¿Qué misterios guarda
la mente humana que se puede remontar a otras épocas y lugares siguiendo el
hilo de un sueño?
Para mí es inexplicable que a mi edad haya sentido en lo
profundo de mi corazón arder impetuosa
la llama del amor.
Como siempre que tengo un sueño, me encuentro en Cuba, en mi
ciudad y casa, mi madre está presente,
la veo como era hace muchos años atrás, activa, dulce, apacible, participando en todo lo referente a eso que
sueño.
En esta ocasión (madrugada del día 7 de diciembre de 2012 )
duermo bien arropada en mi amplia cama
de esta casa de la calle Peironcely 11,
4to.A en Madrid, tengo un hermoso sueño,
me veo como 40 años más joven que lo que soy en la actualidad. En un
encuentro casual he conocido a un joven
como me
han gustado siempre, altos,
trigueños, de porte muy agradable, me es
totalmente desconocido, en estos momentos debe tener unos 27 o 30 años de edad. En ese instante se ha encendido
de pronto la flama del amor, esa
sensación maravillosa que experimentamos cuando el travieso Cupido nos clava en el corazón uno de sus dardos.
Ha sido una atracción mutua, ambos sentimos la necesidad de
la nos, de estar solos en cualquier parte y darle rienda suelta a nuestros
sentimientos, sin importarnos el qué
dirán. Como me ha sucedido en la realidad muchas veces en mi vida, hay un gran
obstáculo:- Es más joven que yo, se
positivamente que es un amor imposible,
los convencionalismos se imponen, aunque lo necesito y me hace sumamente
feliz cada vez que lo veo y puedo disfrutar de su diáfana mirada, la sonrisa
que me muestra cierta timidez. Me cautiva el color de sus cabellos, su piel que
deseo acariciar, el temblor de sus manos, sus labios que desean expresar tantas
cosas que la emoción no le permite. Floto en el aire y me parece navegar sobre nubecillas de
algodón, creo escuchar la dulce melodía
“Sueño de amor” de Franz Liszt.
¿Me amarará en
realidad o seré como una estrella fugaz en el cielo de su vida que lo deslumbró
por un momento? Esos pensamientos enturbian mi efímera felicidad.
Sin embargo no podemos prescindir de vernos, de escucharnos,
aunque sea acariciarnos con la mirada, intercambiar una que otra frase,
trasmitirnos nuestros mutuos sentimientos.
¡Qué sensación de placidez en cada encuentro! Caminamos por
calles y parques sin cansarnos de nuestra mutua compañía, aunque no
podamos ni tomarnos las manos por miedo
a las críticas.
Como todo sueño,
desperté, lo que hubiese deseado prolongar por una eternidad.
Pasaran las horas y los días y ese dulce embeleso me hará
soñar despierta que todavía es posible
disfrutar en toda su plenitud a cualquier edad del amor, que es uno de
los más bellos sentimientos que puede
sentir el ser humano.
Haydée Rodríguez
Rodríguez
Madrid, 7 de diciembre de 2012
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