¿Quién no se enternece ante la inocente sonrisa de un niño?
A veces pasamos por alto estas pequeñas alegrías, nos excusamos de que la vida está durísima, la crisis, la subida de los precios, los alquileres, las hipotecas, diversos problemas personales. ¡Cuántas cosas que nos atormentan y hacen perder el sueño al más ecuánime mortal!
Los niños pequeños, en esa edad que todo debe ser bienestar y felicidad, ellos aun no tienen uso de razón, por lo que no piensan, ni se preocupan por las problemas cotidianos que nos afectan a los mayores. Con tal de que se les de cariño, de alimentarse, estar abrigados y limpios, todo lo tienen resuelto.
El niño aun antes de nacer necesita las palabras y las dulces caricias de esos seres que le han de traer al mundo a conocer una nueva vida como ser humano.
¡Cuánto candor en la mirada y la dulce sonrisa de un niño! Ante tan bello gesto, nosotros los mayores debemos corresponder, no con un seño fruncido, el rostro amargado por las preocupaciones o tal vez un desaire, sino con toda dulzura, con frases que salgan del corazón y eso se refleja en una amable palabra, un beso, una suave caricia.
Según escribiera alguien que amaba mucho a los niños y que ha sido el más grande pensador de nuestra América:- José Martí:- “Los niños son la esperanza del mundo”
¿Cuantos seres torcidos transitan por esta tierra? Si le buscáramos la raíz de cada controvertida personalidad, veríamos que en su mayoría fueron niños infelices, no tuvieron en sus tiernas vidas ni amor ni comprensión. La base fundamental de una buena salud mental comienza en la cuna, en esa temprana edad en que el niño es como una esponja, que lo recoge todo, las más agradables sensaciones, la seguridad y el cariño, como todo lo que puede dañar su futura personalidad.
Todos pasamos por la etapa de la niñez, recordamos con especial interés, hasta con odio y rencor a esas personas que nos humillaron, maltrataron, nos ofendieron, así como también hemos hecho un altar en nuestros corazones para rendirle nuestro más profundo recuerdo y eterno homenaje a esos que un día nos ofrecieron la mano para sostenernos, nos dieron el oportuno consejo, cariño, un pequeño presente, todas esas cosas que pueden cambiar nuestra vida o viceversa, según el trato que hallamos recibido. Somos como pequeñas plantas:- Si se nos cuida con amor, crecemos, si se nos maltrata, crecemos mal, con muchas dificultades.
Muchos de estos recuerdos, unos alegres, otros tristes, conformaran nuestra futura personalidad.
Mi padre me dijo un día cuando no pensaba escribir ni una bien hecha carta:- “Escribe con sentimiento, expresa lo que sientes”
¡Qué buen consejo papá! Desde ese día aprendí realmente a escribir. Creo que se me hubiese dicho lo contrario jamás me hubiese atrevido a volcar mis sentimientos y dárselos a conocer a otros.
Una vez más exhorto a que cuidemos con especial celo y mucho amor a nuestros niños, a toda criatura que tengamos oportunidad de abrazar a nuestro pecho, darle todo el apoyo necesario, comprensión y cuidados, pues los niños de hoy son el futuro del mundo del mañana y depende fundamentalmente de lo que nosotros les enseñemos, con buenos ejemplos, el bienestar y el respeto que logremos inculcarles con nuestras diarias acciones y el modo de andar por esta senda que es la vida.
Madrid,
28 de octubre de 2008
26 mayo 2010
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