27 febrero 2020

DULCINA

                                                 
                                                                          Dedicado a la memoria de  Maríta Rodríguez Medina,
la persona más dulce que conocí. 
                                                                           

Me gusta  visitar a la viejita Dulcina, cuando salimos de la escuela, que está más  arriba,  es como su nombre, muy atenta, siempre tiene algo que brindarles a los niños del pueblo.

Desde este  alto lugar admiro el paisaje hasta llegar a su pequeño hogar, tan acogedor como ella misma. Tomo por el estrecho camino de tierra y lajas, bordeado de frondosos árboles frutales, mangos, mamoncillos, anones, guayabas, zapotes, caimito, naranjas, mandarinas, marañones amarillos y rojos, caimitos, cañandongas, tamarindos, limones y una que otra  mata de  pimientos verdes y rojos, que crecen a ambos lados, para separarlos de las  matas de cafeto, que en esta época del año están florecidos, son comos jazmines, que perfuman  el ambiente, bajo la sombra de grandes árboles, que con sus ramas parecen proteger las delicadas plantas del inclemente sol tropical.

¡Qué paisaje tan hermoso!

El niño se sienta sobre un tronco de árbol seco, se recrea y sueña con algún día ser pintor  y poder plasmar toda esa  naturaleza en un lienzo. Por sus pensamientos corre la idea de todo lo que abarca su vista, el verdor de los campos, el potrero de más abajo donde pastan las reses, los pájaros trinando y volando de rama en rama, las multicolores mariposas,  las flores silvestres, las campanillas  y coralillos enredados en las cercas que adornan con sus tonalidades  rosadas las praderas, muchas palmas reales elevándose por encima de todos los árboles con sus alegres penachos ondeando al viento como reinas indiscutibles, el cielo  muy azul, salpicados de pequeñas y blancas nubes, el sol camino a perderse entre las montañas,  el hermoso río que corre rumoroso entre las blancas lajas, las enredaderas y helechos disputándose  la protección de  la floresta.

Ensimismado ante tanta belleza natural toma el estrecho camino de tierra y lajas que lo lleva a la pequeña colina, allí entre los árboles y flores emerge la casa muy blanca a la que se entra por un estrecho trillo que está después de la talanquera que es de madera recortada con piquitos. Allí entre margaritas y helechos, buganvilias, begonias y claveles de todos los colores, hermosas palmas arecas de lado y lado, se llega al  corredor  de frente  a la casa con su pequeña sala con muebles de madera pintados y decorados con pequeñas flores, dos habitaciones una frente a la otra, bajando unos escalones se encuentra la  cocina. Las paredes aún huelen a cedro recién cortado, aunque tengan muchos años. Su techo de guano entretejido y los pisos de pulido cemento.
Las puertas de las habitaciones con alegres cortinas estampadas y las paredes con cuadros y fotos de familiares. Todo luce limpio y bien cuidado.

En una de las habitaciones una antigua cama de hierro pintada de rosado, mesitas de noche con búcaros de flores, un armario de cedro y una pequeña comadrita. (Un balance) donde descansar. En la otra habitación algo similar, pero con una  amplia cama de cedro barnizada con su armario y cómoda.

El niño dibuja a Dulcina con sus blancos cabellos, los espejuelos redondos y su moño enredado en la nuca. Sus manos arrugadas  descasan sobre el regazo, sus ojos ya marchitos con un  no sé qué de nostalgia. ¿Qué estará pensando? Así de calladita, serena, llena de  recuerdos.

 Algún día la pintaré, ¡Con qué gusto lo haría! Así veo a Dulcina, así la pintaré entre frondosos árboles perdidos en la inmensidad del campo, suspendidos sobre esta pequeña colina, como si quisiera así que nadie escapara de su encanto.

Así veo a Dulcina etérea, sutil, como un Ada entre la campiña, siempre sola y sonriente, con la mirada perdida en el horizonte de sus recuerdos, que se unen con verde de los campos y el azul del  cielo.

Sé que vive de sus remembranzas, que embelesada aspira el perfume de los  jazmines, las enredaderas que trepan de su bien cuidado jardín,  que se queda extasiada contemplando  el vuelo de  las multicolores mariposas de flor en flor, se  que permaneces ensimismada  contemplando el vuelo  y el trinar de los pájaros. Sueñas con esa noche de luna llena y el firmamento cuajado de estrellas.

Yo te pintaré un cuadro donde se refleje tu dulce melancolía en las tardes lluviosas, en las que sabes que nadie te espera ni te visitará. Yo pintaré el susurro de tus labios que se mueven sin tener interlocutor. ¿Qué piensas? ¿Con quién hablas mi dulce Dulcina? Te veo recostada  a un tronco, sé que no me has visto y quisiera descifrar tu obstinado silencio y saber qué escondes en lo profundo de tu pecho, mi dulce Dulcina. ¿Qué has hecho de tu vida para alejarte de todo y quedarte a solas con tus pensamientos?

Me  acerco más y más y me descubre el fiel perro Stapers  ladrando sin cesar, pero meneando el rabo en señal de amistad. Ella me recibe como siempre sonriente y  cariñosa, se alegra con mi visita y eso lo leo en sus ojos, que aún conservan un azul intenso. Quisiera que me revelara su secreto, pero  no me atrevo a preguntarle. Ella me ofrece asiento en un taburete forrado en cuero y sale presurosa a brindarme el café recién colado que previamente ha tostado en un caldero al aire libre, dice  para no pasmarse, lo hace polvo en un mortero, pone  a hervir el agua y la vierte en un empinado de  metal  dentro de  un colador de franela. Saca una fina taza con su platillo y me lo ofrece. En una bandeja trae turrones de coco, raspadura y turrones de maní, para que escoja a mi gusto. Su rostro luce resplandeciente, como si mi visita fuera muy importante. La he visto tantas veces y siempre me quedo con la pregunta en los labios, no me atrevo, si pudiera,,, si pudiera…

Dulcina vive como en tiempos antiguos, aquí no llega la corriente eléctrica, se alumbra  con lámparas y quinqué de kerosene y cocina con carbón. – Me pregunto:-¿Cómo es que ha dejado las comodidades de la ciudad para confinarse aquí?

Hoy  me ha brindado un delicioso flan de coco. Tan atenta como siempre.

Ella me comenta que hoy no han venido otros niños del pueblo y eso que se esmera en ofrecerles siempre algún dulce, un refresco natural de frutas, que su compañía le es muy necesaria. Es tan dulce mi Dulcina… pero yo quisiera saber… nó, no me atrevo a preguntarle, pero… ¿Sabe Dulcina… me gustaría…ella responde:  ¿Qué cosa?  ¿Los turrones de leche?- Mañana los hago. ¿Te gustan más que  los de coco?- No Dulcina, no es eso… ¿Yo…?   La  mira interrogante, ansioso. ¿Sabe Dulcina…? Las palabras se congelan  en los labios. No puedo, yo quisiera… pero no me atrevo,  ¿Y si se ofende?

No y no, por nada del mundo. ¡Jamás me lo perdonaría!  No puedo pensar que Dulcina me deje de mirar, me retire su amistad, de recibirme en su casa, de conversar conmigo. Si ella supiera… No, no, no se lo diré nunca.

¡Toma Rafaelito, para que le lleves a tu mamá! Ves, estos turrones de coco cuando ya están a punto le agrego leche condensada. Queda  mucho más sabrosos- ¿Verdad?

¡Muchas gracias es usted muy amable!

Sus visitas eran muy frecuentes en las tardes apacibles y serenas del campo en que sentía una atracción especial por estar disfrutando de la presencia de la noble anciana e interiormente se preguntaba. - ¿Qué  misterio hay en su vida? ¿Por qué vive, solita como olvidada del mundo? ¿Por qué?- Quisiera saber su pasado. Nadie en el pueblo lo sabe, nada más que un buen día vino a ocupar la casa donde vivieron sus padres y otros familiares- ¿Por qué?- Comenta con Omar otro muchacho del pueblo y compañero de escuela y que es nacido y criado por estos contornos. – Dime Omar ¿Tú sabes quién es Dulcina? – Le responde:- ¡Ah  esa vieja vive ahí hace tiempo, siempre vieja así, igual que ahora-¡Vamos Omar!- ¿Cómo va ser vieja igual que antes? No seas tonto, digo yo…
-Si chico, siempre la he visto así de vieja.- Rafaelito piensa… Mira que decir que siempre  fue vieja. ¿Serás tonto? Ella tuvo que ser joven como cualquiera ¿Nó? -Parece mentira Omar que estés en décimo grado como yo no sepas distinguir entre una cosa y otra.-Ël  piensa  que tal vez siempre va a ser  niño y los que  hoy son jóvenes nunca van a ser viejos y que los viejos… ¡Bueno, qué sé yo!

Dulcina  cree que voy a visitarla porque me da dulces, se pasa la mañana haciéndolos  para cuando pasen los niños de la escuela y la visiten brindarles, serán ellos… porque yo… bueno yo…

¡Qué rico los dulces de  marañones  y los de papaya, ella le da un toque especial, dice que le  agrega hojas de higos y zumo de naranja y su sabor  se enriquece, porque la papaya sola es un poco insípida. ¡Qué ricos los casquitos de  guayaba con queso blanco! ¡Ah! Y el boniatillo, nadie lo hace mejor, los cascos de naranja agria, dice que son muy trabajosos, hay que hervirlos varias veces para quitarle el amargo. Hoy me  brindó un arroz con leche con polvo de canela encima, que lo hace como nadie. -¿De dónde aprendió tantas cosas?

Dicen mis padres que  vinieron a este pueblo para ayudar  y enseñar las labores del campo, mi padre es ingeniero agrónomo y mi madre es médica.  Además que muchos  de sus familiares vivieron en este pueblo o en fincas cercanas, pero que la revolución se las quitó y todos  se fueron para la ciudad o del país. El recuerdo de su niñez les hace sentir una atracción especial.

Expresan  que yo debo ir para la ciudad a estudiar medicina, pero yo lo que quiero es ser pintor, es  mi vocación. ¿Quién me la quita? Me gusta la paisajista y los retratos, sobre todo lo natural, nada de abstracto, que muchos no lo entienden. Me becaré en San Alejandro  en La Habana y vendré a pintar a Dulcina y a los paisajes que desde aquí se ven, la cascada del rio, las montañas y los cafetales cubiertos de grandes y hermosos árboles. La gente me dice que soy un soñador y que si no me hago famoso, me muero de hambre. No me importa, es lo que me gusta.

Llamo desde la entrada ¡Dulcina! Sale el perro ladrando y  ella lo calma cariñosa con su siempre dulce voz. ¡Hasta con el perro! ¡Qué Dulcina!

¡Dígame! de dónde sacó ese nombre para ese perro?  Le responde: - Stapers. De una película de vaqueros que vi hace muchos… muchos años en la tanda del domingo del cine de mi barrio que se llamaba Victoria, en el  Paseo de Martí, ya no existe como muchas otras cosas que hasta le han cambiado el nombre. Te cuento que mis padres nos daban  a mis hermanos ya mí 0.20 centavos, el cine costaba 0.15 centavos por tres películas de 2.00 de la tarde a 6.00, con muchos avances, Al salir pasábamos por un bar, echábamos una moneda en el traganikel con la música de moda, nos sentábamos en una mesa y pedíamos un refresco Pepsicola de 12 onzas con 4 vasos y hasta que no se acababa la música no nos íbamos.

Así eran aquellos tiempos chico. Ella ríe, a pesar de las arrugas se  le hacen dos hoyitos en la cara, sus ojos brillan  en intenso azul y mira hacia la lejanía. -¿Qué estará recordando?

¿Sabes? Mi gata también tiene nombre de una película, se llama Sisi como una emperatriz. Hasta mis gallinas y el gallo tienen nombre y aunque no lo creas me entienden cuando los llamo.
Me hace mucha gracia.-¿Como se llama el gallo?- Repochocho, y las gallinas todas tienen su nombre. Hasta la chiva y los chivitos, ella Pepa y los hijos Monguito y Puchin.

Ellos son mi compañía y me entretienen mucho. ¿Qué sería de mí en esta soledad?

Lo mira y también se pregunta- ¿A qué vendrá tanto este niño a visitarme?- ¿Qué encontrará aquí?- Parece que él  le adivina el pensamiento. – Mire Dulcina me gusta venir aquí porque  usted  me  explica cada cosa, cada paisaje… ¿Sabe? - yo quiero ser pintor. -¡Ah! ¡Qué cosa tan interesante! -¿Te gustaría pintar estos paisajes?-¡Sí! -   y también me gustaría pintarla a usted. ¿A mí?- exclama sorprendida. –
Sí a usted que es parte de este paisaje, que tiene su encanto y también su secreto… recoge las palabras y se siente íntimamente sorprendido por haberse atrevido  a decir eso. Ella lo sabe, que el niño siente gran curiosidad por saber su bien guardado secreto y se lo irá contando como Sherazada,  poco a poco para que siga visitándola y no pierda el interés.- Ella lo mira comprensiva, porque sabe lo que busca, lo sabe bien. Por eso un día y otro  le irá contando trozos de su vida y el porqué de las cosas.

-¿Ves aquellos peñascos? -¡Sí allá lejos!- Le señala con el índice una lejana montaña-Esa es la loma de Loreto, cuando llueve mucho por ahí baja una hermosa cascada. ¡Eso sí que es lindo!- Deja que llueva para que la veas y cuando seas pintor le harás un cuadro. -¿Sabes Rafaelito? – El se queda perplejo sin saber qué decir y piensa… Por eso vive aquí tan solita, se recrea con todas  las maravillas de la naturaleza creadas por Dios, eso me enseña mi mamá cuando lee La Biblia.

Toma la palabra Dulcina pausadamente. Mira…yo nací aquí, en esta casita que hizo mi padre hace muchos años… ¡Muchos años!  Cuando se casó con mi madre. Eso  fue  en el Machadato, se llamaba el gobierno Gerardo Machado, dicen que había mucha miseria, si mucha comida y nada de dinero. Que fue un dictador y muchas cosas más, pero construyó la  Carretera Central desde La Habana a Santiago de Cuba, que antes era  un largo camino que  le decían El Camino de la isla. Eso fue por los años 30.-¿Has oído hablar de esa historia?-Responde titubeando…Bueno…algo en la Historia de Cuba y lo que han contado mis abuelos… en la escuela se menciona poco esa etapa.- Prosigue la anciana: -Se decía que en esa época los perros se amarraban con longanizas- El se ríe, no le cabe en la cabeza que un perro se amarre con una ensarta de embutidos o algo por el estilo.

Ella sigue relatando: -Mi  padre hacía poco que había emigrado de Las Palmas de Gran Canaria y conoció a mi madre, que era también hija de españoles, muy linda y jovencita.- Introduce la mano en la voluminosa caja y extrae una foto ¡Mira las fotos! Son como en las películas silentes en blanco y negro.- Es una hermosa joven  con una melenita lacia estilo a lo Garzón cubriendo la mitad de su rostro con un ramo de pensamientos en sus manos junto a su pecho, viste corto, pero gruesas medias cubren sus hermosas piernas.-El niño exclama -asombrado: -¡Qué linda! ¿Esa era su madre?-Sí, tenía 15 años.-Aquí nací yo y varios de mis hermanos. -¿Sabes?- Antes los matrimonios tenían muchos hijos.- El niño recuerda pasajes de su joven vida y cómo son las cosas ahora. Su padre antes de casarse con su madre tuvo una hija, se separó, ésta creció con su madre, a la vez se casó muy joven, tuvo un hijo y también se  ha divorciado varias veces y ahora ni sé dónde vive, si se ha ido del país como tanta otra gente...- Yo no tengo más hermanos, mis padres dicen que la cosa está muy mala para llenarse de hijos. A mí me hubiese gustado nacer aquí,  tener muchos hermanos, jugar libremente en el patio, bañarme en el rio, montar a caballo, correr por todo este pequeño pueblo,  ver pasar  por el medio el tren que va para Guantánamo o a la inversa, empinar cometas y tantas cosas que no se pueden hacer en un apartamento de un edificio de  5  plantas, todo cerrado, todos iguales, donde apenas hay árboles y ni un parque.-¡Esto sí es vida al aire libre!

-Pero Dulcina, no me ha enseñado las fotos de cuando usted era niña. –Pregunta interesado. - ¡Ah verdad!- Ahora extrae una foto de una niña muy rubia parada junto a una silla de mimbre con  expresión asustada. –El niño pregunta  incrédulo:-¿Esa era usted? - - ¡Claro! –Tenía 3 años cuando vino un cura del pueblo de San Luis a bautizar a todos los niños del pueblo y también vino un fotógrafo con una cámara antigua, de esas que se ven algunas veces  en el parque de la Plaza de Marte y que los guajiros les gusta tirase fotos ahí y en La Habana junto al  capitolio. –Rafaelito recuerda cuando sus padres lo llevaron de vacaciones a La Habana. ¡Qué ciudad tan hermosa!. Pero no nos tiramos fotos en el capitolio, sino en el Coppelia, en  La Rampa, en el hotel Nacional y el malecón. Pero a pesar del tiempo, aquellas fotos tienen .mucha calidad.
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Ahora recuerda el niño las tonterías de Omar. Ella nació aquí, debe haber sido un bebé  como todos los demás, mirándola tan viejita  cualquiera puede pensar  que nunca fue niña. -¡Ahora el tonto soy yo!

Prosigue Dulcina.: -  Te voy a enseñar las fotos de cuando yo era chiquita. –Entra en la habitación  y saca del armario una viaja caja, se sienta en su comadrita, mientras él permanece sentado muy cerca de ella en el borde de la cama, muy interesado en poder penetrar en la intimidad de la noble ancianita, pero ella permanece con la caja cerrada, mientras sus recuerdos vuelan  y se remontan  muchos años atrás, como el de los abuelos de Rafaelito.

Así la noble anciana va mostrando cada tarde algo nuevo   y desconocido, con su historia además., entre limonadas, batidos de frutas y turrones. El niño cada vez más interesado no deja de visitarla. Le cuenta cuando sus padres se  mudaron para la ciudad de Santiago de Cuba, para  Carretera del Morro, donde  se estableció con una tienda de víveres, ella tenía 10 años y fue a la escuela que queda aún en frente. -¿Sabes? –Entonces  Carretera del Morro era de tierra y circulaban muchas guaguas y autos y se levantaba tremenda polvareda. En la explanada que ahora es un parque ponían los caballitos y  el circo de Bolito. También está la estatua de Eduardo Chibás.- ¿Quién era ese señor?- Pues mira,  fue un político de los primeros años 50. –Sí,  de Santiago de Cuba, en la calle Aguilera entre San Félix y San Pedro, allí hay una tarja en la casa que  nació.  Fundó el Partido Ortodoxo. Tenía como lema Vergüenza contra dinero. Quiso desenmascarar a un ministro corrupto y como no pudo aportar suficientes pruebas, dicen que se las robaron, en un programa de  radio que tenía todos los domingos por la noche, dijo:”Este es mi último aldabonazo” se suicidó dándose un tiro. El niño exclama asombrado:- ¡Dulcina, qué  memoria usted tiene, como sabe cosas!- Por eso me gusta tanto venir aquí, aprendo mucho de lo que no sabía.

Prosigue- mi padre que le gustaba mucho el mar nos llevaba a Los Coquitos, en la bahía, pero era  muy peligrosa y se  ahogaban muchos, mejor era Aguadores, una buena playa y virgen, no había  ni una casita, solo tremendas rocas con huecos como cuevas donde se podía guarecer del sol después de un buen baño en sus cristalinas aguas. Llevábamos pan, galletas y conserva de guayaba con pomos de refrescos y nos pasábamos casi todo el día.

El niño curioso pregunta: -¿Quién se quedó en esta casa todo el tiempo?, Le dice.- Siempre hubo alguien de la familia que la ocupara hasta que vine yo. Esta finca era de  una tía mía, casada con un gallego, tuvieron  5 hijos y más tarde se establecieron aquí en el pueblo donde tenían varios negocios hasta que la revolución se los quitó.-¿Cómo fue eso Dulcina?  -Sé poco de eso.-Bueno, eso es largo de explicar. Con la revolución pasaron muchas cosas, el gobierno comenzó por licenciar a los antiguos militares que no  tenían problemas de haber matado ni maltratado a nadie, eran militares de carrera al servicio de todos los gobiernos. Después ordenó que todo el que tuviese un arma de fuego la entregara, más tarde hizo un cambio de dinero, solo se permitía cambiar por la nueva moneda 200.00 pesos por persona adulta. Muchos quedaron en la ruina por tener  el dinero en sus casas o en cajas fuertes,  lo perdieron todo. Vino   la Ley de  Reforma Agraria, se despojaron de sus fincas y haciendas a los terratenientes y todos los que tenían más de 2 caballerías de tierra, las perdieron. La Ley  de  Reforma Urbana,  el que tenía más de una casa se la expropiaron, ¡Pero no te creas que al que la vivía se la regalaron!- Nó, lo pusieron a pagarla por un por ciento de su salario y entradas por 20 años. Se nacionalizaron los mayores comercios, ya en  1967 se hizo lo que se llamó la Ofensiva Revolucionaria y se intervino  todos los comercios que quedaban, hasta los sillones de limpiabotas y barberos. Lo que opino que fue un gran error, ya que un sillón de limpiabotas o una silla de barbero, todo lo hacía el dueño, después se necesitó un administrador, una cajera, un auxiliar de limpieza, no era rentable. Como dice el refrán:. “No quedó títere con cabeza”-¡Como usted sabe Dulcina!- Nada hijo, es la experiencia y los años vividos. ¡Quién me va a hacer un cuento a mí!

-¿Qué hizo todo el  tiempo en Santiago de Cuba?—Pues bien estudie y como me gustan tan  tanto los niños, fui a la Escuela Normal para Maestros, no era fácil entrar, había que pasar un riguroso examen y si aprobabas podías estudiar 4 años, que se diferenciaban en el uniforme blanco por  rayas en la falda  según  el año que cursaba también una corbata- sí esa que estaba detrás de la Clínica Los Ángeles y ahora no se los que es. ¡Lástima  con una edificación tan linda!
Me hice maestra y trabajé en muchas escuelas hasta que me jubilé. ¿Sabes? –Antes las maestras tenían mucha preparación, era una profesión muy bonita.

Pasan los días unos tras otros y Rafaelito curioso lamenta que al culminar las clases se marcharan de nuevo a la ciudad y no podrá saber mucho más de la vida de Dulcina, que tarde en  tarde le cuenta un trozo, interrumpe y continua  al día siguiente.

Aquí en su ameno relato llega a los años 50,  cuando  un grupo de intrépidos asaltó el Cuartel Moncada. El niño la interrumpe:-¿Es verdad que Fidel no entró al Moncada? -¡No hijo, no!  Cuando iba a entrar al cuartel y sintió el primer tiro, dio marcha atrás y se fue rápido a la Granjita Siboney, se cambió de ropa, ya que para  el asalto iban vestidos como  los guardias para confundir y se internó  por las lomas rumbo a la Gran Piedra, allí lo encontraron  los guardias en un bohío vara en tierra agazapado. No lo mataron por la intervención de un sargento de la guardia rural de apellido  Sarría Tartabull que dijo que las ideas no se mataban y también que los acompañaba el Arzobispo de  la ciudad  Enrique Pérez Serantes y lo trasladaron al Vivac y después hasta el juicio a la Cárcel Provincial de Boniato. También es una gran mentira que su hermano Raúl  estuviese atrincherado en la azotea del Palacio Provincial de Justicia con una ametralladora 50, nunca se dijo eso por la prensa que en esos tiempos que era libre y sin censuras. Eso era imposible, dicen muchos testigos  que nadie podía salir y menos entrar  al cuartel, ¿Por dónde iba a salir si la audiencia se sube por unas   escaleras muy estrechas y además al unísono se combatió en lo que era el Hospital Provincial Saturnino Lora y ya todo estaba controlado por los militares?- Te digo que los que entraron al cuartel ninguno quedó vivo. Se salvaron Melba Hernández y Haydée Santa María porque eran mujeres y las llevaron para el vivac. Era prácticamente imposible que un grupito de asaltantes pudiese dominar a  unos 400  efectivos que tenía el cuartel.   A Raúl lo encontraron según la foto publicada en los periódicos de entonces huyendo hacia  la  finca de sus padres en Biran, debajo del  puente San Rafael que divide Dos Caminos de San Luis y el pueblo de San Luis. Recuerdo la foto, flaco y con un pull overs blanco, parecía un alfeñique.- Se persigna- ¡Con perdón a la memoria de mi marido, que era un fidelista muy fanático! – Todo lo acataba como bueno y no es así, digo yo… Le explica pormenores de lo que siguió después, otro asalto fallido a la Estación de la policía  en la loma del  Intendente el 30 de noviembre de 1956 y en la que murieron Pepito Tey, Otto Parellada y Tony Alomá y el edificio de la Aduana en  La  Alameda Michaensel hubo otro intento de asalto en la que perdió una pierna el hijo de Joaquín Pedrón, el entonces director del  Acueducto de Santiago de Cuba.  Se afirmó que era para apoyar el desembarco del yate Granma por Niquero, donde venía Fidel  y muchos  de sus seguidores- ¡Bueno, eso te lo habrán enseñado en la escuela! ¿Nó?- Cómo su novio Pepin participó y fue herido, salvó la vida milagrosamente. Más tarde se alzó con los rebeldes en la Sierra Maestra. A ella, que entonces era maestra  rural, le quemaron la escuelita de campo y si no  sale huyendo, la matan.

Para el ávido niño  no había nadie  que le contara tantas cosas tan  interesantes que él ignoraba como lo hacía Dulcina. Un día supo que no se llamaba Dulcina, sino Dulce María. El niño sintió cierto desencanto, le gustaba más Dulcina que el verdadero nombre, por lo que continuó llamándola Dulcina, así simplemente, como la había conocido. Le mostró uno de esos días la foto de sus 15 años. -¡Qué bonita Dulcina!
Otro día el de su graduación  como maestra.

Después del 1ro.de enero de 1959, su novio regresó de la Sierra con grados de capitán, mostró las fotos de la boda  con el  aún barbudo. –¿Y qué pasó después?-Dulcina hábilmente siempre dejaba la historia sin culminar, así aseguraba sin falta la visita del niño. -¡Como llenaban su vida  aquellas encuentros!- Era como si rememorando tiempos pasados volviera a vivir.

Ya el niño no tenía pena y le preguntaba una y otra vez:-¿Qué paso entonces?-Tenía una gran compenetración con la  anciana- -Ella seguía deshaciendo  las madejas de sus recuerdos, a veces una furtiva lágrima escapaba de sus ojos. Él apenado la miraba con lástima y ternura a la vez. Conoció como fruto de su amor  les nació un niño muy enfermo y que  a los pocos días falleció. Por lo difícil del parto, estuvo muy grave y a consecuencia de ello no pudo tener más hijos. Sumiéndola en un profundo dolor que nunca ha podido superar. Su marido por  los cargos que ocupaba paraba poco en  la casa, siempre en  peligrosas misiones dentro y fuera del país. En una de esas fue  designado a una lejana tierra, según le decían a liberar a otros pueblos. Ni adiós le dijo, lo supo por un vecino que vio como se iba en un barco Muchos meses de incertidumbre y grandes sufrimientos, de vez en cuando recibía una carta en la que le contaba las penurias que sufría. Un tiempo largo y sin ninguna noticia, hasta que un día le llegó una carta donde le confirmaban su muerte en combate. Se vio sola, sin hijos y apenas familia, la mayoría se  había marchado del país en busca de nuevas oportunidades. No  tenia comunicación con ninguno, su marido era tan revolucionario que no le permitía ni escribir ni recibir cartas de los que él llamaba apátridas y contrarrevolucionarios.  Con el tiempo perdió todo contacto. Se quedó sola al morir sus padres y sus hermanos tomar otros rumbos, casi todos se fueron del país por la vía que pudieron.- Me quedé sola en la amplia casa de la Carretera de Cuabitas. Cuando me jubilé quise volver a mis raíces y vine a esta casita donde nací y seguro que moriré.

-¿Quieres saber cómo era Jurisdicción antes?- ¡Ay, sí Me gustaría mucho!

-Pues bien, era un pueblo muy alegre, con  muchos comercios, lo dividía el puente por donde pasaba el tren a todas horas y corre el río. Al  lado  el  central que antes se llamaba Almeida, como el apellido de su dueño Federico Almeida, decía mi abuelo Emiliano que habían  viajado juntos de Las  Palmas de Gran Canaria en el mismo barco, que era semianalfabeto, pero muy inteligente, que en  poco tiempo se hizo de muchas tierras cañeras e hizo ese central. Ya mayor y muy rico, quiso descansar, compro una mansión en Avenida de Garzón y calle L del reparto Sueño,  allí murió, que ahora la hicieron una oficina, al parecer toda la familia también  emigro.. –El niño muy curioso pregunta:-¿Qué hizo con el central?- Se lo vendió a un señor llamado Baldomero Casas y le cambió el nombre por Baltony en honor a sus hijos Baldomero y Tony. Después de ser nacionalizado como se llamó expropiar a todo el mundo – se nombró Los Reinaldos,  por unos mártires de cuando la guerra de Batista, que fueron asesinados y que vivían por estos contornos.

-¡Cuénteme de Batista, sé poco de su historia y me gustaría saber más! – Ya te lo relataré más adelante, déjame contarte como era el Jurisdicción que  conocí.

Este  pueblo tenía mucha vida,   era visitado por todos  los parroquianos de la zona, veías los  caballos amarrados a la entrada de los comercios, venían de Jurisdicción Arriba, Belona,  Hermita,  La Sabana, Olimpo, La Felita, Macurije, Paso Lajas, La Ficha, Sitio Campos y hasta de Jarahueca. Se decía que la familia de  los Viso eran los dueños de casi todo  el pueblo. Tenían una hermosa residencia a un lado del  pueblo, cerca del rio. Pero verás la cantidad de comercios que había. Al  entrar  notabas que tenían todas las mercancías de las tiendas de las ciudades, los jamones colgando, las ristras de ajos y cebollas,  bacalao, arenques, sentía un grato olor. Al entrar te encontrabas  una tienda de víveres de chinos.-¿De chinos ? inquiere intrigado.-¡Si, los chinos estaban regados por todas  partes, en Santiago de Cuba había muchos, principalmente en la calle Gallo.

Le seguía el  bar  y casa de Pepesito,  que era además  fonda y habitaciones de alquiler, como un pequeño hostal, al lado un ventorrillo también de chinos, donde se vendían frutas, vegetales, viandas y especies verdes. Otra tienda de chinos  llamada “La Última”
La tienda mixta de Pepin Ferreiro, otro ventorrillo ,la  carnicería de Guancho, la barbería y peluquería de Alfonso, otra tienda mixta de chinos tienda de víveres  de  Chucho Mazaira, la tienda de Manolo, la fonda de chinos, la  quincalla de Rico,  tienda de ropa “Los muchachos”, La barbería. tienda  y despulpadora de café de los Gutiérrez, tienda “La Soberana” de artículos electrodomésticos y distribución de gas licuado, sala de cine, casa y consulta del  médico Doctor Manuel  Castellanos, Barbería y casa  del chino y Lola, (Conserje de la escuela) y también el teléfono público. La tienda de  ropa de los moros Aseff, casa particular de la familia Masaira y despulpadora de  café, tienda de  ropa “Los nuevos locos”, farmacia de Ángelita Viso, Ten cent de Luisa y Marino, que además era mecánico del central. La colecturía de Manzanares, La tienda Verde de Félix  el moro. La oficina de los Viso, la tienda de ropa “La Cruz blanca” de Arturito y Carmen Rosa. Tienda de víveres de Pepe Osoria, tienda de ropa de un polaco que le decían Yuli, tienda de ropa “La Dichosa” de Nelson Ulloa, café bar  y hospedaje de Miguel Ferrer, varias casas de vivienda y seguido la Valla de gallos, tienda de ropa “La Belicosa” de la familia Viso, Bar Mengana, la dulcería y panadería, bar Carino un (Prostíbulo)   ¿Qué era eso?- Pregunta curioso. –Pues hijo, era un lugar donde iban las que les decían mujeres de mala vida, que vendía sus cuerpos a los hombres como ahora lo hacen esas que le dicen “Jineteras”.

 Después eso venia  la Zapatería “El Che”,  la tienda  y despulpadora de café de un gallego (No recuerdo su nombre)  Más arriba la Logia de Orfelos,  el Servicentro, frente  al la casa del farmacéutico conocido por Masfera, padre de Guillermito Fernández. Al final de la calle estaba la Casa de los colonos y una panadería muy grande de Luis Losada y José Ulloa. También  tenía esta familia un bar restaurante en la calle principal.  Había una buena escuela pública  y muchas casas de vivienda, casi todas  chalet de  madera,  bien pintadas y  muy bien conservadas como las del central. Así como el paradero del tren.

 ¡No quieras saber cuando  el rio crecía el ruido que hacía! - Parecía un león furioso y no había quien se atreviera a cruzarlo, aunque algunos valientes se aventuraban  atravesar por encima  del  puente por  las líneas del tren- ¡Ay mi  madre! -¿Si venia un tren?-Se tiraban al rio, pero lo hacían cuando sabían que no iba a pasar ningún tren.

-¿Qué te parece lo que tenía ese pequeño y próspero pueblo?-¡Verdad que ya no es igual Dulcina!

Una tarde y viendo que le quedaba poco tiempo en el pueblo quiso saber la vida de Fulgencio Batista y Zaldívar.

-Mira muchacho, te digo que por este hombre nacido en Banes en la antigua provincia de Oriente  nos han sucedido muchas desgracias. Este era en los años 30 un sargento de la guardia rural.  En esos tiempos después de 1902 que se proclamó la república de Cuba hubo muchos gobiernos, unos buenos, otros regulares y otros muy malos como Gerardo Machado. Este  Batista dio un golpe de estado y se proclamó presidente de la república por unos cuantos años, implantó una dictadura y dicen los más viejos que a sus adversarios les daba como  castigo Palmacristi, un brebaje en que se iban en diarreas. Otros opositores aparecían colgados de una guácima. Es verdad que se hicieron en toda la isla muchas construcciones, entre ellos  hospitales. Eso me lo  han contado, yo era muy pequeña y no sabía esas  cosas, solo recuerdo ya en 1944 el gobierno elegido en elecciones de  Ramón Grau San Martín y después  lo siguió Carlos Prio Socarras. El  10 de marzo de 1952  Batista volvió a dar otro  golpe de estado. Gobernó con otra dictadura hasta el 1ro.de enero de 1959  en que las  guerrillas comandadas por Fidel Castro lo hicieron huir y abandonar el país. En esa etapa que ocurre el Asalto al Cuartel Moncada y otras acciones, hubo muchos muertos, la mayoría asesinados por los militares que dirigía Batista. No es menos cierto que  también construyo mucho, que La Habana tuvo un gran desarrollo, se  hicieron muchos hoteles como el Habana Libre, que se llamó  inicialmente Hilton, el Capri,  Riviera y el edificio más salto de Cuba, el Focsa, todo lo que se conoce por La Rampa, muchas carreteras y nuevos hospitales. Pero   La llamada Generación  del Centenario y en esa me incluyo, no estaba de acuerdo con Batista por haber violado la Constitución del 40, algo sagrado  para los cubanos y por eso apoyaron a Fidel hasta derrocarlo.  Lo que vino  después es muy triste, mejor no te lo cuento, no  vayan a decir tus padres que te estoy adoctrinando, por tus propios ojos lo verás. Solo te aconsejo que leas mucho, sobre todo la historia de Cuba, la hazaña de los mambises, la vida y obra de Félix Varela, que fue quien nos enseñó a pensar como  cubanos , José Martí, nuestro héroe nacional, Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y su valerosa familia, Máximo Gómez, los que escribieron y cantaron por primera vez nuestro Himno Nacional, la bandera y enseñas patrias, José María Heredia, Diego Vicente Aguilera  y hasta aquella bella mujer que se llamó Gertrudis Gómez  de Avellaneda que escribió  cosas muy bonitas desde el destierro en España y otros tantos patriotas que ofrendaron sus  vidas para que Cuba fuera libre y soberana-¿Lo es?-¡Mejor no hablo!

Ven, te voy a dar unos turrones que hice esta mañana de coco y piña. -¡Qué rico Dulcina,  como la voy a extrañar cuando me  marche de aquí!

A pesar de ya conocer todos los pormenores de su vida, no dejaba de visitarla, siempre tenía algo que ofrecerle y una nueva historia que contar. -Entre una y otra pasó el tiempo. Ya el jovencito había decidido estudiar en la Escuela de Arte pintura, sus padres no se opusieron. Regresaron a la ciudad.

Nunca olvidó a Dulcina, aunque no volvió al pueblo, se había hecho el propósito que cuando se graduara ir a pintarla en su casita, en los bellos paisajes, las flores, los animales, nada escaparía de sus lienzos.

Pasaron varios años, ya era un joven  muy formal y con muchos sueños en su mente. Decidió que su primer trabajo como ya graduado sería  ir  al pueblo. Tomó lienzo, caballete, pinceles y pinturas.

Con  los problemas del transporte en  pleno Período Especial no le fue fácil llegar en un camión hacinado y sudoroso hasta La Maya.- Tenía hambre y se dirigió a lo que fue una conocida cafetería. Ahora “La Milagrosa”- comprobó que de milagro estaba en pie, solamente quedaba un sucio mostrador de bagazo de caña, lo poco que se ofertaba rodeado de un enjambre de ávidas moscas, posados  sobre los alimentos, los platos, vasos y  bandejas.  No conocía a nadie, ya no eran los mismos empleados de años atrás. Vio en el patio  sobre piedras un fogón humeante con un caldero tiznado que cocinaba  algo, observó la desteñida pizarra que no ofertaba nada. Al hacer un gesto de asco, una  de las empleadas que lo vio, le dijo despectiva:- ¡Lo tomas o lo dejas! - ¿Tomar qué? –¡Ni agua!. De todos modos se atrevió a  preguntar : - ¿No hay nada aquí?. Una grotesca  y gorda mujerona salió del interior  y le dijo que se tenía que esperar, se estaba cocinando Spaguettis.El estómago le dio un salto y pensó:-Por lo menos un plato de spaguettis caliente no me vendrá mal con el  hambre que tengo. Mientras tanto  se dio a la tarea de caminar un poco por el antes  próspero pueblo. Ya muchos comercios no existían, las calles y aceras rotas, sucias, los pocos comercios desabastecidos, poca gente caminando de un lado a otro sin encontrar  lo buscado. A esa hora el pueblo parecía dormido. No se escuchaba un radio.

¿Qué había pasado en ese otrora alegre pueblo?- Todo le lucia desolador y triste. Dio varias vueltas y volvió  a la cafetería, ya había una  larga cola de viejos y niños con cacharros en las manos, al parecer para llevar a sus casas el alimento. Pidió el último.
Al llegar al mostrador después de una larga y tediosa espera, no le gustó el aspecto de los Spaguettis, blancos, ni tan siquiera una salsa, pero observó que muchos que ya los habían adquirido se lo comían con avidez y pensó: -Deben saber bien. Le tocó su turno en la cola, le  ofrecieron un plato decascarañado con una cuchara. Asombrado preguntó:-¿ Spaguettis con cuchara?-Como respuesta una despectiva sonrisa con un gesto de desprecio Este no pudo reprimir una expresión: .¡Ni con hambre de tres días se pasan estos desabridos spaguettis, ni sal  tienen!.- Los dejó sobre el mostrador con la esperanza que cuando pudiese llegar a la casa de Dulcina, seguro que tendría algo que brindarle, un buen batido, un bocadito o algún turrón,

 Otra odisea para llegar a Jurisdicción. Pudo coger a duras  penas un camión  sin techo, muy apretujado, sin apenas tener dónde agarrarse. El viaje por la angosta y casi destruida carretera  fue  desagradable, el sol quemaba su rostro  y en cada bache parecía que iba a caer, a no ser porque otros pasajeros  entre sus cuerpos lo sostenían. Algunas mujeres daban gritos histéricos y apretaban a sus hijos contra su pecho. El paisaje no era el mismo que guardaba en su memoria de los campos antes bien cultivados, ahora cubiertos de  malezas, los potreros con grandes arbustos de marabú, no se veía ni un animal, las cercas caídas. En el camión  un joven lo observaba curioso.-¿Tú no eres el hijo de la doctora Amelia? –Yo mismo- ¿Te acuerdas de mí? –Yo soy el hijo de Toribio el de la tienda del pueblo. - ¡Ah caramba!  Has cambiado tanto con esa barba…¡Quien te conoce!-  A propósito .¿No  traes una cuchilla para afeitarme?- No creas que esta barba me gusta mucho, pero…

¡Dime! ¿Cómo está el pueblo, la gente? – En los años que llevas fuera han ocurrido tantas cosas…¿No me digas? ¡Cuénteme!-Dime de Eduviges. ¡Ay muchacho! Esa  se casó con uno que vino a dirigir la cooperativa, pero de la noche a la mañana se fue con un grupo por la Base Naval de Caimanera y la  dejó embarcada con dos hijos.-¿Recuerdas a Joseíto, el que le decían el chino?-Eses se iba también y parece que se ahogó en el intento, más nunca se  ha sabido de él,-Ahí está la vieja Isabel  medio loca, el nieto Alexander  el jabaíto preso por ladrón.

Ya  están entrando   al  pueblo de después de penosamente subir una empinada loma, por las  calles polvorientas se ve uno que otro perro flaco y pulgoso que ladra lastimosamente al paso del camión. . Las  casa despintadas, algunas  medio destruida, la  tienda del pueblo con la parte donde se vendían productos industriales  vacía, en los estantes de víveres, con pomos sin nada dentro  y propaganda política. Pregunta al no  ver a Toribio.-¿Toribio? - ¡Si lo ves agáchate!  Le dio  un infarto y antes de poder llegar al hospital se murió, no había transporte  y lo llevaron en una carreta hasta la carretera, pero llegó muerto al Hospital de Guantánamo.

La visión fue  terrible -¿Qué había pasado? - ¿Ese era el pueblo que conoció años tras?- Se encontró con pocos conocidos, a todos los saludó efusivamente.  Quiso caminar por las pocas calles que le fueron tan familiares, las casas de  los antiguos vecinos, muy pocos quedaban, los que no se  habían marchado a otros pueblos y ciudades se habían muerto, Lo que fue su casa se encontraba en ruinas  producto de un ciclón que había pasado y sus moradores la abandonaron ante la desidia de los funcionarios del estado que nunca  hicieron nada  para arreglarla.

El mismo aspecto empobrecido de otros pueblos, muy pocos comercios, cafeterías  vacías, pocos transeúntes por sus calles  polvorientas, hasta el rio  no era como antes, sin su caudal y belleza. Las casas no conservaban sus  jardines, la  mayoría de la gente mal vestida y peor calzada. La escuela que le traía tan gratos recuerdos de adolescente estaba en muy mal estado, las persianas rotas, desteñida, el jardín abandonado y lleno de malezas que amenazaba con cubrirlo todo. ¡Qué abandono!  Vio una cara  que  le pareció conocida ¿Seria Yin la  manicurista?-¡Pero qué mal aspecto tenía!- Ya no es aquella pepilla coqueta que todos los jovencitos querían conquistar con su sonrisa llena de picardía. Ahora  tenía  el pelo torcido sujeto por una deslucida hebilla, un Pull Over empercudido y lo que fue un pantalón de mezclilla cortado por la rodilla y deshilachado y también empercudido. Calzaba unas viejas y sucias chancletas de las que le dicen Mete dedo. Llevaba de la mano un niño lloroso, pálido y raquítico, que supuse que sería su hijo. Lo saludó algo cohibida, como si no lo conociera- ¿Tú no eres Rafael Rodríguez?- Le respondí  afirmativamente.-¡Cómo has cambiado!–¡Por poco no te conozco!

Continuó su paso en busca de la mejor cafetería del pueblo, ya no existía, en su lugar un  llamado mercadito donde solo   había a la venta unos pocos plátanos fongos y en sus paredes  mucha propaganda política, un dependiente apático. Buscó con sus ojos dónde estaba la  panadería, esta también había sufrido los estragos del Período Especial, ya no tenía el amplio mostrador, ahora estaba reducida a la mitad, con  una sola y  estrecha puerta abierta, sobre  una mugrienta  tabla poblado de moscas, por  donde se vendía destapado y sin envolver el pan por la libreta de  racionamiento a razón de un pequeño bon de unas  3 o 4 onzas a 0,05 centavos, por una dependienta que exigía libreta en mano.-Dentro… varios panaderos afanados en sacar del horno la última producción del día, también sucios y harapientos. ¡Qué semblante tan desagradable!

Tenía hambre, no había comido nada en todo el trayecto, trató de buscar dónde poder aún que  fuera merendar algo. Todavía debía caminar un buen tramo para llegar a la casa de Dulcina. No encontraba nada y recordó aquellos tiempos en las cafeterías donde  había café, refrescos, bocaditos y dulces,  en los restaurantes  comida caliente, arroz, frijoles, carne aunque fuera  de lata en salsa, potaje de chícharos y hasta pescado, revoltillos de huevos, frutas y dulces. Todo había desaparecido. Ya  viendo lo inútil de su gestión se decidió seguir hasta la casa de Dulcina.  Por su paso se encontró  con Omar ¡Menos mal que lo reconoció!  Como saludo le  dijo:- ¡Oye! ¿Dónde tú vas? - ¡Mira! ¿Sabes?  Dulcina…Él apenas lo escuchaba. ¡Muchacho ven acá! –Continuaba por el  viejo camino casi intransitable, lleno de malezas, ya no  existían las matas de ajíes verdes y rojos, los frondosos cafetales, ahora cubiertos de vejucos producto del abandono. Iba jadeante tratando de llegar lo antes posible al encuentro de  la  amada ancianita, observó las cercas caídas, los campos abandonados. Se encontró con otro vecino que también se dirigía a la casa de Dulcina. ¡Mira! ¿A dónde vas?  ¿No sabes?-¡Ven acá muchacho!

El seguía con sus lienzos, pinturas y pinceles con la ilusión de ver a  la anciana y pintarla. Se hacía la idea de montar su taller en el pequeño comedor y dar rienda suelta a su más acariciado sueño: -Pintar a Dulcina y a los paisajes colindantes.

 A lo lejos se veía la casita entre los árboles, ya  creía poder  aspirar el  grato olor de los jazmines y mariposas, se detuvo en mitad del sendero y respiró hondo.

¿Qué pasaba? Dulcina no estaba sola. ¡Qué cantidad de gente la visitaba! ¿Qué será? –Corrió de prisa el tramo que le faltaba. La pequeña casa estaba llena. -¿Dulcina estará de fiesta? - ¿Ya no sería la dulce ancianita que siempre estaba sola y vivía de  sus recuerdos?- Más cerca pudo observar el jardín cubierto de yerbas, ni el perro  que salía siempre a su encuentro. La visión que tuvo  jamás pensó que sería tan desagradable. Ya estaba frente  a la casa cuando  vio  sacar por la  puerta el gris sarcófago  cargado por  varios hombres del pueblo. No tuvo que preguntar, su apacible amiga se había ido para siempre del mundo de los vivos. Allí donde nació, también expiró. Ya  no podría pintar su rostro lleno de melancolía, adivinar sus pensamientos, disfrutar de su presencia. Tal vez murió de tristeza y soledad aferrada a sus a sus recuerdos, llevándose el  color de los paisajes.

Con profundo dolor también quiso cargar el féretro hasta su última morada, musitando. ¡No estás sola, mi pensamiento te acompañará siempre mi dulce Dulcina!


Santiago de Cuba, año  1994

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