Relato
Leí en una ocasión cercanía con animales afectivos era
muy conveniente para las personas
mayores que no tuvieran otra compañía, que les ayudaba a sentirse mejor y más
útiles, pues estos animalitos de una forma u otra tener
otra ocupación y entretenimiento, alguien con quien “conversar”, además de darle cariño y también
la obligación de alimentarlos y cuidarlos.
Mi hermano y yo vivíamos solos, no teníamos hijos ni
parientes cercanos con nuestros achaques y resabios en una casa amplia y muy limpia. Cuando me decidí a tener una mascota
él me hizo saber los inconvenientes de
esa convivencia. Después de varias conversaciones referentes al tema, logré
convencerlo, él mismo compró en 30.00
pesos moneda nacional una perra negra y peluda, le pusimos como nombre
Catherine. Tratamos de darle cariño, pero “La niña” como le decíamos no se
adaptaba a la nueva vida separada de los que
hasta ese momento eran su familia, ya tenía más de un año y por mucho
amor y buena alimentación, nos rechazaba, velaba la puerta de salida a la calle
para en el primer descuido escapar y volver a su casa natal.
Un día Catherine logró su propósito, corrió calle abajo,
mi hermano y yo dando gritos para que alguien nos ayudara a capturarla y
regresarla a casa. ¿Qué hizo? Mostró su rebeldía iniciando una huelga de
hambre, nada le apetecía, lo rechazaba todo con gran dignidad. Hasta que una
mañana subió a mi cama y se orinó ¡Ah esto no lo soporto yo, ya era lo último que me podía hacer! ¡Que se vaya pal’ carajo! Mi
hermano la tomó en sus brazos y la llevó a sus antiguos dueños. No le
devolvieron el dinero pagado, pero… ¡Qué caray, salimos de esa perra mal
agradecida.
Pasó un corto tiempo y seguía acariciando la idea de tener
uno de estos animalitos con nosotros.
Un día fui de
visita a la casa de unos amigos por el barrio de Altamira, los niños de la casa
me mostraron entusiasmados la nueva cría de Princesa, eran unos preciosos
cachorritos negros como el azabache, de vivaces ojos, peluditos y con el rabo rizado que parecía un abanico abierto,
las orejas paraditas y de una raza indefinida,
su rostro era fino, no correspondían a otra estirpe conocida ¡Qué lindos! Exclamé y al
momento les hice saber que quería uno de
ellos, escogí el más pequeño de los tres, para una vez destetado llevarlo a mi
casa. Habían nacido el día 14 de noviembre de 1997.
Esperé el tiempo adecuado para su traslado, lo hice
metiéndolo en una bolsa donde solo asomaba su cabeza. En el trayecto en autobús
los demás pasajeros me decían: ¡Qué
perrito tan lindo! Yo orgullosa con mi
pequeña mascota hice la entrada triunfal a su
nuevo hogar. Mi hermano entusiasmado lo bautizó con el nombre de
Rinki.
La primera noche apenas nos dejó dormir, gimiendo y
llorando toda la noche, lo había puesto dentro de una caja de cartón envuelto
en una manta, pues corría el mes de diciembre y hacía frío y era
cerca de la puerta de salida al patio.
Al principio creí que mi hermano lo rechazaría, pero no
fue así, al contrario se mostraba como todo un padre amoroso que lo acogió con mucho cariño y cuidados.
La siguiente noche lo llevé a mi habitación en
su caja y lo puse cerca de mi cama, le hablé con mucha ternura y el pequeñin no lloró más, se adaptó
perfectamente a su “Nueva familia” Como todo “Bebé” todavía no estaba acostumbrado a hacer sus necesidades en
lugares adecuados, con mucho amor y paciencia le enseñamos a salir a la calle a orinar y hacer caquita.
Crecía en belleza e inteligencia, también en criterio muy bien definido, tenía su
propia personalidad y no se dejaba
convencer por nada del mundo de lo que
no le gustaba, entre ellos: bañarse ¡Qué
lucha cuando escuchaba de nuestras
intenciones! Se introducía debajo
de la cama y no había quien lo sacara y al tratar de hacerlo mostraba su
afilada y blanca dentadura amenazadoramente y así por el estilo todo lo que no
aceptaba, que defendía de un modo que más de una vez nos propinó una
dolorosa mordida. Le raclamábamos que era un perro mal agradecido,
pero a él no le importaban nuestros reproches y mantenía sus razonamientos a toda costa y seguía gruñendo
como diciendo: ¡Atrévete a meterte conmigo!
Más tarde se deshacía en mimos
como si se le hubiese olvidado el fuerte altercado y muchas veces las agresiones,
cuando le mostrábamos la herida y le
decíamos:- ¡Mira lo que nos
hiciste! No volvía a gruñir amenazadoramente, haciéndonos comprender que
si era necesario lo volvía a hacer.
En nuestras gestiones para lograr bañarlo se me ocurrió
decirle a mi hermano que una vez preparado todo lo concerniente le avisaría en
inglés y él no se daría cuenta y se dejaría coger fácilmente. Así lo hice, llamé a mi hermano:- ¡ Ñico bad my
dog!
¡Para qué fue aquello! Rápidamente se metió debajo de la
cama y no hubo quien lo sacara. Desistimos por temor a una nueva mordida.
Así supimos que también dominaba el
idioma inglés.
De Rinki aprendí que muchas veces los animales son más
inteligentes que los seres humanos, por
ejemplo:- No toman nada caliente,
salado, picante, bebidas alcohólicas, humo de tabaco, no soportan los ruidos,
los escándalos ni las discusiones, cuando lo hacíamos con otras personas para
mostrarles su reacción, siempre se ponía de nuestro lado y trataba de
defendernos a pesar de su pequeño tamaño. También sentía grandes celos,
principalmente cuando cargaba a un niño y le prodigábamos besos y caricias, se lanzaba de donde estaba y comenzaba a ladrar con todas sus fuerzas,
tampoco le gustaba vernos bailar, sin embargo la música suave o instrumental lo
sedaba, veía la televisión con mucho interés acostado sobre mis piernas y
cuando distinguía uno de su mismo género
le ladraba furioso como diciendo que no
quería intrusos en su casa.
Mi perro era un gran disidente, no soportaba ver a figuras
del gobierno en la televisión, principalmente a Fidel Castro, lo gruñía
incansablemente y trataba a arañarlo con
sus patitas a través de la pantalla,. En
mi casa se recibían los periódicos
Sierra Maestra y Juventud Rebelde y Granma, nos gustaba estar bien
informados. Una mañana lo
escuchamos gruñendo rabiosamente y al
ver qué sucedía, nos percatamos que en la primera página de uno de los
periódicos había una foto que cogía una cuarta parte de la hoja donde aparecía el gobernante cubano, Rinki la arañaba con furia. Guardamos el
ejemplar como testimonio de lo sucedido.
Nuestro amor era tan grande, que confeccionamos un álbum
con sus fotos, lo cuidábamos con esmero, si se enfermaba lo llevábamos rápido al veterinario, se vacunaba
y se le administraban los medicamentos rigurosamente.
Sucedió algo que trastornó nuestras vidas, el día 9 de
noviembre de 2006 cenamos y nos extraño no verlo junto a nosotros disputándose
algún bocado como tenía costumbre, lo
llamamos insistentemente, no aparecía, lo buscamos por toda la casa y nada,
pensamos que al salir a sus incursiones
por la cuadra, que hacía varias veces al día a
realizar sus necesidades
fisiológicas algo le había sucedido, tal
vez se fue a otra de las calles
circundantes y lo había estropeado algún auto, mi hermano cogió rumbo a Trocha
y yo calle arriba hacía el Parque de Céspedes, nadie lo había
visto, recorrimos buena parte de la
ciudad, ni rastro de nuestro amado
animalito. ¡Qué angustia! Cerca de la 1.00 de la madrugada regresamos y muy compungidos nos
acostamos con la esperanza de encontrarlo al día siguiente. Para poder dormir
nos tomamos un sedante bien fuerte,
apenas conciliamos el sueño. Al día siguiente muy triste y deprimidos
continuamos haciendo todo tipo de gestiones, cada vez que abría la puerta de la calle tenía la esperanza de verlo aparecer
como lo hacia cuando sentía el sonido de
las moto-mochilas de los fumigadores de la campaña contra el mosquito por la
cuadra, le tenía terror al ruido y al humo. Mi hermano ofreció fuertes sumas de
dinero a quien lo encontrara, los barrenderos, los carros de basura y cuanta
persona pudiese aportar un dato de cómo dar con él.
Nuestra congoja era tal, que apenas me daban deseos de
cocinar y menos comer, lavé sus platos y
observé la carne que tenía para él en el refrigerador y no podía menos que
sollozar con un gran vacío en el alma, ya por la tarde tuve necesidad de ir a
casa de mi sobrina Ileana que vivía unas
cuatro cuadras más arriba en el barrio del Tivolí a realizar varias llamadas
telefónicas a familiares y amigos para darles la infausta noticia, en el
trayecto conversé con una señora nombrada Margarita que vivía en San Carlos
esquina a Padre Pico, le conté el drama que estábamos viviendo y lo afectado
que estaba mi hermano, esta me contó que
el día anterior atardeciendo había visto a un hombre con un perro debajo del brazo y que le había llamado la atención su
hermoso rabo negro. Coincidía con la hora en que supuestamente se había
perdido, por lo que saqué en conclusión que esa persona se lo había robado
cuando estaba en la calle. Por lo menos
sabía que probablemente no estaba muerto como habíamos pensado.
Al día siguiente nos levantamos muy deprimidos, eran
muchos los recuerdos de los casi
nueve años de convivencia,
infinidad de fotos, diarios donde hablaba de él.
Nos levantamos a las 5:00 de la mañana para hacernos
análisis el Policlínico Camilo Torres, además
habíamos elaborado un anuncio para el programa Ser Fax de la emisora local Radio Mambí, que se dedicaba a variados
anuncios y entre ellos las pérdidas de objetos y mascotas. Decía más o menos
así: “Se gratificará ampliamente al que
encuentre un perro pequeño de color negro que responde al nombre de Rinki,
tiene 12 años y padece una enfermedad
que necesita medicamentos y una
alimentación especial”
Además de la dirección el número de teléfono más
cercano. Le aumentamos la edad y la
supuesta dolencia para que quien aparentemente se lo llevó no tuviese interés en quedarse con él y lo devolviera o por lo menos lo dejara
cerca de la casa, pero… ¿En que lugar de la ciudad se encontraría?
Como los análisis
comenzaban a realizase después de las 7.00 de la mañana, mi hermano impaciente y sin desayunar, se fue a la
referida emisora del reparto Fomento, pudo
lograr que le recibieran el
anuncio, yo me hice el análisis y regresé
a la casa, ¡Qué vacío tan grande al no ver recibiéndome feliz y cariñoso a mi querido perrito! Lloré con tanto dolor, como cuando perdí a mis más allegados seres queridos con
una profunda pena que me salía del alma y no encontraba consuelo.
Con mucha atención escuchamos el programa después de las
10.00 a.m. cuando el locutor de turno
emitió la noticia, Mi hermano y yo pegados al radio al nombrar a Rinki nos abrazamos llorando. ¿Sería
posible que viéramos más a nuestro
animalito? Mi hermano no salía de una crisis de llanto, yo cada vez que llegaba alguien a la casa lo recibía
llorando, muchos se interesan y
solidarizaban con nuestra congoja y
trataban de consolarnos, nada mitigaba
la angustia que sentíamos .Los vecinos de la cuadra y sus alrededores
nos preguntaban constantemente si Rinki había aparecido o si tenías alguna
noticia de su paradero.
Al anochecer
estábamos en las mismas,
sumamente afligidos. Tomamos la Santa
Biblia , leímos salmos y palabras de consuelo, pero ni así
nos llegaba la resignación y la idea de no volver a ver jamás a nuestro
perrito y el llanto nos ahogaba. ¿Dónde estará? ¿lo habrán matado? ¿Se lo llevarían tan lejos que
él no pueda volver a nosotros?
Sabíamos que de estar vivo estaría sufriendo mucho, él
estaba demasiado consentido y mimado,
tomaba agua hervida como un bebé, leche fría, no le faltaban las proteínas en su alimentación,
medicamentos, veterinario, que le mantenían con un buen estado de salud.
Llorando y
orando le rogaba a Dios que si era su voluntad,
que no los trajera y si no que nos diera la conformidad para mitigar el
dolor que sentíamos.
Para tratar de dormir recurrimos a los sedantes más fuertes.
Del alma me salía
un grito de angustia: ¡Dios bendito, ayúdanos en esta hora tan amarga de
nuestra vida!
Ambos teníamos la
presión arterial descompensada, los análisis me salieron muy alterados, me ha
costaba poder cocinar y menos comer algo, hice una sopa para todo el día.
Seguimos tristes y
llorosos, cada vez que llegaba alguien nos deprimíamos mucho, nos vitaron
Robert Perera y Aniuska, unos jóvenes de
Cuabitas, los dos lamentando la pérdida de Rinki y sobre todo el estado depresivo
que teníamos.
Volvimos a leer
pasajes bíblicos y oramos mucho, para
poder dormir algo esa noche, me tomé un Diazepan, mi hermano estaba tan
deprimido que le di otro con una
Amitrictilina de los medicamentos que me había dejado Ana María Espinosa
al partir a Estados Unidos.
Al día siguiente me
levanté con la misma tristeza, la casa no se había limpiado, hacia las cosas
mecánicamente, sin deseos de nada, algo inusual en mi, no soy llorona, siempre
me he considerado una mujer muy fuerte ante las adversidades que me ha tocado
vivir, sin embargo el recuerdo de mi perrito me afligía mucho. ¡Como lo extrañaba! Esa cara de satisfacción que ponía cuando me
sentaba a ver la televisión y corría y de un salto me caía en las
piernas, se acurrucaba y acomodaba, ambos “Conversábamos “ de nuestros comunes
asuntos , me parecía que me entendía perfectamente, le decía: ¿Dónde está papá?
Instintivamente volteaba la cabeza rumbo a la cocina.
Me hacía gracia ver
la defensa de su territorio, por ejemplo: - La cuadra de San Carlos
entre San Pedro y Santo Tomás era la suya, allí no podía permanecer ningún otro perro aunque fuera mucho más
grande que él, uno de ellos era el de un vecino de la calle Santo Tomás que siempre estaba detrás de su dueño y
nos visitaba con frecuencia, al verlo le salía como una fiera y el otro volaba
rumbo a su casa despavorido con el rabo entre las patas, jamás se atrevió a
desafiarlo, era el doble de grande que él, eso no le importaba, sin embargo… si
era una perra, se deshacía en halagos,
siempre y cuando no fuera negra, en eso era racista, le gustaban las de color
claro. Vivía locamente enamorado de la perra de Raisa, la vecina de enfrente,
esta trataba por todos los medios de que
no tuvieran un “Encuentro amoroso”. Una mañana me llamó con gesto muy serio y
me dijo:- ¡Oye lo que te voy a decir y
no me digas que estoy equivocada, ven a
ver! Me llevó a la última habitación de su casa y en un
rincón estaba echada sobre una manta, su perra abrazando
amorosamente varios perritos recién nacidos, sin duda laguna eran hijos de
Rinki. Me quedé sorprendida ¿Cómo y cuando pudo ser eso si nunca se les vieron
en ese acto? Todos eran negros y con sus
carácterísticas y su madre tenía un color canelo muy claro. Para evitar futuros
problemas la ligaron, aunque su dueña
cuidaba mucho que no se relacionaran.
Como todos los días
me levante, fregué e hice café y
preparé leche, miraba para el lugar de la cocina donde Rinki también desayunaba
su leche con migajas de pan, sentía un dolor punzante en el corazón ¡Como
lo amaba!
Un momento después tocaron a la puerta, otra de las cosas
que extrañaba, él corría ladrando para avisarnos que alguien había
llegado. Su ausencia era cada vez mas
notable, era Rosa María y su nuera, al enterarse de lo que nos sucedía venía a
solidarizarse con nuestra congoja y a
ofrecernos una linda perrita cuando estuviese destetada y así superar en algo
la ausencia de Rinki.. El saludo fue entre lágrimas, ellas trataban de
consolarme, como lo hacía todo el que
nos visitaba diciendo que iba a
aparecer, que no perdiéramos las esperanzas, que si vivía volvía a su casa, como lo había hecho una vez
que muy asustado por la presencia de los
fumigadores y estando la puerta abierta corrió San Pedro arriba y lo creíamos
perdido, mi hermano salió a buscarlo y algunas personas le dijeron que lo
habían visto por Enramadas y San Feliz, otros que por el Parque Céspedes… en fin más tarde lo
vimos doblar la calle Santo Tomás y
regresar a casa muy sofocado con la
lengua afuera.
Me preguntó por mi
hermano y me extrañó que pasadas las 9.00 de la mañana no se hubiese
despertado. Lo llamé y no reaccionaba, estaba como drogado, no habría los ojos,
lo sacudí y profería palabras incoherentes
con la lengua tropelosa, me asusté mucho y le comunique a las visitantes
que lo iba a llevar para el hospital, Rosa
María trataba de reanimarlo. Le tomó la
presión arterial, la tenía muy alta con la mínima en más de 100, pensé que le
había dado una isquemia o una trombosis. ¡Otra desgracia para mi casa! Le dimos trabajosamente un vaso de
agua de azúcar con un cápsula de Colinfar, no se podía levantar, ella me dijo
que era el efecto del sedante tan fuerte que le había suministrado la noche
anterior. Un rato más tarde comenzó a
mejorar, pero con la misma depresión. Por mi parte sentía la necesidad de
compañía con quien conversar , ella era
muy agradable y su joven nuera también. No las dejaba irse, a pesar
que tenía un hijo con una pierna
enyesada producto de una fractura. Le conté varias facetas de mi vida, vieron
las fotos de Rinki y cerca de las 12.00 del día se fueron, aunque las había invitado
a almorzar. Me prometieron traer a la que sería la futura “Esposa de
Rinki” la que a su vez bautizamos con el nombre de Beauty, que era muy bella y con abundante
pelo muy claro. Como a él le gustaban.
Me fui a la cocina
y aunque el apetito me había desaparecido, trataría de hacer algo para mi hermano y
para mi, no podíamos estar varios
días sin apenas comer.
A las 12.15 p.m sentí de nuevo un toque en la puerta, mi
hermano continuaba en el sopor del sueño. Era Francisco, un vecino de la
calle San Pedro que también participaba
en la búsqueda de Rinki. Me dijo que acababa de ver al perrito frente a las oficinas de la Empresa Telefónica ,
en Aguilera y Carnicería, tirado en la parada de los autobuses. Incrédula le
pregunté llena de emoción que si estaba seguro, me lo afirmó, llamé a mi hermano y este al escuchar lo referido por
Francisco, se tiró de la cama como un bólido, cogió su bicicleta y subió a toda
prisa la empinada loma de San Pedro rumbo a
Aguilera. Le dije a Francisco:-
¡Corre detrás de él, no le vaya a dar algo en el estado en que se encuentra! En
efecto, entre el numeroso público que estaba en la parada se encontraba
Rinki tirado a la larga, como aplastado.
Al verlo Ñico lo llamó por su nombre y le movió el rabo, inmediatamente lo cargó
y besó repetidas veces a pesar que se encontraba muy sucio, dedicándole las más cariñosas
frases que nunca había pronunciado en su
vida, más bien de carácter áspero.
Le volvía el alma
al cuerpo. Yo en la casa lo esperaba ansiosa orando y rogando que no fuera una
falsa noticia o una equivocación de Francisco y seguiríamos en la misma
ansiedad sin saber qué había sido de nuestro perrito, en espera de algún milagro, me encontraba junto a la puerta de la
calle, había apagado los fogones en espera de lo que habría de suceder. Al rato vino Francisco con
la bicicleta, atrás con el rostro más feliz que
había visto en su vida Ñico con el perrito cargado. Lo miraba y me parecía mentira ¡Gracias Dios mío! Me
salía de lo más profundo del mi alma adolorida, lo recibí sollozando, lo cargué
con todo cariño, él como otras veces
con sus gruñidos quería transmitirme sus quejas y todo lo que le había
sucedido en aquellos tres días y medio
de su desaparición, sin que hablara me comunicó que no había comido ni bebido
agua. Le puse su plato con agua y la bebió con ansia, pero aún no se paraba,
pensamos que le podían haber dado un golpe en el lomo y se lo había partido, se quedaría lisiado,
pero nosotros al igual lo cuidaríamos y daríamos todas las atenciones.
Al parecer estaba
estropeado, no podía pararse, tal vez lo
había arrollado algún auto o alguien le
había pegado ¡Cuántas cosas se piensan en pocos minutos! Pero por lo menos vendría a morir entre nuestros brazos rodeado
de amor y cuidados.
Mas tarde y siempre acompañado de nosotros, le puse comida, como nunca la devoró y dejó el plato limpio, él era muy melindroso
y daba trabajo para que comiera, como todo un niño malcriado. Estábamos
seguros que en todos esos días no había
ingerido nada, por eso se encontraba tan débil.
Analizo y me doy cuenta que los animales tienen su sentido
de ver las cosas, cuando él se sintió
prisionero, se rebeló haciendo una huelga de hambre, prefería la muerte
antes de perder su libertad. No sabemos las circunstancia de su liberación, si
lo soltaron o se escapó, ni como pudo llegar hasta donde lo encontraron.
A mi hermano y a mi nos volvió la felicidad, dimos las gracias a Dios y a
Francisco por su información, de él no haberlo visto, seguro que moriría tirado
en la calle, no tenía fuerzas para llegar a su casa, ¿Dónde estaría? ¿Quién se lo llevó y a dónde?
Es una incógnita que nunca supimos.
Mi hermano le regaló a Francisco 300.00 pesos, enseguida
fui a un teléfono y les di la noticia a familiares y amigos. ¡Qué paz en nuestros
espíritus!
Se recuperó rápidamente, felizmente no presentaba ninguna
lesión de importancia, solo suciedad, descansaba muy contento y seguro en su lugar
acostumbrado, en la parte baja de la coqueta de mi habitación. Ahora cuando
sale a la calle lo velamos y si se aleja algo lo llamamos y le decimos:
-¡Rinki, entra que ahí viene el hombre
que se lleva a los perros! Entra a toda prisa a la casa como si entendiera
nuestro mensaje de alerta.
Volvió la paz y la alegría a nuestro hogar, gracias
infinitas le damos a Dios que escuchó nuestras oraciones y plegarias. ¡Gracias
Señor, muchas gracias por tu incomparable amor. Recordé y cantaba el coro:
-¡Haz convertido mi lamento en baile, me llenaste de alegría…
F I N
Este relato lo terminé de escribir el 6 de diciembre de
2012 en Madrid, mi actual residencia desde octubre de 2007.
Rinki vive aún, tiene 15 años, gracias a los cuidados de
mi hermano Ñico, está prácticamente ciego, sordo y sin dientes, ha perdido su
hermoso pelo, pero cada año cuando visito
a Cuba y voy a lo que fue mi
casa, él me reconoce, cuanto toco a la puerta y escucha mi voz, o me huele,
salta de alegría y gritos, no se separa de mí y reclama que lo cargue como
antes.
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