroz de la peor calidad, sucio y partido y a veces con gorgojos y gusanos, 18 onzas de granos, puede ser frijoles negros (Alubias) llenos de tierra y piedras, 8 onzas de aceite de girasol, 6 libras de azúcar entre refinada y cruda, un paquete de café mezclado con chícharos de 4 onzas. La sal se alterna cada 3 meses, sucia y mojada. En las carnicerías, que casi ninguna posee refrigerador, ½ libra de picadillo de soja, mal oliente, 5 huevos y 18 onzas de pollo, por pescado, que ya para esta fecha se elimino del consumo mensual. Las viandas y hortalizas frescas hay que buscarlas en puestos de vianda o en la Plaza de mercado. Ya no se vende refrescos ni cervezas en las tiendas de víveres. La galletera Struch, ahora es de La Cadena del pan, a precios diferenciados, una barra de unas 12 onzas allí cuesta 3.50 pesos, los “Merolicos” (Vendedores ambulantes” las revenden a 5.00 pesos.
Perros flacos y sarnosos deambulan de un lado a otro en busca de migajas en latas de basura o algo que mi mitigue su hambre.
Esta es la real y triste imagen de mi visita a esta parte de la ciudad, como otras muchas que han perdido su esplendor de épocas pasadas, como la famosa Trocha, Paseo de Marti, Lorraine, Carretera Del Morro, Cuabitas, Enramadas, Aguilera, Santo Tomás, entre otras muchas.
Escrito por Haydée B. Rodríguez
En Santiago de Cuba
16 de mayo de 2006
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