Se llamaba Teresa, pero le decían Maité, de jovencita fue frívola y coqueta, seducía a los hombres de muchas maneras, contaba que cuando le gustaba uno se hacía el propósito de conquistarlo, fuera quien fuera, soltero, casado o viudo, de cualquier color y figura, en eso no conocía prejuicios
Así debuto antes de los 15 años con el primero que se cruzó en su camino. Se llamaba Gabriel y le decían Guibi., era rubio, bajito y regordete y usaba gafas de aumento, pues era miope. Este se paseaba por la acera de Avenida de Garzón en un flamante moto. Maité lo esperaba recostada a la amplia ventana de su casa .Ël ni se había percatado de aquella cariátide que lo miraba con avidez hasta verlo desaparecer por la amplia avenida.
Pasaban los meses sin ningún resultado positivo, hasta que se le ocurrió una idea, cuando lo viera venir a lo lejos fingiría cruzar la calle despreocupada, tan cerca de él que, casi provocaría un accidente, fue tan cercano que Guibi tuvo que dar un brusco corte para no atropellarla. Esta fingió estar muy asustada y cayó al suelo como desmayada. El joven se bajó rápidamente de la moto para recogerla y esta con convulsos sollozos se abrazó a su cuello, que sorprendido apenas podía pronunciar palabras, mientras que curiosos les hacían un cerco.- ¡La mató! ¿Está herida?¡Para el Hospital de emergencias! Ella abrió los ojos mientras se sacudía la amplia falda de su vestido dejando ver sus hermosos muslos. Guibi con los ojos muy abiertos la contemplaba arrobado. Ella balbuceante le decía; ¡No tengo nada, fue el susto, llévame a mi casa! El joven aún tembloroso, la tomó de la mano y se dejó conducir hasta la amplia mansión. Ella ahora se deshacía en atenciones, le brindó asiento, agua, refrescos o lo que deseara. Sus padres y hermanos no se encontraban, solo Catalina la sirvienta, a la cual le hizo un guiño cómplice, aquella que ya conocía sus travesuras, se alejó discreta.
Así surgió un encendido romance, los bancos del jardín eran testigos del poder de seducción de la adolescente. Allí mismo aprovechó las sombras y la lámpara del portal se hizo desconectar. M aité supo por primera vez lo que era estar en los brazos de un hombre, aunque Guibi según sus versiones posteriores era aún un inexperto ,pues no se sabe cómo se las arreglaba la precoz chiquilla que leía cuanta revista o algún que otro librito que sus hermanos mayores dejaban al descuido, sin sospechar en la malicia de la jovencita y lo que despertaban sus sentidos y… ¡De qué forma!
El romance no duró mucho, la impetuosa muchacha sintió muy pronto el hastío por la poca experiencia amorosa del joven Gabriel, según sus pensamientos, no salía del 1 y el 2, es decir que no conocía los juegos más excitantes del amor y la lujuria. Ahora le había echado el ojo a un esbelto deportista . ¡Qué hombre! Se decía. Este tenía una novia en el barrio, pero… ¿Qué le importaba eso a Mayté? _Fue en la playa de Berraco, al parecer se encontraba con su familia y amigos. Esta coqueta se paseaba frente al grupo que descansaba en la arena de la orilla con una ajustada trusa negra y unas chancleticas. Ella lo observaba y vio cómo se metía en el agua nadaba lejos y volvía a la espumosa orilla, ella también se sumergió entre las cálidas olas y fingió que no sabía nadar, cuando estuvo cerca de él se hundió varias veces y le señalaba que se ahogaba enredada en una gran ola – Oscar que así se llamaba rápidamente la sacó a la orilla. Otro fingido desmayo, el joven y varios más trataron de prestarle auxilio, en vano reaccionaba, el joven le aplico un boca a boca ¡Qué delicia! _ Ella le succionó los labios con avidez. El joven perplejo, con los ojos muy abiertos vio a aquella joven hermosa ofreciéndole sus brazos y pidiéndole en un susurro que le diera calor.
Desde ese día continuaron los encuentros, Maité era tan fogosa, que aunque Oscar buscaba pretextos para evitar nuevos encuentros. Esto al parecer disgustó a la joven, entre otra cosas,, esta se lamentaba que el joven al parecer tenía otros defectos que no le agradaban ni la satisfacían, por lo que pronto buscó un sustituto, esta vez era un robusto mestizo muy bien parecido, que había conocido frente a un Servicentro. Este también mostró mucho interés ante sus insinuaciones y frecuentes visitas a el establecimiento, donde con el pretexto de hacer una llamada telefónica le solicitaba el de su oficina, diciendo que el de su casa estaba roto. En él hacia supuestas llamadas a otros pretendientes, siempre dándose importancia y con la coquetería que le eran muy propias. El joven Miguelito la observaba de soslayo. ¿Qué pensaría? Ella de vez en cuando Le dirigía una mirada llena de malicia y provocación, le pidió un lápiz y una hoja de papel, cuando se lo dio le acarició la mano, mientras se hacía la sorprendida. ¡Ay! ¡Disculpa! Si no le rozaba el cuerpo al pasar cerca de él. Este se dio cuente de sus intenciones y en una de esas también rozó su cuerpo pidiendo a la vez disculpas le tocó las nalgas. Ella le sonrió picaresca_ ¡No hay por qué! El joven pensó: -Este huevo quiere sal…
Al salir del local éste al invitó a montar en su moderno y flamante automóvil del último modelo, Ella complacida aceptó, bajaron toda el Paseo Martí, doblaron La Alameda y subieron Aguilera, hasta la calle Calvario y de ahí Enramadas hasta la esquina de San Pedro, invito al Club Kon Tiki, el ambiente era propicio para iniciar un romance, música suave, media luz y discreción, Ella pidió un Martine y él un ron a la roca. Allí permanecieron hasta que llegó la noche, ya algo pasados de tragos, Sin que ella dijera nada, salieron y de nuevo tomaron por la Calle Santo Tomás, bajaron Trocha hasta Lorraine y después a la carretera turística, allí hasta el Casino Belmare, se sentaron en una mesa y después de otro trago de bebida alcohólica él llevó por una estrecha senda que conducía la mar, la soledad y oscuridad como cómplices fueron testigos del arrebato de pasión de ambos jóvenes. Miguelito resultó ser el mejor de los amantes que había conocido, muy experto en los juegos del amor, excitante en todo momento. Maite se sintió muy feliz y a la vez complacida aquella noche. Para ello se decía: ¡Qué hombre! ¡Esto era lo que yo buscaba!
Por supuesto que le gustó tanto que deseaba estar con él a diario. Este al parecer no mostraba mucho interés en nuevos encuentros y le sacaba el cuerpo. Ella le exigía, pero él era casado y… con una mujer sumamente celosa, que sabía que si se enteraba de esa furtiva relación, peligraría su matrimonio y él no estaba dispuesto a perderla por tan peligrosa aventura con una chiquilla frívola y aventurera y sin escrúpulos.
Entre más difícil se hacía mantener su conquista, más se empecinaba, la tozuda muchacha, le enviaba encendidas cartas de amor .Lo velaba al salir del trabajo, averiguó la dirección de su casa, su teléfono y sin pensar en lo que hacía, le hacía llamadas, que siempre cogía la esposa, en ella se presentaba como si fuera su novia. La esposa ardía de rabia y celos sin poder descubrir quién le hacía esas llamadas. Al quejarse a su marido, éste le respondía que era una broma pesada, que a esa mujer ni la conocía, que para él no existía.
Una tarde Maite fue al Servicentro, él no se encontraba presente, pero pidió el teléfono a otro empleado, aprovechó que había una chaqueta supuestamente de Miguelito, disimuladamente deslizó una carta dentro del bolsillo. Se fue sonriente a su casa, pensando en el resultado, ya que seguro que la esposa la iba a encontrar aquella reveladora y comprometedora carta y lo demás estaba a su favor. Eso pensaba en su ardorosa mente.
La reacción no se hizo esperar, Nancy que así se llamaba la ofendida esposa y valiéndose de los mismos datos que Maité le había ofrecido en su misiva, le preparó una encerrona, le remitió una nota a su casa, como que era de un amigo de Miguelito, le avisaba que había tenido un pequeño accidente, pero que le había afectado una pierna y no podía caminar, que se encontraba solo en su casa, ya que su esposa se había marchado para la casa de sus padres al enterarse de sus relaciones. La esperaba esa noche a las 7.00 PM.
También Nancy se había valido de sus artimañas y había preparado una pequeña velada con los amigos de ambos, pues eran cómplices de Miguelito y le querían dar una sorpresa por su cumpleaños. Todos permanecían encerrados en la parte de atrás de la casa en espera de la llegada del homenajeado y también de Maité. Esta se presentó puntual sin saber en realidad el juego de Nancy, un amigo la llevó a una habitación con el pretexto de una fiesta sorpresiva, sin percatarse de la realidad que perseguía Nancy. Cerca de las 8.00 de la noche, llegó Miguelito, la casa estaba a oscuras, él sorprendido abrió la puerta y al llegar a la amplia sala se encendieron todas las luces, salió todo el que permanecía en el interior, cantándole felicidades, besos y abrazos y regalos, uno de ellos también sacó a Maite, mientras Nancy pronunciaba: ¡Sorpresa! ¡Sorpresa!
El no sabía lo que había preparado su esposa y quedó mudo de asombro. Ella colgada del cuello de Miguelito lo besaba en la boca una y otra vez y le decía¨_ ¡Mira ahí te tengo otro regalo!
Maité quiso morirse en ese instante, que la tierra se la tragara, le dio tanta rabia que se enfrentó a Miguelito. ¡Hijo de puta! ¡Mariquita! ¿Por qué me has hecho esto? Mientras los insultos de Maite subían más de tono. Los presentes reían atónitos sin saber qué decir ante tan inusitado espectáculo, hasta que Nancy la cogió bruscamente por un brazo y la empujó hacía la puerta de la calle pronunciando a la vez improperios como: ¡So puta, quitadora de maridos ajenos! ¡En la próxima que me entere que sigues sonsacando a mi marido, te voy a dar una paliza, que ni tus padres te van a reconocer! - Maite forcejaba rabiosa y humillada hasta el punto que se voltio y abofeteo a Nancy, esta la cogió por la larga cabellera y la arrastró y la sacó a la calle, entre el murmullo y cuchicheo de los presentes. Que a ciencia cierta no sabían el show que se había preparado la sagas esposa. Fue tanto el bochorno que sufrió Maite que se enfermo seriamente de una fuerte depresión, que la hizo decidir trasladarse a La Habana para la casa de una tía y allí continuar sus interrumpidos estudios, pues decía que no podía salir a la calle y ver aquellos rostros burlones y el desprecio de su amante y la ira de Nancy y sus veladas amenazas.
¡Jamás volvió a su ciudad natal y además fue más prudente al escoger nuevos pretendientes!
Santiago de Cuba. Febrero de 2006
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