18 julio 2010

CUQUITA FIGURIN

Estampa santiaguera

Su nombra era Leonor, era alta, elegante y refinada, poseía una melena abundante de color castaño, tenía una forma muy peculiar de caminar, parecía que no pisaba en el suelo.

Por su estilo, tal vez un poco extravagante de vestir, por el barrio comenzaron a nombrarla Cuquita Figurín, pues además de maquilarse, usar adornos pocos comunes, que nadie tenía, ya que recibía periódicamente paquetes de ropas y zapatos con sus accesorios de familiares en el extranjero, por lo que se vestía y adornaba como pocas lo podían hacer, siempre a la última moda. Esto llamaba mucho la atención en su travesía, por lo que cuando salía de su residencia de la Carretera del Morro con paso firme y sin mirar a nadie, dejaba atrás una estela de perfume y comentarios.

Vivía con sus padres y hermanos, trabajaba en una empresa provincial.

Nadie le conoció un novio, ni nada que diese a entender si lo tenía oculto, aunque se comentaba que cuando salía tan bien vestida, era para encontrarse con alguien.¿Quién era? No se sabía.

Por las tardes subía la calle Santo Tomás y al llegar al Parque Céspedes desaparecía.¿Dónde se metía? ¡Ni idea! Era muy discreta. Hasta que un buen día alguien la vió en el Club 300, de esto hace muchos años, se dice que estaba acompañada de un hombre con una personalidad nada común, al que no se había visto antes. ¿Quién era?

Comenzaron las murmuraciones, que si era un alto dirigente, que si era un extranjero…que parecía un oficial o capitán de un barco foráneo…

Nunca más la vieron cortejada del extraño personaje, aunque algunos la siguieron con disimulo en algunas ocasiones.

Los comentarios continuaron, se decía que Cuquita Figurín andaba más elegante que nunca y que de vez en cuando se ausentaba de la ciudad, presumiblemente hacía La Habana. Como era empleada de una empresa estatal, siempre lo hacía los fines de semana y regresaba en el último vuelo del domingo por la noche.

Se exponía que allá la esperaba alguien, que la recogía en el aeropuerto en un lujoso automóvil.

Un buen día una conocida del barrio coincidió con ella en el aeropuerto Antonio Maceo de la ciudad de Santiago de Cuba, aunque ella trató de esquivarla y la saludó fríamente, la susodicha no le perdió ni pie ni pisada todo el tiempo que permanecieron en el salón de espera para abordar el vuelo. Al aviso ella se colocó en el primer lugar de la cola de la puerta de salida y cuando abrieron salió rápidamente y subió las escalerillas del avión. Por muy veloz que la otra le salió atrás, ya ocupaba un asiento, junto a la cabina, alejada de los demás.

Al arribar al aeropuerto José Martí de la ciudad de La Habana, también pudo observar que esta ya había partido primero que nadie a la puerta de salida, como no llevaba equipaje, solo una cartera grande, aunque la otra se dirigió rápido y solo pudo ver cuando se abrió la puerta que da para la calle un auto negro con los cristales velados le abría la puerta y desaparecía velozmente.

Ahora si que muchos tenían la seguridad de que el amante vivía en La Habana. ¿Quién era. Absoluto misterio.

Pasó el tiempo y Cuquita Figurín, le llegó la edad de jubilación dejó de viajar, pero de lo que no desistió fue de lucir cuanta vestimenta nueva le llegaba del extranjero, maquillajes, cambios del color del pelo, la última moda en zapatos, aunque por su edad no le fuera fácil dominar los altos tacones, las cuñas de plataformas, era la mirilla de todos, muchas la envidiaban, otras la criticaban con los más ácidos comentarios, ella sacudía su melena y continuaba adelante como una reina, dueña de la calle y el qué dirán.

Últimamente exageró su estrafalaria forma de andar, con zapatos Popis, monos de mezclilla, pantalonetas de vivos colores, short y pull over pocos adecuados a su edad, pero lo que le puso la tapa al pomo, al decir popular, fue cuando la vieron en una calurosa mañana de del mes de mayo en la cola de los jubilados del Banco Popular de Ahorro de los altos de la Cafetería “El Gallito” nada más y nada menos que vestida con un mono negro con mangas largas , de grueso tejido, con una bufanda multicolor, anudada al cuello, con su melena rojo caoba y para asombro de cuantos la vieron, calzaba unos botines altos de piel, de los que se usan en los países fríos para caminar sobre la nieve.

Al parecer alguien le quiso jugar una broma pesada y le trajo o le mandó de algún gélido país, lo cierto es que ella se paseaba por todo el salón luciendo su indumentaria, sin importarle las miradas burlonas de cuanto la percibieron.


Santiago de Cuba,
30 de mayo de 2002

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