10 diciembre 2012

MI PERRO RINKI


Relato

Leí en una ocasión cercanía con animales afectivos era muy  conveniente para las personas mayores que no tuvieran otra compañía, que les ayudaba a sentirse mejor y más útiles, pues estos animalitos de una forma u otra  tener  otra ocupación y entretenimiento, alguien con quien  “conversar”, además de darle cariño y también la obligación de alimentarlos y cuidarlos.
Mi hermano y yo vivíamos solos, no teníamos hijos ni parientes cercanos con nuestros achaques y resabios en una casa amplia y muy  limpia. Cuando me decidí a tener una mascota él me hizo saber los inconvenientes  de esa convivencia. Después de varias conversaciones referentes al tema, logré convencerlo,  él mismo compró en 30.00 pesos moneda nacional una perra negra y peluda, le pusimos como nombre Catherine. Tratamos de darle cariño, pero “La niña” como le decíamos no se adaptaba a la nueva vida separada de los que  hasta ese momento eran su familia, ya tenía más de un año y por mucho amor y buena alimentación, nos rechazaba, velaba la puerta de salida a la calle para en el primer descuido escapar y volver a su casa natal.
Un día Catherine logró su propósito, corrió calle abajo, mi hermano y yo dando gritos para que alguien nos ayudara a capturarla y regresarla a casa. ¿Qué hizo? Mostró su rebeldía iniciando una huelga de hambre, nada le apetecía, lo rechazaba todo con gran dignidad. Hasta que una mañana subió a mi cama y se orinó ¡Ah esto no lo  soporto yo, ya era lo último que me podía  hacer! ¡Que se vaya pal’ carajo! Mi hermano  la tomó en sus brazos  y la llevó a sus antiguos dueños. No le devolvieron el dinero pagado, pero… ¡Qué caray, salimos de esa perra mal agradecida.
Pasó un corto tiempo y seguía acariciando la idea de tener uno de estos animalitos con nosotros.
Un día  fui de visita a la casa de unos amigos por el barrio de Altamira, los niños de la casa me mostraron entusiasmados la nueva cría de Princesa, eran unos preciosos cachorritos negros como el azabache, de vivaces ojos,  peluditos y con  el rabo rizado que parecía un abanico abierto, las orejas paraditas y de una raza indefinida,  su rostro era fino, no correspondían a otra  estirpe conocida ¡Qué lindos! Exclamé y al momento les hice saber que  quería uno de ellos, escogí el más pequeño de los tres, para una vez destetado llevarlo a mi casa. Habían  nacido el  día 14 de noviembre de  1997.
Esperé el tiempo adecuado para su traslado, lo hice metiéndolo en una bolsa donde solo asomaba su cabeza. En el trayecto en autobús los demás pasajeros me  decían: ¡Qué perrito tan lindo! Yo orgullosa con mi  pequeña mascota hice la entrada triunfal a  su  nuevo hogar. Mi hermano   entusiasmado lo bautizó con el nombre de Rinki.
La primera noche apenas nos dejó dormir, gimiendo y llorando toda la noche, lo había puesto dentro de una caja de cartón envuelto en una manta,  pues  corría el mes de diciembre y hacía frío  y  era cerca de la puerta de salida al patio.
Al principio creí que mi hermano lo rechazaría, pero no fue así, al contrario se mostraba como todo un padre amoroso que lo acogió   con mucho cariño y cuidados.
La siguiente noche lo llevé a mi habitación en su caja y lo puse cerca de mi cama, le hablé con mucha ternura  y el pequeñin no lloró más, se adaptó perfectamente a su “Nueva familia” Como todo “Bebé” todavía no estaba  acostumbrado a hacer sus necesidades en lugares adecuados, con mucho amor y paciencia le enseñamos a salir a la  calle a orinar y hacer caquita.
Crecía en belleza e inteligencia, también  en criterio muy bien definido, tenía su propia  personalidad y no se dejaba convencer  por nada del mundo de lo que no le gustaba, entre  ellos: bañarse ¡Qué lucha cuando escuchaba de nuestras  intenciones! Se  introducía debajo de la cama y no había quien lo sacara y al tratar de hacerlo mostraba su afilada y blanca dentadura amenazadoramente y así por el estilo todo lo que no aceptaba, que defendía de un modo que más de una vez nos propinó una dolorosa  mordida. Le  raclamábamos que era un perro mal agradecido, pero a él no le importaban nuestros reproches y mantenía sus  razonamientos a toda costa y seguía gruñendo como diciendo: ¡Atrévete a meterte conmigo!  Más tarde  se deshacía en mimos como si se le hubiese olvidado el fuerte altercado y muchas veces las agresiones, cuando le mostrábamos la  herida y le decíamos:- ¡Mira lo que  nos hiciste!  No volvía a gruñir  amenazadoramente, haciéndonos comprender que si era necesario lo volvía a  hacer.
En nuestras gestiones para lograr bañarlo se me ocurrió decirle a mi hermano que una vez preparado todo lo concerniente le avisaría en inglés y él no se daría cuenta y se dejaría coger fácilmente. Así  lo hice, llamé a mi hermano:- ¡ Ñico bad my dog!
¡Para qué fue aquello! Rápidamente se metió debajo de la cama y no hubo quien lo sacara. Desistimos por temor a una nueva mordida. Así  supimos que también dominaba el idioma inglés.

De Rinki aprendí que muchas veces los animales son más inteligentes que los  seres humanos, por ejemplo:- No toman  nada caliente, salado, picante, bebidas alcohólicas, humo de tabaco, no soportan los ruidos, los escándalos ni las discusiones, cuando lo hacíamos con otras personas para mostrarles su reacción, siempre se ponía de nuestro lado y trataba de defendernos a pesar de su pequeño tamaño. También sentía grandes celos, principalmente cuando cargaba a un niño y le prodigábamos besos  y caricias, se lanzaba de donde estaba  y comenzaba a ladrar con todas sus fuerzas, tampoco le gustaba vernos bailar, sin embargo la música suave o instrumental lo sedaba, veía la televisión con mucho interés acostado sobre mis piernas y cuando  distinguía uno de su mismo género le ladraba furioso como diciendo  que no quería intrusos en  su casa.

Mi perro era un gran disidente, no soportaba ver a figuras del gobierno en la televisión, principalmente a Fidel Castro, lo gruñía incansablemente y trataba a  arañarlo con sus  patitas a través de la pantalla,. En mi casa  se recibían los periódicos Sierra Maestra y Juventud Rebelde y Granma, nos gustaba estar bien informados.  Una mañana lo escuchamos  gruñendo rabiosamente y al ver qué sucedía, nos percatamos que en la primera página de uno de los periódicos había una foto que cogía una cuarta parte de la hoja donde aparecía  el gobernante cubano,  Rinki la arañaba con furia. Guardamos el ejemplar como testimonio de lo sucedido.
Nuestro amor era tan grande, que confeccionamos un álbum con sus fotos, lo cuidábamos con esmero, si se enfermaba lo llevábamos  rápido al veterinario, se  vacunaba  y se le administraban los medicamentos rigurosamente.            

Sucedió algo que trastornó nuestras vidas, el día 9 de noviembre de 2006 cenamos y nos extraño no verlo junto a nosotros disputándose algún  bocado como tenía costumbre, lo llamamos insistentemente, no aparecía, lo buscamos por toda la casa y nada, pensamos que al salir a sus  incursiones por la cuadra, que hacía varias veces al día a  realizar  sus necesidades fisiológicas  algo le había sucedido, tal vez se fue  a otra de las calles circundantes y lo había estropeado algún auto, mi hermano cogió rumbo a Trocha y yo  calle arriba  hacía el Parque de Céspedes, nadie lo había visto, recorrimos  buena parte de la ciudad, ni rastro de nuestro amado  animalito. ¡Qué angustia! Cerca de la 1.00 de la  madrugada regresamos y muy compungidos nos acostamos con la esperanza de encontrarlo al día siguiente. Para poder dormir nos tomamos un sedante bien  fuerte, apenas conciliamos el sueño. Al día siguiente muy triste y deprimidos continuamos haciendo todo tipo de gestiones, cada vez que abría la puerta de  la calle tenía la esperanza de verlo aparecer como lo hacia cuando sentía el  sonido de las moto-mochilas de los fumigadores de la campaña contra el mosquito por la cuadra, le tenía terror al ruido y al humo. Mi hermano ofreció fuertes sumas de dinero a quien lo encontrara, los barrenderos, los carros de basura y cuanta persona pudiese aportar un dato de cómo dar con él.
Nuestra congoja era tal, que apenas me daban deseos de cocinar y menos  comer, lavé sus platos y observé la carne que tenía para él en el refrigerador y no podía menos que sollozar con un gran vacío en el alma, ya por la tarde tuve necesidad de ir a casa de mi sobrina Ileana que vivía  unas cuatro cuadras más arriba en el barrio del Tivolí a realizar varias llamadas telefónicas a familiares y amigos para darles la infausta noticia, en el trayecto conversé con una señora nombrada Margarita que vivía en San Carlos esquina a Padre Pico, le conté el drama que estábamos viviendo y lo afectado que estaba  mi hermano, esta me contó que el día anterior atardeciendo había visto a un hombre con un perro  debajo del  brazo y que le había llamado la atención su hermoso rabo negro. Coincidía con la hora en que supuestamente se había perdido, por lo que saqué en conclusión que esa persona se lo había robado cuando estaba en la calle. Por lo menos  sabía que probablemente no estaba muerto como habíamos pensado.

Al día siguiente nos levantamos muy deprimidos, eran muchos los recuerdos de los casi  nueve  años de convivencia, infinidad de fotos, diarios donde hablaba de él.

Nos levantamos a las 5:00 de la mañana para hacernos análisis el Policlínico Camilo Torres, además  habíamos elaborado un anuncio para el programa Ser  Fax de la emisora local  Radio Mambí, que se dedicaba a variados anuncios y entre ellos las pérdidas de objetos y mascotas. Decía más o menos así:  “Se gratificará ampliamente al que encuentre un perro pequeño de color negro que responde al nombre de Rinki, tiene 12  años y padece una enfermedad que necesita  medicamentos y una alimentación especial”
 Además  de la dirección el número de teléfono más cercano. Le aumentamos la edad  y la supuesta dolencia para que quien aparentemente se lo llevó  no tuviese interés en quedarse con él  y lo devolviera o por lo menos lo dejara cerca de la casa, pero… ¿En que lugar de la ciudad se encontraría?

Como los análisis  comenzaban a realizase después de las 7.00 de la mañana, mi hermano  impaciente y sin desayunar, se fue a la referida emisora del reparto Fomento, pudo  lograr que  le recibieran el anuncio, yo me hice  el análisis y regresé a la casa, ¡Qué vacío tan grande al no ver recibiéndome feliz y cariñoso  a mi querido perrito!  Lloré con tanto dolor, como cuando  perdí a mis más allegados seres queridos con una profunda pena que me salía del alma y no encontraba consuelo.
Con mucha atención escuchamos el programa después de las 10.00  a.m. cuando el locutor de turno emitió la noticia, Mi hermano y yo pegados al radio al nombrar  a Rinki nos abrazamos llorando. ¿Sería posible que  viéramos más a nuestro animalito? Mi hermano no salía de una crisis de llanto, yo cada vez que  llegaba alguien a la casa  lo recibía  llorando, muchos se interesan   y solidarizaban con nuestra  congoja y trataban de consolarnos, nada mitigaba  la angustia que sentíamos .Los vecinos de la cuadra y sus alrededores nos preguntaban constantemente si Rinki había aparecido o si tenías alguna noticia de su paradero.
Al anochecer  estábamos en las mismas,  sumamente afligidos. Tomamos la Santa Biblia, leímos salmos y palabras de consuelo, pero  ni así  nos llegaba la resignación y la idea de no volver a ver jamás a nuestro perrito y el llanto nos ahogaba. ¿Dónde estará? ¿lo  habrán matado? ¿Se lo llevarían tan lejos que él no pueda volver a nosotros?
Sabíamos que de estar vivo estaría sufriendo mucho, él estaba demasiado  consentido y mimado, tomaba agua hervida como un bebé, leche fría, no le faltaban  las proteínas en su alimentación, medicamentos, veterinario, que le mantenían con un buen estado de salud.

Llorando  y orando  le rogaba a Dios que si era su voluntad, que  no los trajera y si no que  nos diera la conformidad para mitigar el dolor que sentíamos.

Para tratar de dormir recurrimos  a los sedantes más fuertes.

Del alma  me salía un grito de angustia: ¡Dios bendito, ayúdanos en esta hora tan amarga de nuestra vida!

Ambos teníamos  la presión arterial descompensada, los análisis me salieron muy alterados, me ha costaba poder cocinar y menos comer algo,  hice una sopa para todo el día.

Seguimos  tristes y llorosos, cada vez que llegaba alguien nos deprimíamos mucho, nos vitaron Robert  Perera y Aniuska, unos jóvenes de Cuabitas, los dos lamentando la pérdida de Rinki y sobre todo el estado  depresivo  que teníamos.

Volvimos a  leer pasajes bíblicos y oramos mucho,  para poder dormir algo esa noche, me tomé un Diazepan, mi hermano estaba tan deprimido que le di otro con una  Amitrictilina de los medicamentos que me había dejado Ana María Espinosa al partir a Estados Unidos.

Al día  siguiente me levanté con la misma tristeza, la casa no se había limpiado, hacia las cosas mecánicamente, sin deseos de nada, algo inusual en mi, no soy llorona, siempre me he considerado una mujer muy fuerte ante las adversidades que me ha tocado vivir, sin embargo el recuerdo de mi perrito me afligía mucho. ¡Como lo extrañaba!  Esa cara de satisfacción que ponía cuando me sentaba a ver  la televisión  y corría y de un salto me caía en las piernas, se acurrucaba y acomodaba, ambos “Conversábamos “ de nuestros comunes asuntos , me parecía que me entendía perfectamente, le decía: ¿Dónde está papá? Instintivamente volteaba la cabeza rumbo a la cocina.

Me hacía gracia ver  la defensa de su territorio, por ejemplo: - La cuadra de San Carlos entre San Pedro y Santo Tomás era la suya, allí no podía permanecer  ningún otro perro aunque fuera mucho más grande que él, uno de ellos era el de un vecino de la calle Santo  Tomás que siempre estaba detrás de su dueño y nos visitaba con frecuencia, al verlo le salía como una fiera y el otro volaba rumbo a su casa despavorido con el rabo entre las patas, jamás se atrevió a desafiarlo, era el doble de grande que él, eso no le importaba, sin embargo… si era una  perra, se deshacía en halagos, siempre y cuando no fuera negra, en eso era racista, le gustaban las de color claro. Vivía locamente enamorado de la perra de Raisa, la vecina de enfrente, esta trataba por todos los medios  de que no tuvieran un “Encuentro amoroso”. Una mañana me llamó con gesto muy serio y me dijo:-  ¡Oye lo que te voy a decir y no me digas que estoy equivocada, ven  a ver!  Me llevó  a la última habitación de su casa y en un rincón  estaba echada  sobre una manta, su perra abrazando amorosamente varios perritos recién nacidos, sin duda laguna eran hijos de Rinki. Me quedé sorprendida ¿Cómo y cuando pudo ser eso si nunca se les vieron en ese acto? Todos eran negros y con  sus carácterísticas y su madre tenía un color canelo muy claro. Para evitar futuros problemas la ligaron, aunque  su dueña cuidaba mucho  que  no se relacionaran.

Como todos los días  me levante, fregué  e hice café y preparé leche, miraba para el lugar de la cocina donde Rinki también desayunaba su leche con migajas de pan, sentía un dolor punzante en el corazón ¡Como lo  amaba!

Un momento después tocaron a la puerta, otra de las cosas que   extrañaba, él corría   ladrando para avisarnos que alguien había llegado. Su ausencia era cada vez mas  notable, era Rosa María y su nuera, al enterarse  de lo que nos sucedía venía a solidarizarse  con nuestra congoja y a ofrecernos una linda perrita cuando estuviese destetada y así superar en algo la ausencia de Rinki.. El saludo fue entre lágrimas, ellas trataban de consolarme, como lo hacía todo  el que nos visitaba diciendo que  iba a aparecer, que no perdiéramos las esperanzas, que si vivía  volvía a su casa, como lo había hecho una vez que  muy asustado por la presencia de los fumigadores y estando la puerta abierta corrió San Pedro arriba y lo creíamos perdido, mi hermano salió a buscarlo y algunas personas le dijeron que lo habían visto por Enramadas y San Feliz, otros que por el  Parque Céspedes… en fin más tarde lo vimos   doblar la calle Santo Tomás y regresar a casa  muy sofocado con la lengua afuera.

Me  preguntó por mi hermano y me extrañó que pasadas las 9.00 de la mañana no se hubiese despertado. Lo llamé y no reaccionaba, estaba como drogado, no habría los ojos, lo sacudí y profería palabras incoherentes  con la lengua tropelosa, me asusté mucho y le comunique a las visitantes que lo iba a llevar para el hospital,     Rosa María  trataba de reanimarlo. Le tomó la presión arterial, la tenía muy alta con la mínima en más de 100, pensé que le había dado una isquemia o una trombosis. ¡Otra desgracia para  mi casa! Le dimos trabajosamente un vaso de agua de azúcar con un cápsula de Colinfar, no se podía levantar, ella me dijo que era el efecto del sedante tan fuerte que le había suministrado la noche anterior. Un rato más tarde comenzó  a mejorar, pero con la misma depresión. Por mi parte sentía la necesidad de compañía con quien  conversar , ella era muy agradable y su  joven  nuera también. No las dejaba irse, a pesar que tenía  un hijo con una pierna enyesada producto de una fractura. Le conté varias facetas de mi vida, vieron las fotos de Rinki y cerca de las 12.00 del día se fueron, aunque las había invitado a almorzar. Me prometieron traer a la que sería la futura “Esposa de Rinki”  la que a su vez  bautizamos con el nombre de Beauty,  que era muy bella y  con abundante  pelo muy claro. Como a él le gustaban.

Me fui a  la cocina y aunque el apetito me había desaparecido, trataría de hacer algo para  mi hermano y  para  mi, no podíamos estar varios días sin apenas comer.

A las 12.15 p.m sentí de nuevo un toque en la puerta, mi hermano continuaba en el sopor del sueño. Era Francisco, un vecino de la calle  San Pedro que también participaba en la búsqueda de Rinki. Me dijo que acababa de ver al perrito  frente a las oficinas  de  la Empresa Telefónica, en Aguilera y Carnicería, tirado en la parada de los autobuses. Incrédula le pregunté llena de emoción que si estaba seguro, me lo afirmó, llamé a  mi hermano y este al escuchar lo referido por Francisco, se tiró de la cama como un bólido, cogió su bicicleta y subió a toda prisa la empinada loma de San Pedro rumbo a  Aguilera. Le dije  a Francisco:- ¡Corre detrás de él, no le vaya a dar algo en el estado en que se encuentra! En efecto, entre el numeroso público que estaba en la parada se encontraba Rinki  tirado a la larga, como aplastado. Al verlo Ñico lo llamó por su nombre y le movió el rabo, inmediatamente lo cargó y besó repetidas veces a pesar que se encontraba  muy sucio, dedicándole las más cariñosas frases que nunca  había pronunciado en su vida, más bien de carácter áspero.
 Le volvía el alma al cuerpo. Yo en la casa lo esperaba ansiosa orando y rogando que no fuera una falsa noticia o una equivocación de Francisco y seguiríamos en la misma ansiedad sin saber qué había sido de nuestro perrito, en espera de algún  milagro, me encontraba junto a la puerta de la calle, había apagado los fogones en espera de lo que  habría de suceder. Al rato vino Francisco con la bicicleta, atrás con el rostro más feliz que  había visto en su vida  Ñico con  el perrito cargado. Lo miraba  y me parecía mentira ¡Gracias Dios mío! Me salía de lo más profundo del mi alma adolorida, lo recibí sollozando, lo cargué con todo cariño, él como otras veces   con sus gruñidos quería transmitirme sus quejas y todo lo que le había sucedido en aquellos tres días  y medio de su desaparición, sin que hablara me comunicó que no había comido ni bebido agua. Le puse su plato con agua y la bebió con ansia, pero aún no se paraba, pensamos que le podían haber dado un golpe en el lomo  y se lo había partido, se quedaría lisiado, pero nosotros al igual lo cuidaríamos y daríamos todas las atenciones.
 Al parecer estaba estropeado, no  podía pararse, tal vez lo había arrollado  algún auto o alguien le había pegado ¡Cuántas cosas se piensan en pocos minutos! Pero por lo menos  vendría a morir entre nuestros brazos rodeado de amor y cuidados.

Mas tarde y siempre acompañado  de nosotros, le puse comida, como nunca  la devoró  y dejó el plato limpio, él era muy melindroso y daba trabajo para que comiera, como todo un niño malcriado. Estábamos seguros  que en todos esos días no había ingerido nada, por eso se encontraba tan débil.

Analizo y me doy cuenta que los animales tienen su sentido de ver las cosas, cuando él se sintió  prisionero, se rebeló haciendo una huelga de hambre, prefería la muerte antes de perder su libertad. No sabemos las circunstancia de su liberación, si lo soltaron o se escapó, ni como pudo llegar hasta donde lo encontraron.

A mi hermano y a mi nos volvió  la felicidad, dimos las gracias a Dios y a Francisco por su información, de él no haberlo visto, seguro que moriría tirado en la calle, no tenía fuerzas para llegar a su casa,  ¿Dónde estaría? ¿Quién se lo llevó y a dónde? Es una incógnita que nunca supimos.

Mi hermano le regaló a Francisco 300.00 pesos, enseguida fui a un teléfono y  les di la noticia  a familiares y amigos. ¡Qué paz en nuestros espíritus!

Se recuperó rápidamente, felizmente no presentaba ninguna lesión de importancia, solo suciedad, descansaba  muy contento y seguro en su lugar acostumbrado, en la parte baja de la coqueta de mi habitación. Ahora cuando sale a la calle lo velamos y si se aleja algo lo llamamos y le decimos: -¡Rinki, entra que  ahí viene el hombre que se lleva a los perros! Entra a toda prisa a la casa como si entendiera nuestro mensaje de alerta.

Volvió la paz y la alegría a nuestro hogar, gracias infinitas le damos a Dios que escuchó nuestras oraciones y plegarias. ¡Gracias Señor, muchas gracias por tu incomparable amor. Recordé y cantaba el coro: -¡Haz convertido mi lamento en baile, me llenaste de alegría…

                                                            F I N


Este relato lo terminé de escribir el 6 de diciembre de 2012 en Madrid, mi actual residencia desde octubre de 2007.

Rinki vive aún, tiene 15 años, gracias a los cuidados de mi hermano Ñico, está prácticamente ciego, sordo y sin dientes, ha perdido su hermoso pelo, pero cada año cuando visito  a Cuba y voy a  lo que fue mi casa, él me reconoce, cuanto toco a la puerta y escucha mi voz, o me huele, salta de alegría y gritos, no se separa de mí y reclama que lo cargue como antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario