Este relato comenzó hace más de 40 años, por si usted no lo sabía tener un teléfono fijo en Cuba es una gran odisea.
Me remonto a la
década de los años 70 cuando ocupaba un
puesto importante en la Dirección Provincial
de Comercio de Oriente, después de 1976 Sectorial Provincial de Comercio de la
ya recién creada provincia de Santiago
de Cuba. Por mi cargo al principio de Planificadora Provincial, después
Contador de Finanzas, más tarde Especialista de Precios debía viajar con
frecuencia a inspeccionar los almacenes y establecimientos de dicha provincia y
ausentarme de mi hogar por varios días,
tener a mi madre anciana y verme en la necesidad de comunicarme con ella y
saber de su estado de salud y a la vez mi
ubicación en caso de una emergencia, solicité por escrito a través de
unos 30 años un teléfono en mi
casa a cuanto director nuevo
ocupaba ese cargo en la dirección de la Empresa Telefónica ,
para siempre recibir también por escrito la siguiente respuesta:“Lamentablemente
no podemos acceder a su petición por
falta de capacidad, en cuanto la
tengamos tendremos en cuenta su
solicitud”
Ya en los primeros
años del presente siglo al parecer se crearon esas capacidades, pero en un
número muy reducido y a nivel de cuadra en cada Comité de Defensa de la Revolución mediante una
asamblea en la que para lograrlo se debía presentar los suficientes méritos para optar
por una o dos capacidades. En esa
fecha ya me había jubilado, por lo tanto estaba con desventaja
antes otros aspirantes, por lo que perdí la esperanza de tener ese valioso
artículo en mi casa y conformarme con el mal servicio de los teléfonos públicos o de algún vecino que me lo ofreciera.
En busca de mejores horizontes viajé a España en 2007, atrás
dejé parte de mi familia, en todos estos
años me he visto en la necesidad de
comunicarme con ellos, principalmente mi anciano hermano de 73 años de edad,
que por de más vive solo.
Ha sido muy angustioso todo el tiempo transcurrido
tratando de
hablar con ellos `por cualquier vía, a veces se me hacía
muy difícil y además costoso.
En las recientes reformas
de las restringidas leyes de la Republica de Cuba se autoriza el traspaso
del usufructo del servicio telefónico.
En mi reciente viaje a la isla me di a la tarea de encontrar
quien me hiciese ese ansiado traspaso,
era bastante costoso y nada fácil. Dejé varias personas encargadas de solucionar este asunto. Los precios
exorbitantes, no obstante me propuse que
mediante cualquier sacrificio mi hermano
tendría su teléfono al alcance de la
mano.
Pasaban los días y no dejaba de acariciar la idea, mientras
ahorraba al máximo y evitaba cualquier gasto innecesario.
Hace unos días recibí un correo donde me decía que
ya se había conseguido quien
estaba dispuesto a traspasar su teléfono, pero en otra lejana provincia, por lo
que debería mandar lo suficiente para
gastos de viaje, hotel y alimentos.
Se hicieron los contactos necesarios por lo cual sin pérdida de tiempo tomé en mis manos todo
el dinero que poseía y me quedé en cero, siempre pidiendo la ayuda de Dios y que todo saliera
bien y no sufriera una estafa u otra
cosa parecida.
La persona encargada
de esto se tomó muy en serio este asunto y viajó a un pueblo apartado de una provincia
bastante alejada con la compañía de la persona que había servido de contacto.
He aquí la parte más triste de este relato:
En el pequeño pueblo
se encontró una humilde vivienda
ocupada por dos ancianos de 85 y 96 años de edad, uno de ellos postrado y muy enfermo y en una
pobreza conmovedora. No obstante estuvieron muy de acuerdo en realizar
el traspaso por la importante suma en Moneda Libremente Convertible. Se dirigieron a la Empresa
Telefónica y sin ninguna dificultad se hizo el trámite.
Me cuenta mi
colaboradora que se le oprimió el corazón al ver al anciano que aún puedo valerse
tomar el dinero como si fuera un gran
tesoro y dar gracias, ya que con eso
podría darse “Algunos gustos” y salir de prisa a la tienda del pueblo de ventas
con divisas a comprar 3 sábanas.
Más se me oprimió a
mí el corazón al leer ese correo, ya tenía lo que por tantos años había luchado sin ningún resultado positivo, pero
¡A qué precio!
¡Qué ironías de la vida que para poder disfrutar de un servicio imprescindible
y de fácil adquisición en cualquier país capitalista tuve que buscar esta solución!