Cuando llegue el día de la
irremediable separación,
¡Qué vació tan grande habrá
en mi vida!
Podré soportar la cruel soledad?
¿Por qué el destino me condena a
esta triste realidad?
Como un perro hambriento me
conformo con migajas.
Lo que no soporto es no tener una
motivación para vivir, algo que me
estimule.
Preciso dar amor y recibirlo, como
un alimento necesario a mi espíritu.
Mis manos no se hicieron para golpear,
sino para acariciar.
Mis labios son para bendecir y no maldecir,
mi vida está consagrada a dar amor, compasión
y bondad.
¿Podrá esto llenar el vació?
Madrid,
23 de abril de 2010
07 junio 2010
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